miércoles, 5 de mayo de 2010

"Somos una sociedad que no aprende la lección de sus crisis"


Los intelectuales / Roberto Bosca
"Somos una sociedad que no aprende la lección de sus crisis"
El colapso de 2001 no sirvió para que el país madurara, dice el experto en religión y política

Noticias de Cultura: Miércoles 5 de mayo de 2010 | Publicado en edición impresa
Carmen María Ramos
Para la NACION


"El sufrimiento de 2001 no nos hizo madurar, como se podría haber esperado de una crisis semejante. Una y otra vez volvemos a abandonar nuestras responsabilidades. No es posible votar y luego olvidarnos sistemáticamente de todo durante cuatro años. Somos una sociedad que no aprende la lección de sus crisis", dice Roberto Bosca, abogado por la Universidad del Salvador y doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Su universo de investigación son las relaciones entre la religión y la política, que define como "generalmente muy conflictivas".

A la escasa o nula capacidad de maduración de la sociedad argentina, al fracaso en la administración del patrimonio colectivo y al no hacer fructificar debidamente los abundantes talentos recibidos les asigna una responsabilidad moral colectiva en el contexto de una cultura política esquelética, que impulsa "la fábrica de pobres" para justificarse y subsistir. Pero es también muy crítico de los obispos argentinos, a quienes señala, de algún modo, como responsables de una catequesis que, en su enseñanza social, ha desatendido el tratamiento de la moral en la política.

Bosca ha sido y es consultor de diversos organismos e instituciones, como el Conicet, la Comisión Nacional Justicia y Paz y el Fondo Editorial de la Fundación Carolina de la Argentina. Actualmente es miembro del Instituto de Filosofía Política e Historia de las Ideas Políticas de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

-Usted se especializa en doctrina social de la Iglesia. ¿Cómo analiza, desde la perspectiva católica, el aumento de la pobreza y la indigencia en un país que desborda de recursos naturales y humanos, como la Argentina?

-Desde una perspectiva cristiana, el caso no ofrece dudas: no hemos podido, no hemos querido o no hemos sabido hacer fructificar los talentos que Dios puso en nuestras manos. Hemos sido y somos negligentes en administrar nuestro patrimonio. Aquí hay una gran responsabilidad colectiva que nos cuesta asumir, y lo que no se asume no se redime. Lo que más nos lastima no es estar en los últimos lugares de la cola, sino saber que podemos ser los primeros, pero no lo somos. Los argentinos podemos ser ricos, pero elegimos ser pobres.

-¿La queja nos inmoviliza? ¿Nos sentimos impotentes para modificar la realidad?

-Hay algo más grave. En la vida cotidiana estoy percibiendo un nivel de irracionalidad similar al que genera el poder kirchnerista. La gente está muy fuera de sí y responde agresivamente. Esa violencia es el triunfo de la irracionalidad promovida por el Gobierno. Esto no es nuevo: ya ocurrió en la década del 50 y partió literalmente a la sociedad en dos. Costó mucho volver de ese odio. También ocurrió durante el proceso militar, cuando las Fuerzas Armadas imitaron el modo de actuar de la guerrilla. Con la excusa de que en la guerra todo vale se hicieron aberraciones. Una vez que se atraviesan ciertos umbrales es muy difícil después tener comportamientos racionales. Ahora, el Gobierno se maneja de manera irracional y una vez que esa irracionalidad se inocula a la vida social es muy difícil de revertir y se desatan fuerzas difíciles de controlar. Y si la oposición utiliza los mismos recursos del Gobierno, significa que ganó en enemigo.

-¿Cómo salir de la trampa?

-El pueblo argentino ha demostrado, hasta el momento, poca o escasa capacidad de maduración. El sufrimiento de 2001 no nos hizo madurar como se esperaría de una crisis semejante. Una y otra vez volvemos a abandonar nuestras responsabilidades. No es posible votar y luego olvidarnos sistemáticamente por los siguientes cuatro años. Somos una sociedad que no aprende. Los argentinos no estamos determinados a tal o cual destino, sino que nuestro destino nos lo hacemos nosotros mismos. Entiendo que hay una responsabilidad muy grande en la dirigencia, que es la que marca el tono de los acontecimientos.

-¿Qué habría que hacer para bajar las tensiones y fortalecer el clima institucional?

-La ecuación es sencilla: la calidad de la democracia es directamente proporcional a la cultura política de los ciudadanos. La sensibilidad del ciudadano consiste en pensar que el ámbito público es un terreno completamente ajeno a sus intereses. Trágico error. Stefano Zamagni, cuyo pensamiento ha ejercido una notable influencia en la encíclica Caritas in veritate , de Benedicto XVI, ha atribuido la decadencia argentina a la carencia de capital social, y Robert Putnam sostiene que, estando la calidad de la convivencia definida por los niveles de interacción entre el gobierno y la sociedad civil, la naturaleza del capital social representa una verdadera llave para configurar la arquitectura de una democracia. En lo político, se observa una pervivencia del deseo de liderazgos carismáticos expresados históricamente en el caudillismo y su correlativo clientelismo. También nos caracteriza lo que yo llamo la transferencia de la culpa. Siempre hay culpables: la oligarquía, el gobierno, los sindicatos. Nunca somos nosotros los responsables de lo que nos pasa. Vamos en taxi y al pasar por la Casa Rosada, el taxista dice: "Acá están todos los ladrones". Pero al llegar a destino, si puede, cobra de más o da mal el vuelto.

-¿Cómo ha influido a lo largo de los años la Iglesia Católica en la democracia argentina?

-Resulta elocuente al respecto la observación de Rafael Braun en un encuentro del Consejo Episcopal Latinoamericano, en la década del 80. En esta presentación, el autor descubre que la Iglesia, al menos en América latina, no había pensado el tema de lo político y que en su enseñanza social había desatendido el tratamiento de la moral en la política. No se trata de un tema menor. Si bien esa situación en parte ha mejorado, me parece que esta certera observación mantiene su vigencia y se relaciona bastante con la ausencia de una madurez cívica en el pueblo cristiano de la región, pero, sobre todo, se relaciona con los innumerables golpes de Estado que han azotado a nuestros países a lo largo del siglo pasado.

-¿Coincide con las críticas a la Iglesia argentina por su posición complaciente con las dictaduras militares del último tramo del siglo XX?

-Soy crítico con los obispos argentinos. Los golpes de Estado fueron avalados, en muchos casos, por gente de acendrado catolicismo. Esa inmadurez del pueblo argentino en lo político yo la atribuyo en buena parte a la Iglesia Católica, que durante todo el siglo XX desarrolló una catequesis que omitió el comportamiento moral de las personas en el ámbito público, lo que también es parte de la evangelización. La enseñanza de la fe no es sólo de naturaleza religiosa, sino también moral: van juntas. Hubo un corte muy fuerte entre la fe y la vida. Fue una actitud bipolar.

ROBERTO BOSCA
Abogado y Profesor universitario

Edad: 62 años

Estado civil: casado. Tiene ocho hijos y siete nietos.

Actividad: es profesor de Doctrina Social en la Universidad Austral y miembro del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa.

Ultimo libro: una recopilación de trabajos de profesores e investigadores del mundo, en coautoría con José Enrique Miguens.

Judíos y cristianos: es un gran promotor del diálogo interreligioso.

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El colapso de 2001 no sirvió para que el país madurara, dice el experto en religión y política

lanacion.com | Cultura | Mi?oles 5 de mayo de 2010


el dispreciau dice: ciertamente, nuestra sociedad no aprende, pero no sólo desde y por la crisis del 2001, ya que usualmente se sorprende para luego olvidar rápidamente (no registrar analíticamente el problema) y regresar a él tiempo más tarde. Sucedió muchas veces a lo largo de la historia argentina, tanto la reciente como la lejana. Indudablemente se trata de una sociedad con notables individualidades pero que no funciona como sociedad, al menos no como debiera ser, aún cuando nada sepa a ciencia cierta cómo debe ser. Somos un ejemplo caído de los modelos y ello hace que sea difícil interpretarnos y mucho más lejos, evaluarnos. Uno de los puntos clave es que la clase política que emana de esta misma sociedad y forma parte estructural de ella, se nutre de personas con buenos discursos pero con escasas habilidades de gestión y con "ninguna" capacidad para dar ejemplos. La sociedad toma este paradigma y lo rechaza pero al mismo tiempo lo utiliza y simultáneamente vive de él. Ello genera una contradicción que perdura en el pensamiento colectivo pero peor aún, el imaginario lo transforma en mito urbano aceptable y convive con él. Al igual que los parásitos, sus ciclos son cortos y se reiteran secuencialmente destruyendo para reanudar la misma historia una y otra vez, asumiendo una conducta que además de paradójica es nefasta de cara al futuro. En dicho contexto solemos negar aquello otro que alguna vez aseveramos y todo se torna reiterativa hasta el hartazgo. Finalmente, es una sociedad que no se apropia de la lógica como tampoco lo hace del sentido común, vive pendiente de cosas intrascendentes para luego luchar denodadamente para zafar de estancos inducidos por la propia impericia y negligencia social que nos caracteriza desde arriba hacia abajo. El resultado no puede ser bueno porque conceptualmente parte de la base que ser "mediocre" es correcto. La pompa de jabón toma envergadura para luego estallar y entonces se espera una nueva pompa de jabón que correrá la misma suerte... Mayo 05, 2010.-

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