“No tenemos miedo porque no se puede luchar asustado”
La joven activista hondureña toma el testigo de su madre, asesinada en marzo, en defensa de los derechos de los pueblos indígenas
Berta Zúñiga, en una vigilia ante la Organización de Estados Americanos (OEA) ante un retrato de su madre, asesinada el pasado mayo. DANIEL CIMA CIDH
Roma
Aparenta aún menos edad que sus 25 años. Pero se sube a un atril en un Parlamento extranjero, o en una organización internacional a miles de kilómetros de su casa, y no duda en defender con rotundidad la justicia de su causa. La de los derechos del pueblo lenca —la mayor etnia indígena de su país, Honduras— y las de otras comunidades en todo el mundo. "Vivimos un proyecto de saqueo y despojo", critica en la sede de la FAO (agencia de la ONU de la alimentación y la agricultura), en Roma. Y la mezcla de emoción y crudeza con la que pide justicia para su madre, una conocida activista y ambientalista asesinada hace solo siete meses, humedece los ojos de los presentes. "Es una muestra del irrespeto de empresas, bancos y gobiernos a la defensa de los bienes comunes de la naturaleza", continúa con dureza. Berta Isabel Zúñiga, la hija de Berta Cáceres, sigue la lucha que su mami le dejó en herencia.
"En el clima de impunidad de Honduras, uno de los países más corruptos, es difícil llegar a la justicia", lamenta. Por eso, pide que además de cancelarse definitivamente el proyecto de construcción de una presa en el río Gualcarque (sagrado para los indígenas y foco de la batalla de su madre), se abra una comisión de justicia "con expertos internacionales e independientes" para esclarecer el asesinato. Y que no paguen solo los autores materiales, sino los inductores. Precisamente el pasado 14 de octubre fue detenido el exviceministro hondureño Darío Cardona, el séptimo arrestado por el caso, y el primero que no está acusado de haber participado en la ejecución del crimen sino en su planificación. "Pero el clima de impunidad es muy alto. Si asesinan con tanta libertad es porque saben que no hay consecuencias", señala la joven activista.
Porque Berta Zúñiga, como el resto de su familia, esperaba que la proyección internacional de su madre, ampliada cuando le concedieron el premio Goldman (conocido como el 'Nobel verde'), la protegiera de que las amenazas de muerte se cumplieran. "Ella sabía que estaba en el punto de mira, y nosotros también. Pero aprendes un poco a vivir con eso. Aunque atreverse con ella muestra que no tienen límites". En julio, cuatro meses después de que segaran la vida de Cáceres, Lesbia Yaneth Urquía, otra ecologista hondureña, también aparecía muerta de un machetazo. Y el pasado 11 de octubre el Copinh, la organización fundada por Cáceres, denunció el intento de asesinato de Tomás Gómez Membreño, su actual coordinador.
"Todos los que somos una voz fuerte en las luchas estamos amenazados. El clima de hostilidad siempre ha estado y sigue ahí. También después del asesinato", denuncia Zúñiga. "Pero no tenemos miedo", proclama, retadora. "Porque uno no puede luchar con miedo". Cree que la muerte de su madre sirvió para generar indignación y compromiso en lo local, lo nacional y lo mundial. Aunque también admite que logró intimidar a cierta parte de la población. Y por eso cree que viajar, entablar relaciones con otras organizaciones de todo el mundo, es importante para "romper ese miedo que quieren instalar sobre todas las cosas".
Para que ese clima de temor entre los activistas se pueda extender, sostiene Zúñiga, es básico presentarlos como criminales y contrarios al progreso. "Solo cuando se da visibilidad a nuestra lucha, cuando se muestra como es en realidad, se puede romper ese mensaje de odio y satanización", mantiene. La joven hondureña dice estar segura de que cuando sus problemas se presentan verazmente, cuando ellos pueden contar su historia, "aflora esa sensibilidad que todas las personas tienen". Lo que pasa, argumenta, es que "mucha gente no sabe qué está pasando en el mundo". Por eso pide romper esas "barreras mediáticas" que, según ella, nos "emburbujan en cosas que realmente no son importantes en la vida humana".
"No basta con decir, sí, pobrecitas. Manifestar esa solidaridad con acciones es importante". Con todo, Zúñiga agradece todo el apoyo internacional, aunque a veces se limite a la mera declaración. "Porque al final, la nuestra y la de tantos pueblos indígenas es una lucha por la vida. Por los ríos, por los bosques, por las tierras... Por otras cosmovisiones distintas de esa, hoy hegemónica, que quiere dominar el mundo".
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