viernes, 21 de mayo de 2010

IMPRESENTABLES


Pino Solanas (Proyecto Sur) y Federico Pinedo (Pro): ¿será posible un acuerdo entre los polos de la oposición democrática?
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Por ahora, el arco opositor debe buscar coincidencias, no candidatos
Del centro a la izquierda


Por ahora, el arco opositor debe buscar coincidencias, no candidatos
Marcos Aguinis
Para LA NACION

Noticias de Opinión: Viernes 21 de mayo de 2010 | Publicado en edición impresa


De Pino a Pinedo. La sociedad empieza a observar esto con simpatía: el amplio y colorido arco opositor, de la izquierda al centro democráticos, ha empezado a subrayar sus coincidencias. Comprende que son más fuertes los rasgos que lo unen que los matices que lo fragmentan. Sería un buen obsequio a la patria en esta bicentenaria celebración.

En efecto, semejante actitud pone en marcha un proceso con altas posibilidades de tomar las riendas de la Nación y conducirla hacia el despegue que reclama. La Argentina es como un corcel brioso al que le han atado las patas. Debe ser liberada su potencialidad mediante una dirigencia noble, práctica, sensata y visionaria. Entonces, el corcel iniciará un galope que lo llevará a las más altas cimas en poco tiempo.

En otro artículo subrayé un proverbio alemán: "¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada?". La Argentina corre desde hace años por la carretera equivocada. De lo contrario, no se podría entender cómo un país provisto de tantos recursos naturales y humanos, y bendecido por la ubicación geográfica, se ha empequeñecido tanto en el concierto mundial. ¿Cómo puede gritar la Presidenta que el aumento de las villas miseria es una prueba de nuestro progreso?

La incipiente concertación política que anima al arco opositor puede ayudarnos a salir de la mala ruta y encaminarnos hacia la buena. Para ello, es preciso tener en cuenta tres aspectos cardinales. Uno, por quién ha votado la ciudadanía el 28 de junio. Dos, cómo se pueden ganar las elecciones de 2011. Tres, planificar una gobernabilidad brillante a partir de 2013.

El 28 de junio la mayoría no votó por determinados candidatos, sino contra la modalidad tanática que consume nuestro presente. Contra la inseguridad, contra la obstinada inflación, contra la confrontación estéril y contra una anomia en aumento, impúdicas maniobras que afectan la libertad de prensa, uso arbitrario de los fondos públicos, corrupción cada vez más desembozada, humillaciones al federalismo, aislamiento internacional, intromisión en la Justicia, extorsiones al sector productivo, y así en adelante. La mayoría votó contra todo eso. Que es mucho y muy grave. Pero no brindó un voto espectacular a ninguno de los candidatos opositores. Los más destacados recibieron un caudal respetable, pero insuficiente para desplegar las banderas de una alternativa exclusiva.

En consecuencia, la mayoría electoral esperó que las diversas denominaciones, abrazadas por numerosas coincidencias, tomaran en conjunto el control del Congreso e iniciaran un cambio. No ocurrió. Y se produjo un relativo desaliento. Pero la ciudadanía no suele tener en cuenta que las elecciones sólo se han hecho para renovar la mitad del Parlamento, y que fueron exageradamente anticipadas, porque el Ejecutivo temía ?con razón? que a fin de año iba a perder por un margen mayor aún. Dicho de forma clara, el "nuevo" Congreso sólo empezó a funcionar en marzo. Y sin ser renovado en su totalidad, porque entonces el oficialismo habría quedado reducido a una minoría más pequeña aún.

Intentó diluir su derrota con una metralla de iniciativas buenas, mediocres o robadas. El Poder Legislativo, para respetar las normas de la democracia, no puede actuar con la misma celeridad que el Ejecutivo. No obstante, al advertir el malestar de la opinión pública por su lentitud, está aumentando la creatividad, perseverancia y el deseo de construir un solo bloque, como quiere la mayoría de la nación. No es fácil, pero respondería al anhelo expresado en las urnas. Y la sociedad, como dije, lo vería con entusiasmo.

