Casas calientes contra el frío andino
Un proyecto para la mejora tecnológica de viviendas a casi 4.000 metros de altura en Perú consigue elevar 12 grados la temperatura de los hogares
GALO MARTÍN APARICIO Rivera Coylata (Perú) 14 JUL 2014 - 19:57 CEST
“Acá el sol es bien fuerte. No calienta, quema”, comenta Nancy Zamalloa mientras conduce por una carretera circundante al lago Titicaca que se sabe de memoria. Esta bióloga hace todos los días el recorrido que la lleva desde Puno (al sureste de Perú) hasta los diferentes emplazamientos donde la organización Kusimayo tiene frentes abiertos en este departamento andino. Durante el tiempo que ella y Joaquín de la Piedra trabajaron juntos en una granja de truchas en la zona se dieron cuenta de las carencias que existían en este rincón del país. Poco después nacía Río Feliz, que es lo que significa Kusimayo en quechua. Se trata de una organización sin ánimo de lucro que desde el año 2008 desarrolla proyectos para mejorar las condiciones de vida de niños y adultos afectados por la pobreza y la desnutrición en Perú. Hasta la fecha mantienen un perfil bajo, no hacen ningún esfuerzo por aparecer en los medios de comunicación porque, dicen, lo suyo es ayudar de manera desinteresada. Entrando en la ciudad de Lampa, Nancy sentencia: “Esta es gente necesitada”.
La población rural alto andina pasa por ser la más pobre y excluida del país. Las bajas temperaturas provocan que haya una elevada tasa de casos de infecciones respiratorias agudas, la principal causa de muerte en niños en zonas rurales. Los hogares de muchas comunidades campesinas son incapaces de atenuar los estragos que derivan de las gélidas temperaturas. En la mayoría de casos las viviendas no cuentan con la infraestructura mínima para evitar el paso del frío al interior de la misma, como puede ser el sellado de las puertas, ventanas y techo, que suele ser muy deficitario. A esta problemática se suma el escaso acceso a la energía, lo que se denomina confort térmico. La gran mayoría de hogares cuenta con cocinas de leña o bosta (excrementos de ganado), y se hace un uso ineficiente y contaminante de los combustibles. Peor aun, las casas no tienen chimenea, lo que se traduce en la inhalación de humo. Kusimayo estima que respirar junto a una cocina de fuego abierto es comparable a fumar 20 cajetillas de cigarros al día.
Nancy, Joaquín y Laura Fantozzi se desmarcan de las acciones solidarias paliativas que realiza el Estado. El resultado de las labores en este sentido por parte del gobierno es, en ocasiones, inefectivo por la falta de recursos y la manera de hacer llegar la ropa y los alimentos. Nancy agarra con firmeza el volante durante el trayecto que discurre por la trocha de 14 kilómetros que une Lampa con Rivera Coylata. Por esa pista de tierra con baches se suceden perros que vigilan el ganado y marcan el territorio, una joven pareja con su hijo envuelto en una manta de vivos colores que contrasta con el tono pardo del altiplano y postes del tendido eléctrico que simulan cruces. 20 minutos después se alcanza la quebrada de Rivera Coylata (250 habitantes, 75 familias), con sus casas dispersas a ambos lados del río y a 3.730 metros sobre el nivel del mar.
La comunidad de Rivera Coylata se intuye vacía. Se escucha el sonido de las hojas al moverse, el cacareo de las gallinas y el silencio. Mucho silencio. Al forastero la respiración se le complica y el oxígeno parece escasear. Se adivina la llegada del frío (es invierno en el hemisferio sur), a pesar de que los rayos del sol queman, como ya avisó la anfitriona. Kusimayo ha antepuesto la entrega de ropa de abrigo por la de implementar soluciones, como la del paquete tecnológico Casa Caliente Limpia desarrollado por el Grupo de Apoyo al Sector Rural de la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), el cual pretende modificar las casas existentes mediante la instalación de paredes calientes, el sellado de los techos y cocinas mejoradas para evitar la presencia de humo en su interior. Hasta el momento hay 10 funcionando, las del proyecto piloto que priorizó los hogares que estaban en condiciones más precarias. El objetivo es implementar otras 30 en 2014.
Viviana (74 años), Gabina (49) y Simona (68) son algunas de las vecinas que aparecen y conversan en quechua con Nancy. La presencia de hombres es reducida, casi todos están fueran trabajando en las minas, en la recogida de algún cultivo o en la ciudad vendiendo. Las tres mujeres son beneficiarias junto a sus familias del programa Casas Calientes Limpias, por el que han conseguido incrementar la temperatura en el interior de la vivienda en 10 grados, además de eliminar entre el 70% y 90% de la contaminación.
La temperatura en invierno en esta región alcanza los 18 grados bajo cero. En el interior de los hogares, antes de la implantación de las Casas Calientes, la temperatura era de -5 aproximadamente. Ahora se mantiene en torno a los siete grados. La directiva de la comunidad y la población están comprometidas con la implementación del paquete tecnológico. La Comunidad Rivera Coylata aporta la mano de obra y los materiales: adobe, piedras. La madera y el policarbonato vienen de fuera. El interior del Muro Trombe (el apéndice que se añade a la vivienda) está relleno de piedras de río de color negro para conseguir un mejor almacenamiento de calor durante el día. Este sistema consiste en un recinto adyacente a la casa que tiene una pared expuesta al sol. Los agujeros puestos específicamente en la pared del muro Trombe permiten que el aire calentado por el sol circule en la casa, a su vez el aire frío vuelve a entrar al recinto expuesto al sol, proporcionando calefacción a la casa. Para el éxito de este implemento es importante aislar el techo con arpillera, un material local que tiene la función de retener el calor transferido por el Muro Trombe en el interior de la estancia. El círculo de estas mejoras que se aplica con el fin de calentar los hogares se cierra con la reforma de la cocina. La nueva estructura de forma triangular es amigable con el medioambiente, está adecuada para cocinar, hace un uso eficiente del combustible y se convierte en una fuente de calor. Este tipo de tecnología se tarda dos días en implementar y requiere el trabajo de un equipo mixto de cuatro personas, entre el personal técnico calificado y maestros de obra, más dos trabajadores de la comunidad. La supervisión y el control de calidad son llevados a cabo por ingenieros.
Gabina habla con Nancy acerca de un pequeño problema relacionado con el sellado de la pared de su casa. La representante de Kusimayo, a pesar de no dominar el quechua, se entiende con su interlocutora y quedan un día de la semana que viene para sellar esa fisura por la que se filtra el frio en un lugar donde hace mucho, aunque cada vez menos.
Para saber más sobre el trabajo de Kusimayo, consulte este enlace.
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