lunes, 26 de diciembre de 2011

DRAMAS ANÓNIMOS || Cuando el dolor está escrito en el apellido | Mundo | elmundo.es

PALESTINA | Las víctimas viven aún traumatizadas

Cuando el dolor está escrito en el apellido

Un niño palestino herido durante 'Plomo Fundido' es llevado a un hospital de Gaza. | Reuters Un niño palestino herido durante 'Plomo Fundido' es llevado a un hospital de Gaza. | Reuters
  • La tragedia de la familia Samuni simboliza el horror que sufrieron los civiles
  • Tres años después de 'Plomo Fundido', las víctimas están aún traumatizadas

Los niños corretean inquietos por entre los charcos de la calle Samuni. Mientras, los adultos se afanan en reconstruir sus casas. A un lado y otro de la vía embarrada, situada en Zeitun, a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Gaza, hay hombres encaramados en los tejados, alineando los bloques de los muros o reparando fachadas.

Esta calle, donde durante generaciones ha vivido el clan de los Samuni junto a sus huertos, quedó reducida a escombros durante los bombardeos israelíes sobre Gaza, que entre diciembre de 2008 y enero de 2009 provocaron más de 1.400 muertos (la mayoría civiles). Hoy, aunque la vida se abre paso a trompicones, la guerra ha dejado en este trozo de tierra una huella indeleble.

Todo el mundo en Gaza conoce la tragedia de los Samuni, una familia que simboliza todos los horrores que viven los civiles de este pequeño territorio palestino bajo bloqueo israelí desde 2006. En la segunda semana de la guerra que Israel emprendió contra Gaza en las navidades de hace tres años, 48 personas en total de esta familia murieron en un solo día, el 5 de enero de 2009, en Zeitun.
Sujud ('Reverencia a dios') tiene casi tres años. Nació en plena ofensiva 'Plomo Fundido'
Sujud ('Reverencia a Dios') tiene casi tres años. Nació en plena ofensiva 'Plomo Fundido'. Su madre, Nawal, tuvo entonces un parto prematuro debido al 'shock' que le produjo perder a tantos de los suyos. Era un 8 de enero de 2009 y Nawal había sobrevivido a la masacre de 29 miembros de su familia más cercana. Los soldados israelíes concentraron a un centenar de civiles, incluidos niños de corta edad, en una casa sin agua ni electricidad. Horas después, la bombardearon.

No han pasado aún tres años, pero el rostro de Nawal ha envejecido como si hubieran sido 20. Ya no es la misma joven. Ahora, sentada en el suelo de su precaria casa, mira con ojos asustados y apenas habla. Las escenas de la masacre se dibujan en las sombras oscuras de su rostro. Sujud, los rizos dorados recogidos en una coleta, corretea ajena a la tragedia. Pero no sus hermanas, especialmente Shaima, de 12 años, que muestra todo su brazo izquierdo con el rastro de las heridas de las bombas de entonces. Su piel está quemada.

El padre de la familia, Mayid Hamdi Samuni, responde con una medio sonrisa cuando se le pregunta por su situación. "Echa un vistazo a la casa y podrás juzgar en qué situación estamos". Tras el salón sin muebles, hay una cocina desvencijada. Una lona de un saco azul tapa parte del techo. "Del pueblo japonés", se lee en ella junto a la bandera blanca y roja en forma de diana.

El tejado de uralita apenas tapa la otra parte del tejado, dejando un hueco abierto hasta la lona. "Cuando llueve toda el agua inunda la cocina y en invierno hace mucho frío. No podemos dormir", explica la pequeña Noor. Mayid Samuni tiene una prole de ocho niñas y cinco hijos que mantener, además de su hermana, Sabah, y la joven esposa de uno de sus hijos, que permanece sentada con toda la familia, cubierta con el 'niqab' (velo integral), sin decir una palabra.

"Solía trabajar en el campo, pero ahora no hay faenas que hacer. Todos los cultivos fueron destruidos hace tres años. ¿Sabe de algún trabajo?", pregunta el hombre. Asegura que no tiene ninguna ayuda del Gobierno. "Sólo han venido las organizaciones extranjeras para tratar las heridas de Shaima", dice.
"Aquí dentro, en estas cintas, están todos los que murieron"
Mayid enseña unas cintas de vídeo. Son las grabaciones que la televisión emitió sobre las masacres. Es la historia de los Samuni. "Aquí dentro están todos los que murieron", afirma. De la pared cuelga un cartel con las fotos de los 29 miembros de su familia muerta. Ancianos, jóvenes, niños� Las caras de las mujeres y niñas están ocultas con una rosa blanca. "Eran vírgenes", dice Sabah.

En las calles sin asfaltar, pobladas de charcos de aguas inmundas, los niños se arremolinan. Todos quieren escribir sus nombres. Con letras desmesuradamente grandes, los anotan: Aml, Ezat, Seham, Noor, Samah... Tienen una verdadera necesidad de ser escuchados, de que su existencia sea reconocida y recordada.

