“No se pueden descartar más terremotos en Castor”
El primer artículo científico sobre el fenómeno cifra en 1.000 los seísmos cerca del almacén
ampliar foto
El caso de Castor, el almacén submarino de gas natural que dos organismos oficiales ha relacionado con los centenares de seísmos registrados en la zona de Vinaròs (Castellón), reviste especial interés para los científicos, asegura el geólogo Álvaro González, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza. “Es excepcional por la magnitud alcanzada”, añade, puesto que hasta ahora los terremotos asociados a inyecciones de gas “han sido por lo general pequeños; rara vez han superado la magnitud 3”. En la zona de Castor llegó a registrarse un seísmo de magnitud 4,3, según describen González y colegas de otras universidades en el primer artículo científico publicado sobre el fenómeno. Los autores añaden otro dato hasta ahora desconocido: no fueron 500 sino 1.000 los temblores frente a la costa de Castellón.
El estudio, publicado en Geophysical Journal International, relaciona la secuencia de terremotos ocurrida en septiembre pasado con la inyección de gas en las rocas bajo el fondo marino del campo petrolífero de Amposta, un yacimiento de petróleo agotado que la compañía Escal UGS (propiedad en un 67% de ACS) había transformado en un almacén de gas natural. Tanto el Instituto Geográfico Nacional (IGN) como el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), las dos instituciones a las que el Ministerio de Industria pidió que emitieran informes sobre la crisis sísmica, llegaron a esa misma conclusión. Sin embargo, ninguno de los dos se ha atrevido a predecir qué puede suceder si se reanuda la actividad.
“En términos generales no se puede descartar que sucedan más terremotos”, asegura González, “teniendo en cuenta que ya han empezado a producirse tras haber inyectado solo una pequeña parte del volumen de gas”. Escal UGS había empezado en junio a inyectar gas colchón, un volumen mínimo de gas natural que debe existir en un almacén de este tipo para que se pueda inyectar y posteriormente extraer el gas útil. “Que ocurran [los seísmos] o no dependerá de qué fallas hay exactamente en las rocas del almacén subterráneo y qué tensiones han quedado en las rocas después de esta serie de terremotos”, explica el geólogo.
Tanto su estudio como el de los organismos oficiales llega a la conclusión de que no fue la falla principal de la zona —llamada falla Amposta— la que generó los terremotos sino otras (u otra) próximas, más pequeñas y orientadas en dirección contraria. La pregunta que los ayuntamientos de la zona y las organizaciones sociales y ecologistas llevan haciéndose desde que en septiembre el Gobierno ordenó paralizar el almacén es si se podían haber evitado los temblores. ¿Había forma de saber que iban a ocurrir? “Era esperable que ocurriesen seísmos. De hecho, Escal financió la instalación de dos sismómetros para monitorizarlos si ocurrían. Pero probablemente era difícil prever, salvo en los supuestos más conservadores, que fuesen a ser tan grandes”, responde González.
El geólogo opina que “las incertidumbres” en un proyecto así “no pueden despejarse por completo hasta que se experimenta con las pruebas de inyección”. Pero añade: “Probablemente se podrían haber analizado más detalladamente los riesgos asociados a las fallas relativamente pequeñas en el entorno del almacén, que se detectaron en los estudios previos a la inyección”. Otra de las dudas que ha generado la crisis de Castor es si los métodos de la empresa fueron los adecuados, sobre todo en la forma de inyectar el gas. “A posteriori, parece claro que la presión de inyección ha sido excesiva. Pero la presión se quedó dentro de los márgenes de seguridad que la compañía había calculado. Esos márgenes, a la vista de los hechos, probablemente eran optimistas”, concluye.
Castor es, por ahora, el único proyecto de inyección de gas en el mundo que ha tenido que detenerse por culpa de los terremotos asociados a él, según creen los autores del estudio. La magnitud de los seísmos alcanzados solo la supera otro caso, conocido hace pocos meses, relacionado con inyecciones subterráneas de CO2, en Texas (EE UU). Sin embargo, “las inyecciones de líquidos (agua, principalmente) han llegado a desencadenar terremotos mayores”, apunta el geólogo, comouno de magnitud 5,7 ocurrido en Oklahoma en 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario