martes, 5 de septiembre de 2017

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La interminable ficción entre Bruselas y Ankara | Internacional | EL PAÍS

La interminable ficción entre Bruselas y Ankara

La campaña electoral en Alemania agita el debate sobre la adhesión de Turquía a la UE. El valor geoestratégico de ese vecino inhibe el cierre formal de un proceso que no avanza

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, durante un acto el pasado octubre.





El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, durante un acto el pasado octubre.  AP


Si Turquía tuviera que rellenar hoy la solicitud de adhesión a la Unión Europea, no cumpliría ninguna de las condiciones básicas. Pero el formulario lo completó en 1999 y Bruselas no se atreve a decirle a Ankara que esa vía de negociación está muerta. Los crecientes excesos del presidente turcoRecep Tayyip Erdogan, y la proximidad de las elecciones alemanas han agitado el debate hasta el punto de que la gran potencia europea sugiere que el momento de la verdad se aproxima. Aun así, Turquía es un aliado estratégico de la UE y el entramado de intereses mutuos desaconseja una ruptura abrupta. Las fuentes consultadas aventuran que la ficción del proceso de adhesión —en la práctica congelado— continuará hasta que se identifique una alternativa a esa improbable entrada en el club comunitario.
“Continuaremos el diálogo. Dependerá de las discusiones internas que tengamos y principalmente de las discusiones que tengamos con ellos [los negociadores turcos] para definir el futuro de nuestras relaciones”, avanzó ayer la alta representante para la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini. Con el intenso historial de violación de libertades democráticas que acumula Turquía en los últimos años, ese mensaje tan benévolo revela que hay mucho en juego ante un eventual portazo al Gobierno de Ankara. Estos son los principales desafíos.
Migración. Esta cuestión, irrelevante hasta el estallido de la guerra en Siria, se ha convertido en una de las principales inquietudes en la actual relación UE-Turquía. Bruselas y Ankara firmaron hace año y medio un acuerdo clave que frenó en seco el éxodo de refugiados desde las costas turcas a las griegas. Pero en los últimos meses se han registrado algunos repuntes que hacen pensar en un mensaje encriptado del Ejecutivo turco a sus socios europeos. Solo durante el pasado fin de semana se detectaron 500 llegadas a suelo griego, según confirma Frontex, la agencia europea de fronteras. Así que Europa evita darle a Erdogan razones para relajar la vigilancia de las costas, aunque la presión es ahora menos intensa. “Cuando se cerró la ruta de los Balcanes, esta carta perdió importancia. Creo que el pacto se mantendrá mientras Europa siga pagando”, pronostica Ilke Toygür, investigadora del Real Instituto Elcano, en referencia a los 6.000 millones de euros que la UE se ha comprometido a abonar a Turquía —y que va desembolsando periódicamente—para que atienda mejor a los tres millones de refugiados que alberga.
Terrorismo. Turquía es un punto neurálgico en los movimientos de los llamados yihadistas europeos. Los ciudadanos con pasaporte comunitario que se han enrolado en el Estado Islámico han pasado mayoritariamente por territorio turco. La UE no se cansa de recalcar que Ankara proporciona información muy valiosa en la lucha antiterrorista, un flanco que Europa no se puede permitir descuidar.

LA LLAVE DEL ÚLTIMO MURO DE EUROPA

Turquía guarda la llave de un conflicto de gran importancia para la Unión Europea: la división de Chipre. La isla mediterránea permanece partida en dos (la grecochipriota y la turcochipriota) desde que Turquía invadió la parte del norte en 1974. El resto del país forma parte de la UE desde 2004, un hecho decisivo que ha servido para propiciar la reunificación del territorio.
Pero el enésimo intento de lograrlo —y el más serio de todos ellos— ha fracasado este verano. Chipre culpa a Turquía de esa falta de resultados y mantiene una actitud muy escéptica ante cualquier intento de tender la mano a Erdogan.
Aliado de la OTAN. Quizás nunca llegue a integrarse en la Unión Europea, pero Turquía es, desde 1952, miembro de pleno derecho de la Alianza Atlántica y, hasta hace poco, la democracia más sólida del mundo musulmán. Pese a los continuos vaivenes en ese tablero, Ankara tiene voz propia en el polvorín de Oriente Próximo y ejerce interlocución directa con Rusia. Esa relación bilateral ha sido decisiva en la tregua de la guerra siria. Con todas esas credenciales, Turquía no es un actor fácil de ignorar.


Gigante económico. La existencia de un mercado de 80 millones de personas a las puertas de Europa también pesa en el deseo de mantener los canales abiertos con Turquía. El país vecino constituye el cuarto destino de las exportaciones europeas y el quinto proveedor de importaciones. Para mejorar esos flujos —y también para idear una posible alternativa a la fallida adhesión—, la Comisión propuso a finales de 2016 actualizar la unión aduanera que une a ambos bloques desde 1995. El Consejo Europeo lo debate a cámara lenta. Pero Alemania, en plena vorágine electoral, pedirá mañana a sus socios europeos en Bruselas que se repiense esa negociación, según fuentes diplomáticas y comunitarias. “Sorprende ese ataque a la unión aduanera. Habrá que ver qué parte de todo esto obedece a las elecciones”, reflexiona la analista Ilke Toygür.

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