miércoles, 15 de septiembre de 2010
ESCALADA INCIERTA
Nadie nos hará callar, por Alvaro Abos
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La guerra del Gobierno contra los medios críticos
Nadie nos hará callar
Alvaro Abos
Para LA NACION
Miércoles 15 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa
El Gobierno gastó en 2009 ochocientos millones de pesos en publicidad oficial. Esa fortuna se destinó en su mayoría a medios adictos y se retaceó a otros independientes. El Gobierno renta un ejército de blogueros para que insulten a todo aquel que emita opiniones que difieran del oficialismo. Posee un espacio central en la televisión oficial donde se denigra a los periodistas críticos. ¿Se los denigra o se confronta con ellos? Es que confrontar, para el Gobierno, significa descalificar, amedrentar o sencillamente golpear, como sucedió en la Feria del Libro de 2010, cuando matones enviados por un secretario de Estado reventaron la presentación de un libro que no gustaba al poder. El Gobierno ha emprendido una campaña virulenta contra Clarín . Para ello, usa válidas excusas como el necesario reordenamiento de las comunicaciones, regidas por anticuadas leyes de la dictadura, la renovación tecnológica y la legítima corrección de prácticas monopólicas. Pero el Gobierno reitera su costumbre de transformar la realidad compleja en una dualidad blanco-negro y entonces plantea el caso en estos términos: o estás con Clarín o estás con el Gobierno.
Decisiones provocadas por la inquina del Gobierno hacia el grupo Clarín atormentan a los ciudadanos. Véase, por ejemplo, el cierre de Fibertel, medida que, si prosperase, perjudicaría a ciudadanos que no están involucrados en la pelea por el poder, e incluso a aquellos que quizá simpatizan con el Gobierno. Con un agravante: estas maniobras no sólo envenenan el clima cívico, sino que además son inútiles. Quieren destruir a un diario no por sus desmesurados negocios, sino porque en este momento, por un motivo u otro, se ha convertido en una voz crítica.
Pero ¿sobrevalorar a los medios como hace el Gobierno no es despreciar a los ciudadanos? Porque a la sociedad argentina, que es muy ducha en estas cuestiones, no le será difícil descubrir que el verdadero propósito de estas maniobras, bajo la retórica que las encubre, es la preservación del poder por el grupo encaramado en él. Además de inútil, la gimnasia kirchnerista es contraproducente para sus propios fines: demonizar a Clarín no ha hecho sino galvanizar a ese diario y hacer que su redacción despierte del letargo y haga un producto periodístico más vibrante .
Circula una anécdota atribuida a Perón según la cual habría dicho, ya anciano: "Cuando ningún diario me apoyaba, gané; cuando todos me apoyaban, perdí el poder". En realidad, Perón tuvo siempre diarios que lo apoyaron. En 1946 era sólo uno: La Epoca . Ya en el poder obtuvo el respaldo de dos diarios nuevos: Democracia y El Laborista . Todos de escasa circulación frente a los grandes diarios de aquella época, sobre todo La Prensa , luego La Razón , en menor medida LA NACION y aun recién nacido un tabloide que Roberto J. Noble trataba de imponer: Clarín . La expropiación en 1951 del diario La Prensa , el más estricto crítico del primer peronismo, fue un error garrafal de Perón. Pero más que juzgar el silenciamiento de un medio opositor quizá sea útil examinar lo que pasó inmediatamente después de la barrabasada: La Prensa fue entregada a la CGT, que lo convirtió en diario oficialista, sin ningún eco en el público. Aun peor: la gaffe de Perón benefició al competidor Clarín porque los avisos clasificados por línea, que eran el motor de la difusión del diario de los Gainza Paz, pasaron al diario de Noble, que a partir de entonces comenzó su crecimiento imparable. Nadie les ordenó a los anunciantes que dejaran de publicar en La Prensa expropiada. Lo decidieron solos. O sea que la operación La Prensa para el primer Perón fue un desastre en toda la línea. ¿Por qué incurrió Perón en ese error? Porque su vocación autoritaria le impedía tolerar la crítica. Y creía que era posible aplastarla. Los Kirchner harían bien en reflexionar sobre aquella historia.
