Mujeres
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Una refugiada siria: "Mi hijo sólo sabía decir bum bum"
Por: Mercè Rivas Torres | 30 de julio de 2014
María salió de madrugada de su casa, con su hijo de año y medio en brazos, intentando esconderse en la oscuridad, huyendo de las balas. Mahi de 11 años, invalida, vive de la caridad en Turquía y mientras espera la reunificación familiar con su padre. Así viven las sirias.
Son miles las mujeres y niñas que viven situaciones extremas en Siria y en los países limítrofes donde se refugian. Naciones Unidas alerta de que hay más de 145.000 refugiadas sirias, cabeza de familia, que “luchan por sobrevivir atrapadas en la pobreza, el aislamiento y el miedo”.
María abandonó su casa en la ciudad de Alepo, la más grande e importante de Siria pero también la más castigada en esta guerra, camino del aeropuerto. Normalmente se tarda menos de media hora en llegar, pero esta mujer aterrorizada consiguió subirse a un minibus que fue evitando controles y zonas peligrosas para al cabo de hora y media llegar al control de pasaportes. Llevaba una carta de un familiar que la invitaba al Líbano.
Lo único que María soñaba en ese momento era poder salir del país, olvidarse de esas bombas “con las que llegas a dormirte por las noches y te despiertas con el mismo ruido al amanecer”, declaró a esta periodista.
En los últimos meses, antes de abandonar Siria, no salía de casa, las ventanas estaban cerradas, sin luz, sin agua y su hijo solo se expresaba con dos sonidos, comenta ahora desde Valencia. “Jamás podré olvidar las palabras de mi hijo. Sólo sabía decir bum bum".
Tras un mes de estancia en Líbano y gracias a varias gestiones de familiares viajó a Francia y finalmente a España donde pudo reunirse con su marido. Este había llegado a Madrid antes de que estallase la guerra en busca de trabajo pero ahora está en paro.
“Los dos estamos en paro, buscamos desesperadamente, pero es difícil”, añade María. De todas formas se siente contenta por la paz que respira aquí y porque de vez en cuando se reúne con los cristianos armenios en una céntrica iglesia valenciana y eso le calma.
No hay que olvidar que en España hay alrededor de 40.000 armenios, muy unidos y que no olvidan conmemorar cada mes de abril el primer genocidio del siglo XX, concretamente en 1915, cuando los gobernantes musulmanes de la Turquía Otomana asesinaron a cerca de un millón y medio de cristianos armenios.
María se niega a enseñar su cara en las fotos, sigue teniendo miedo y quiere pasar desapercibida. M. RIVAS
A sus 25 años, repite varias veces durante la conversación: “En mi país no hay vida, no quiero volver, no hay vida, sólo muerte, bombas”. Atrás quedó su rutina de estudiante de Económicas y de dependienta en una tienda de ropa que pertenecía a la familia de su marido. Quiere disfrutar del momento de paz y pensar en el futuro pero sin darse cuenta repite contantemente: “Nos mataron a todos los armenios cristianos, a todos”.
La mayoría de estas mujeres que no tienen más remedio que huir se encuentran en Egipto, Irak, Jordania o Líbano, donde también están atrapados los padres de María.
Luchan en tiendas de campaña o refugios improvisados para que sus hijos coman a diario “sumidas en una espiral de sufrimiento, aislamiento y ansiedad” añade el informe Mujer solarealizado por ACNUR.
“Muchas de ellas han sido detenidas arbitrariamente, y han sufrido abusos físicos, hostigamiento y torturas a manos de miembros de fuerzas gubernamentales, milicias leales al gobierno y grupos armados de oposición en el marco del conflicto que vive el país”, afirma Human Rights Watch.
“Se han quedado sin dinero, se enfrentan a amenazas diarias de seguridad y están siendo tratadas como parias cuyo único delito es haber perdido a sus maridos en una guerra cruenta. Es una vergüenza. Están siendo humilladas por haber perdido todo” afirmaba recientemente Antonio Guterres, Alto Comisionado de la ONU para los refugiados.
Ninguna de estas mujeres quiere hablar de violencia sexual. “No estamos preparadas para ello, ni siquiera somos capaces de pedir ayuda”, declaraba Noor desde el Líbano a funcionarios de Naciones Unidas.
Mahi sólo tiene 11 años pero una vida muy complicada. Siendo muy niña fue atropellada por un vehículo que la dejó primero en coma y posteriormente paralizada, con atrofia muscular y problemas para hablar. En Siria nunca recibió tratamiento y en medio de los bombardeos tuvo que huir junto a su madre y a sus tres hermanos a Turquía donde malvive ahora.
Foto de Mahí tomada por su familia tras el accidente.
No tienen vivienda ni ingresos económicos, simplemente sobreviven de la solidaridad. No consiguieron ser aceptados en ninguno de los campos de refugiados que hay en Turquía, al estar abarrotados y todavía recuerdan como tuvieron que acabar comiendo hojas al carecer de todo tipo de alimentos.
Su padre, Kamiran, tuvo que huir de Siria hace tres años tras numerosas amenazas y persecuciones. Su pecado: ser miembro de la oposición. Primero fue despedido como funcionario del Ministerio de Trabajo y posteriormente perseguido por pertenecer al Partido Demócrata progresista. Después de recorrer medio mundo, víctima de los traficantes de personas, llegó a España. Ahora tras conseguir la “protección subsidiaria” (un estatuto de refugiado light), gracias al apoyo y fuerza de su abogada Leticia Vidorreta, quiere traer a su hija.
Y el sueño de Mahi es viajar a España para vivir con su padre.
Kamirán durante su entrevista con EL PAÍS. M. RIVAS
Todas estas mujeres se sienten inseguras y asustadas. Apenas se atreven a salir de sus casas. Nuha llegó a El Cairo con su marido pero fue asesinado en su lugar de trabajo. “No quiero salir de casa por la tristeza que siento en mi corazón. Huimos de la muerte en Siria para descubrir que nos estaba esperando en Egipto”, declaró atemorizada a una funcionaria de Naciones Unidas. Sus vidas dependen de las ayudas familiares, de amigos y de las organizaciones internacionales y ONG´s que no dan abasto.
No hay que olvidar que Siria ha superado los tres millones de refugiados desde que comenzó la guerra y seis millones y medio de desplazados que han tenido que abandonar sus casas pero no han dejado el país. Alrededor del 97% de estos refugiados se quedan en países limítrofes, algunos consiguen llegar a esta Europa cerrada e impermeable al sufrimiento ajeno. Sus países preferidos son Alemania, Noruega y Dinamarca.
España sólo concedió el estatuto de refugiado a cuatro ciudadanos sirios de los 725 que lo solicitaron en en 2013 y 146 lograron la “protección subsidiaria” que tiene menos ventajas que la anterior.
“La Unión Europea gastó casi dos mil millones de euros en proteger sus fronteras externas entre 2007 y 2013, frente a los 700 millones destinados a mejorar la situación de personas refugiados” denunciaba recientemente Amnistía Internacional. “En su determinación de cerrar fronteras, la Unión Europea y sus Estados miembros están poniendo en peligro las vidas y los derechos de las personas refugiadas, migrantes y solicitantes de asilo”, añade la denuncia de AI.
Mercè Rivas Torres es periodista.
La foto que abre el post es de un campo de refugiados del Líbano (UUNHCR).
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