La violencia y las maras detonan el éxodo masivo de menores a EEUU
El hostigamiento de las bandas criminales, unas tasas de criminalidad descontroladas y la pobreza son las principales causas de la migración
JUAN JOSÉ DALTON / JOSÉ ELÍAS San Salvador / Ciudad de Guatemala 7 JUL 2014 - 02:22 CEST
El Salvador, Guatemala y Honduras están en el ojo del huracán. La ola de menores migrantes que por miles intentan llegar a Estados Unidos han puesto en un brete a la Administración de Barack Obama, pero también han destapado la demoledora situación de los citados países centroamericanos. Anclados en la pobreza, el fenómeno de la violencia, especialmente fustigado por el látigo de las maras, ha actuado como detonante de este éxodo masivo. Para algunos especialistas se trata de un caso de desplazamiento forzoso por los altos niveles delictivos y la presión de las organizaciones criminales. A ello se suma el intento de conseguir el reagrupamiento familiar. Los casos de Guatemala y El Salvador ilustran la gravedad de esta violencia. En este último país las peticiones de asilo por violencia, ya superan a las de refugiado por conflicto bélico de la época de las guerras civiles. Y en Guatemala, el índice de homicidios ha aumentado un 70% en un año.
SAN SALVADOR
Muchas familias en El Salvador se han visto obligadas a abandonar sus viviendas, de un día para otro, sin planificación. Se trasladan obligatoriamente a otros lugares del territorio y envían a sus hijos al extranjero para poner a salvo sus vidas. No es una confrontación bélica como en la década de los 80 del siglo pasado, en la que el ejército pretendía menguar a las guerrillas izquierdistas; es una guerra imparable entre pandillas o maras, que mantienen asediada a esta nación por casi dos décadas. Es el “desplazamiento forzoso” a causa de la violencia, como lo califica Jeannette Aguilar, experta en temas de violencia.
Antes primaba la pobreza como causa principal de la partida de la población salvadoreña hacia Estados Unidos. “La migración forzosa de niños, adolescentes y jóvenes hacia México y Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades, es un fenómeno de larga data, pero en los últimos años, un elemento que ha contribuido a agudizar la migración forzosa de niños y de adolescentes en ruta hacia Estados Unidos ha sido el agravamiento de la violencia”, dice Aguilar
“No se tienen datos concretos, estadísticas duras, sin embargo, se sabe que estas olas de desplazamiento forzado de centroamericanos hacia el país del norte, están fuertemente asociadas a la amenaza, al asedio y en todo caso a los hechos de violencia brutal que están cometiendo los grupos de la delincuencia organizada, especialmente las pandillas en los países”, recalcó la experta, quien dirige una institución que tiene más de 20 años de analizar e investigar la violencia local, el Instituto Universitario de Opinión Pública, de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA).
El Salvador, con 6,3 millones de habitantes, según datos oficiales, tiene un Producto Interno Bruto (PIB) aproximadamente 43.000 millones de dólares y un PIB per cápita de casi 3.800 dólares. La pobreza alcanza al 29% de la población. Es el cuarto país más peligroso y violento del mundo, con una tasa creciente de homicidios, mayor de 40 por cada 100.000 habitantes. El promedio actual de homicidios diarios es de 12, con tendencia al aumento.
Se sabe que estas olas de desplazamiento forzado están asociadas a la amenaza y al asedio de los grupos de la delincuencia
Aguilar considera que los menores de edad y los jóvenes “son los principales blancos de muchos de estos grupos, particularmente pandillas, que a partir del mayor control territorial que tienen en muchas comunidades, han incrementado el asedio y la violencia hacia los jóvenes”. Este grupo social es el que muere en la guerra entre maras, es también el “acosado” para que se incorpore a las pandillas.
“Los padres intentan salvar a sus hijos y pese a que conocen el peligro de las travesías hacia la frontera de Estados Unidos, prefieren correrlo que dejar que las maras los asesinen o los recluten”, aseveró Anita Zelaya, directora del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Salvador.
La situación ha llegado hasta el punto de que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha reabierto una oficina local que fue cerrada después de finalizada la guerra civil en 1992. “Se sabe que la violencia, las amenazas, el acoso, constituye la segunda causa de solicitudes de asilo de salvadoreños. Este es un fenómeno nuevo, es atípico. Un dato llamativo y alarmante es que el número de solicitudes de asilo de centroamericanos por hechos de violencia ha superado a las solicitudes de asilo por situación bélica, en la época de conflictos armados”, apunta Aguilar.
