domingo, 2 de mayo de 2010

SIN AUTORIDAD MORAL


Editorial II
El FMI, en la normalización de las relaciones con el mundo

Noticias de Opinión: Domingo 2 de mayo de 2010 | Publicado en edición impresa

El camino de la normalización de las relaciones financieras internacionales tiene un curso que nuestro país no puede definir unilateralmente.

La presunción de que la crisis internacional desatada en la segunda mitad de 2008 alteraría las reglas existentes hasta entonces, así como el rol de algunos organismos internacionales, no ha sido convalidada por la realidad. El fracaso del Fondo Monetario Internacional (FMI) en prenunciar la crisis y la inefectividad de muchas de sus recomendaciones no alcanzaron para decretar la defunción de este organismo, como muchos lo hubieran deseado.

Los ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales de los países del G-20 reunidos en Saint Andrews a mediados de 2009, confirmaron la importancia del rol asignado al FMI en la supervisión de las políticas e instrumentos recomendados para prevenir nuevas crisis internacionales. Ello ocurrió a pesar de los deseos de la representación oficial de la Argentina. Se fue incluso más allá. Se acordó que antes de enero de 2010 se definiera el marco de la evaluación que el FMI realizaría sobre todos y cada uno de los países integrantes del G-20 y que debería completarse para servir de base para elaborar las opciones de política económica a presentar en la cumbre de presidentes en Canadá en junio de 2010.

Este objetivo de autoevaluación y vigilancia multilateral ya había sido acordado en la reunión de Pittsburg a comienzos de 2009, entendiendo que los países del Grupo suman más del 90 por ciento del Producto Bruto mundial y una proporción aún mayor de las transacciones comerciales y financieras.

La fecha objetivo se acerca y el gobierno argentino, único caso del G-20, no ha cumplido con la evaluación y se resiste a hacerlo a pesar de los reiterados pedidos de las autoridades de este agrupamiento. El riesgo de conservar la membresía, a la que aspiran otros países, es evidente.

Otro cruce con el FMI resulta del necesario arreglo con los acreedores oficiales agrupados en el Club de París. Este debe ser el paso siguiente al del canje ofrecido ahora a los acreedores privados que no habían adherido en 2005 y será condición para salir definitivamente del default. Una regla impuesta por la tradición del Club de París es que el FMI audite y confirme la viabilidad del plan de pagos propuesto por el país deudor. El gobierno argentino ha intentado modificar esta regla, pero no ha podido. De alguna forma, entonces, deberá cumplirla.

La relación con el FMI sería igualmente requerida aunque la Argentina no estuviera atravesando el proceso de salida del default, si quisiera mantener su acceso al crédito internacional. Los mercados financieros internacionales no estarán abiertos a un país que se niegue a aceptar las misiones anuales de evaluación establecidas en el Artículo IV del estatuto del FMI.

El gobierno argentino no está en condiciones de imponer cambios en las reglas ni en el rol asignado al FMI, sobre la base de condenas políticas o ideológicas al organismo. Estas podrán discutirse y hasta entenderse pero, en todo caso, lo que corresponde es exponerlas en los foros internacionales, pero no hacer de ellas una causa que nos lleve a comportamientos autodestructivos. La Argentina forma parte del FMI como otros 184 miembros, y tiene representación en su directorio y el derecho a hacer oír su voz y expresar sus puntos de vista. Debe actuar allí y no por la vía del boicot ni del alejamiento innecesario. Ya mereció una crítica desde esta misma columna editorial la cancelación anticipada y gravosa de la totalidad de la deuda remanente con el FMI. Se pagó al contado y sin que le fuera requerido, alegando una supuesta emancipación política, una deuda contraída al 3 por ciento cuando al mismo tiempo se recurría al gobierno venezolano para tomar dólares al 15 por ciento.

Nuestro país se enfrenta a dificultades fiscales, a una creciente inflación y a una conflictividad social en aumento. Si la resistencia de nuestro gobierno a recibir una misión de evaluación ya no se debiera a cuestiones ideológicas o a mero populismo, sino a su empeño en ocultar la manipulación de las estadísticas oficiales, aún peores serían las consecuencias de optar por un aislamiento internacional.

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el dispreciau dice: el modelo de países y banderas ha quebrado, liquidando fronteras y quemando banderas. Se pertenece al planeta Tierra, nada más. El Fondo Monetario Internacional al igual que las instituciones internacionales de comercio y política, ya no tienen autoridad moral para hablar de nada, y detrás de los discursos tampoco tienen autoridad técnica ya que han demostrado plenamente que son incapaces de sostener, sustentar, aportar a un modelo que no sea el de la exclusión sistemática. Sin autoridad moral se han quedado también todos los nichos financieros del mundo y sus socios políticos. Bueno sería que aquellos que se autodenominan potencias, demuestren capacidad cierta desarrollando un nuevo modelo que de lugar a todos de manera equitativa. Por ahora, el G-20 es un nodo de miserias e incapacidades, sólo autopropulsadas por su capacidad de apoderarse de los recursos de los pobres que ellos mismos han fabricado a lo largo de la historia... sin embargo, dicha historia, no da para más, aún cuando ellos mismos no sean capaces de entenderlo. Mayo 02, 2010.-

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