Europa se polariza; el centro se pulveriza
Un análisis en profundidad de algunos de los temas de la actualidad internacional a través de artículos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT
La presidenta de los socialdemócratas alemanes, Andrea Nahles, la semana pasada. SWEN PFÖRTNERDPA
En Alemania, los socialdemócratas (SPD) viran a la izquierda y la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), a la derecha. Es una nueva muestra de cómo el centro, habitual caladero de votos para lograr la alternancia en el poder, se va desdibujando en el mapa político europeo coincidiendo con el ascenso de los partidos populistas de extrema derecha y antisistema. Las nuevas presidentas de ambas formaciones, la socialdemócrata Andrea Nahles y la conservadora Annegret Kramp-Karrenbauer, están decididas a deshacerse de la herencia recibida que les ha restado votos en recientes elecciones y penaliza en las encuestas, especialmente y de forma calamitosa en el caso del SPD. Así lo cuenta Ninon Renaud en el diario Les Echos.
La primera ha logrado el apoyo del partido a su ambiciosa agenda social, con la que aspira a enterrar el polémico programa de reformas del excanciller Gerhard Schröder y recuperar el liderazgo de la izquierda. Un espacio disputado por los Verdes, a quienes las encuestas dan hoy ventaja, y fragmentado por el partido de extrema izquierda Die Linke. Según Tobias Buck, del Financial Times, el impacto que tenga en las encuestas este giro a la izquierda del SPD servirá de referencia al resto de la resentida familia socialdemócrata europea, cuya popularidad y número de votantes han descendido vertiginosamente en la última década y colocado a algunos, como es el caso de Grecia e Italia, al borde de la extinción. Al SPD los sondeos le dan solo un 15% de intención de voto. Un porcentaje humillante para un partido que hasta 2002 obtenía consistentemente alrededor del 40% de los votos.
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¿Y que pasará con la Groko? Esa gran coalición entre los dos grandes partidos que ha sustentado el Gobierno de Berlín entre 2005 y 2009 y desde 2013 fue renovada tras las últimas elecciones generales en 2017. En todos esos años las diferencias ideológicas se difuminaron y ahora parece que toca reivindicarlas. Y no solo por parte del SPD. La nueva líder de la CDU ha decidido girar a la derecha para unir al partido. ¿La razón? La imparable ascensión del partido xenófobo y de extrema derecha Alternativa para Alemania. Kramp-Karrenbauer ha anunciado esta semana que pone fin a la política migratoria de fronteras abiertas de su antecesora y madrina Angela Merkel.
A las dos les une el afán de movilizar a sus votantes ante las elecciones europeas de mayo y pararle los pies a las fuerzas de extrema derecha y antisistema que amenazan con subir con fuerza en esos comicios y cuyas dos familias representadas en el Parlamento Europeo amenazan incluso con desbancar del segundo puesto a los socialdemócratas. La desaparición de los representantes británicos, de consumarse el Brexit, les pone en una situación aún más comprometida. Esa es la razón por la que el profesor de Oxford Charles Enoch pide a Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, en un artículo publicado en Social Europe, que defienda la convocatoria de un segundo referéndum. Y que no deje de hacerlo por las razones equivocadas, pues tres de los pilares de su programa electoral, las nacionalizaciones, los subsidios públicos y un aumento del déficit fiscal, “son compatibles con la pertenencia a la UE”. Y le pide que sea responsable, pues si el líder laborista lograra avanzar esta agenda social dentro de la UE, ayudaría de forma definitiva a poner en marcha un programa de izquierdas paneuropeo.
Un programa que, con o sin los británicos, es necesario para parar los pies a los populistas que arrasan en algunos países y tensan la cuerda ideológica en la Unión Europea. En Italia, Matteo Salvini, representante del partido de extrema derecha la Liga, que gobierna en coalición con el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), arrasa en popularidad. Hasta el punto de eclipsar al primer ministro, Giuseppe Conte. En una entrevista a Politico, Conte afirma que ser antisistema no equivale a ser antieuropeo. Reconoce que la gestión de la inmigración en Italia ha podido provocar malentendidos con algún otro país socio, como es el caso de Francia. Ambas potencias viven una crisis diplomática sin precedentes en la Europa de la posguerra. La gota que ha colmado el vaso ha sido la reunión del líder del M5S, Luigi Di Maio, con el máximo representante de los chalecos amarillos, como analiza Luigi Scazzieri en la publicación digital Centre for European Reform. Politico destaca que la entrevista ocurre en la región de Abruzzo, donde el día anterior las elecciones regionales le dieron la mayoría (48%) a la alianza de derechas formada por la Liga, Los Hermanos de Italia y Forza Italia de Silvio Berlusconi. El M5S quedó tercero, con el 20% de los votos. Otra muestra de la polarización política que se extiende por Europa.
Arrepentidos por la austeridad
Preocupados por esta deriva, desde las instituciones europeas se multiplican los gestos para intentar compensar las nefastas consecuencias sociales de las políticas de austeridad practicada durante los ocho años que duró la Gran Recesión. En el 20 aniversario de la puesta en marcha del euro, la UE corre el riesgo de entrar de nuevo en crisis. Los cuatro años de crecimiento posteriores a la crisis han sabido a poco, especialmente a los ciudadanos más golpeados por la misma. El Banco Central Europeo ha retirado ya sus estímulos. Es el momento de que la política fiscal tome el relevo de la monetaria para evitar una nueva crisis, como recoge Chris Giles en el Financial Times.
Las tres grandes economías europeas, Alemania, Francia e Italia, incluyen en sus presupuestos un estímulo fiscal por valor del 0,4% de su renta nacional. Que se gaste es un cambio de tendencia, pero la cantidad representa solo una cuarta parte del estímulo fiscal aplicado por Estados Unidos en el periodo de 2017 a 2019.
Que el cambio de dirección de la socialdemocracia alemana sea seguido o no por otros partidos hermanos en Europa está por ver. Pero esa opción política sigue despertando esperanzas más allá del viejo continente. Tal es el caso del Bloque Nacionalista libanés. Una formación que se abstuvo de tomar partido en la Guerra Civil de 1975 a 1990 ha sido relanzada hace escasos días en Beirut.
Económicamente independiente, lo que significa que renace con los medios suficientes para mantenerse a salvo de la influencia que ejercen los países que rodean al país y contaminan su frágil Gobierno, la iniciativa aspira a situarse al margen de las divisiones regionales que condicionan la acción política. “Los partidos libaneses tienden a poner el foco en las divisiones y problemas regionales para no tener que rendir cuentas a los ciudadanos cuyas necesidades no atienden”, dice uno de sus líderes. De origen cristiano, se comparan con la socialdemocracia alemana. ¿Cuál? La de Schröder o la que está intentando reformar Nahles?
Y volviendo a Alemania. La canciller en retirada, Angela Merkel, reivindica en una entrevista a Die Zeit la necesidad de cuotas para fomentar la presencia de las mujeres en los órganos de gobierno. La propuesta es opuesta al afán de algunos más a la derecha, que se empeñan en perpetuar la función de la mujer como reproductora de la especie para contrarrestar la caída de la natalidad, ya sea vía subvenciones económicas, como propone Viktor Orbán, cuyo gran objetivo es prescindir de los inmigrantes, o en lares más cercanos, coartando la libertad para decidir sobre los cuerpos. El día en que una mujer responda a la pregunta de qué hace en la vida y diga que es madre y se valore, podremos dejar atrás estas irritantes propuestas.
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