Las fuerzas de choque que arropan a Maduro
Civiles organizados en colectivos prometen resistir hasta el final para defender al chavismo
Caracas
En vídeo, la denuncia de la ONU de las acciones violentas de grupos progubernamentales durante las manifestaciones de finales de enero en Venezuela. FOTO: M. GUTIÉRREZ (EFE) | VÍDEO: REUTERS-QUALITY
Son el bastión más duro del chavismo y, a menudo, sinónimo de terror para los opositores que protestan contra Nicolás Maduro. Se articularon sobre todo a partir de 2002, después del intento de golpe contra el expresidente Hugo Chávez, para defender al Gobierno desde los barrios. Recibieron apoyo económico de las autoridades venezolanas. Están impregnados del imaginario de la lucha armada de los sesenta. Se escudan en la organización de actividades comunitarias, pero en los momentos de tensión política algunos actúan como pandillas motorizadas de paramilitares, como fuerzas al margen de la ley. Son los colectivos. Y, pese al descontento que sobrevuela hasta en sus filas, prometen proteger la llamada revolución bolivariana. Hasta el final.
“¿Qué pasa si lanzas una piedra a un panal?”, pregunta un joven en la entrada de la llamada Comuna Socialista El Panal 2021, en la parroquia del 23 de enero. “Las abejas tienen un concepto obreril. Y se defienden”. En este sector popular del oeste de Caracas, que fue el laboratorio de varios programas sociales impulsados por Chávez, el colectivo Alexis Vive ejerce el control sobre un conjunto de caserones alrededor del edificio conocido como Bloque 26. Es formalmente una fundación y se llama así en memoria de José Alexis González, un militante que falleció de un disparo en las movilizaciones organizadas por los chavistas para proteger al mandatario ante el intento de golpe de Estado. La situación es hoy radicalmente distinta. Pero muchos de sus miembros están dispuestos a convertirse en la última línea de defensa del régimen.
Jefferson González, de 25 años, recibe con cordialidad a los visitantes dispuestos a escuchar el funcionamiento de la comuna, sus proyectos y su versión de la realidad, en esencia un guion de retórica marxista, determinista y antimperialista. Sus palabras son menos amables. “A Juan Guaidó hay que meterlo preso. Nuestro presidente es Maduro”, dice en referencia al presidente interino que desafía al sucesor de Chávez. Afirma creer en el diálogo, pero no en la negociación. “Si Maduro ganó elecciones tiene que gobernar. No como el compañero diputado Guaidó, que se autodeclara presidente”, continúa mientras enseña un estudio de radio desde donde su grupo se dirige a los vecinos. “Desde la radio hablamos a la comunidad y le contamos cómo fueron las guerras en Siria, en Afganistán. Estamos montados en los techos de la izquierda. No tenemos nada que negociar con el imperio”, asegura y, aunque concede que "hay ineficiencia en algunos miembros del Gobierno", recuerda que hasta en las mejores familias hay una oveja negra.
“Si los gringos aprietan la guerra económica, nosotros nos estamos preparando para sobrevivir”, añade enseñando un pequeño campo de yuca. Habla de paz, de la importancia de la educación, de convivencia, pero según sus condiciones. Rechaza la llegada de ayuda humanitaria. Alguien le contó que la que llegó a Libia “fue para matar a niños”. Se lo creyó. Y sentencia: “Si los gringos entran, nosotros vamos a vietnamizar el continente, desde el Río Bravo para abajo”.
“Son unas organizaciones que han sido puestas como fuerzas de choque, son entre independientes y brazos armados o semiarmados del Gobierno. No es posible decir que los colectivos son simplemente un brazo del chavismo, pero sí actúan como tal en algunos momentos, sí han recibido apoyo financiero y abundante por parte del Gobierno”, explica Roberto Briceño León, docente de Sociología y director del Observatorio Venezolano de Violencia.
“Muchos de ellos surgieron vinculados a la lucha armada de Venezuela. El segundo aspecto es el de las organizaciones vecinales que comenzaron en los setenta. Y el tercer elemento es la criminalidad simple, pero organizada”. Esa mezcla, que no siempre reúne las tres condiciones, lleva desde hace unos 15 años a estas organizaciones, que no están contabilizadas, a sustituir al Estado en muchas barriadas de las grandes ciudades.
“Hay un vecino que hace mucha bulla o molesta y ellos acuden. Pero además hacen funciones políticas. Si cacerolean o protestan en un barrio, ellos van, dan más miedo que la policía normal”, continúa el experto en estos grupos. “Han limpiado los barrios de venta de drogas, pero es cierto que algunos grupos empiezan a entrar como bandas criminales, limpian pero se quedan con el negocio”.
EL ESPEJO NICARAGÜENSE
La represión del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua ha sido comparada con el modus operandi de los colectivos venezolanos. “Los cuerpos militares, las dictaduras han tenido siempre sus grupos de trabajo sucio. Aquí eso se ha combinado en gran medida con los colectivos”, asegura el sociólogo Roberto Briceño. “En tiempos más recientes esos colectivos los empieza a tomar la FAES —las fuerzas especiales de la Policía, temidas por la población por su violencia y responsables de varios asesinatos— y se sabe que en la FAES hay miembros de los colectivos”. “En las actuaciones conjuntas con la policía, los hay que directamente actúan como tales, pero hay también funcionarios policiales que se disfrazan de miembros de colectivos para actuar encapuchados”, añade.
No hay comentarios:
Publicar un comentario