La red familiar se resquebraja
La tercera edad ha adelantado a los jóvenes en capacidad de gasto a causa de la crisis
Se han convertido en el sustento principal de miles de hogares
La ayuda de los parientes como colchón de seguridad económica empieza a agotarse
De la selva estadística de esta crisis emerge la historia de Isabel N., de 51 años. Divorciada, hasta hace un año vivía en Denia (Alicante) con su hijo, de 29 años, uno de los miles de albañiles que se quedó en el paro después del pinchazo del ladrillo, y con su novia. Sería un caso de madre al cuidado del hijo con dificultades para emanciparse, pero Isabel también perdió su empleo en un barco de pasajeros en 2009, en plena crisis, después de una baja por enfermedad. Con lo que cobraba del paro y un poco de encaje de bolillos económico mantuvo el piso un tiempo y logró que una financiera rebajara las cuotas de la hipoteca de cerca de 500 euros mensuales a unos 250. “Pero luego ya se me acabó la última paga y tuve que dejarlo, me acostaba en la cama muchos días sin haber comido; yo sí he llegado a pasar hambre”, relata. La financiera, que renegocia deudas pero no las perdona, se acabó quedando con la casa, su hijo se fue al extranjero a buscarse la vida y entonces fue ella la que regresó a la casa de su madre, octogenaria, en Madrid.
En un país de ciegos, un tuerto se convierte en rey y en uno cada vez más empobrecido, como España, los pensionistas y los jubilados se han convertido en una suerte de red de seguridad económica para contener los estragos de la crisis. Son los únicos que, en general, han mantenido o aumentado su capacidad económica en los últimos años, y los que no han perdido ni empleo —por motivos obvios— ni dinero. El largo declive económico les ha puesto por delante de los jóvenes en gasto: solo los hogares con un mayor como cabeza de familia lo han aumentado en los últimos cinco años.
En 2006 las casas cuyo sustentador principal era alguien de entre 16 y 29 años registraban un gasto medio por persona de 11.814 euros anuales, por encima de la media, mientras que en 2011 quedó por debajo (10.345), justo al contrario que los hogares en los que el principal contribuidor tenía 65 años o más: su gasto medio ha pasado de 10.157 a 12.093 euros. El dinero de muchos jubilados no solo está sosteniendo una generación, la suya, sino a veces a dos: la de sus hijos; y hasta tres: la de sus nietos.
De los hogares españoles con todos sus miembros activos en paro en 2010, el 7,8% convivía con una persona mayor de 65 años, una tasa 3,7 puntos porcentuales superior a 2007 y hasta siete puntos por encima de lo que ocurre en otros países como Reino Unido, Francia o Dinamarca, según el estudio Crisis y fractura social que ha publicado este mes la Fundación La Caixa. El estudio constata que “en muchos hogares cuyos ingresos se han visto especialmente disminuidos tras el impacto de la crisis, las pensiones, aunque sean de baja cuantía, se convierten en un recurso más estable que las rentas del trabajo”. Y la media de ingresos ha bajando tanto, señala el estudio, que la posición relativa de la tercera edad ha mejorado.
“El problema es que la capacidad de este tipo de solidaridad está tocando techo”, advierte Miguel Laparra, coordinador del estudio. Ya hay 1,7 millones de hogares con todos los miembros activos en el paro, según la última encuesta de población activa (EPA). “La novedad de esta crisis es que el paro está afectando a los principales sustentadores de las familias y las pensiones se convierten en un nuevo mecanismo de redistribución: la beca que ha perdido el hijo o la entrada para una vivienda, pero esto está llegando a un nivel de saturación”, alerta Laparra.
Los padres ayudan a los hijos a salir adelante y estos, una vez adultos, son los que echan una mano a sus progenitores. Así solía ser, una suerte de ley no escrita de sociedades familistas como la española, pero la precariedad del empleo ha cambiado las tornas. “Mis padres son de familia humilde y a mí me hubiese gustado ahora poder llevarles de viaje y cosas así, pero no puedo, yo les digo que esta forma que tienen de ayudarme es como ir dándome ya la herencia”, explica Ana Vázquez. Tiene 40 años y perdió su trabajo en la Real Fábrica de Tapices de Madrid hace más de tres años y ha vuelto a la casa paterna hace dos, en un proceso escalonado.
Con un subsidio por desempleo de algo menos de 600 euros, intentó mantener su pequeño piso de alquiler en la medida de lo posible. “Pagaba algo más de 500 euros, así que mis padres me daban de comer. Estuve así un año porque yo gasto poco, me apaño muy bien y lo alternaba con algunos trabajos puntuales de atención al público”, relata.
Pero llegó el momento en que la ingeniería del ahorro ya no dio más de sí y volvió con sus padres, a estudiar su carrera de Bellas Artes como una forma de reciclaje profesional, mientras sigue trabajando en lo que sale. Nunca son chollos.
