jueves, 27 de abril de 2017

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Estados Unidos: Choque de doctrinas fiscales | Internacional | EL PAÍS

Choque de doctrinas fiscales

Las iniciativas de los republicados Ronald Reagan y George W. Bush enfrentadas con las de Bill Clinton y Barack Obama

Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de EE UU



Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de EE UU  AFP



¿Es tan relevante el plan de Donald Trump para el crecimiento? Los presidentes que gobernaron Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial anunciaron una veintena de iniciativas en el ámbito fiscal. Los recortes más importantes en la historia reciente corresponden a la administración de George W. Bush, que nada más llegar a la Casa Blanca tuvo que lidiar con una recesión. El multimillonar mira más allá y asegura que su reforma es la más importante para la economía desde Ronald Reagan. Pero la historia y las estadísticas ponen en duda su doctrina.
A la espera de que la iniciativa de Trump se concrete en un texto legislativo concreto que tenga el consenso suficiente para ser aprobada en el Congreso, los mayores recortes de impuestos se decidieron con el demócrata John F. Kennedy, en 1964, y con Ronald Reagan, en 1981. En el caso del republicano se completaron con otras medidas que se adoptaron en 1986, 1987 y 1988. En ese periodo de dos décadas se redujo el impuesto sobre la renta del 70% al 28%.
Hubo también cambios con George H.W. Bush, pero fueron menores. El tipo marginal se elevó bajo su mandato al 31%. El demócrata Bill Clinton volvió a subirlo cuando llegó a la presidencia, con una nueva legislación que firmó en 1993 que lo elevó al 39,6%. George W. Bush volvió a coger la tijera para salir de la recesión y lo dejó una década después en el 35%. Barack Obama adoptaría a finales de 2012 una legislación por la que colocó el tipo máximo a los niveles de la era Clinton.
El régimen fiscal que se aplica a las sociedades, en paralelo, siguió una tendencia similar desde los años 1950. El tipo bajó desde el 50% al 35% actual. Sigue siendo casi 10 puntos porcentuales más alto que el de los países ricos. La imposición efectiva, sin embargo, es muy inferior gracias a que el código fiscal estadounidense contempla multitud de deducciones y puertas traseras que dan margen a la ingeniería fiscal. Las corporaciones logran reducir así los impuestos a menos de la mitad.
El dogma que utilizaron Reagan y Bush para justificar los recortes en los impuestos es el mismo que utiliza el equipo económico de Trump: dar un estímulo adicional al crecimiento y la creación de empleo. De esa manera, en teoría, se lograría compensar lo que se deja de recaudar con el recorte. El magnate convertido a político propone en paralelo un impuesto más reducido para gravar los beneficios que las empresas tienen aparcados en el exterior, para así incentivar su repatriación.

Amnistía fiscal

George Bush también ofreció una amnistía fiscal a las empresas para que trajeran su dinero de vuelta a EE UU. Pero esta medida tuvo un impacto cuestionable. La quincena de empresas que se acogieron a la vacación fiscal destinó ese dinero a elevar los dividendos y los programas de recompra de acciones para a contentar a los inversores, mientras que redujeron las plantillas en los tres años sucesivos así como el dinero que dedicaron a investigación y el desarrollo.
También es cuestionable el impacto que tienen estas medidas en el crecimiento. Los analistas, de hecho, no tienen evidencias de que la rebaja de impuestos a individuos potencie la actividad económica o fomente la creación de empleo. Más bien tienden a elevar la rentabilidad de las empresas. De hecho, las estadísticas muestran que la contratación privada mejoró con Clinton y Obama mientras que empeoró en los mandaros de Reagan y Bush.
El argumento de que los recortes de impuestos se pagan solos gracias a que el crecimiento potencia la recaudación tampoco se apoya por los datos. Los informes oficiales de la oficina presupuestaria del Congreso, un órgano bipartidista, muestran que la recaudación en términos reales bajó o permaneció estancada tras las medidas fiscales de Reagan y Bush. Por el contrario, crecieron después de que Clinton y Obama los subieran. Es una tendencia que choca con la filosofía republicana.
Bill Clinton, de hecho, llegó a la Casa Blanca con un déficit equivalente al 4,5% del producto interior bruto y dejó el Despacho Oval con un superávit del 2,3%. Barack Obama, por su parte, heredó un déficit que escaló al 10% del PIB en 2010, con la crisis financiera dando coletazos, y logró reducirlo al 3,2% en el ejercicio fiscal 2016. Por el contrario, con Reagan pasó del 2,5% en 1981 al 5,9% en 1983. Lo mismo pasó con Bush, que borró el superávit que le dejó Clinton.
Las últimas proyecciones de la oficina del Congreso no solo reafirman esta contradicción, sino que empeoran el panorama de una forma considerable a partir de las propuestas generales que hace Donald Trump. Anticipa que el crecimiento económico no será capaz de sostener un ritmo superior al 2% durante las próximas dos décadas y prevé que el déficit llegue al 10% en las próximas tres décadas, lo que disparará la deuda pública al 150% frente al 105% actual.

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