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- El río Teles Pires, en su trayecto entre Sinop y Colider, el nombre compartido de dos ciudades y dos nuevas centrales hidroeléctricas, que están transformando el norte del estado brasileño de Mato Grosso, un gran generador de energía y productor y exportador de soja, maíz y carne vacuna. Crédito: Mario Osava/IPS
- Tres indígenas mundurukus, estudiantes de Derecho en la ciudad de Alta Floresta, en el portal suroriental de la Amazonia brasileña, gracias a una beca que les concedió la empresa de una de las centrales hidroeléctricas que se construyen sobre el río Teles Pires. Ellos son muy críticos del impacto sobre su pueblo de las nuevas represas. Crédito: Mario Osava/IPS
- La deforestación por la expansión de la ganadería domina el paisaje en las cercanías de Alta Floresta, la ciudad que es una puerta suroriental de la Amazonia brasileña y conocida también como un centro de ecoturismo de pesca y observación de pájaros. Crédito: Mario Osava/IPS
Aguas represadas amargan a indígenas y pescadores en Brasil
- El agua sucia mata cada día a más peces y tortugas taricayas. Además, el río está “fuera de ciclo” y crece o mengua repentinamente, sin respetar las estaciones, destacan los tres indígenas del pueblo munduruku, todos estudiantes de Derecho en el sur de la Amazonia brasileña.
La alteración de los flujos naturales del río Teles Pires, ocasionada por la instalación de cuatro centrales hidroeléctricas, una en operación desde 2015 y las demás aún en construcción, estaría menguando la pesca, principal fuente de proteínas de los indígenas que viven en el tramo bajo de la cuenca.
“En la crecida los peces entran al ‘igapó’ y quedan atrapados al bajar el agua con rapidez inusual”, explicó Aurinelson Kirixi, de 26 años. El igapó es un vocablo brasileño que define a la orilla boscosa e inundable de los ríos amazónicos donde la fauna acuática suele buscar alimentos.
Eso incluye a las taricayas (Podocnemis unifilis), una especie de tortugas aún abundante en la Amazonia brasileña, cuya carne es “tan importante como los peces para nosotros”, acotó el joven munduruku a IPS durante un recorrido por los territorios afectados por los proyectos hidroeléctricos.
“Es incluso más sabrosa”, coincidió con sus dos colegas. Pero “está amenazado de extinción, hoy ya los vemos en menor cantidad y posiblemente nuestros hijos no los verán sino en fotos”, se lamentó Dorivan Kirixi, también de 26 años.
“Mueren los peces y también las taricayas”, porque el agua se ensució por las obras río arriba, realzó Isaac Waru, de 27 años, que no pudo estudiar Administración porque no hay esa carrera en Alta Floresta, una ciudad de 50.000 habitantes en el norte del estado de Mato Grosso, en el centro-occidental de Brasil.
Los indígenas evitan beber el agua del río, incluso bañarse, después de producirse casos de diarreas, picazón y problemas en los ojos, sostuvieron los tres estudiantes, provenientes de tres aldeas distintas. Para volver a sus hogares ellos tienen que viajar por lo menos ocho horas, la mitad por carretera y la otra por el río.
Empezaron este año el curso universitario de Derecho gracias a becas pagadas por la Central Hidroeléctrica São Manoel, como también se conoce al Teles Pires, la más cercana a las tierras indígenas, como parte de las medidas de compensación por los daños provocados por el proyecto.
En total son siete becas para los indígenas afectados, pertenecientes a tres pueblos: los apiakás, los kayabis y los mundurukus, el mayor grupo indígena en la cuenca del río Tapajós, formado por la confluencia del Teles Pires y el Juruena.
Las compensaciones a los indígenas fueron pocas y mal hechas, “casas y puestos de salud precariamente construidos”, aseguró Patxon Metuktire, coordinador local de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), el órgano gubernamental de protección de los pueblos originarios en Brasil.
“Las empresas creen que nuestro problema es solo logística, que bastan camionetas y combustibles, y olvidan que sus proyectos dañan el ecosistema que sirven al bien vivir indígena”, añadió a IPS.
Un derrame petrolero contaminó más aún al río en noviembre de 2016. Las centrales hidroeléctricas rechazaron cualquier responsabilidad, pero distribuyeron agua mineral a las aldeas indígenas, recordó Metuktire, quien adoptó el nombre de su etnia, un subgrupo del pueblo kayapó.