Hoy repiten el error, pero en un contexto distinto. La libertad de prensa es, a esta altura de la historia, como el aire que se respira. No se puede vivir en el siglo XXI sin admitir ese principio. Una y otra vez, sin embargo, el Gobierno tropieza con la misma piedra. Veamos un ejemplo, de muchos. Allá por 2004, Radio Nacional le dio un espacio al veterano militante peronista Jorge Rulli. El programa se llamó Horizonte Sur y de inmediato concitó muchos oyentes, algunos atraídos por las ideas sobre ecología que allí se difundían y otros por el prestigio del propio Rulli. Es que este hombre fue víctima de las persecuciones sin cuento que la Revolución Libertadora infligió al peronismo desde su derrocamiento, en 1955, cuando Rulli, con pantalones cortos, se convirtió en militante. Los partidarios de Perón en aquella época fueron atormentados con leyes inicuas como el decreto 4161, que punía el uso y la mera tenencia de impresos con la palabra "Perón". Fueron encarcelados; algunos, fusilados; todos, privados de su derecho a elegir, que no recuperaron hasta 1973. Rulli lleva en su propia cara, bajo la forma de cicatrices, las huellas de las torturas que padeció durante sus largas prisiones. Lo conocí en la cárcel y volví a verlo en el exilio, donde escribíamos contra la dictadura de Videla. Recuperada la democracia, Rulli hizo su autocrítica, a pesar de que no tenía por qué flagelarse, ya que nunca incurrió en la locura de la violencia foquista. Lo hizo en su libro Diálogos en el exilio , coescrito por Rulli y otro luchador, Envar El Kadre. En un momento de su vida, Rulli, sin abdicar de su historia peronista, la convirtió en combate por la preservación de la naturaleza. Desde hace más de veinte años se dedica a ello con la fuerza de su pasión intacta. Ha escrito varios libros y ha ganado prestigio internacional en foros ecologistas. Pero Rulli, en su espacio radial, no se contentaba con combatir la contaminación de la Tierra y opinaba con libertad y refutaba con desparpajo aspectos de la gestión del Gobierno. Esa voz crítica, dictaminó alguien en las alturas, debía ser acallada. A comienzos de 2009, Radio Nacional lo echó. Tuvieron que readmitirlo, abrumados por las protestas de gente de todas las tendencias, que quizás disentíamos en alguna o en muchas de las opiniones de Rulli, pero que apreciábamos la honestidad de su lucha contra diversas formas de injusticia. A comienzos de 2010 -siempre en esa especie de nocturnidad alevosa que es la pausa veraniega- volvieron a echarlo, y esta vez lo consiguieron.
Si un gobierno que se dice peronista (un matutino progubernamental alabó recientemente al secretario de Cultura de la Nación al definirlo "peronista de izquierda") es capaz de humillar de esa forma a un hombre ya legendario como Rulli, ¿qué se puede esperar que haga con otras voces? Si la "radio pública" fue capaz de expulsar a patadas a Jorge Rulli, ¿qué se puede esperar que haga el gobierno K con el sistema global de la prensa argentina, a la que pretende regular? Alguno dirá: pero bueno, al fin y al cabo, a Rulli le pasó lo mismo que a tantos otros comunicadores: al dueño del espacio no le gusta lo que dice, y entonces, así como lo contrató, lo echa. ¿O acaso Rulli no puede irse con su programa a otra radio ?
Es cierto, pero la defenestración de Rulli de la radio pública no debe ser olvidada porque, si bien ya no tiene arreglo, ilumina la naturaleza del poder kirchnerista. El Gobierno practica lo que critica en los otros. El Gobierno acalla al que piensa por su cuenta, como sostiene que hacen las corporaciones que dice combatir. El caso Rulli desnuda la ingeniería de ese "despotismo electivo" del que hablaba Jefferson: una compulsión del político que ha ganado elecciones pero cuya preocupación central deja de ser el servicio y pasa a ser la perpetuación en el poder.
© LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1304664
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Gobierno abierto, una revolución que ya llegó
Rafael Estrella
Para LA NACION
Miércoles 15 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa
¿De qué hablamos cuando hablamos de "gobierno abierto"? Nos referimos a la emergencia, tan inevitable como saludable, de un modelo superior y avanzado en nuestro sistema democrático de valores y convivencia, un impulso en la transparencia de los gobiernos y, a su vez, a la participación y la colaboración del ciudadano como individuo. Se trata de una nueva dimensión de la política y lo político, que va mucho más allá de la democracia representativa y de la intermediación clásica de las organizaciones sociales. Internet y la Web 2.0, con máquinas y aplicaciones que ya no son monopolio de los poderes públicos, sino que están al alcance de cualquier ciudadano, son el vehículo sobre el que se construye este nuevo escenario.
