martes, 15 de julio de 2014

OPORTUNIDAD ▼ Dad una oportunidad al acuerdo | Opinión | EL PAÍS

Dad una oportunidad al acuerdo | Opinión | EL PAÍS



Israel reanuda la ofensiva sobre Gaza tras horas de suspensión

El gabinete de seguridad había aceptado la propuesta de Egipto, rechazada por Hamas que ha seguido disparando cohetes

Occidente y países árabes presionan para forzar una tregua

L. ABELLÁN / M. BASSETS Bruselas / Washington 650
Tras 175 muertos en una semana de ofensiva, los ministros de Exteriores de Alemania e Italia inician una gira por la región


LA CUARTA PÁGINA

Dad una oportunidad al acuerdo

El pacto entre israelíes y palestinos no va llegar del cielo a cambio de nada. Son necesarias importantes renuncias por ambas partes, cesiones mutuas y no refugiarse permanentemente en la palabra “paz”



ENRIQUE FLORES


La verdad es que comencé a escribir este texto hace ya unas semanas. En ese momento, tres israelíes que ahora están bajo tierra seguían aún sonriendo y carcajeándose, y, sin duda, también entonces un muchacho palestino de 16 años cuyo cuerpo abrasado también está bajo tierra, salía con sus amigos. El periódicoHaaretz me encargó el artículo para presentarlo en la Conferencia de Paz que él mismo había organizado. Con motivo de ese importante acontecimiento, Abu Mazen escribió un texto sobrecogedor e incluso el presidente estadounidense Barak Obama envió un emotivo escrito, así que, por supuesto, yo también acepté inmediatamente la propuesta de escribir algo. Después de todo, soy uno de los muchos que lleva tiempo ansiando la paz, y durante esas funestas semanas en las que esta parecía más lejos que nunca, lo único que se podía hacer era escribir sobre ella. Pero cuando intenté ponerme a la tarea me di cuenta de que, al contrario que en los buenos tiempos en los que podía producir textos anhelantes de paz, a razón de uno cada dos meses para cualquier diario que quisiera insuflar a sus lectores un poco de esperanza en el futuro de la región, en esta ocasión, al sentarme delante del ordenador, no me salía nada.
Superficialmente, la seguridad era estable, pero ante la cancelación de las conversaciones de paz y una desesperación generalizada, que había calado incluso en los ingenuos EE UU, también dispuestos a renunciar a la idea de una solución diplomática para la región, estaba claro que solo era cuestión de tiempo que hubiera un acto homicida, respondido con otro del mismo calibre. Y durante esos deprimentes y pegajosos días, me costaba trabajo escribir un artículo sobre la paz sin sentirme idiota o, por lo menos, completamente alejado de la realidad.
Entretanto, habían comenzado las vacaciones estivales y el Campeonato del Mundo de fútbol, y pocos días después, tan impactante como totalmente predecible, se desató la conocida locura regional. Mientras rugían los cañones y entre virulentas proclamas del Gobierno israelí, se inauguró la Conferencia de Paz y yo tuve el placer de escuchar los discursos y de leer los escritos de personas elocuentes y decididas que, sin inmutarse, seguían hablando de la misma y ansiada paz, aunque la tierra temblara bajo nuestros pies, o quizá por eso mismo. ¿Qué tiene esa escurridiza paz, que a tanta gente le gusta hablar de ella, aunque nadie haya logrado acercárnosla siquiera un milímetro?
Hace unos meses, mi hijo de ocho años participó en una ceremonia en la que a todos los alumnos de su clase les entregaron una Biblia al iniciarse sus estudios bíblicos. Terminado el acto, todos los chavales subieron al estrado y entonaron una conocida canción sobre, qué sino, el anhelo de paz. Y al final de Dios te entregó un regalo (con letra de David Halfon), los niños solo le pidieron al creador un pequeño presente: la paz en la tierra.
El conflicto es algo así como el mal tiempo, que no podemos hacer nada para cambiar



De camino a casa pensé un poco en esa canción. Al contrario que en otras que canta mi hijo el Día de la Independencia y en Janucá, conmemorando batallas que ha librado sin miedo y aludiendo a la oscuridad que ha ahuyentado con una entorcha encendida, la paz no es algo que quiera lograr con sudor y sangre: es algo que quiere que le entreguen. Como un regalo, nada más y nada menos. Y se diría que esa es la paz que anhelamos: algo que recibiríamos contentos, encantados, y que nada nos costaría. Está demostrado que solo nosotros somos responsables de nuestra supervivencia, pero la paz depende de la divina providencia.
Creo que mi hijo pertenece a la segunda generación, cuando no a la tercera, adoctrinada en la idea de que el conflicto palestino-israelí es una imposición de las alturas. Es algo así como el mal tiempo, del que podemos hablar, que podemos lamentar, incluso escribir canciones sobre él, pero que no podemos hacer nada para cambiar.
Hace unos dos años, dentro de un proyecto literario especial promovido por Haaretz, entrevisté al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Le pregunté qué estaba haciendo para resolver el conflicto en Oriente Próximo y Netanyahu me dio una profusa respuesta, hablando de la amenaza iraní y de la inestabilidad de otros Gobiernos de la región. Pero cuando insistí, de forma casi infantil, en que respondiera realmente a la pregunta, reconoció que no estaba haciendo nada por resolver el conflicto, porque era irresoluble


