De niños de la revolución siria a hombres de guerra
Contactamos con algunos de los menores torturados por unas pintadas en Deraa hace cinco años
Beirut
Muawiya Faisal Sayasneh, de 21 años, muestra su carné de identidad.
Todas las revueltas mantienen vivas las leyendas de sus héroes y marcadas en el calendario las fechas que dictan su historia. En el caso de la siria, la ciudad de Deraa, epicentro de las revueltas, celebró este viernes un lustro de ‘revolución’. Sus gentes salen a las calles conmemorando las revueltas, y lo hacen tres días después que el resto de la Siria rebelde. “El 18 de Marzo comenzó la revolución, porque ese fue el día en que el régimen derramó la sangre de nuestros mártires”, argumenta al teléfono Ghassan Akram Abazid, miembro de una importante tribu local y oficial del Ejército Libre Sirio (ELS).
El 16 de febrero de 2011, un grupo de quinceañeros pintarrajearon "Es tu turno, doctor" en los muros de un colegio del centro de la ciudad. Ese "doctor" era el presidente sirio, Bachar el Asad, oftalmólogo de profesión. “No sé en qué estábamos pensando”, murmura distraído al teléfono Muawiya Faisal Sayasneh, cumplidos los 21. De fondo se escuchan los walkie-talkies de sus compañeros del ELS. Su posición está a 150 metros de la del Ejército regular, hoy un frente silenciado por la tregua parcial. “A medianoche nos juntamos cinco amigos en el colegio y lo escribimos”, da por respuesta.
Al día siguiente, la policía puso patas arriba la ciudad en busca de los autores, llevándose a 18 jóvenes, 10 de ellos menores. “Creí que nunca viviría para contarlo”, asegura Sayasneh. El entonces menor pasó durante 33 días por cinco cárceles diferentes. “Me torturaron día y noche. Lo peor fueron las descargas eléctricas”, musita.
En los dos meses anteriores, la brutal muerte de dos jóvenes dio luz a la llamada primavera árabe poniendo fin a dos décadas de poder en Egipto y Túnez. El tunecino Mohamed Bouazizi se inmoló, mientras que el egipcio Khaled Said murió apaleado por dos policías a plena luz del sol. El recuerdo de ambos simbolizó la corrupción que sufrían muchos en silencio. Venerados como héroes, sus rostros empapelaron las calles de sus países. En Siria, los 18 chicos de Deraa han acabado en el exilio, la trinchera o bajo tierra.
“Queríamos saber dónde estaban nuestros chicos, pero el jefe de la policía, Atef Najeb, primo del presidente, nos dijo que nos olvidáramos de ellos”, relata Akram Abazid. El viernes 18 de marzo de 2011, cientos de personas se congregaron a la hora del rezo en la mezquita Al Hamze wa al Abas. Las fuerzas del orden respondieron con fuego bajo el que murieron dos personas. Con la represión, los eslóganes tornaron en cánticos clamando justicia y libertad.
Ajeno a las consecuencias que desataron esas cuatro palabras garabateadas una noche cualquiera en un muro cualquiera, Sayasneh fue liberado tres días después: “No entendí porque me recibía tanta gente. Me asusté”. Pero a la revolución le siguió la guerra dejando un lustro después más de 270.000 víctimas mortales. Los vecinos coinciden en que podría haber comenzado en cualquier parte de Siria, pero surgió en pleno desierto, en una Deraa enriquecida por el contrabando fronterizo y regida por las normas tribales. “Los chicos pertenecían a las tribus más notables. No íbamos a dar nuestro brazo a torcer”, apostilla Akran Abazid.
De niños héroes a hombres milicianos
"Me torturaron día y noche. Lo peor fueron las descargas eléctricas"
MUAWIYA FAISAL SAYASNEH.
Sayasneh quería ser piloto. Hoy a los 21 años, no surca los cielos con la aviación del Ejército sirio, sino que carga con un fusil Kaláshnikov contra ellos. Vestido de caqui se fotografía aferrado a una ametralladora. A pesar de haber perdido a su padre en la guerra, asegura que mereció la pena. “Ahora puedo hablar abiertamente desde una tierra liberada”, replica. Poco sabe de lo que ocurre en el resto del país, en una región que parece vivir aislada de la miríada de grupos que combaten en Siria.
Bashir Farouk Abazid, también fue arrestado y torturado. Soñaba con ser ingeniero. Cumplidos los 20 años, hace guardia en una posición cercana a la de Sayasneh. Hoy a penas se hablan. Abazid se afana en enganchar un par de pinzas a la batería de un coche para mantener con vida su móvil. Al aparato, sorprende con sus declaraciones: “¿La verdad? La verdad es que nunca supimos quien lo escribió” afirma hoy desmintiendo decenas de entrevistas anteriores. “Desde 2009 pintábamos en ese muro nuestros nombres y mensajes de amor. Así que arrestaron a todos los que allí firmamos”, argumenta. En su acelerada transición de adolescente a hombre, perdió a un hermano miliciano y vivió como refugiado en Jordania. Hoy dice ser miembro de la oposición a través de una facción que los vecinos consideran islamista.
Junto a Sayasneh y Abazid, tan solo otros dos de los 18 chicos de las pintadas permanecen en Siria. Cuatro fallecieron en la guerra. Ambos han recorrido caminos diferentes desde aquella noche que la policía les arrancó de sus hogares. “No importa quien escribió la pintada. Lo que cuenta es que torturaron injustamente a unos menores y hoy todos luchamos contra El Asad”, zanja Abazid.
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