La esperanza Macron
El éxito del centrista es una gran noticia para Francia y para Europa
Un votante coloca un cártel de apoyo a Emmanuel Macron. JEAN-CHRISTOPHE BOTT EFE
Emmanuel Macron es la respuesta de Francia a la agitada escena nacional e internacional. Su paso a la segunda vuelta frente a la ultraderechista Marine Le Pen le garantiza, de facto, el triunfo que desean los franceses y que esperaban, conteniendo el aliento, todos los europeístas y también los mercados. Su programa de centro reformista y progresista ha fulminado, de paso, a los dos grandes partidos (el socialista y el republicano) que se han alternado en el Gobierno de Francia desde la II Guerra Mundial.
El caso de Macron es tan extraordinario como las circunstancias que han rodeado a esta cita electoral. Sin un partido que le secunde, apenas un año después de haber fundado su “movimiento” En Marche!, el que se perfila como el más joven presidente de la República Francesa (39 años) se ha abierto paso en una Francia sumida en la crisis y el pesimismo. Su discurso optimista sobre el futuro del país y de Europa ha seducido al electorado en pleno auge de los populismos, los nacionalismos y la xenofobia. La Francia que defiende Macron es una Francia moderna, reformista, abierta, multilateral. Berlín, que celebra sus propias elecciones en septiembre próximo, encontrará en París al mejor aliado para reforzar la eurozona con una estructura política propia. La otra gran apuesta de Macron es la de crear una auténtica Europa de la defensa.
La importancia de la elección de Macron es capital para toda Europa. El país vecino es la quinta potencia económica mundial y la segunda de la eurozona. El Brexit aumentará su peso en el seno de la Unión Europea. Pasará a ser la primera potencia militar del club y la única nuclear. El perfil y el programa del vencedor de esta primera vuelta son esenciales, pero su éxito tiene otras lecturas. La derrota del conservador François Fillon, que tuvo el Elíseo al alcance de su mano, es un contundente rechazo a la corrupción política. Vencedor en otoño en todos los sondeos, el escándalo de los supuestos empleos ficticios en el parlamento de su esposa y dos de sus hijos desbarató sus expectativas y las del partido Los Republicanos, hegemónico en la política francesa y hoy enfrentado al abismo.
La derrota del aún gubernamental Partido Socialista es humillante. Tras las primarias abiertas, presentaba a un candidato izquierdista e inconsistente que se ha dejado comer el terreno por la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon dejando huérfanos a los social-liberales de la formación. Estos ya se habían pasado en masa durante la campaña al movimiento de Macron; entre ellos, el exprimer ministro Manuel Valls, derrotado en las primarias de su partido.
Dos son las malas noticias de este domingo. La primera es el espectacular resultado de Marine Le Pen, que fulmina sus propios récords. La segunda son las dificultades que probablemente le esperan a Macron para conseguir una mayoría en el parlamento en las próximas legislativas de junio. Macron es un líder sin partido que deberá ser capaz de lograr una coalición que le permita gobernar. Su éxito demuestra la importancia de romper con las inercias y presentar ideas novedosas y señala el camino que los partidos tradicionales deberán recorrer si quieren volver a conectar con sus votantes.
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