“Ahora nadie es responsable de ti, ni el empresario ni el Estado. Estás solo”
Oliver Nachtwey, joven sociólogo alemán y “marxista moderno”, denuncia la regresión a la que lleva el precariado, elemento que desbarata equilibrios sociales históricos
El sociólogo Oliver Nachtwey, en una imagen de 2016. ALINA EMRICH AGENTUR FOCUS / CONTACTO
No siempre se avanza hacia delante. Es al menos lo que sostiene Oliver Nachtwey (Unna, 1975), un joven y celebrado sociólogo alemán cuya tesis sobre la “modernización regresiva” —algo así como que los progresos actuales esconden importantes retrocesos— permea ya más allá de las fronteras alemanas. La culpa de la regresión, piensa Nachtwey, la tiene en buena parte lo que él llama la “pobreza laboral”, es decir, la precariedad, que ha pulverizado el concepto de prosperidad económica y seguridad y desbaratado equilibrios sociales históricos. Call centers, empresas de comida rápida, equipos de limpieza… los procesos de descenso, según este académico que se define como “marxista moderno”, se extienden a cada vez más sectores sociales.
El autor de La sociedad del descenso. Precariedad y desigualdad en la era posdemocrática (Paidós, 2017) habla de trabajadores atemorizados de perder su estatus, embarcados en una autoaserción patológica a través del rendimiento y el productivismo. También en países como Alemania, el gran milagro económico, donde “los datos que hablan de crecimiento económico no encajan con la experiencia diaria de la gente”, sostiene Nachtwey, profesor en la Universidad de Basilea.
Pregunta. Usted sostiene que atravesamos una fase de modernización regresiva. La digitalización, la medicina, el crecimiento económico en muchas partes del mundo, ¿no bastan para avanzar?
Respuesta. Si miramos al mercado laboral, vemos trabajadores más cualificados. Y más mujeres trabajando. Pero también un mercado más desigual, donde hay más precariedad, en especial entre ellas. Lo mismo pasa con la democracia. No es verdad que la gente sea más pasiva. Se habla mucho de 1968, pero la participación en las manifestaciones es ahora mayor, pero a la vez las protestas han perdido capacidad de influencia y hay también más protestas reaccionarias. La sociedad se está volviendo más moderna, es una sociedad cada vez más liberal, pero también más desigual.
P. Usted habla incluso de un renacer de las clases sociales.
R. Ulrich Beck habló del ascensor social. Desde la Segunda Guerra Mundial fue como si los ricos y los pobres viajaran en el mismo ascensor, había una mejoría. Ahora ya no. Alemania, por ejemplo, durante décadas fue una economía con pobres, pero en la que también la gente menos formada tenía salarios decentes. Pero a partir de los años 2000 se creó una clase de salarios bajos con los que la gente puede vivir, pero no necesariamente bien. Tienen que irse a vivir a las periferias donde los alquileres son más bajos y se tarda más en llegar al trabajo. Las nuevas clases no son solo de salarios, es un nuevo fenómeno multidimensional. Hay un tipo de vida de clase media, con restaurantes vegetarianos y buenas escuelas, en la que no cabe la gente con salarios bajos. No se trata de una formación de clase desde abajo como en el siglo XIX, es decir, somos obreros y tenemos nuestra cultura y respetabilidad. Ahora se forma la clase desde arriba y no hay lugares de contacto entre tus hijos de clase media, con sus cursos de idiomas y de música, con otro tipo de niños.
“La sociedad se está volviendo más moderna, es cada vez más liberal, pero también más desigual”
P. ¿Qué relación hay entre esta redefinición de las clases y el auge de los populismos?
R. Muchos trabajadores pueden pasar a ser votantes de AfD [Alternativa para Alemania, el partido de extrema derecha alemán], pero no son necesariamente sus clientes originarios. AfD fue fundado como un partido liberal, pequeñoburgués en contra del euro, pero ahora vemos que tiene mucho éxito entre las clases más bajas. La gente no vota a AfD porque sean pobres, sino porque no se sienten representados por los partidos tradicionales, tienen la sensación de que se quedan atrás, de que no se les reconoce lo suficiente, porque sienten que el orden social se erosiona, que ya no caminan todos juntos hacia arriba. En el modelo antiguo de clases sociales, los trabajadores eran parte de un colectivo con un marco, en el que la culpa la podía tener el capitalismo y el sistema. Ahora la gente acepta que no haya clases sociales y que nadie es responsable de ti, ni el empresario, ni el Estado. Estás solo y mucha gente tiene miedo del futuro. La desigualdad no es una causa del auge populista, pero sí es un desencadenante que hace, por ejemplo, que de repente los inmigrantes se conviertan en una amenaza de tu modo de vida.
P. Se observa con claridad en el este de Alemania, donde la extrema derecha es más fuerte.
R. Claro. Durante años, a la gente le dijeron que no hay dinero y de repente llega la crisis financiera y sí hay dinero para rescatar a los bancos. Luego llegan los refugiados y para ellos también hay dinero. La gente piensa que otros se llevan lo que ellos se merecen.
P. Pese a las percepciones y los agravios, en Alemania la economía crece, el desempleo registra récords a la baja y las exportaciones se disparan. ¿De dónde viene el cabreo de tantos ciudadanos?
R. Ha sido un proceso largo. He visitado muchas compañías donde los trabajadores contratados a través de una empresa de trabajo temporal (ETT) ganan el 50% de los fijos y trabajan juntos, en la misma cadena de producción. La liberalización de las empresas de trabajo temporal a principios de los años 2000 abrió la puerta a los bajos salarios y se incentivaron los modelos de negocios basados en las ETT. Hace apenas cuatro años, en una empresa de automoción, no solo estaba en plantilla la gente que fabricaba coches, también los cocineros, los de seguridad. Todos formaban parte de un mismo convenio colectivo. Ahora asistimos a una fragmentación de las relaciones laborales por la que se subcontratan servicios en peores condiciones.
“Durante años a la gente le dijeron que no hay dinero, y de repente sí hay para rescatar a los bancos. Luego llegan los refugiados y para ellos también. La gente piensa que otros se llevan lo que ellos se merecen”
P. ¿Cómo afecta esa dualidad al clima laboral en las empresas?
R. Es una relación muy difícil entre los fijos, con sus derechos y privilegios, y los de fuera. Luego Merkel [Angela, la canciller alemana] o Nahles [Andrea, líder socialdemócrata] se preguntan por qué la gente se queja, dicen que todo va bien en Alemania, pero el problema es que los datos macro que hablan de crecimiento económico no encajan con la experiencia diaria de la gente.
P. ¿Qué papel desempeña la robotización en la ampliación del precariado?
R. Hay mucho debate con el tema de la automatización, pero cada vez más gente está empleada y todavía estamos esperando el supuesto impacto en el desempleo. La economía alemana ya está muy automatizada y de momento lo que está haciendo es complementar el trabajo y que se necesiten trabajadores más formados, pero el factor humano sigue haciendo falta. Es verdad que ahora hay otros trabajos, con más autonomía y no tan bien pagados. Es un claro ejemplo de la modernización regresiva. La gente tiene ahora más autonomía, pero menos seguridad.
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