España apoyó en secreto la guerra en Yemen con la venta de bombas a Riad
Defensa tendrá que recomprar los proyectiles por más dinero del que le pagaron los saudíes
Madrid
España apoyó en secreto la guerra en Yemen con la polémica venta de 400 bombas a Arabia Saudí, cuya paralización levantó una polvareda al poner en peligro un contrato multimillonario con Riad. El Ministerio de Defensa tendrá que volver a comprar esas bombas, con toda probabilidad por más dinero de los 9,2 millones que pagaron los saudíes, ya que formaban parte del arsenal de guerra del Ejército del Aire que hay que reponer lo antes posible. La operación no ha sido un buen negocio. Nunca pretendió serlo: “Fue una decisión política con la que España mostró su respaldo a la coalición liderada por Arabia Saudí que intervino en la guerra de Yemen”, admite un antiguo responsable del Gobierno del PP. Una decisión política al máximo nivel que, sin embargo, el Ejecutivo de Rajoy mantuvo en secreto
Fuerzas gubernamentales yemeníes patrullan una zona tomada a los huthis en Al Hudeida, el pasado día 12. En vídeo, la ministra de Defensa se refiere al contrato firmado en 2015, durante el mandato del anterior Gobierno. NAJEEB ALMAHBOOBI (EFE) / VÍDEO: QUALITY
El desafortunado manejo de la crisis abierta con Riad por la paralización de la entrega de 400 bombas de guiado láser, una decisión en la que el Gobierno tuvo que dar marcha atrás para no poner en riesgo la construcción de cinco corbetas de Navantia por más de 1.800 millones, ha dejado en segundo plano el hecho original; un atípico y secreto contrato armamentístico rodeado de incógnitas sin contestar. ¿Por qué España vendió a Arabia Saudí armas de fabricación estadounidense propiedad del Ministerio de Defensa? ¿Por qué Riad no había recogido todavía unas bombas compradas en 2015 y acabadas de pagar en enero de este año?
La respuesta, según fuentes conocedoras de la operación consultadas por EL PAÍS, es que no se trató de una simple venta de armas sino de una forma de prestar apoyo logístico a la intervención en Yemen. Algo similar al respaldo que España prestó a los bombardeos estadounidenses en Siria, con la diferencia de que Riad no necesita bases extranjeras para atacar a su vecino del sur.
En marzo de 2015, la Liga Árabe bendijo la creación de una coalición internacional encabezada por Arabia Saudí para intervenir en Yemen en apoyo al presidente Hadi frente al imparable avance de los rebeldes Huthis, una minoría chií respaldada por Irán. El 14 de abril de ese año, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó, con la abstención de Rusia, una resolución en la que no llegaba a autorizar la intervención en Yemen, pero se posicionaba claramente al decretar un embargo de armas solo contra uno de los contendientes; los Huthis.
La coalición internacional estaba formada por países árabes (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Catar e incluso algunos más lejanos, como Marruecos o Egipto) que aportaban tropas, y respaldada por potencias occidentales. No solo políticamente. Estados Unidos y Reino Unido reconocieron que proporcionaron a Riad proyectiles de precisión e inteligencia operativa (información obtenida por satélites y otros medios).
Eso fue lo que España dio a petición de Arabia Saudí: 400 bombas de guiado láser (100 GBU-10 y 300 GBU-16). El Ejército del Aire recibió la orden de desprenderse de ellas, sin atender al hecho de que este armamento formara parte de su reserva de guerra y hubiera que reponerlo para atender los planes de contingencia. Defensa debe comprarlas lo antes posible, con toda probabilidad a un precio superior a los 9,2 millones pagados por Riad. El consuelo es que su caducidad no será tan cercana como la de las bombas que tenía hasta ahora.
A diferencia de Washington o Londres, España no hizo público su respaldo a la intervención militar saudí en Yemen. El contrato se firmó en mayo o junio de 2015, a seis meses de las elecciones generales. Pero no fueron razones de política interna las que aconsejaron guardar este apoyo en secreto, según un responsable diplomático de entonces.
“Todo el mundo sabía de qué lado estábamos, pero teníamos que nadar entre dos aguas. Queríamos mantener buenas relaciones con Riad, sin indisponernos con Teherán”, señala dicho exresponsable.
Cuando la Liga Árabe aprobó la creación de una coalición internacional para intervenir en Yemen, el Ministerio de Exteriores la calificó de “paso muy significativo en apoyo de la legitimidad institucional del país” y subrayó “el papel impulsor de Arabia Saudí [...] un país amigo con el que España mantiene relaciones muy estrechas y fraternales”. En abril, en presencia de su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif, de visita en Madrid, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, abogó por una “solución yemení” a la guerra civil con “un Gobierno inclusivo”.
Entonces, se suponía que la campaña saudí iba a ser un paseo militar. Tres años y medio después, ha dejado un saldo de más de 10.000 muertos y provocado una catástrofe humana de enormes proporciones. En esa situación, el Gobierno socialista decidió paralizar la entrega de las bombas, sin calibrar que eso significaba retirar el apoyo de España a la intervención saudí en Yemen.
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