En estos días, llega a las librerías argentinas el libro Gobierno a bierto - Open Government. Se trata de una obra coral en que expertos españoles y argentinos reflexionamos sobre el impacto revolucionario de Internet y las tecnologías de la información y la comunicación, a través de la denominada Web 2.0, en la acción de gobierno, la política y la construcción social. El libro, coordinado por César Calderón y Sebastián Lorenzo, es también el primer producto de una prometedora alianza entre una editorial argentina (Capital Intelectual) y una española (Algón Editores).
En los últimos cinco años, la revolución tecnológica que supone Internet se ha acelerado de forma explosiva con el desarrollo de la Web 2.0. La integración y la accesibilidad del hipervínculo, el sonido o la imagen; los teléfonos inteligentes y el creciente ancho de banda favorecen su uso y expansión. Internet y el vertiginoso progreso tecnológico hacen posible y global esa transformación.
Las herramientas de la Web 2.0 permiten a ciudadanos individuales, no necesariamente integrados en organizaciones sociales tradicionales, difundir sus ideas y propuestas, y relacionarse con sus pares. La reciente emergencia de las redes sociales abiertas o selectivas (Facebook y Twitter nacieron en 2006) y de herramientas (el primer video en YouTube se subió en abril de 2005), además de ofrecer oportunidades de interacción a jóvenes y adolescentes han proyectado también a la primera línea a millones de ciudadanos que quieren y pueden modelar sus propias vidas y que se agrupan libremente en redes que no son orgánicas ni jerarquizadas, sino distribuidas.
En ese actuar del individuo como ciudadano del ciberespacio ("un mundo que está a la vez en todas partes y en cualquier lugar"), el activismo político ocupa espacios cada vez más amplios e influyentes. Ese es el rasgo más notable de la sociedad posmoderna: actores individuales en redes que reconocen referentes, pero que carecen de jerarquía. El nuevo umbral tecnológico tiene un doble efecto: tanto los gobiernos como los internautas están en condiciones de usar aplicaciones que permiten, a los primeros, ofrecer servicios eficaces y accesibles de administración electrónica, y, a los segundos, participar y exigir no sólo esos servicios, sino más transparencia y mejor acceso a la información, una noción más ambiciosa que la de gobernanza. También, una oportunidad frente a la desafección hacia la política.
Estamos ante una nueva frontera, no sólo tecnológica -la tecnología es un instrumento, no un fin en sí mismo-, sino también política. Si la sociedad en red actúa de manera distribuida en un mundo plano, como lo es también el ciberespacio, ello implicará, inevitablemente, el fin de las burocracias jerarquizadas.
Pero los ciudadanos que viven en el ciberespacio -la ciberpolis- no quieren sólo ser mejor administrados, sino también ser mejor servidos, más informados y escuchados. La conciencia de su influencia y las respuestas públicas a estas demandas hacen crecer la blogosfera política y de lo público en número y en calidad, y acercan a esos ciberciudadanos a la política con nuevos términos de relación, que no se traducen necesariamente en el encuadramiento. Pero, no lo olvidemos, el lugar de la ciberpolítica no es un espacio propio ni diferente; bien al contrario, comparte la arena política con otros poderes políticos, sean públicos o sociales, lo que abre escenarios de influencia y de cooperación.
En esa dirección, el constante avance tecnológico está ya haciendo posible y creíble una política de gobierno abierto. El objetivo es hacer accesible a los ciudadanos, en formatos compatibles y procesables por el usuario, la ingente cantidad de información de las administraciones (data.gov en Estados Unidos, data.gov.uk en Reino Unido o Irekia en el País Vasco).
El gobierno abierto exige, además de una visión y una acción integradas desde los gobiernos, una nueva cultura de lo público cuyo objetivo central es implicar al ciudadano en la gestión y, en particular, en la construcción y evaluación de las políticas. Ese cambio cultural, para que sea real y efectivo, no puede quedarse en la epidermis del gobierno, sino que debe extenderse y transformar al conjunto de las administraciones, en todos los ámbitos.
En cuanto a la diplomacia, la más global de las políticas domésticas, ya no es, como tradicionalmente, algo que sucede entre gobiernos y detrás de puertas cerradas. Hoy, la distinción entre lo doméstico y lo exterior se difumina y la política exterior se convierte cada vez más en el dominio de toda la gente, lo que le incluye plenamente en el debate sobre el gobierno abierto.
La diplomacia de hoy es muy abierta. Pero con la extensión de la Web 2.0 comienza a ser más dinámica y directa; su público ya no es una audiencia a la hora fija de un informativo de noche o mediodía, sino el ciudadano individual que está en el metro, en el trabajo o en un café. Ciudadanos que, en tiempo real, difunden, opinan y crean opinión. Internet y la Web 2.0 forman parte de un proceso también imparable: la revolución en los asuntos diplomáticos.
