domingo, 13 de enero de 2019

La clase inútil | El Mundo

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Columnistas

La clase inútil

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano


12 enero de 2019 - 09:03 PM
Los primeros afectados serán los países emergentes y la gente más pobre de las naciones desarrolladas, porque la automatización afectará inicialmente a los procesos productivos más simples



Medellín



Hoy voy a hacer una especulación, más de la ciencia ficción que de la sociología (aunque toda sociología tiene muchísimos elementos de ficción). No digo que vaya a ocurrir -muchos autores sí lo creen- simplemente afirmo que es posible que suceda. Y espero fervientemente que no. Pero soy pesimista.

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Leí por primera vez la expresión “La clase inútil” en un libro Homo Deus de Yuval Noah Harari. Hace referencia al incremento geométrico de la inteligencia artificial en todos los campos de la actividad humana y en su organización social.  
Este fenómeno se conoce como la Cuarta Revolución Industrial -término acuñado por Klaus Schwab- o Revolución Industrial Etapa Cuatro o Industria 4.0 (siendo la primera, la ligada a la mecanización y el poder de la energía del agua y el vapor; la segunda, a la electricidad, la línea de ensamblaje y la producción masiva; la tercera, al computador y la automatización y la cuarta a los sistemas cibernéticos ligados a la Inteligencia Artificial).
La capacidad de autoaprendizaje y el hecho de que las máquinas pueden estar conectadas a bases de datos donde se actualiza, en tiempo real el conocimiento, hace que estas desarrollen con mayor eficiencia y sin necesidad de intervención humana, no sólo actividades repetitivas, sino también aquellas que toman decisiones complejas.
En las áreas económica y laboral, el resultado es que millones de trabajos en todo el mundo se están perdiendo. Y no se trata, como en las anteriores revoluciones industriales, en las que los puestos perdidos son recuperados por otros -que, por supuesto, exigen nuevas competencias laborales (eso sí, con mayor capacitación y con procesos de reentrenamiento y formación continua)- sino de una en la que las máquinas aprenden por sí mismas las habilidades requeridas para desarrollar las tareas para las que fueron diseñadas, de manera que son una amenaza para el trabajo que también apunta a profesiones de altísima formación y con gran nivel de creatividad, desde la medicina hasta la banca, desde la investigación científica hasta el arte (por increíble que esto parezca). 
Ahora bien, los primeros afectados serán los países emergentes y la gente más pobre de las naciones desarrolladas, porque la automatización afectará inicialmente a los procesos productivos más simples. En algunos países emergentes comienza a verse la incidencia del desempleo a causa de la inteligencia artificial. El propio presidente del Banco Mundial afirmó en Argentina en 2017, que entre el 50 y el 65% de los trabajos se perderán en razón del uso generalizado de la inteligencia artificial. El mundo sufrirá una convulsión nunca antes vista, porque, como dice Harari, “peor que ser explotado, es no ser útil socialmente” Y tampoco servirá, como ocurrió durante la Primera Revolución Industrial, la destrucción de las máquinas por parte de los artesanos, menos ahora porque el conocimiento estará en la “nube”.
 Es posible que en los próximos años comience a generalizarse, luego de graves revueltas, la Renta Básica Universal, a la que tendrán derecho todos los ciudadanos en los distintos países, pero será sin duda otra fuente de desigualdad entre los que no pueden generar ningún ingreso y aquellos que sí lo hacen, porque los primeros serán individuos inútiles productivamente que todo lo recibirán gratis y  al serlo, perderían la dignidad que surge de la capacidad de mantenerse a sí mismo y ser útil económicamente hablando.  Y, además, porque la diferencia de la Renta a sus ciudadanos entre países ricos y pobres será abismal. Esto sería así, incluso, si hubiese un sistema global que otorgase una renta básica a cualquier individuo en el planeta, porque incluso en este escenario sería imposible distribuir la renta por lo bajo.
Y socialmente hablando, la estructura social del mundo tal como la conocemos, desaparecería, según algunos autores. Los datos recogidos sobre cada uno de los seres humanos será de tal dimensión que las decisiones más próximas e íntimas podrían ser controladas por las grandes corporaciones y/o los gobiernos que trabajarían de la mano de ellas, pues conocen sus gustos, las ideologías, el perfil del consumo, todo. Asuntos como la libre elección no funcionarán. De hecho, para Harari, esta no existe. Como sea, el Gran Hermano será omnipresente y omnivigilante. Y no se trata, en este caso, de una simple predicción o profecía, como quieran llamarlo. Ya China está desarrollando un sistema de Crédito Social, que le otorgará o quitará puntos a los ciudadanos, para acceder a un sinnúmero de beneficios sociales, de acuerdo con los criterios de lealtad al régimen y obediencia al mismo.
Esa es la mala noticia. Una más mala, es que algo así podría ocurrir en Occidente. De hecho, las grandes corporaciones cibernéticas tienen almacenada información suficiente sobre cada uno de nosotros, que ya nos personalizan las noticias y la publicidad, refinan las búsquedas que hacemos en internet según nuestros patrones de preferencia anteriores, tienen asistentes inteligentes para nuestras actividades, que anticipan nuestros deseos y recuerdan nuestras obligaciones, y un largo etc. Esto, sin contar que monitorizan nuestra ubicación y nuestros movimientos.  Y la peor, es que lo hacen con los datos que nosotros les suministramos. De alguna manera, están construyendo su propio sistema de crédito social. Eso, sin contar con la información almacenada por nuestros estados y organismos internacionales, sobre nuestras actividades, con sus bases de datos, pero también a la que acceden vía orden judicial, a las de las empresas cibernéticas.

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Un posible final a esta película de terror es que la democracia se acabe en el mundo y sea reemplazada por un sistema en el que las decisiones son tomadas por los dueños de las grandes empresas cibernéticas, de las que políticos dentro y fuera del estado sean, apenas, empleados y cuyos destinatarios son miles de millones de personas a las que se les despojó de la posibilidad de ser dignas y libres. Sería la antiutopía expresada en el Manifiesto comunista de Marx, según la cual, el desarrollo de las fuerzas productivas llevará a la eliminación de las clases sociales y a la aparición de seres libres autónomos, dignos, constructores de su propia vida, sin un estado que lo oprima. Bueno, lo de la desaparición del estado sería verdad; el resto, un cuento falaz, como todo lo de la profecía marxista

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