La pregunta nos la han hecho algunos lectores y suscriptores de Actuall, que se preguntan cómo puede haber catalanes de misa diaria que estén a favor del referéndum ilegal y la independencia.
Habría que recordarles que todas las opciones políticas son, en principio, válidas siempre que discurran por cauces democráticos, respeten la familia y la vida, no degeneren en violencia, y no atenten contra el bien común. La Iglesia, en ese sentido, no se mete… da libertad…
Pero entendemos perfectamente la duda de algunos lectores, a la vista del historial de los nacionalismos tanto en la vieja Europa como en la propia España.
A sólo unos días del referéndum del 1 de octubre, nos parecía interesante acudir a la Doctrina Social y consultar con algunos expertos para ver si son moralmente rechazables los secesionismos. Y el resultado es el informe que ha elaborado Javier Villamor y que te adelanto como suscriptor de Actuall.
La Iglesia no dice nada sobre la organización del Estado. De lo que se trata es de dar al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios, como sabemos no desde la Ilustración, sino un poquito antes -desde el siglo I-.
Es decir, cada fiel católico debe actuar como le dicte la conciencia, con libertad en materia política, pero también con responsabilidad.
En este sentido, no podemos emitir estrictamente un juicio moral sobre los que votan por la independencia de Cataluña. Eso no significa que sean malos cristianos…
Es importante subrayar que el informe elaborado por Javier Villamor no trata de juzgar a nadie, sino simplemente de exponer los criterios de la Doctrina Social Iglesia para valorar hasta qué punto el independentismo puede violar principios como la justicia, el bien común o la solidaridad.
Y que cada uno saque sus consecuencias.
Lo que desde luego deja muy clara la Doctrina Social y declaraciones de diversos papas (Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI) es que es preciso distinguir entre el amor a la patria y la ideología nacionalista.
La primera es una virtud cristiana, extensión del Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre (“la patria -llega a decir el papa Wojtyla- es verdaderamente una madre para cada uno”).
El nacionalismo, en cambio, puede llevar -en algunos casos- a convertir a la patria o la nación en un ídolo, al que se le termina dando culto. Y eso sí que es moralmente rechazable.
En los casos vasco y catalán hemos visto cómo esa deriva se ha traducido en insolidaridad, falsificación de la historia, chantaje al Estado central, manipulación educativa y violencia (explícita en un caso, latente en otro).
Y paradójicamente el inicial maridaje de religión y nacionalismo -fraguado en el siglo XIX- ha terminado por ser contraproducente en ambos casos. Ahí tenemos la descristianización de País Vasco y Cataluña.
Por no hablar del sesgo anticatólico de las fuerzas políticas que impulsan el secesionismo catalán. No hay más que ver lo que dicen del derecho al aborto, la eutanasia, la familia y la ideología de género.
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