Los pescadores profesionales constituyen otro grupo directamente perjudicado por la drástica intervención en el curso del rio que representan los embalses hidroeléctricos. Sus vidas dependen del agua corriente.
Desde que comenzó la eliminación de la vegetación ribereña y del desvío del cauce del río, para construir la represa, se redujo la pesca, observó Solange Arrolho, bióloga y profesora de la Universidad del Estado de Mato Grosso en Alta Floresta, donde coordina el Laboratorio de Ictiología de la Amazonia Meridional.
La investigadora de 50 años, “30 estudiando peces”, dirigió en 2014 el monitoreo de peces en el área de influencia de la central hidroeléctrica Colider, como parte del Programa Básico Ambiental que debe cumplir la empresa concesionaria.
Colider, que entrará en operación a mediados de 2018, es la central menos potente de las cuatro que se están instalando en un tramo de unos 450 kilómetros del curso medio del río. Su capacidad será de 300 megavatios y su embalse de 183 kilómetros cuadrados.
Las demás son las centrales Teles Pires y São Manoel, aguas abajo, y Sinop, aguas arriba. Todo el complejo sumará 3.228 megavatios de potencia y 746 kilómetros cuadrados de embalses.
Esas obras afectan la pesca al alterar las orillas y el flujo fluvial, reduciendo los peces migrantes, e igual sucede al talar los bosques ribereños que alimentan a los peces con sus frutas y los insectos que “caen de los árboles al agua”, arguyó Arrolho. “Los peces no se adaptan, migran”, remató a IPS.
El Teles Pires sufre los efectos acumulados de actividades contaminadoras, como el monocultivo de soja, con intenso uso de agroquímicos, ganadería y minería, recordó.
Las centrales Colider y Sinop no afectan directamente a tierras indígenas como las ubicadas río abajo, pero sí a los pescadores.
“Mataron muchos peces con sus explosiones y excavaciones”, acusó Julita Burko Duleba, presidenta de la Colonia de Pescadores de Sinop y Región (Z-16), con sede en la ciudad de Sinop, capital fáctica del norte de Mato Grosso.
“La pesca en la cuenca del Teles Pires cayó mucho, antes uno pescaba más de 200 kilos por semana, ahora máximo 120 kilos y en promedio solo entre 30 y 40 kilos”, comparó.
A los 68 años, ahora ella se dedica a tareas administrativas, pero faenó como pescadora por más de dos décadas, y su marido sigue en la actividad que les permitió, como a otros colegas, vivir bien y adquirir una casa.
Su lucha actual es conseguir mejores condiciones para el sector, como un almacén y un camión frigorífico que permita “recoger el pescado” de los asociados, muy diseminados, y poder comerciarlo en el mercado.
Una dificultad de su Colonia es la dispersión de sus miembros por 32 municipios, sin la existencia de núcleos comunitarios. La asociación llegó a tener 723 pescadores asociados, pero ahora aglutina solo a 290, la mayoría en las ciudades de Colider y Sinop, que prestaron sus nombres a las cercanas plantas hidroeléctricas.
Muchos se jubilaron, otros desistieron. “Somos una especie en extinción”, lamentó Duleba a IPS.
Las compensaciones ofrecidas por las empresas hidroeléctricas por los daños causados no contemplan la recuperación pesquera, como pretendía la lideresa.
La sede de la Colonia, que construirá la Compañía Energética Sinop, dueña de la central del mismo nombre, será más bien un complejo turístico, con restaurante, mirador, piscinas y campo de fútbol, en la ribera del río y a 23 kilómetros de la ciudad.
Habrá un atracadero y una fábrica de hielo que podrían servir a la pesca, pero no el poblado pesquero, con sus viviendas e infraestructura, que intentó negociar Duleba.
En Colider los pescadores prefirieron indemnizaciones en dinero, en desmedro de proyectos colectivos, lamentó.
El norte de Mato Grosso, donde la tierra monopoliza la atención como fuente de la riqueza local, que actualmente es agrícola, ganadera y minera, tras haber sido maderera, descubre ahora el valor de sus recursos hídricos.
Pero su uso energético se impone en desmedro de los usuarios tradicionales, tal como la tierra se concentró en los monocultivos de exportación en desmedro de la producción de alimentos.
Editado por Estrella Gutiérrez
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