Con el agravamiento de la escasez de agua, muchos países recurren a los océanos para aliviar la situación, lo que crea nuevos riesgos para la población y el ambiente: la salmuera de rechazo.


El Morro de Santa Marta llama la atención por sus casas de vivos colores, en contraste con otras favelas, uniformadas por el predominante color rojizo de los ladrillos sin revoque. Pionero en muchas iniciativas, este barrio pobre y hacinado de esta ciudad brasileña de Río de Janeiro vuelve a serlo ahora por el desarrollo de la energía solar.

“No pude sembrar la milpa en mayo, porque llovió antes. Perdí todo”, lamentó el indígena maya Marcos Canté al contar los estragos que el cambio climático ocasiona en este municipio de la costa caribeña de México.

“Dedicamos tres años de trabajo duro a plantar esos árboles”, comenta el profesor de Ciencias Marinas, Htay Aung, jubilado de 63 años, mientras contempla, al atardecer y desde lo alto de una estatua de Buda, en el distrito birmano de Shwe Thaung Yan, el bosque de manglares llamado Parque Climático Thor Heyerdahl.

La agricultura italiana es ejemplar por sus cultivos orgánicos y prácticas sostenibles y porque está al frente de la conservación de la diversidad biológica, aunque sigue preocupando la escasez de agua, el número de trabajadores sin documentos, el papel de las mujeres y el envejecimiento de la fuerza laboral en el campo.

La familia de la ghanesa Naa Adjeley vuelca al mar más de 900 bolsas plásticas al mes, lo que llena los océanos de más de cinco billones (millón de millones) de partículas de microplásticos.

Mientras ordeña su vaca, el salvadoreño Gilberto Gómez lamenta que las malas cosechas, por exceso de lluvia o de sequía, prácticamente forzaron a sus tres hijos a abandonar el país y emprender el riesgoso viaje, como indocumentados, a Estados Unidos.

El impacto de la variabilidad climática y de los eventos extremos en la productividad agrícola en África llevó a un grupo de expertos a urgir a los gobiernos a que prioricen e inviertan en irrigación como forma de garantizar la seguridad alimentaria.

Tuberías negras de plástico, fácilmente disponibles en los anaqueles de las desprovistas tiendas cubanas, distribuyen el biogás por las casas de la localidad rural La Macuca, en forma soterrada o por entre las hierbas y piedras de los patios de las viviendas.

Los animales silvestres están siendo aniquilados a un ritmo sin precedentes, y es culpa de los seres humanos. Pero un nuevo acuerdo que vincule todos los factores responsables de su desaparición podría ayudarnos a protegerlos mejor.

“Si miles de personas llegan a este municipio, ¿cuál es su capacidad para atenderlos? Me da miedo ese crecimiento”, se sinceró Zendy Euán, vocera de una organización comunitaria respecto al proyecto del Tren Maya (TM), una red ferroviaria que recorrerá cinco estados del sur de México.

Indonesia logró un crecimiento económico de más de cinco por ciento en la última década, pero para asegurarse un crecimiento sostenible en el futuro será fundamental que explore las energías renovables, reconoció el propio gobierno.

Hace 12 años, en un restaurante de Puntarenas, en la costa pacífica de Costa Rica, un grupo de pescadores de palangre se reunió con tres especialistas en conservación del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD).

En el marco de la 24 Conferencia de las Partes (COP24) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), muchos actores tratan de redoblar esfuerzos en la búsqueda de soluciones prácticas a la crisis climática, como es la propia tierra.


En la provincia de Salta, en el norte de Argentina, está Los Blancos, un pueblo de 1.100 habitantes en cuyos alrededores viven comunidades rurales, tanto indígenas como criollas, que sobreviven sobre todo de la pequeña actividad agropecuaria.

Solo ahora, ya jubilada como profesora de educación física, Elizabeth Ribeiro plantó el primer árbol de su vida, un jaracatia, también conocido como papaya silvestre, nativo en las sabanas centrales de Brasil.

Treinta familias de una comunidad rural a más de 4.300 metros de altura contarán con casas abrigadoras que las protegerán de las heladas que cada año causan muerte y enfermedades entre la población infantil y adulta mayor en esta región del sureste de los Andes peruanos.
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