El Gobierno salvadoreño está tratando con la Administración de Estados Unidos este problema. El objetivo salvadoreño es lograr un tratamiento integral que incluya seguridad, crecimiento económico y cooperación, informa Silvia Ayuso. “Vamos a tomar algunas medidas a corto plazo en tema migratorio. Por ejemplo vamos a lanzas una campaña de sensibilización para contarle a la gente todos los riesgos que significa migrar. También se van a endurecer las medidas contra los traficantes de personas y se va a mejorar los mecanismos de acogida de los retornados”, declaró el ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez.
GUATEMALA
La pobreza extrema, la inseguridad ciudadana y el anhelo de la reunificación familiar son algunas de las causas que obligan a miles de niños guatemaltecos a emigrar ilegalmente hacia Estados Unidos. La pobreza, que castiga con mayor intensidad a los niños indígenas, se traduce en que, a lo largo de 2013, cada dos horas un niño menor de cinco años muriera por causas que pudieron prevenirse, como diarreas y neumonías.
Guatemala es el país centroamericano que menos invierte en la niñez y la adolescencia. Mientras Honduras, Costa Rica y Nicaragua destinan más del 6% del PIB a la infancia, el Estado guatemalteco solo invierte el 3,1%. Esto, en una nación donde el 48% de la población está compuesta por niños y adolescentes.
“El Estado es coautor del exterminio perpetrado desde los sistemas de exclusión y desigualdad (…) cada dos días muere un niño por desnutrición, mientras que una cantidad indeterminada con desnutrición crónica ve afectado negativamente su desarrollo físico y cognitivo de manera permanente”, se lee en el informe Situación de la Niñez Guatemalteca, de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG).
Los derechos económicos no están mejor. El informe de los obispos señala que de cada 10 menores que trabajan, seis sufren de maltrato laboral. El 82% de los varones y el 75% de las mujeres no tiene acceso a prestaciones laborales, como el Seguro Social, en este país de 15 millones de habitantes.
Es difícil superar este estado de cosas en un contexto económico que el analista Gustavo Berganza califica como un fracaso. “Lo único que hace nuestro modelo económico es mantener el nivel de pobreza. Desde 2001 la economía ha crecido a un promedio de 3,4%, mientras que el aumento demográfico ha sido del 2,4%. Así no hay la más remota posibilidad de disminuir la pobreza”, afirma Berganza.
Guatemala es el país centroamericano que menos invierte en la niñez y la adolescencia
“Es muy fácil, en un país pequeño como Guatemala, mantener los niveles de inflación controlados y la emisión monetaria dentro de rangos razonables. El problema es la ausencia de un modelo que permita sacar al país de su estancamiento”, añade el analista.
Guatemala no es un país atractivo para la inversión, cuando el trabajador promedio no está calificado, ofrece una mano de obra desnutrida y tiene un sistema educativo de muy mala calidad. Revertir esta realidad se hace cuesta arriba, cuando las tasas impositivas son las más bajas del continente y cualquier asomo de cambio es rechazado, con todo vigor, por los poderes económicos del país.
La falta de rumbo económico se juntó con un clima de inseguridad alarmante. La tasa de homicidios de hombres de edades comprendidas entre los 13 y los 29 años aumentó un 70% en un año (pasó de 29,9 por cada 100.000 habitantes al 42,2 en 2013). En el caso de las muejres el aumento fue similar (del 4,7 a 6,1).
El demoledor informe de los obispos desnuda una lacerante realidad de este país centroamericano. “En 2013”, puntualiza, “se registraron 133 casos de trata de personas. El secuestro, venta, tráfico ilegal y sustracción afecta a quienes, por situaciones puramente económicas, se les adjudica un precio, convirtiéndoles en sujetos vulnerables y objetos de propiedad privada (…) cuyo trabajo es retribuido en formas de servidumbre, esclavitud y venta ilícita de menores”.
El Gobierno se refugia en el argumento de que los niños emigran, y los hacen solos, en un afán de reunirse con sus padres. En cualquier caso, la vulnerabilidad de estas familias hace que las mafias de traficantes de personas logren jugosos negocios.
el dispreciau dice; el imperio está tan enloquecido, tan demente, que ya no sabe lo que hace... JULIO 08, 2014.-
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