El arco opositor coincide en defender los valores sustanciales de la democracia, el federalismo, la seria inserción internacional, hacer previsibles y estables las normas económicas, estimular la inversión, combatir la corrupción, dar más fuerza e independencia a la Justicia, desalentar la demagogia, terminar con el capitalismo de amigos, combatir la anomia, gastar con responsabilidad y eficiencia. Por todo esto ha votado el país el 28 de junio pasado.

¿Cómo ganar las elecciones de 2011? Pues pactando las sólidas bases de un programa común, que será respetado por todos los partidos integrantes de esta concertación política. Cualquiera que sea la denominación que obtenga más cantidad de sufragios en 2011, el resto deberá comprometerse a brindarle su apoyo y sus nutrientes. También el pacto debe incluir todo lo que no se deberá hacer, sobre la base de los repudios actuales. Sería un compromiso de honor, suficientemente firme como para que se confíe en él.

No es el momento para hablar de candidaturas. De ninguna manera. Esa tendencia equivale a poner el carro delante del caballo, satisfacer narcisismos inconducentes, embarrar la cancha. Primero debe instalarse la concertación y el programa. Sólidos, excitantes y llenos de mística. Un limpio mapa del camino correcto. Después, sólo en mayo o junio del año próximo, se celebrarían las internas que determinarán la fórmula presidencial. No hará falta que esté constituida por figuras de mágico carisma, sino provista de la necesaria honestidad y vocación para asumir el momento vibrante que espera a la República. En Chile, la Concertación no apeló a figuras carismáticas en las primeras gestiones de la democracia recuperada. Ni Alwyn ni Frei irradiaban un halo mesiánico, sino la voluntad gris de servir a su nación. Recién el presidente Lagos tuvo más carisma. Y Bachelet padeció momentos bajos que remó con humilde perseverancia hasta irse con el amor de su pueblo. Ninguno pidió la reelección. Tampoco en Uruguay, otro de los vecinos que nos rodean y ojalá nos contagien con su ejemplo.

Además, la fortaleza de una concertación tan vasta y plural como la que ha empezado a fraguarse promete contar con el aporte de una inteligencia que en la Argentina de nuestros días es despreciada y mantenida al margen. Ahora prevalece una mediocridad maciza, que no deja ingresar el talento ni la racionalidad, sino el fanatismo y la obsecuencia. Pronto se generaría una borocotización al revés, o sea que muchos dirigentes atados al carro del actual poder se transvasarían a la fuerza que nace y no la frenaría ninguna piedra. Esta fuerza genuinamente democrática y progresista podría alzarse con el 70 por ciento de los votos, por lo menos.

Más importante aún es el tercer punto: la gobernabilidad a partir de 2013. Es probable que la actual gestión deje un país más devastado del que ahora conocemos. Con altísimo déficit, enorme inflación, cero inversiones, gran desconfianza internacional, más escándalos de corrupción y una monstruosa inseguridad, entre otros males.

Sigo pensando que una buena administración de sólo medio año conseguiría desatar las patas del brioso corcel. Pero para ello deberán adoptarse medidas seductoras y eficaces. Conciliar el esfuerzo con la perspectiva de resultados visibles. Comunicar en forma transparente y objetiva. Instalar a los mejores en los diversos timones de la administración pública. Reinstalar la eficiencia, el optimismo y la esperanza. Tomar como modelo a los países serios y exitosos. Recuperar los valores que cimentaron la grandeza nacional.

Vuelvo, entonces, a proponer que la alborada que nace con esta concertación política sea saludada como un maravilloso regalo al Bicentenario de la Patria. Un regalo que apuesta al futuro. Y producirá buenos frutos. © LA NACION
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Del centro a la izquierda

