¡Buenos días, "el dispreciau"!
Estoy hecho un verdadero lío.
Estamos ante una cita crucial con las urnas, en la que los españoles nos jugamos muchas cosas, y tenemos un problema de conciencia: ¿a quién votar?
¿Votamos al PP para evitar que termine gobernando un Frente Popular liberticida y anticristiano, que va a atentar contra derechos fundamentales como la vida y la libertad religiosa y educativa?
Pero es que el PP ha traicionado a sus electores en algunos de esos derechos fundamentales como la vida o el derecho a los hijos a tener un padre y una madre, al imponer la ideología de género
Con el corazón en la mano, ¿de verdad que es un mal menor votar al PP? Un partido en el que –Celia Villalobos dixit- no tiene cabida quien no apruebe el aborto, es decir el asesinato de seres inocentes en el seno materno. Perdona que sea tan crudo, pero es que con esto del aborto corremos el peligro de acostumbrarnos y creer que estamos hablando de un tema opinable, como la subida del IBI o la bajada del IVA.
¿Un partido –por seguir con la crudeza- que, en algunas comunidades, como la madrileña o la murciana, insta a los colegios a adoctrinar a nuestros hijos en la transexualidad? ¿A eso llamamos mal menor?
Pero si nos ponemos puristas –puede pensar alguno, no sin razón- y votamos a Vox, o a Sain o a AES, que inequívocamente defienden la familia y la vida, corremos el peligro de desperdiciar el sufragio, y facilitar indirectamente la victoria de Podemos al dejar de votar a su gran rival el PP. Con lo que el resultado final sería aún menos deseable, desde el punto de vista ético.
No estoy diciendo que haya que votar o dejar de votar a un partido o a otro. Tan respetable es la decisión de quien vota a H como la de quien vota a X. Es una cuestión personal que cada uno debe dilucidar, libre y responsablemente, y nosotros en Actuall, como te conté en un Brief anterior, nos limitamos a exponer pros y contras y a proporcionar argumentos para la reflexión.
Tampoco la Iglesia lo dice. No se inmiscuye en la conciencia de nadie –ni en éste ni en ningún otro tema-, tan sólo ofrece algunas directrices dejando a salvo la libertad personal. Da la sensación de que a algunos les gustaría que su obispo o el Papa les quitara el peso de la mochila. Y pretenden que se pronuncien sobre éste o aquel partido y si no lo hacen se enfadan. Va a ser que no.
Pero papas y obispos no puede ir un paso más allá de recordar una serie de principios innegociables, contenidos en la doctrina social de la Iglesia.
Te ofrecemos como suscriptor, en exclusiva, un adelanto del informe que publicaremos el domingo Como votar sin tener remordimientos de conciencia
Lo ha elaborado Pablo González de Castejón tomando como referencia el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI), encargado por Juan Pablo II y publicado en 2005.
No son difíciles de adivinar algunas de esas rayas rojas porque coinciden con la ley natural y los diez mandamientos: El respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural (lo que vale tanto para el aborto como para la eutanasia); la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer (lo que vale para rechazar la ideología de género); la libertad de educación de los hijos (lo que vale para defender a nuestros hijos de la ingeniería social del Estado cuando pretende sustituir a los padres).
Respecto al mal menor, la Iglesia subraya que debe ser siempre excepcional. ¿Se da en este caso, en el 26 J?
El mal menor no puede ser sinónimo de complicidad, o de comodidad, o de cobardía. Resulta llamativo que el 70’5% de los católicos voten mirando la peseta en vez de la defensa de la vida. Lo que llevó a nuestra columnista Candela Sande a preguntarse si lo que les da miedo de Podemos son las colas para comprar papel higiénico y no esa ‘tontería’ del aborto
Cuando, como dice el Papa Francisco "El aborto no es un 'mal menor'. Es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto".
La doctrina está muy clara, en eso no ha cambiado en dos milenios, ni cambiará. Lo complicadas son las decisiones personales ante coyunturas singulares como unas elecciones.
Lo que se espera, en cualquier caso, de un cristiano es que actúe con coherencia, como creyente y como ciudadano. Eso significa apostar por el bien común y no traicionar a la conciencia. Eso es exactamente lo que hizo un político que se jugó la vida por no elegir el mal menor. Y la perdió. Era un tal Tomás Moro, antecesor de David Cameron en el cargo de primer ministro.
Hace sólo unos días, el 22 de junio, la Iglesia celebraba su fiesta, como santo patrono de los políticos. Uno de sus lemas era: “El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral".
Quizá la frase y el artículo de Actuall te sirvan de ayuda. Pero recuerda, la Iglesia no te va a resolver (nunca mejor dicho)… la papeleta.
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