Cuando Europa perdió la memoria
La situación de los refugiados y desplazados se agrava mientras el continente parece olvidar su pasado
ANTONIO LÓPEZ DÍAZ
Madrid
El termómetro está a punto de alcanzar los 20 grados bajo cero. En el limbo de los Balcanes, el año da la bienvenida a los refugiados que se han librado del infierno con una ola de frío. La mayoría vienen de Siria, donde las temperaturas rara vez bajan de los 10 grados. Entre nieve y hielo, en el teatro europeo se interpretan distintos remakes de las imágenes de la guerra de los Balcanes y la II Guerra Mundial. Solo cambian los protagonistas.
“Todos los europeos han sido refugiados en algún momento del siglo XX”, afirma Concha Díaz-Berzosa, miembro del comité ejecutivo de ‘Amical de Mauthausen’. Esta asociación agrupa a los deportados españoles tras la Guerra Civil, a familiares y amigos de asesinados en los campos de concentración del nazismo, y también a supervivientes de los mismos. En efecto, la II Guerra Mundial dejó tras de sí a una Europa desabrigada, refugiada y envuelta en una crisis humanitaria enorme. Pero la que se vive ahora ya puede compararse con aquella. Hoy, 24 personas huyen de su hogar cada minuto a causa de guerras, conflictos o persecuciones.
Un total de 34.000 personas al día, según los datos del informe anual de 2015 del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). A finales de ese año, 65,3 millones de personas habían sido desplazadas forzosamente de hogares en todo el mundo, frente a los 59,5 de 2014. Uno de cada dos procede de Siria, Afganistán o Somalia. Y los datos de 2016 no mejoran. A finales del primer semestre se habían producido 6,6 millones de desplazamientos, más. Y las llegadas por mar a suelo europeo a finales de julio eran más de 223.000. Además, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), un total de 4.699 personas han perdido la vida en su intento por alcanzar el Viejo Continente. El mar Mediterráneo se ha convertido en lugar donde convergen la esperanza y el horror.
“Esta crisis es perfectamente manejable si se afronta entre todos y se comparte la responsabilidad”
"La actual crisis de refugiados es perfectamente manejable si se afronta entre todos y se comparte la responsabilidad. Pero no, si se deja que sean dos o tres países los que asuman la mayor presión, o se traspasa el problema al vecino de al lado", opina María Jesús Vega, portavoz de Acnur en España. "Estamos ante un desplazamiento a nivel mundial sin precedentes, y para abordar toda la dimensión de este fenómeno hace falta un pacto global sobre refugiados, y que se cumplan los compromisos adoptados por 193 países en la Declaración de Nueva York el pasado septiembre", agrega.
¿Burocracia o principios de humanidad?
El 18 de marzo de 2016, los 28 Estados miembros de la Unión Europea y firmaron un acuerdo con Turquía para devolver a este último país a todo extranjero llegado de forma ilegal a las costas griegas. Como ‘recompensa’, la UE se comprometió a admitir desde Turquía a un número de refugiados equivalente al de las expulsiones. Este convenio ha sido denunciado por CEAR (la comisión española de ayuda al refugiado) ante las instituciones comunitarias con el apoyo de más de 300 organizaciones y las firmas de más de 11.000 ciudadanos.
“¿Cómo es posible que se nos haya olvidado el pasado? Acusábamos a las sociedades de entonces de mirar hacia otro lado y no hacer nada ante las deportaciones y ahora, ¿no nos preguntemos qué estamos haciendo nosotros en esta situación?” se pregunta Díaz-Berzosa. En su opinión, las políticas de los Estados europeos se basan en la burocracia en lugar de en principios de humanidad. “Estas personas huyen de Europa por conflictos que ellos no han provocado”, subraya.
Conflictos como el de Siria, que ya ha dejado —según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos— casi 400.000 muertes y más de 12 millones de desplazamientos. Solo en 2015 se registró un nuevo millón de refugiados sirios. En Afganistán se ha registrado un total de 2,7 millones de desplazamientos en 2015 y en de Somalia, más de un millón. Después aparecen Sudán del Sur, Burundi y Ucrania.
El derecho de asilo y los nacionalismos, enfrentados
"Los refugiados no son un ente, no son solo números, son seres humanos como cualquiera de nosotros, cuyos derechos se vulneran a diario, comenzando por el derecho a la vida", apostilla María Jesús Vega. El artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que todas las personas tienen el derecho de buscar asilo en caso de persecución, y de disfrutar de él en cualquier país. "Si se respetara este derecho no seguiríamos viendo cómo se restringen las leyes de asilo, cómo se endurecen los controles o cómo se levantan más muros y vallas", añade Vega.
En ese tiempo, la esperanza que despertaba Europa en los millones de personas que han tenido que huir de sus países de origen se ha deshecho. Rota, quizá, por el auge del nacionalismo. "Un concepto caduco que ha vuelto a las andadas", como lo define Ángel Viñas, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y exdirector de la Comisión Europea para Asia y América Latina.
Y es que, la Comunidad Económica Europea (embrión de la actual UE) nació con el objetivo de evitar que los sentimientos nacionalistas llevaran a la confrontación. Sin embargo, estas tendencias están despertando a una derecha extrema azuzada por esta gran crisis humanitaria. “Las políticas preconizadas por Alemania, Holanda, Dinamarca, Austria y algunos otros países de la UE son, esencialmente, las responsables de la situación con la que hoy nos encontramos”, sostiene Viñas.
Además, la portavoz española de Acnur apunta directamente a Budapest. “Es triste ver la reacción y el posicionamiento abiertamente antirrefugiados que están adoptando países como Hungría, cuando tras la revolución húngara en 1959, decenas de miles de húngaros tuvieron que huir del país y fueron reasentados en otros países europeos en un tiempo récord”, recuerda.
Europa: deportada, desplazada y refugiada
España fue la primera, a finales de los años treinta. Semanas antes del fin de la Guerra Civil, el gobierno francés databa en 440.000 los refugiados españoles en su territorio. El trato fue vejatorio, el hacinamiento y la falta de higiene provocaron epidemias en los campos. Las condiciones de vida se endurecieron aún más con la llegada al poder del gobierno de Vichy. Fue México quién más se abrió para acoger españoles: hasta allí llegaron unas 20.000 personas. Su aportación a la sociedad mexicana fue considerada años más tarde como una suerte para el país de acogida. Francia también envió refugiados españoles a Colombia, Cuba y Argentina. Y unos 3.000 niños fueron enviados a la Unión Soviética durante el conflicto civil.
Pero el éxodo que vino después fue masivo. Al terminar la II Guerra Mundial se calcula había ocho millones de desplazados en Europa, principalmente en Alemania. Había finalizado la guerra, pero no las migraciones. Muchos descendientes de alemanes fueron expulsados de los países en que vivían, y otros se encontraron fuera de su país tras el movimiento de las fronteras. En lugares como Serbia, Ucrania, Albania y Hungría, las minorías étnicas tuvieron que abandonar sus casas. Personas que huían de la Europa comunista, judíos que marcharon a ocupar Palestina. El Mediterráneo se convirtió, como ahora, en el camino de salida. En lugar de las islas griegas, fue Chipre la que se convirtió en campo de detención para 50.000 judíos que intentaban llegar a Palestina.
Los serbios saben especialmente bien lo que es ser desplazados, ya que tienen fresco el recuerdo de una guerra. Después de 15 años aún hay compatriotas que tuvieron que abandonar Kosovo y viven en un campo de refugiados a las afueras de Belgrado En la capital de Serbia hay muchas personas anónimas repartiendo bocadillos, agua... Son pequeñas organizaciones que ofrecen su ayuda a los refugiados, en su mayoría sirios, pero también iraquíes o afganos.
La familia Dewas, de Alepo (Siria), llegó hasta este antiguo Estado yugoslavo a través de Bulgaria, porque atravesar el mar con los pequeños era muy peligroso. No piensan quedarse mucho, solo unas horas para descansar antes de reemprender el viaje hacia la siguiente frontera. Xalid era profesor de historia en la Universidad de su ciudad. Solo pudo ejercer un mes, porque la guerra desbarató su contrato. La vida en Siria era insostenible, y consideraron que les merecía la pena el riesgo de cruzar Turquía y media Europa. Su destino final es Berlín.
Son desplazados, refugiados... personas. Profesores, doctores, técnicos informáticos, sastres, el director de un canal de la televisión siria. Todo el que ha podido ha escapado del barco en llamas. Los que no tienen dinero se han quedado para llenar las morgues de un país destruido en una guerra cada vez más sangrienta o para ser el objetivo de la metralla de un coche bomba que revienta en las calles de Bagdad, Peshawar o Kabul.
Timo es sirio y no entiende lo que le ha pasado a su vida. "Hace cinco años vivía en Dubái. Trabajaba en el aeropuerto y tenía todo lo que quería. Pero regresé a Siria y empezó la guerra", recuerda con una sonrisa irónica que no se borra de su rostro. No quiere que le fotografíen en el estado en que se encuentra. Está sucio, demacrado, sin afeitar, y dice que no se reconoce a sí mismo. "Un taxi nos cobró 100 euros por llevarnos a un hotel en el que nos aceptaran, a las afueras de Belgrado", recuerda. La habitación les costó otros 150 euros, pero "mereció la pena dormir en una cama". Ahora sueña con la siguiente ducha. Timo y su amigo, un actor conocido en Siria, esperan que les envíen dinero desde su país para continuar el viaje, porque alguien les robó la cartera en el campamento.
Los últimos días de 2016 trajeron a España a 198 refugiados. El pasado 11 de enero a 81 personas más, y otras 55 el día 23. En Gobierno de Rajoy se había comprometido con sus socios europeos a acoger a 17.000 persoans. Sin embargo, apenas acaba de superar el millar. Esto es, un 5% de lo pactado.
"Es evidente que, si se quiere, se puede. La sociedad española ha mostrado una gran solidaridad, las administraciones regionales y locales siguen ofreciendo su apoyo para participar en la acogida e integración de refugiados y hay organizaciones con una amplia experiencia en asilo", afirma Vega, de Acnur. Pero no es solo España: la mayoría de países europeos sigue sin cumplir las cuotas. A finales de septiembre solo se había reasentado al 3,5% de los refugiados.
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