Berlusconi o la tormenta
Una ley electoral ineficiente y el auge del Movimiento 5 Estrellas en el sur abocan al país a una situación poselectoral de extrañas alianzas si no gana el centroderecha
Roma
Silvio Berlusconi pasó la jornada de reflexión en Nápoles, un territorio clave para las elecciones. CIRO FUSCO EFE
La fuerza no es la de otros tiempos y ha perdido carisma. La última vez gobernó el país a golpe de escándalos y lo dejó al borde del colapso. Hoy ni siquiera podría ocupar un cargo público al estar condenado e inhabilitado por fraude fiscal. Pero Silvio Berlusconi, a los 81 años, tiene el partido donde quería. La sensación general en Italia es que hoy gana él —concretamente la coalición de centroderecha que lidera—, o el país se encaminará a un proceso de pactos y extrañas alianzas que no descartarían una repetición electoral que no le apetece a nadie.
La tercera economía de la eurozona se enfrenta al resultado más incierto que se recuerda. Un 25% de los 51 millones de electores no había decidido el 28 de febrero lo que votaría, según sondeos no publicados a los que ha tenido acceso este periódico. Les buscan desesperadamente los partidos, especialmente un centroizquierda triturado por las luchas internas y el liderazgo de un Matteo Renzi crepuscular. Pero las encuestas hablan de un resultado sin mayorías claras. En todo caso, la coalición de centroderecha, que lidera Forza Italia e incluye a la Liga y a los posfascistas de Hermanos de Italia, sería la única que podría llevarse el partido sin depender de los otros. Si ese no es el resultado, nadie tiene la menor idea de lo que puede suceder.
Italia llegó cansada a la campaña y votará aburrida. El peor escenario para una participación que se prevé a la baja. Y en medio de una pobreza de medios y mensaje insólitos, la única formación capaz de insuflar algo de ilusión ha sido el Movimiento 5 Estrellas (M5S), que el jueves presentó a los supuestos ministros de su gobierno. Un estrambótico y efectivo acto alejado de la ortodoxia política italiana que buscaba transmitir confianza a un electorado indeciso. Será el partido que gane las elecciones, según todos los sondeos (alrededor del 28,5%). Pero tendrán que renunciar a su promesa de no forjar alianzas con otras formaciones si quieren tener posibilidades de subir al Palacio del Quirinale y recibir alguna propuesta del presidente de la República, Sergio Mattarella.
Italia, como en tantos asuntos, acudirá al voto dividida en dos. En el norte, el centroderecha tiene la victoria asegurada. Pero en el sur, donde el M5S “vuela” en estos momentos —según palabras cazadas en un descuido a micro abierto a los candidatos del centroderecha—, decidirá si hay gobierno o comienza la ronda de pactos. Lo sabe bien Berlusconi, que en la jornada de reflexión se fue a dar un paseo por Nápoles, el Ohio de la contienda. “Hay un viento que llega de ahí que parece soplar a favor del M5S. Se habla mucho de ello, pero los últimos sondeos siguen aportando números cercanos a la mayoría del centroderecha. Es muy incierto”, señala el politólogo Giovanni Orsina.
Todos los partidos han intentado algún golpe de efecto. El de Berlusconi fue el nombramiento oficial como candidato de Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo. Moderación y europeísmo para contrarrestar el agresivo mensaje de sus socios de coalición. Pero Orsina cree que no tendrá ninguna incidencia. “Será muy marginal. Fue solo un gancho comunicativo para contrarrestar la presentación del gobierno de [Luigi] Di Maio, que fue un movimiento inteligente”.
Pero los números dicen también que si Tajani no es primer ministro, la única posibilidad es pactar y buscar una figura de consenso. Podría ser un desconocido o la figura del actual primer ministro, Paolo Gentiloni, si las cifras del Partido Democrático (PD) permiten al partido de Matteo Renzi (22,7%) exigir algo. De momento, para marcar distancias, Berlusconi ha prometido que no pactará con Renzi que, a su vez, ha jurado que no dará sus votos al M5S. Y el partido de Beppe Grillo, ya se sabe, lleva en su programa que no forjará alianzas con nadie. Pero en Italia, que ha tenido 64 Ejecutivos en los últimos 70 años y ha hecho de la inestabilidad un sistema de gobierno, siempre hay una puerta abierta. Hoy vuelve a ponerse a prueba.
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