En los próximos tiempos Dios no nos va a regalar la paz. Nosotros tendremos que buscarla



Resultaba que Netanyahu, valiente exoficial de una unidad de élite, que en combate lo había tenido todo en contra, piensa lo mismo que mi hijo y sus compañeros respecto a la paz. No quisiera poner de mal humor a mi primer ministro ni a los chavales de una clase de segundo curso, pero algo me dice que en los próximos tiempos Dios no nos va a regalar la paz: seremos nosotros los que tendremos que hacer un esfuerzo para alcanzarla. Y si lo logramos, ni a nosotros ni a los palestinos nos saldrá gratis. Por definición, la paz nace de una cesión mutua, y en ese tipo de acuerdo cada bando tiene que pagar realmente un precio elevado, no solo en forma de territorios o dinero, también en su forma de ver el mundo.
Esa es la razón de que el primero de una serie de pasos conducente a crear confianza entre nosotros y esa antigua y pendiente fantasía podría ser el abandono de la debilitante palabra “paz”, que desde hace tiempo tiene una connotación trascendental y mesiánica, no solo para la izquierda, también para la derecha, y su sustitución inmediata por “acuerdo”. Puede que este sea un término menos enardecedor, pero, por lo menos, cada vez que lo utilizamos, nos recuerda que la ansiada solución no radica en las invocaciones a Dios, sino en nuestra insistencia en un diálogo penoso y no siempre perfecto con el otro bando.
Es cierto que es más difícil escribir canciones sobre el acuerdo, sobre todo de las que mi hijo y otros chavales pueden cantar con sus voces angelicales. Y que ese término no luce igual de bien en las camisetas. Pero, al contrario que esa encantadora palabra que tan bien fluye de nuestra boca, sin exigir nada a quien la pronuncia, la palabra “acuerdo” exige los mismos requisitos a todos los que la usan: aceptar desde el principio que habrá cesiones y quizá incluso que, más allá de la verdad justa y absoluta en la que cada uno cree, puede existir otra verdad. Y en el mundo racista y violento que habitamos, ni siquiera esa nimiedad es desdeñable.
Etgar Keret es escritor israelí.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo
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el dispreciau dice:
1. la paz es mucho más que una palabra, es un estado de consciencia del alma humana, es un estado afin a los espíritus equilibrados, es una condición necesaria para atravesar las circunstancias de la vida de cada persona...

2. la paz es, desde hace mucho, un negocio de ciertos estados ricos en contra de estados pobres, demasiado pobres, demasiado marginados, demasiado indigentes por inducción de terceros intereses, cuyas conveniencias se focalizan en salvarse a costas de conflictos sembrados y alentados que sirven a finalidades deshumanizadas cada vez más siniestras...

3. los discursos de paz han demostrado ser inútiles... tan inútiles como sus intérpretes... y gestores de tragedias a escala... dramas que envuelven a inocentes para salvar, en cada oportunidad, los raros intereses del imperio que habla de derechas para girar a la izquierda o viceversa, siempre justificando lo injustificable... esto es la supremacía del conflicto sobre la coherencia de la convivencia en paz... 

4. hay fundamentalismos cristianos... hay fundamentalismos judíos... hay fundamentalismos musulmanes... que hacen daño a los fundamentos filosóficos de los humanismos necesarios para existir en paz... las evidencias son muchas, todas tediosas... insoportables...

5. muchos, la mayoría de los cristianos que no joden a nadie, desean vivir en paz...

6. muchos, la mayoría de los judíos, que no joden a nadie y viven de sus esfuerzos, desean vivir en paz...

7. muchos, la mayoría de los musulmanes, que nunca jamás han jodido a nadie y viven de sus esfuerzos, desean convivir en paz con cualquier otro ser humano de cualquier otro culto o condición...

8. unos pocos están interesados en que esta convivencia sea inviable... entre esos pocos, hay cristianos, judíos y musulmanes que negocian hipotecando el futuro de los inocentes, ejerciendo una sociedad ilícita que afecta a los muchos, favoreciendo los intereses de unos pocos que carecen de alma... por ende, desconocen la importancia de la paz en la vida de los hombres, escudándose en mentidas sagradas escrituras para sostener en alto la "persecuta" necesaria que alimenta el morbo de la destrucción del prójimo como entidad social necesaria para prevalecer...

9. una vez más, los fundamentalismos se están comiendo al mundo humano, en sus humanismos, en sus economías mal recetadas y peor diseñadas, empobreciendo al concierto mundial para alimentar a unos pocos oportunistas que viven siempre a costillas de los esfuerzos ajenos...

10. Palestina no merece esto... merece su tierra, en paz... del mismo modo que Israel no merece esto, ya que merece vivir en paz... y ello vale para todo el concierto del mundo árabe, cristiano o musulmán, del mismo modo que vale para todo el concierto humano que transita sus horas en una Tierra que no le pertenece, y que le es prestada por un rato, para seguir con los ciclos y las herencias que dan sentido a la vida...

si la oportunidad de la paz no es tomada ya... la Tierra se envolverá en una hoguera que terminará consumiendo a todos por igual, victimarios y víctimas... para nada. JULIO 15, 2014.-



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