Transhumanismo: ¿la abolición del ser humano?
22 marzo
11:562017
¿Qué es el transhumanismo? ¿Cuál es el significado de este concepto? Cuando se escucha la palabra transhumanismo puede venir a la mente la idea de que es posible mejorar al ser humano, ir más allá del presente cultural y social en el que se encuentran ahora mismo las sociedades humanas. Estrictamente, esa es la pretensión. El transhumanismo busca la mejora del ser humano, perfeccionarlo, llevarlo más allá del momento presente para superar las limitaciones en las que se encuentra a través de la tecnología.
Si es visto así, el objetivo transhumanista parece legítimo. Pues ¿cuándo no ha buscado el ser humano perfeccionarse, encontrar nuevas situaciones culturales que le ofrezcan un modo de vida mejor y que esté a la altura de su dignidad? Pero quizá no sea esa la pregunta adecuada para encontrar la supuesta legitimidad del transhumanismo para perfeccionar al ser humano.
Hay que analizar con más detenimiento esta palabra: trans-humanismo. Se busca ir más allá de lo humano. Quizá porque lo humano es visto como problema. Sin duda alguna puede afirmarse aquí que es así: se busca lo “trans-” porque lo “humano” debe ser erradicado. En sí misma la naturaleza del ser humano es su condena. Por ello, podemos ver en la postura transhumanista la búsqueda de la cultura ilustrada europea, que sostiene la creencia de que el ser humano debe ser extraído de la naturaleza para poder ser libre. La libertad humana debe ser sustraída del orden de la naturaleza para poder realizarse plenamente. En esto consiste, en cierto modo, el ideal del progreso científico de la modernidad. Un método cognoscitivo que ve la naturaleza como una amenaza para el hombre y que busca someterla con la cultura y la tecnología que en ésta se desarrolla.
La cultura ilustrada moderna puede denominarse, en consecuencia, como transnatural. Ahora le toca el turno al ser humano. Todo apego a la naturaleza, todo vínculo biológico puede ser visto como una amenaza para el concepto de vida que se comprende dentro del marco conceptual del transhumanismo. La biología condiciona, determina el tiempo vital del ser humano. Precisamente porque lo humano es, en parte, biológico. Pero ello nos arrebata la pretensión de vida ilimitada temporalmente, porque estamos ligados al ciclo de la vida que comprende la circularidad de los movimientos naturales. Así, se busca un tiempo lineal, indeterminado, infinito, homogéneo, en el que la vida sea transformada y no dependa del ciclo natural.
Según lo que se acaba de decir, el cuerpo es visto como algo indigno para vivir, pues en sí mismo lleva escrita la palabra muerte. Se ve, entonces, que la vida, el ser, la entidad, no depende del cuerpo y debe ser desligada del mismo para poder seguir siendo al margen de él. Hay un dualismo manifiesto que entiende que la corporeidad es una condena de la naturaleza. Una alienación.
El camino para lograr la vida nueva lleva a superar lo humano, que es fuente de todos los males y limitaciones. Porque se contempla que aquello que defiende lo humano, el humanismo, es un engaño, un artificio cultural para impedir el avance y el advenimiento de la época definitiva en la que el hombre pueda, gracias a la tecnología, dejar atrás todo humanismo, todo valor cultural que justifique la existencia de lo humano y otorgue dignidad a esa naturaleza corrompida radicalmente y que convierte la libertad en esclava.
La redención de la libertad se basa, así, en la eliminación de lo humano, pues aquello que es humano no permite la auténtica libertad. No permite desarrollar la auténtica esencia del ser que le pertenece a este ser “humano” y que debe dejar de serlo. Así las cosas, dentro de este marco conceptual, decir “ser humano” es una contradicción manifiesta. No se puede “ser” si se es “humano”.
Sobre esto reflexionaba Martin Heidegger en 1946 cuando, tras la borrachera cultural del nacionalsocialismo, buscaba responder a la pregunta que le lanzaba por aquel entonces Jean Beaufret: ¿De qué modo se le puede dar sentido a la palabra humanismo? A lo que Heidegger no dudó en responderle que “dicha palabra ha perdido todo su sentido”[1].
Así, Heidegger realizó en su Carta sobre el Humanismo una reflexión abiertamente posmoderna que buscaba superar el concepto del humanismo acabando con el pensamiento que comprende que la esencia humana puede ser inteligida por la razón y perfeccionada por las virtudes morales. El conocimiento racional del ser humano queda, pues, al margen de la búsqueda de ese “ser” que está alienado por lo humano. Ello comporta, ciertamente, el desecho y el desprecio de lo racional y lo corporal. Porque “que la fisiología y la química fisiológica puedan investigar al ser humano en su calidad de organismo, desde la perspectiva de las ciencias naturales, no prueba en modo alguno que eso «orgánico», es decir, en el cuerpo científicamente explicado, resida la esencia del hombre”. Y añade Heidegger: “así como la esencia del hombre no consiste en ser un organismo animal, así tampoco esa insuficiente definición esencial del hombre se puede desechar o remediar con el argumento de que el hombre está dotado de un alma inmortal o una facultad de raciocinio o del carácter de persona”[2].
Con lo dicho queda manifiesta que la búsqueda de superar lo humano, de lograr que llegue el momento del trans-humanismo que elimina lo humano, supone en sí mismo una negación de la razón y de la realidad personal del ser humano. Se llega, inevitablemente, a un desprecio de la corporeidad humana, de la integridad de la persona humana y se busca privarla de la manifestación de su esencia a través del cuerpo natural. ¿Cómo? ¿Acaso es posible “ser” sin el cuerpo? Así lo declara el credo transhumanista. Puesto que cree que, llegado el momento, será posible reducir la conciencia humana a la realidad tecnológica y hacerla subsistir cibernéticamente al margen del cuerpo.
Así se llega al objetivo del transhumanismo: negando la razón, desde la irracionalidad que asume voluntariamente la corrupción radical de la naturaleza humana, se pretende liberar al ser humano de su condición humana con una postura tecnologista que, cabe decir, ataca la racionalidad del método científico, otorgando a la ciencia el papel salvífico propio de las religiones de la tradición judeocristiana. Quizá pueda decirse que, al parecer, el transhumanismo es una contradicción en sí mismo y que, ciertamente, es una estricta abolición del ser humano.
Rafael Monterde Ferrando
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia
[1] Heidegger, Martin. Carta sobre el Humanismo. Alianza Editorial, Madrid, 2009. p. 60.
[2] Ibíd. pp. 28-29.
* Referencia Carta sobre el humanismo: http://www.bibliotecavirtual.com.ar
Fotos: Photostock y Cinemastric
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