Niñas y ley, la solución al matrimonio infantil
Cinco países, cuatro de América Latina y el Caribe y uno africano, han prohibido este año los casamientos entre niños definitivamente. Ahora, las niñas tienen la ley de su parte para decir no
De izquierda a derecha: Josephine (16 años, Malawi), Naydelin (13 años, Guatemala), Estefany (20 años, Guatemala) y Ezelina (23 años, Malawi). Todas ellas son defensoras de los derechos de las niñas. CARLOS ROSILLO
Madrid
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Casi la mitad de las mujeres casadas en Malawi contrajeron matrimonio cuando aún eran niñas. Concretamente, el 46% se enlazaron o fueron forzadas a hacerlo impunemente antes de haber cumplido los 18 años, según datos de Unicef. Hoy, en caso de hacerlo, sus padres y adultos involucrados –normalmente los maridos son mayores– se arriesgan a una elevada multa si obligan o consienten bodas entre menores de edad: una cabra. A veces, es todo lo que tienen para subsistir. Incluso pueden llegar a ser condenados a pagar dos o penados con la cárcel si persisten en mantener su decisión tras la primera multa y el asunto escala de la autoridad local a los juzgados nacionales. Este cambio se debe a la modificación en febrero de 2017 de la Constitución del país, que contenía una laguna jurídica que permitía que los niños entre 15 y 18 se casaran con el consentimiento paterno.
Malawi se convirtió así en uno de los cinco países que, hasta la fecha, han prohibido definitivamente y sin excepciones los matrimonios infantiles este 2017. Los otros cuatro son de América Latina y el Caribe: Guatemala, El Salvador, Honduras y Trinidad y Tobago. En la región, el 23% de las jóvenes casadas se habían enlazado antes de alcanzar la mayoría de edad, revelan las estadísticas recabadas por la ONU en 2016. "Los cambios no sucederán de la noche a la mañana, este será un proceso que llevará algún tiempo, pero esto ya es un paso para nosotros", declaró Marleni Matías, congresista guatemalteca y presidenta de la Comisión de Mujeres en el Parlamento, cuando se acabó en agosto de este año con el último resquicio legal por el que niños y niñas se podían casar "si un juez consideraba que era en el mejor interés de los menores", denuncia Plan Internacional.
Cada año se casan 15 millones de niñas; 28 cada minuto, una cada dos segundos
Con motivo del Día Internacional de la Niña este 11 de octubre, la ONG ha invitado a cuatro jóvenes de Malawi y Guatemala para demostrar que ellas, como activistas y defensoras de los derechos de las niñas, pueden conseguir los cambios políticos y sociales que desean para tener una infancia y adolescencia feliz en sus países. Para ellas, tal felicidad significa vivir libres de violencia, jugar y, sobre todo, tener la oportunidad de estudiar. Una de cada cuatro mujeres del mundo no disfrutó de tal niñez, son los 750 millones de mujeres hoy casadas cuyos enlaces se celebraron antes de cumplir los 18, según datos del último informe de seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda internacional que llama, entre otros retos, a erradicar esta práctica en 2030. La tarea es inmensa: cada año se casan 15 millones de niñas; 28 cada minuto, una cada dos segundos.
La aprobación de leyes es un gran paso que, sin embargo, no siempre significa el cese definitivo de los casamientos tempranos y forzados. Prueba de ello es que países donde el matrimonio infantil es ilegal registran altos índices de enlaces informales que, en la práctica, para las niñas desembocan en el mismo mal: son obligadas a convivir con hombres mayores que ellas, sufren violencia y abusos sexuales, dejan la escuela y son madres demasiado pronto. Por ello, desde Girls not brides, conglomerado de organizaciones unidas para luchar contra esta lacra, destacan que es necesaria también una labor de sensibilización y concienciación a todos los niveles. A ella contribuyen las cuatro jóvenes de visita en Madrid, Estefany, Ezelina, Naydelin y Josephine, que como activistas de Plan Internacional, lo mismo han recogido firmas para presentarlas en los parlamentos de sus países, que organizado sesiones con padres que planean casar a sus hijas. Y son un ejemplo en sus comunidades porque ellas, solteras y educadas, son la prueba de que con apoyo pueden cambiar la vida a muchas más.
Estefany, 20 años, Guatemala
"En mi comunidad, se llevaba dar a una niña a cambio de algo. Era la nueva moda", asegura Estefany. "Aún se siguen dando casos en mi departamento. Sé de una niña a la que sus padres dieron en matrimonio a cambio de una caja de cerveza y otra de agua y comida", afirma. Uno de los problemas que ahora enfrenta el país, tras a prohibición del matrimonio infantil en todo caso, es que los padres, al no poder casar formalmente a sus hijos menores, lo hacen de manera informal. Es lo que llaman uniones libres. Ante esta nueva realidad, el trabajo de concienciación es indispensable para evitar que las niñas sean forzadas a compartir vida y lecho con hombres mayores que ellas, y consecuentemente, abandonar la escuela. "Organizamos reuniones para sensibilizar", subraya Estefany.
La joven se involucró a fondo en la defensa de los derechos de las niñas después de que su padre tratara de prohibirle estudiar. "Él pensaba que era un gasto que luego, si me servía para tener un mejor empleo, disfrutaría mi futuro esposo. Lo consideraba dinero perdido", reconoce. Finalmente, su madre, voluntaria de Plan Internacional, la apoyó y medió para que continuase su formación. Hoy, sus progenitores (ambos) están convencidos de que hicieron lo correcto, subraya. Aquella experiencia y su participación en actividades de la ONG fueron el empujón para que Estefany se acabase convirtiendo en una activista con especial interés en erradicar los casamientos tempranos en su país. "¿Qué futuro tiene una niña cuidando de otros niños, porque son madres muy pronto, sin educación ni trabajo? Se convierten en esclavas de sus esposos, porque dependen de ellos", expone. Ella, pese a su deseo de ser ingeniera y matricularse en Asuntos Sociales en la universidad, tuvo que abandonar en el primer semestre debido a su falta de recursos. Hoy, sigue viviendo en el caserío el Coyolito, una comunidad de 250 personas, en el departamento de Verapaz (Guatemala) junto con sus padres y tres hermano en una "casa humilde" de adobe, y trabaja de camarera. Hay algo, no obstante, de lo que se siente muy orgullosa: "Donde vivo, con 20 años y soltera, soy leyenda". Y sonríe.
Ezelina, 23 años, Malawi
Ezelina es reportera y presentadora en el canal de televisión infantil y juvenil Timveni, apoyado por Plan Internacional en Malawi, donde presenta un programa sobre empoderamiento de las niñas. La joven se involucró en la lucha por los derechos de las mujeres porque su progenitora era madre soltera. "Eso me marcó", reconoce. Además, está convencida de que una niña con educación será mejor persona. Pero en su país son muchas las que abandona la escuela porque son forzadas a casarse durante la adolescencia, antes de poder completar sus estudios. "Esto sucede por varios factores. El principal es que los padres son muy pobres y no tienen recursos para educarlas", explica. El casamiento se convierte así en una salida: las chicas dejan de ser una carga económica y el marido paga una dote o trabaja para la familia. "También está extendida la creencia de que cuando alcanzan la pubertad ya están preparadas para el matrimonio", añade.
Para Ezelina, los medios de comunicación son una buena plataforma para dar voz a las niñas que impulsan iniciativas en sus comunidades contra esta práctica o para mejorar sus vidas. "Compartir historias de éxito, y no solo de sufrimiento, es muy importante", argumenta. Una de esas historias inspiradoras es la de una adolescente de 15 años que se había casado y tenía un bebé. "Había perdido la confianza en sí misma, pero con apoyo, a sus 21 años ha vuelto a estudiar", relata. Además de la sensibilización, Ezelina confía en que la definitiva prohibición de esta práctica en su país ayudará a frenarla. Tanto es así, que ella participó activamente en la campaña de recogida de 42.000 firmas (22.000 llegaron de España), para pedir la anulación de la cláusula constitucional que aún lo permitía. Y lo consiguieron.
Naydelin, 13 años, Guatemala
"En mi aldea, la gente entregaba a sus hijas en matrimonio a cambio de una vaca, dos gallinas o un canasto de pan", asegura resuelta la pequeña Naydelin. Vive en una casa de adobe con sus padres, una abuela y cuatro hermanos en Carrizar Grande. Para ella, lo mejor es estudiar. Quiere licenciarse en Ciencias Jurídicas y Sociales. Si sus padres, en contra de su voluntad, le dijeran que tiene que abandonar la escuela para casarse con un hombre, ella les respondería: "No, tengo que aprovechar mi juventud". Eso significa: "Vivir bien, jugar con mis hermanos, estudiar y salir con mis compañeras". La realidad es que a sus padres les parece muy bien que Naydelin sea activista y luche contra el matrimonio infantil. "Porque no solo pienso en mi bien, sino en el de todos. Hay que ser coherentes y no solo hablar, sino actuar", explica.
Tal es su compromiso que, al enterarse de que los padres de dos niñas de su comunidad planeaban casarlas, les reunió para convencerlos de que no lo hicieran. "Está mal que entreguen a sus hijas a cambio de algo. Ellas serán de más ayuda para la familia si estudian", les dijo. Ahora, con la ley en la mano, tiene más argumentos. "Les entra como miedo de que les metan en la cárcel", asegura. A pesar de su edad, Naydelin no solo se atreve a debatir con los adultos de su aldea, sino también con los políticos. ¿Qué les diría? "Que tienen que pensar lo que le ocurre a una niña cuando se va a otro hogar con un hombre mayor", zanja.
Josephine, 16 años, Malawi
"En mi área, la mayoría de las niñas se casaban antes de los 18 años", asegura Josephine. Cuando tenía 14 años, se dio cuenta de que el número de chicas en su clase había caído considerablemente respecto al curso anterior. "Cada año, perdía amigas", resume. Curiosa, preguntó por qué y la respuesta que obtuvo es que se habían casado o quedado embarazadas. "Empecé a pensar que había que hacer algo". Así fue como empezó a discutir sobre este y otros temas que les preocupaban con otras compañeras. Llegaron a la conclusión de que les hacía falta un baño. "Cuando estábamos con la regla y manchábamos la ropa, los niños se reían de nosotras", recuerda. No solo lo consiguieron, sino que además una consejera femenina de la escuela les enseñó a fabricar (y usar) sus propias compresas con paños.
Sabedora, por propia experiencia, de que ella puede conseguir los cambios que desea para sí misma y las demás, Josephine comenzó a colaborar con Plan Internacional para sumar sus esfuerzos a los de esta organización. Hoy, es miembro del Comité Juvenil de esta ONG en su comunidad y, como tal, ha organizado encuentros en los pueblos y escuelas cercanos a su aldea para advertir de los peligros del matrimonio infantil. "A los padres les decimos que si quieren casar a sus hijas porque no tienen dinero para costear sus estudios, que no se preocupen, que buscaremos una beca para que continúen su educación", detalla. Con su apoyo, cuatro niñas han anulado sus matrimonios y regresado al colegio. Es una pequeña contribución a solucionar un gran problema, pero también la prueba de que ellas pueden cambiar el mundo.
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