Editorial I
Lo que representa el caso Piparo
Lo ocurrido a Carolina Piparo es un símbolo del grado de violencia e irracionalidad en que vivimos los argentinos
Lunes 27 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa
Carolina Piparo, la mujer que fue baleada en una salidera bancaria, ha manifestado su decisión de radicarse fuera de la Argentina "lo antes posible", porque ya no soporta vivir más en la inseguridad.
Nadie puede dejar de comprender que haya tomado una decisión semejante, en la cual está acompañada por su marido. En menos de dos meses todo cambió en sus vidas. Ella hoy está viva por milagro y bajo custodia policial, y ambos comparten el sufrimiento por la injusta muerte de su bebe recién nacido, Isidro. Junto a ellos están sus familiares, que señalan que la pareja está "con mucho miedo", porque siente que, más allá de que haya nueve imputados en la causa, no se ha hecho ni se está haciendo nada. Ese pensamiento se vio plasmado, hace unas semanas, cuando el marido de Carolina declaró a la prensa que el propio gobernador bonaerense, Daniel Scioli, le había expresado que tenía "las manos atadas" para actuar.
Curiosamente, esta decisión de los Piparo está enmarcada por dos hechos que han tenido como protagonista al ministro de Justicia y Seguridad de la Nación, Julio Alak, y que se contradicen entre sí. Nos estamos refiriendo a la posición de este funcionario con respecto a los índices del delito en el país. Luego de que, días atrás, el ministro afirmara ante el Congreso que, a partir de 2003, "se cortó el crecimiento del delito" y que el crimen había disminuido el 37 por ciento en el gobierno de los Kirchner, acaba ahora de reconocer que en realidad el delito aumentó. El viernes último, desde el ministerio, se difundió el índice de criminalidad de 2008, según el cual los hechos delictivos aumentaron 7 por ciento en la escala nacional y 25 por ciento en la provincia de Buenos Aires, mientras que en la ciudad de Buenos Aires la cifra subió un 2 por ciento.
Independientemente de este reconocimiento, que se hacía absolutamente necesario para demostrar a la opinión pública que el Gobierno entendió por fin que la preocupación por la inseguridad -en el primer lugar en cualquier encuesta que se realice en la Argentina sobre cuál es el problema más importante para los ciudadanos- no ha sido nunca una mera "sensación" (como desdichadamente se dijo alguna vez), lo que le ocurrió a Carolina Piparo, con toda su terrible carga de violencia y crueldad -en su declaración, narró que fue brutalmente golpeada antes de ser baleada y que no le tuvieron piedad cuando les advirtió a sus atacantes: "No me hagan nada que estoy embarazada"- va más allá del terrible hecho individual. No ha sido otra salidera bancaria más.
Este es un caso testigo de, por un lado, hasta qué niveles de ensañamiento y de desprecio por la vida está llegando el delito en la Argentina y, por otro, cómo la desidia y la indiferencia de las autoridades parecen empujar ahora a los ciudadanos fuera de su país. Hoy ni siquiera están libres de la violencia, los robos y los asesinatos aquellos que en los años noventa decidieron fijar su residencia en barrios cerrados y countries, buscando un tipo de vida más saludable que la urbana, lejos del ruido y la polución, y confiando plenamente en la seguridad que podían encontrar también allí. Pues bien, todo eso ha cambiado y ya no se diferencia en las noticias policiales si los delitos han ocurrido en la ciudad, en el conurbano o en los countries, porque también la inseguridad se ha enseñoreado de estos lugares.
Muchas veces, desde estas columnas, hemos señalado el hecho de que son muchos los delitos que se cometen y que no se denuncian, porque la gente se ha cansado de no ser escuchada. Por eso, los índices que manejan hoy las autoridades siguen siendo parciales para reflejar enteramente una realidad que crece con las horas. Quizás esta decisión tan personal de Carolina Piparo logre ser un símbolo para todos nosotros sobre la necesidad de poner un límite definitivo ante tanta criminalidad, que, lamentablemente, en su horror también está reflejando como en un espejo el grado de violencia e irracionalidad en que estamos viviendo los argentinos.
Lo que representa el caso Piparo - lanacion.com
el dispreciau dice: cada vez que sucede un hecho aberrante, tal el caso Píparo, la sociedad pierde calidad y condición... Argentina, la que nos pese, ha sacrificado sus garantías constitucionales e individuales a cambio del poder "extremista" de unos pocos, que además no atienden al conjunto. El estado de derecho no es un problema de la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, lo que se perdió fue gestado durante una década de desatinos impuestos atendiendo la conveniencia de gobernadores e intendentes cuyo factor común es la incapacidad y por ende la necesaria connivencia con el hampa, el tráfico de drogas y de personas. Las consecuencias están a la vista, aventadas por una justicia que es funcional al contenido carcelario, que ha perdido su horizonte académico, y negocia que con las mafias a cambio de caja... está mal, pero es así... más gris, más negro. Sin embargo, el caso Píparo es uno más de una larga lista de circunstancias no resueltas, que van ascendiendo en una peligrosa escalada de la mano de las miopías, los silencios, las burlas y todo aquello que la clase política niega a rajatabla, insultando además la conciencia popular. Que los victimarios del caso Píparo reciban todo tipo de atenciones, es una clara señal de lo mal que estamos... en vez de castigar al delito, se lo cultiva para regresar a la caja. Entonces los sicarios y los motochorros, protegidos por la propia policía, conforman una sociedad que tiene su futuro asegurado de las manos de las negligencias político-partidarias-sindicales, ya que ha todos y a cada uno les sirve en algún momento, para cambiar figuritas o bien para hacer caja (nuevamente). Detrás, lo mismo sucede con los miembros del narcotráfico, aquellos otros que secuestran niños y adolescentes, la prostitución, los locales nocturnos que venden mezclas mortales de drogas y alcoholes, etc., todo en una conjungancia de miserias humanas en la que se encolumna la frivolidad, el fútbol, las justificaciones, y otros ámbitos de nuestra incultura. Ya no llama la atención, es parte de nuestra rutina, un modelo que comenzó con el atentado de la Embaja de Israel, el posterior de la AMIA, la voladura de la fábrica militar de Río Tercero, el asesinato del hijo del ex-Presidente Menem, y otros tanto que fueron formando parte de la cotidaneidad de las personas, acostumbradas a ser atropelladas en los cincuenta, por peronistas y libertadores..., en los sesenta, por demócratas y traidores a la patria..., en los setenta, por montoneros, otras organizaciones contrarias al poder, otra vez el peronismo y una vez más, nuevos traidores a la patria..., en los ochenta, nuevamente por demócratas y renovados estrategas de la inducción de la zozobra social..., los noventa ya referidos, y un ahora de barbarie plena, siempre argumentando falacias que no resisten análisis alguno. Píparo pasará a la historia como un caso paradigmático, no diferente al asesinato de Rodolfo Walsh, no distinto a la desaparición de Julio López... y tantos otros que demuestran que el poder político, desde siempre, no resuelve nada (los chivos expiatorios están a la orden del día). Septiembre 27, 2010.-
lunes, 27 de septiembre de 2010
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