Marcos Aguinis

lanacion.com | Opinión | Viernes 21 de mayo de 2010


el dispreciau dice: el marco opositor al actual gobierno es francamente impresentable, y genera una peculiar intolerancia a quien los escucha o intenta hacerlo. Se escudan en sus historias (generalmente portadoras de apellidos forjados por otros) pero revelan que poco o nada saben de la Argentina, país en el que han nacido y en el que han vivido (sin darse cuenta). Están donde están por el voto de la sociedad, pero no atinan a comprender que sus misiones están más allá del voto que los colocó en dicho lugar. Entonces se la pasan justificando conductas y actitudes, diciendo qué van a hacer o qué van a dejar de hacer, pero en el fondo "no haciendo nada por nadie"... o pretendiendo representar a la sociedad en esa especie de inercia que no produce nada. Simultáneamente, todo el arco opositor discute quién será candidato a qué en futuros actos eleccionarios, sin asumir que el problema no es el puesto, sino por el contrario, qué se hace por el hoy, el cual suele ser igual a nada (disfrazado de trabajo, claro está). En este penoso paisaje de un bicentenario que enseña cómo los argentinos (frivolidad de los noventa por delante) nos hemos olvidado de nuestra nacionalidad, todos están peleados por el puesto, pero además aportan un estado de crispación social que sólo genera intolerancias, discriminaciones, burlas, y que finalmente el ciudadano común cambie de canal porque no entiende cómo es posible que esta gente esté allí, hablando "burradas". El director de cine debería dedicarse a lo que sabe hacer, dirigir cine... mientras que los gobernantes de Buenos Aires, deberían hacer lo propio, esto es invadir las privacidades de las personas, para saber qué hacen, qué piensan, qué elucubran, qué leen... ya que por otro parte, ni los unos (cineastas), ni los otros (nacidos en cuna de oro y por ende acostumbrados a no hacer nada por nadie), han aportado nunca nada a la sociedad que dicen representar. Sucede lo mismo con otros estamentos de la política argentina, por caso la disgregada y para nada aglutinada Coalición Cívica algo semejante a un club social con la conducción más personalista que se pueda revelar, al tiempo que el radicalismo no es otra cosa que una bolsa de gatos. Mientras tanto el socialismo mantiene silencios profundos que sólo aportan confusión a quiénes miran una fuerza política que quizás, es la que más futuro tiene en el horizonte planetario... Detrás, perduran las contradicciones que sostiene el arco gobernante... donde por un lado se dan lecciones y por la otra se omiten los contenidos. La Señora Presidente olvida su rol y se niega a asistir al Teatro Colón, lugar de historia si las hay, al tiempo que Gobernador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conduce la misma como si se tratase de un club de football, incluyendo en ello el manejo de los barras bravas que buscan crear un frente opositor a las fuerzas sociales convocados por el gobierno. Ni la primera y tampoco el segundo, atienden la importancia del bicentenario, que quedará en la historia como un acto penoso, para nada revelador del sentido de patria. También la Iglesia hace su aporte, dividiendo las aguas, para estar con los unos y los otros, en este concierto desafinado de hablar de Dios, pero negociar con el diablo... Esta imagen resta, sólo eso. Contribuye a acrecentar la confusión social... La Señora Presidente tiene la oportunidad histórica de estampar su huella, enalteciendo el "ser argentino", para lo cual debe hacer diferencia (si bien no soy nadie para decirlo). La diferencia consiste en colocarse por encima de las miserias políticas comunes, y recomponer los hitos de la argentinidad en sus respectivas esencias (contenidos) y fechas (evitando los actos turísticos del día de la bandera, y tantos otros). El Teatro Colón es un nodo de la argentinidad y como ciudadano argentino, me gustaría (más allá de las diferencias) ver a mi Presidente, ubicada en su palco (lo merece ella, lo merece la Argentina toda)... Su decisión de asistir a la Basílica de Luján aparece como muy acertada, ya que nuestra Virgen Madre está allí, o en Santiago del Estero... y no en la Catedral Metropolitana. Muchas cosas deben ser revisadas por estas horas, pero una cosa hay segura... conductas autistas conducen a la histeria colectiva. Eso no es bueno. Insisto, la Señora Presidente tiene la oportunidad que le brinda la historia para marcar las diferencias, dejar pasar el tren, aportaría una nueva frustración social, de las que los argentinos mucho sabemos. Si bien su paso por Europa ha marcado posiciones que han levantado polvareda, a los imperios de las comodidades nunca les gustó que les enseñasen las consecuencias de sus miserias... pero curiosamente, una vez más, estas (miserias) están a la vista, tanto como sus consecuencias. Mayo 21, 2010.-
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