Los salarios han encogido mientras las pensiones han aumentado y eso ha implicado otro vuelco: que el sueldo más común de los trabajadores está cada vez más cerca del de los jubilados, según se desprende de las cifras de la última encuesta de estructura salarial (EES). La pensión media contributiva por retiro se sitúa en unos 953,70 euros mensuales, un 3% por encima de la de hace un año, según los datos de octubre, mientras que el salario más frecuente en 2010 —último dato disponible— quedaba también en la frontera de los 1.000 euros (por 14 pagas) tras descontar cotizaciones a la Seguridad Social y el IRPF. El salario medio neto ese mismo año era de 1.345 euros mensuales, ya que, como explica el Instituto Nacional de Estadística (INE), “hubo pocos trabajadores con salarios muy altos, pero que influyen notablemente en el salario medio”.
La tendencia se observa mejor si uno pone la lupa en el momento actual: los nuevos jubilados corresponden a generaciones más formadas y con mejores empleos y su jornal, por lo tanto, acabada su vida laboral, es más elevado. Las nuevas altas de pensiones por jubilación del pasado octubre arrojaron una media de 1.386 euros, ya por encima del sueldo neto medio anual.
Con sus propias palabras explica todo esto Jesús Puértolas, un jubilado de 65 años de la Federación de Pensionistas de CC OO: “Mi hijo tiene 31 años y, desde que hace tres perdió su trabajo como repartidor, solo encuentra algunas cosas puntuales, de 15 días, suplencias mal pagadas”. A Puértolas padre, al menos de momento, le ha ido mejor: agente comercial de una multinacional durante 33 años, a los 57 fue prejubilado y ahora le ha quedado una pensión de 1.580 euros, gracias a los cuales comen él, su mujer y su hijo. Pero también de ahí ha salido la ayuda para comprar un piso a otro hijo, que perdió su trabajo justo ocho días antes de que le concediera una vivienda de protección oficial. “Después de más de 30 años de trabajo tengo la pensión que tengo, pero la tengo que estirar más para más cosas y vamos perdiendo margen”, advierte este excomercial.
“Es cierto que los pensionistas son los únicos que no han perdido poder adquisitivo durante la crisis. Además, en las dos legislaturas de Zapatero las pensiones mínimas subieron casi un 30%, pero porque eran muy bajas”, señala José Ignacio Conde-Ruiz, profesor de Economía la Universidad Complutense y subdirector de Fedea, aunque advierte de que “la solución a los problemas económicos no se puede dejar en ellos”.
Con el agravamiento de la crisis, el Gobierno no ha dejado claro si va a garantizar el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones para el próximo año, es decir, que estas recojan el aumento de los precios de 2012 tras haber subido el 1%. La medida tendría un coste de 2.500 millones a 3.000 millones de euros. A este respecto, Conde-Ruiz señala: “Rajoy no tiene un margen de gasto muy amplio y las pensiones representan un 40% del presupuesto consolidado, así que es difícil no tocarlas algo”.
El economista pone la atención sobre los jóvenes sin estudios medios ni empleo. Hasta 926.007 personas menores de 29 años están en el paro y no han acabado los estudios de bachillerato, son en buena parte víctimas laborales del pinchazo del ladrillo, que abandonaron los estudios pronto. Y, de estos, solo algo más de 100.000 están haciendo algún cursillo para reciclarse. “¿Cómo reciclas a casi un millón de jóvenes para devolverles al mercado de trabajo? Es importante destinar el gasto limitado a educación y políticas activas de empleo a rescatar a esos jóvenes”, agrega.
Uno de ellos sería el hijo de Isabel N., que dejó Denia y se marchó de España mientras su madre regresaba al hogar paterno en Madrid. Según Olga Salido, profesora de Sociología de la Complutense e investigadora para la Fundación Alternativas, “si hay un perdedor claro en esta crisis, esos son los jóvenes”. Salido, que ha elaborado el documento Los ciudadanos españoles ante la crisis, coincide con Laparra en el riesgo que supone la enorme cantidad de familias con todos los miembros en paro: “Es un enigma saber hasta dónde puede aguantar eso”.
La crisis está volviendo a reunir a familias, no solo por hijos que vuelven a casa de los padres, sino por ancianos que dejan sus residencias porque no pueden seguir pagándolas. Es un regreso a unas convivencias abandonadas hacía mucho tiempo. Mientras Isabel N. se queja del duro carácter de su madre, Ana Vázquez, que también vive de nuevo con la suya, lo ve de una forma diferente: “Es una situación curiosa: de repente te vuelven a tratar como una niña, y en el fondo es tentador entrar en esa dinámica, dejarse cuidar así... una lucha. Pero también es una reconciliación con ellos en muchas cosas porque ya eres mayor”.
El paro ha superado la tasa del 25% por primera vez en España y la vuelta a la creación de empleo neto no es inminente. La tasa de pobreza de la tercera edad se ha contraído, entre otros motivos, porque la reducción del umbral de pobreza ha descendido con la bajada general de las rentas, advierte el informe de la Fundación La Caixa, además de por la mejora de la cuantía de las pensiones mínimas y porque esos nuevos jubilados tienen unas bases de cotización superiores a los que van falleciendo.
La aventura, con la reforma del sistema de pensiones y los nuevos salarios, es imaginar ahora cómo serán los pensionistas del futuro, las nuevas generaciones de jubilados.
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