"Hablar de la masacre no es bueno para ellos, los vuelve a traumatizar. Abre sus heridas y luego cuando los periodistas se van, ellos se quedan con su dolor", afirma Micaela Sauber, cooperante alemana que trabaja con educadores, niños y mujeres. "Tienen que cerrar capítulo, es mejor para ellos. No es bueno que anden recordando una y otra vez lo que pasó", afirma.
Quieren contar sus historias, decirle al mundo que no han podido desasirse de ese sufrimiento
Pero esta gente quiere contar sus historias, hablar de las heridas que nunca se han cerrado y decirle al mundo que no han podido desasirse de ese sufrimiento que les corroe por dentro como una criatura mitológica.

Hashem Samuni, de 22 años, observa la algarabía de niños desde el otro lado de una valla de alambre de espino. La expresión de sus ojos lo hace parecer como hipnotizado. Quedo, de pie, mirando profundamente, parece un zombi. Lleva una 'kufiya' (el pañuelo ajedrezado típico palestino) amarilla enrollada a la cabeza que deja caer sus hilos sobre su frente. Cuando se le pregunta, no deja de hablar, como en trance. Él estaba en una casa cercana el día del bombardeo. Lo narra todo con detalles, como si hubiera ocurrido ayer.

Los soldados israelíes lo detuvieron junto a otras 15 personas y lo mantuvieron esposado hasta el día siguiente. Se levanta la camiseta y enseña una herida de bala cicatrizada en el pecho, a la altura del hombro. De repente, empieza a contar lo que parece ser la continuación de su historia: "Los de Hamas me dispararon", dice. "Me han detenido muchas veces porque no soy de los suyos", añade.

"Quiero irme a Europa. No me importa dónde...", acierta a balbucir. Lo dice cuando ya todos se han ido. Luego, alza la mano en señal de despedida. Hashem se sumerge de nuevo en su mundo de silencio y de dolor.
Cuando el dolor está escrito en el apellido Mundo elmundo.es


el dispreciau dice: este mundo humano se ha acostumbrado a simplificar los atropellos, los desprecios, las discriminaciones, las manipulaciones, las exclusiones, las vejaciones, las violaciones, y más, reduciéndolas a meras expresiones estadísticas, cuestiones que los estados ausentes simplifican aún más al "dibujar" números que ponen a los destinos de las personas en una u otra fronteras, según conveniencias, según antojos, según burlas, según... lo que sea pretenda el pseudo-líder de dicho estado ausente. Tanto es así que el mundo político y sus estados "ausentes" se han convertido en máquinas de impedir, impedir convicciones, impedir dignidades, impedir necesidades, impedir destinos, impedir derechos, impedir, como se quiera, impedir... para luego pasar a facturar impuestos por todo aquello que ese mismo estado y esa misma clase político no quisieron hacer, no supieron hacer, no admitieron que debían hacer. Tanta es la burla que desordena este mundo, que él (mundo), se ha desequilibrado prometiendo actos de barbarie inadmisibles, inaceptables. Los ejemplos son demasiados y no hay nación que esté exenta de estos descriterios políticos que se traducen en tremendas ausencias de los estados respecto de sus gentes, fabricando deudas monumentales destinadas a excluir a miles de millones de personas, al sólo efecto de salvar bancos, intereses y conveniencias de pocos privilegiados por la corrupción que amparan esos mismos desgobiernos... el caso de la Europa medieval es patético, tanto como el de la Rusa de los "nuevos" Zares, tanto como el de la China de los "nuevos" emperadores, tanto como el del mundo árabe que se ha quedado sin primavera de príncipes que gastan a cuenta del futuro de sus pueblos, tanto como cualquier suelo que se pise donde se recite una cosa para luego proceder a imponer otra distinta... Se ha llegado a la Navidad 2011 transitando calamidades donde los anónimos tienen nombre y apellido, pero son negados por el periodismo amarillista de las conveniencias corporativas, negados por los multimedios de intereses mezquinos de sectores que fabrican opiniones a escalas, desconocidos por los intereses de políticos pobres de espíritu y vacíos de mente, representantes de estados ausentes donde el único argumento que les aflora es el atropello y la burla. El mundo humano está repleto, desbordante de franjas de Gaza y de pueblos palestinos que son negados hasta el hartazgo, sin justificación cierta alguna... y el mundo humano, ése mismo, llega al 2012 enseñando su peor cara, su peor conducta, su peor condición. Indudablemente a alguien, a algunos pocos, les conviene el desmadre global... Indudablemente a alguien, a algunos pocos, les sirve la exclusión, les sirve la fábrica de pobres e indigentes, les sirve la inducción del atropello... y las muestras son demasiadas, tantas que apabullan el alma. Mientras algunos traducen los dramas a palabras de discursos vacíos, los muchos transitan sus apuros y las urgencias impuestas como pueden... hoy, en los fines de un triste 2011, la Navidad aparece como vacía de sentimientos, acomodada sólo para aquellos pocos que están tan ciegos y tan sordos, que han perdido la capacidad para vislumbrar el tsunami de la Revolución Francesa global, una revolución que viene sonando fuerte, cada vez más fuerte, y promete llevarse todo puesto, en este incipiente 2012. Diciembre 26, 2011.-

No hay comentarios: