lunes, 3 de noviembre de 2014

JAQUE MATE ▼ La izquierda de Francia se reinventa | Internacional | EL PAÍS

La izquierda de Francia se reinventa | Internacional | EL PAÍS



LA CRISIS DEL SOCIALISMO FRANCÉS

La izquierda de Francia se reinventa

La necesidad de renovarse mientras gobierna provoca divisiones en el partido de Hollande, la última gran formación socialista europea que afronta su modernización





El presidente Hollande (derecha) habla con su primer ministro Valls, en una ceremonia en el Elíseo, el 30 de octubre. / PHILIPPE WOJAZER (REUTERS)


El pasado 27 de agosto, cientos de empresarios recibieron con aplausos al primer ministro de Francia, Manuel Valls. “Me gusta la empresa”, les dijo, antes de ser despedido con otra salva de aplausos en la universidad de verano de la patronal. Cuatro días más tarde, decenas de militantes de su partido le silbaban cuando acudió a la universidad de verano en La Rochelle. “Cuando se abuchea el plan de reforzar la empresa y el empleo, ¿qué mensaje enviáis a los franceses?”, les espetó el jefe del Ejecutivo. La doble escena refleja las dos almas que conviven en el Partido Socialista (PS) y el debate interno en una formación que aún no ha resuelto si está realmente preparada para gobernar y si, en estos momentos de grave crisis en el país, tiene fórmulas propias para afrontar los efectos de la globalización.
En los 56 años transcurridos de la V República en Francia, la izquierda solo ha dirigido el país durante 16: con François Mitterrand (1981-1995) y, ahora, con François Hollande desde 2012. El primero, coaligado con los comunistas, basó la entonces renovación de la izquierda en la ruptura con el capitalismo. Hoy, Hollande intenta dirigir el país con una política acorde con la economía de mercado. Pero las dos sensibilidades, la socialista clásica y la social-liberal, siguen vivas y en rumbo de colisión en la última formación socialista de un gran país europeo que aún tiene pendiente su renovación, su “reinvención”, como la denomina la cúpula del PS.
Gilles Finchelstein, director general de la Fundación socialista Jean-Jaurés, asume en declaraciones a este periódico que, “cuando está en el poder, siempre hay una parte del PS que no lo asimila”. Se trata, cuenta, de “un debate histórico” en la izquierda francesa: “Es el temor a que el ejercicio del poder conduzca a una traición a la ideología, un temor que en Francia es más fuerte que en el resto de países europeos”.
Con un desempleo inédito que supera el 10%, una deuda que cabalga hacia el 100% del PIB y una economía estancada, los socialistas se preguntan “por su identidad, por su papel ante la mundialización” sin traicionar sus valores, señala Finchelstein. Buena parte de su problema es que se han visto forzados al debate mientras gobiernan. “El problema del PS en ese terreno es que siempre intenta su aggiornamento [renovación] cuando está en el poder, lo cual es mucho más difícil y conflictivo”.
Es en lo que están enfrascados Hollande y su primer ministro, convertido en el principal agitador público del debate. Valls, que nunca ha ocupado un cargo relevante en el aparato del partido, ha insistido en diferentes entrevistas realizadas en el último trimestre, en que “la izquierda puede morir si renuncia a gobernar” y que hay que “reinventar una respuesta de izquierdas a los desafíos del presente”, lo que conlleva superar “tabúes”, “tótems”, “símbolos” o planteamientos ideológicos de “una izquierda anticuada”. Incluso ha lanzado la idea de cambiar el nombre al partido, tras rechazar el calificativo de “socialista” para definir una izquierda que, en su opinión, debe ser “pragmática, reformista y republicana”, como ha declarado a L’Obs. “La izquierda que elige soluciones de ayer para resolver problemas de hoy se equivoca de combate”, añadía.
Hollande ha promovido en esa línea unas ayudas para las empresas de 41.000 millones en impuestos y cotizaciones sociales en tres años. La competitividad y el empleo son dos objetivos irrenunciables de su política económica. Miembros de su Gobierno del ala social-liberal han apostado estas semanas por el contrato único, la reducción de los costes laborales, la revisión del límite de las 35 horas semanales, el acercamiento a fuerzas del centro o la reforma del Estado de bienestar.
“El tiempo de las soluciones globales, idénticas para todos, está superado”, argumenta Valls. Por eso, en el inacabable debate entre favorecer la oferta (ayudas a las empresas) o la demanda (ampliar el poder adquisitivo de los hogares), el actual Ejecutivo francés prima la primera, mientras la segunda solo se beneficiará de rebajas cifradas en unos 5.000 millones en tres años.
En esta vía hacia “la modernidad” y “el progreso”, ha destacado la entrada en el Gobierno del nuevo ministro de Economía, Emmanuel Macron, de 36 años, objeto de constantes críticas en la denominada “ala socialdemócrata” por ser un exbanquero al que sitúan en la punta de lanza de la corriente “social-liberal”. Macron trabaja en un proyecto para la liberalización de la economía. Su objetivo de “eliminar rigideces del sistema” implica la eliminación de barreras para abrir los comercios en domingos y festivos, la privatización de activos del Estado por entre 5.000 y 12.000 millones o la apertura a la competencia de profesiones reguladas, como notarios o farmacéuticos.
Pero las reformas, pese a ser mucho más suaves que las emprendidas estos años en otros países europeos, han originado una creciente fractura interna en el partido y un rechazo de la opinión pública por abordarlas tarde y en un contexto de falta de confianza en los actuales dirigentes para llevarlas a cabo. La respuesta interna procede del ala más ortodoxa del PS, la que se define como “nueva socialdemocracia” y que asume la economía de mercado siempre que el Estado vigile “para orientarla y regularla”. Es lo que defiende la líder de los críticos, Martine Aubry, alcaldesa de Lille, primera secretaria del partido entre 2008 y 2012 e impulsora como ministra de Empleo de la semana laboral de 35 horas.
Uno de sus hombres de confianza, el diputado Jean-Marc Germain, es una figura destacada en la treintena de parlamentarios socialistas que sistemáticamente se abstienen en las votaciones de las principales reformas económicas del Gobierno. “La modernidad no consiste en trabajar o no los domingos”, argumenta a este periódico Germain, casado con la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. “La modernidad no es poner en duda los derechos sociales, como el derecho a que los asalariados discutan con los patronos la estrategia de las empresas o la seguridad de los trabajadores”, declara.
“Saber quién es socialdemócrata o social-liberal es un tema del pasado. Aquí se trata de inventar una nueva oferta”, declara el primer secretario del partido, Jean-Christophe Cambadélis. La entrada en la sede del PS, en el número 10 de la calle Solferino, mezcla fotografías del mítico socialista Jean Jaurès, asesinado en París hace cien años, con carteles que, bajo el lema Cien días para reinventarnos, llaman a los militantes y simpatizantes a participar en el debate (ya hay 4.000 aportaciones, informa el PS) que culminará en diciembre para alumbrar un nuevo camino a la desavenida y desarbolada izquierda. Los críticos pretenden recuperar las alianzas perdidas con otras formaciones como los radicales de izquierda o los verdes. Valls prefiere ampliar el espectro hacia el centro.
Hollande ganó las elecciones en 2012, pero a mitad de quinquenio, su popularidad ha bajado al 13%, todo un récord en la V República. Los socialistas han sufrido derrotas electorales a favor de la derecha y la extrema derecha en las municipales (marzo pasado), europeas (mayo) y el Senado (septiembre). Y los sondeos indican que seguirán cediendo poder y acabarán perdiendo las presidenciales de 2017.

Socialistas en tierra de nadie

La tormenta económica deja herido a un movimiento que pierde poder


En esa elegía socialdemócrata titulada Algo va malTony Judtescribió: “La socialdemocracia no representa un futuro ideal, ni siquiera representa el pasado ideal. Pero entre las opciones disponibles hoy es mejor que cualquier otra que tengamos a mano”. Hace sólo 15 años, 13 de los 15 países de la Unión Europea estaban gobernados por partidos socialistas. Hoy, en una Europa a 28, apenas queda una decena (algunos en coalición), y otros se acercan a un abismo electoral inédito en su historia. El primer ministro socialista francés, Manuel Valls, ha dado la alarma poniendo el dedo en una llaga muy dolorosa: “Hay que acabar con la "izquierda anticuada". Incluso, ¿no ha llegado el momento de dejar de llamarnos socialistas?” ¿Qué fue mal? ¿Cómo puede haberse desbaratado el modelo del Estado del bienestar levantado tras la II Guerra Mundial, base de los 30 años gloriosos de prosperidad que hicieron del continente una sociedad justa?
La globalización, con su imparable proceso de desregulación de las finanzas, deslocalización del trabajo y competencia mundial, la propia integración europea, el cambio tecnológico, el envejecimiento de la población y hasta el cambio de la naturaleza del poder son factores que parecen haber conspirado contra la visión socialdemócrata. “En los 80 casi mueren de éxito”, dice Ignacio Urquizu, sociólogo, miembro de la Fundación Alternativas y de laFoundation for European Progressive Studies. “Duró mientras hubo vacas gordas. Pero cuando en los 90 se reducen las políticas de bienestar, la rama anglosajona (Bill Clinton y Tony Blair con suTercera Vía) apuesta por desregularizar el sistema y el consumo. Fue el principio del fin, del que la izquierda es corresponsable”.
En su época de mayor esplendor, en 1981, el PS francés de François Mitterrand consiguió un 34% de los votos, porcentaje similar al obtenido en 2012. Sin embargo, pronto, en 2017, podría convertirse en la tercera fuerza política, debido a la gestión de François Hollande, el presidente más impopular de la V República, según los sondeos. En Alemania, lejanos los tiempos de Willy Brandt, el SPD lleva tiempo sin superar la barrera del 25% y dos legislaturas como socio de coalición con los conservadores de Angela Merkel. En Reino Unido, un país del que Harold Wilson decía en los 70 que era el hábitat natural del laborismo, el partido obtuvo en 2010 el peor resultado desde 1918: tan sólo el 29% de los votos. “No tenemos coartada. Mientras la economía crecía, no nos preguntábamos: ¿Cómo? ¿Es sostenible? Las rentas de la clase obrera y la clase media estaban estancadas, pero ese agujero se llenó con crédito fácil y barato. El endeudamiento de los hogares alcanzó los dos billones de euros, es decir, el 100% del PIB”, afirma David Mathieson, analista y exconsejero del ministro laborista de Exteriores, Robin Cook. En Suecia, solo ahora los socialdemócratas acaban de recuperar el podertras ocho años de travesía del desierto, y en Italia, donde el centroizquierda se rebautizó como Partido Demócrata al estilo de EE UU, su líder y primer ministro, Matteo Renzi, brega por sacar adelante sus reformas.
El consenso entre los analistas es que la crisis global de 2008 y las duras políticas de ajuste llevadas a cabo por Gobiernos de izquierda como en Grecia o España acabó pasándoles factura en las urnas. “Los desafíos son muy grandes. El envejecimiento de la población y la universalización de las prestaciones exigen impuestos más altos. Pero si los subes, ricos y empresas huyen. Optas por endeudarte lo que te deja a merced de los mercados. Si además tienes una camisa de fuerza, que es la moneda común y una fiscalidad estricta, te sitúas en una tierra de nadie. O sea, que la manta es estrecha: si te tapas los pies, te queda el pecho descubierto porque ricos y mercados te abandonan y si dejas los pies al aire, pierdes votos por la izquierda o se van a formaciones populistas”, asegura José Ignacio Torreblanca, politólogo y columnista de EL PAÍS.
La izquierda europea parece paralizada y la derecha sigue en el desmantelamiento del Estado, mientras los partidos populistas, cabalgando en la ola de xenofobia desatada por la inmigración, campan a sus anchas, atrayendo los votos de las clases sociales que tradicionalmente sostenían el proyecto socialdemócrata. Pero no sólo: parte de los jóvenes e incluso de los que ya no lo son tanto no se sienten representados por la izquierda convencional y huyen a movimientos alternativos. “La gente quiere mayor participación. En este sentido, los partidos socialdemócratas, como los otros, son del siglo XX. Además, no han presentado una alternativa económica a la austeridad. Parece que se puede cambiar de políticos, pero no de política”, asegura el analista Andrés Ortega.
¿Qué hacer? ¿Reformarse o transformarse? ¿Bastará un cambio de nombre? La crisis, vista en principio por algunos como una oportunidad para los partidos socialistas, ha tenido el efecto contrario: ponerlos al borde de la bancarrota electoral. La desigualdad, ese concepto contra el que la izquierda dejo de combatir y que paradójicamente un socialista, el economista francés, Thomas Piketty, ha puesto de moda este año, podría ser su tumba. “Hay que dar un paso atrás y construir un modelo de sociedad acorde con una visión de izquierda”, asegura Urquizu.

...
el dispreciau dice:
Francia no es cualquier país... podría definírselo como el "símbolo de los equilibrios", o bien donde los equilibrios convergen para tornarse armónicos, tema no menor a la hora de las convivencias... al menos eso indica la historia, siempre implacable... siempre incuestionable más allá de las incursiones de los empecinamientos por encima de lo "razonable"... 

las derechas, tal fueron conocidas, han muerto... hoy sólo ocultan nazismos enloquecidos por recuperar el desprecio hegemónico, representado por clase políticas que usan a las democracias para beneficiarse de las pobrezas globalizadas... en tal sentido, Bruselas es la mayor expresión trágica del imperio aliado que retrograda...

las izquierdas, tal fueron conocidas, han muerto... hoy las izquierdas están divorciadas de los sentidos sociales y sus necesidades, pretendiendo asemejarse a las derechas para no ceder espacios, pero abandonando sus fuentes para transformarlas en fundamentalismos que no conducen a otra cosa que no sean terrorismos de estados fabricados desde y por el imperio de las corporaciones, que hoy son un símbolo de las expresiones anárquicas sustentadas en las indigencias globalizadas de los otros...

por ende, no hay derechas, tampoco izquierdas, entonces no hay democracias ni tampoco repúblicas, ya que todo responde al orden del caos conceptual corporativo, que compra y vende a partir de descartar la vida de los prójimos, desechando sociedades enteras a cambio de salvar activos financieros que traducen lavaderos de las redes de los tráficos nefastos de la degradación humana en cualquiera de sus formas...

el tablero indica "jaque mate"...

el divorcio entre sociedades humanas y estados ausentes es abrumador... produce miedo por la impericia y por la negligencia política manifiesta en cualquier ángulo de sus geometrías arrasadas...

Europa avanza hacia su peor oscurantismo, superando al nazismo y a la inquisición eclesiástica, la misma que hoy le hace la vida imposible al Papa Francisco, primer Papa humano desde Cristo, ya que todos los anteriores debieron ceder sus dignidades y sus convicciones a las mafias imperantes desde el mismísimo imperio romano que condenó al Cristo a ser crucificado para salvar a los ladrones como excusa de salvaguardar el honor de sus corruptos funcionarios políticos de turno...

la intolerancia social no conduce a buen puerto... el desprecio social tampoco... el ninguneo mucho menos...

agregar condenados a la larga lista de pobres, marginados e indigentes que hoy visten la Tierra, sólo resta estado de derecho al valor humano...

aún cuando se lo cuestione, el valor humano reside en sus humanismos fundamentales, pero no fundamentalistas... y aún cuando no se lo crea, Francia está obligada a regresar a sus fuentes a efectos de recuperar el modelo de los valores sociales necesarios y funcionales a los equilibrios... ya que de no ser así, el nazismo avanzará hasta devorarse el mundo entero, ya que su gran excusa no es otra cosa que la mentida unión europea, a partir del imperio radicado en las demencias de Bruselas como exponente de todos los atrasos que han hecho de esta humanidad un mero descartable...

no debe perderse de vista que el sueño americano es hoy una pesadilla devenida en tragedia...

no debe perderse de vista que el zarismo está vigente recreando una novedosa cortina de hierro más miserable que la vigente antes de la caída de los zares...

no debe perderse de vista que China es un revuelto tóxico donde el emperador ha sido reemplazado por un partido que niega lo evidente, creando un abismo entre el estado y sus gentes...

no debe perderse de vista que el modelo corporativo está a punto de estallar... porque ya no le alcanza la Tierra, ya no le alcanzan las monedas, ya no le alcanzan la economías devastadas, y ya no le alcanzan los sacrificios humanos sobre los cuales se sustentan...

entonces, si no se recupera el modelo de los equilibrios sociales necesarios a las prudencias, las inequidades terminarán comiéndose a la raza humana... Francia supo ser el modelo motor... si no recupera su sentido común, los engranajes oxidados finalmente se clavarán... y ya no habrá quien los repare, justamente por carencia de sentido común. NOVIEMBRE 03, 2014.-

No hay comentarios: