Cultivadores del té toman la vía sostenible en Sri Lanka
- Kamakandalagi Leelavathi se apresura a completar la cosecha diaria de 22 kilos de hojas de té en la plantación Uda Houpe, en la zona de Hatton, Sri Lanka, antes de que se desate la lluvia.
“La lluvia es muy imprevisible. Ahora hay aguaceros, pero ha estado muy seco en los últimos meses”, informa la agricultora de 55 años y propietaria de una granja de 0,4 hectáreas.
El uso de herbicidas sintéticos es considerado el motivo principal de la degradación del suelo y de las plantas del té en Sri Lanka.
Pero en la plantación Uda Houpe “no nos afectó tanto como en otros lugares. Aquí, los arbustos están todavía llenos (de hojas) y el suelo está húmedo gracias a las técnicas que usamos”, explicó Daurkarlagi Taranga, la hija de Leelavathi.
Estas técnicas consisten en las medidas que toman pequeños agricultores para manejar sus tierras de cultivo de una manera respetuosa con el ambiente. Por ejemplo, mediante la minimización del uso de herbicidas, que es considerado el motivo principal de la degradación del suelo y de las plantas en la región, según Alluth Wattage Saman, gerente de Uda Houpe.
Una amenaza climática para un sector lucrativo
El sector del té de Sri Lanka tiene 153 años de antigüedad y sigue siendo el mayor de la economía del país insular del sur de Asia, dándole empleo a 2,5 millones de sus 22 millones de habitantes.
La Dirección de Desarrollo de Exportaciones de Sri Lanka señala que el sector representa 62 por ciento de todas las exportaciones agrícolas, genera 1.600 millones de dólares en divisas cada año y cuenta con una comunidad de 400.000 pequeños agricultores de té.
Sin embargo, la economía del té se enfrenta a dificultades ambientales cada vez mayores. Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, el país tiene un alto porcentaje de degradación de la tierra, principalmente porque los agricultores aplicaron durante décadas herbicidas sintéticos en sus plantaciones.
Tampoco prestaron mucha atención a la protección de las fuentes de agua y la biodiversidad próximas a los plantíos. Esto afectó gradualmente la salud del suelo y disminuyó su nivel de fertilidad, haciéndolo más ácido y erosionándolo.
Si bien la degradación afecta a toda la industria, los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de los pequeños productores de té están particularmente amenazados, advierte Lalith Kumar, gerente de proyectos de la Autoridad de Desarrollo de Pequeños Establecimientos de Té (ADPET) en Ratnapura, una zona austral que produce más de 70 por ciento del té de Sri Lanka.
Existen 150 pequeñas granjas de té – o sea, menores de cuatro hectáreas – solamente en Ratnapura, que brinda trabajo a 100.000 granjeros, indicó Kumar.
El cambio climático provocó sequías recurrentes, lluvias irregulares y el incremento de la erosión y la acidificación de la tierra. En consecuencia, los arbustos del té se marchitan y la humedad de la capa superficial del suelo se está evaporando, lo que lo endurece y debilita y daña las raíces de las plantas.
Para ayudar a los agricultores, la ADPET realiza un proyecto conjunto con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para minimizar el uso de herbicidas en las pequeñas granjas y revertir los procesos de degradación mediante la gestión sostenible de la tierra.
Según un documento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el organismo que financia el proyecto con 2,9 millones de dólares, el objetivo es “mejorar las prácticas de manejo de las fincas, de modo que las tierras de producción existentes sean más productivas y los bosques, ríos, arroyos y otras tierras biológicamente importantes… adyacentes a las áreas de producción de té, estén protegidos contra impactos negativos”.
“Empezamos a capacitar a los pequeños gestores de granjas en técnicas de manejo sostenible de la tierra que son simples, pero eficaces”, con una aplicación mínima o nula de herbicidas, destacó Kumar. Alrededor del arbusto del té crecen muchas malezas, pero solo algunas son dañinas.
“Los capacitamos en identificar las malas hierbas y eliminar las que son dañinas, ya sea arrancándolas o cortándolas por la raíz. Las malas hierbas se utilizan entonces como un lecho orgánico, aplicado entre dos hileras de plantas de té. Esto ayuda a retener la humedad en la tierra”, explicó.
Formación de la comunidad
Saman, el gerente de Uda Haupe, es uno de los 300 pequeños productores de té que han sido capacitados por la ADPET. El entrenamiento fue informal y práctico, contó, e incluyó una visita de un día a una granja gestionada de manera sostenible – la plantación Hapugastenne.
Allí Saman vio a granjeros como él trabajando sus tierras sin herbicidas ni pesticidas. También aprendió a usar estiércol orgánico, a proteger las fuentes de agua – como los manantiales – dentro de la plantación, así como los árboles sombreados, para que las aves y otros animales también puedan sobrevivir.
Finalmente, aprendió que el rendimiento de la granja había aumentado casi 60 por ciento desde que se habían adoptado esas técnicas. La visita, reconoció el plantador de té, le ayudó a darse cuenta de que “pequeños pasos pueden traer grandes cambios en una granja”.
El resultado ha sido alentador. “Antes gastaba 35.000 rupias en herbicidas cada año, y ahora me ahorro esa cantidad. Mi beneficio total aumentó 75.000 rupias”, afirmó Saman, quien ha compartido sus nuevos conocimientos con sus trabajadores.
Algunas brechas persistentes
Saman y otros pequeños agricultores de té de la zona, como Leelavathi, venden su cosecha a Kahawatte Plantation, una plantación propiedad de la empresa Dilmah. A principios de este mes, la plantación recibió la certificación de Rainforest Alliance, que reconoce que la finca mantiene estándares de sostenibilidad en toda su cadena de suministro, incluso en las granjas donde compra el té.
Esto ya elevó el precio de los productos de la plantación, pero proveedores como Saman no están informados acerca de la certificación ni de sus beneficios económicos.
“Nadie nos habló de esto”, observó Saman.
Otros quieren que el gobierno les ayude con incentivos monetarios para poder responder mejor a los desafíos climáticos.
En la actualidad, la ADPET ofrece un subsidio de 50 por ciento a los agricultores que quieran replantar su granja – un proceso complejo y costoso que implica la extracción de raíz de todas las plantas de té, la preparación del suelo y la replantación de los árboles jóvenes.
Traducido por Álvaro Queiruga
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- Kamakandalagi Leelavathi cosecha hojas de té en Kahawatte, Sri Lanka. Ella es uno de los centenares de agricultores que evitan los herbicidas y otros productos químicos. Crédito: Stella Paul / IPS
- Una recolectora de té en la plantación Bearwell de Sri Lanka, que aplica una gestión sostenible de la tierra a lo largo de su cadena de suministro. Crédito: Stella Paul / IPS
- Cosechadoras en la plantación de té Bearwell, en Sri Lanka. Crédito: Stella Paul / IPS
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