© LA NACION
El autor es embajador de España en la Argentina
el dispreciau dice: las sociedades latinoamericanas estamos acostumbradas a los atropellos desde la época de la conquista (sí, quizás desde antes). Desde entonces hay gente que huye conviviendo con gente que "usa" y se "apodera". Esta infeliz circunstancia se exacerbó en la década del setenta donde se consumieron vidas innecesariamente, confundiendo ideas con ideologías y colocando el todo en una lamentable licuadora de miserias humanas. En el caso puntual de la Argentina, os estamentos militares fueron incapaces de distinguir, desatando una catarata de calamidades que aún pesan y están en vigencia plena ya que lo que le siguió, la democracia, fue mucho peor. Digo peor porque a Raúl Alfonsín le hicieron la vida imposible (me consta), hasta que lograron derrumbarlo para instituir una nueva catástrofe social encaramada en el poder y así tuvo lugar una década de infamias, que agregó a las calamidades antes mencionadas, una brutal y dramática cuota de zozobra, fabricando pobres, marginados, olvidados, excluidos, en nombre de una revolución que nutrió el bolsillo de unos pocos y enloqueció a muchos. Todo ello seguido inhabilidades e impericias propias de una alianza donde se mezclaban agua y aceite, abrió una calamidad mayor que terminó en la crisis del 2001. Lo que siguió (permítaseme repetir una y otra vez la misma palabra), llenó a la Argentina, la suya y la mía, de fantasmas... ya que regresaron almas depredadoras y otras conteniendo odios, complejos de inferioridad y muchas envidias. En este contexto, se revitalizaron progresivamente las lamentables escaladas de los setenta, resucitando a la patria montonera, una patria que fue desolada por incapacidades de uno y otro lados, pero esencialmente por traiciones vergonzantes. Hoy transitamos la etapa de las revanchas... referencia plena de cada uno de nuestros días. Los medios por su parte, empresarios falaces mediante, siguen el juego al poder. El periodismo libre es escaso en Argentina, ya que la mayoría está atado a preconceptos amarillistas o bien a "negocios" que favorecen a intereses puntuales. Lo siguen desde que Mariano Moreno fue asesinado allá por el mil ochocientos y algo, por lo tanto no debe sorprendernos... sí es muy lamentable que dichos juegos, se lleven puesta a la opinión pública. Léase, Argentina tiene una lucha de poderes que intentan sacarse los ojos unos a otros, justicia, legisladores, ejecutivo/s, medios, industriales, campo, etc. estableciendo una lucha interminable de mezquindades donde todos se pretenden a sí mismos como patrones de veredas, enseñando que sus conductas comienzan y terminan en negligencias inaceptables. Aquí reside la escalada. Una guerra de posiciones que promete males mayores. Nadie aprendió la lección de los cincuenta, ni tampoco las que han seguido a la Revolución Libertadora. Y hoy Argentina tiene tantas historias como miserias humanas hay. Por su parte, el poder en ocupación no ofrece ni tampoco da ejemplos, antes bien se sube a la escalada y apuesta un poco más, cada día, hacia la histeria y la confrontación. Todo parece indicar que vamos por mala senda, pero también que esta se pondrá peor... ya que hoy, la tan mentada oposición política reúne a un monumento de impresentables, al igual que el campo, que los industriales, que otros legisladores, que muchos miembros de la justicia, estamentos de seguridad "insegura", etc., donde la sociedad sucumbe en la impotencia de no ser atendida ni escuchada, y donde se consume en un estado de indefensión, bien descripto por Raúl Alfonsín en los ochenta, cuando hablaba de "libanización" de la Argentina. Y la libanización llegó, se ha instalado, y augura males mayores. El ejecutivo está empecinado en su misión "divina", cuasi fundamentalista... para nada diferente de lo que pretenden los medios y sus socios externos, ni tampoco para nada distinto a lo que pretende la falsa industria, y sigamos agregándole nuevos etcéteras. Parece que nadie asume que este camino nos llevará indefectiblemente a un final muy infeliz, pero la soberbia siempre ha caracterizado por bloquear los pensamientos y nublar la razón, y un oscuro final se muestra amenzante. Quizás esta sea la política que pretenden algunos gobernadores, intendentes, fantasmas que lindan sus gestiones con el lavado de dineros y otras yerbas peores, sumado a las miopías de los personalismos políticos perimidos, pero para la ARGENTINA se avecina una noche más que negra... (que muchos no quieren ver, pero está allí, a la vuelta de la esquina, justo donde doblan las necedades) Septiembre 15, 2010.-
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