lunes, 28 de diciembre de 2015

CUANDO LAS VÍCTIMAS TERMINAN SIENDO "VÍCTIMAS" || La impostora

ANÁLISIS

La impostora

La historia de María Isabel Chorobik de Mariani es muy triste, la metáfora resulta espantosa


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Como historia es muy triste; como metáfora, espantosa. Una señora se ha pasado los últimos 40 años de su vida buscando a su nieta, la hija de su hijo asesinado por militares argentinos, robada cuando tenía tres meses, en noviembre de 1976, por esos militares. La señora, María Isabel Chorobik de Mariani, que todos conocen como Chicha, fundó en 1977 la institución más respetada de su país, las Abuelas de Plaza de Mayo, que, desde entonces, ya recuperó 119 nietos, hijos de desaparecidos.
Pero ella, cuyo esfuerzo ayudó a tantos, ya ha cumplido 92 años, se está quedando ciega, y sigue sin encontrar a su nieta. Hasta que, días atrás, una señora María Elena Wehrli se presenta con un examen de ADN de una clínica privada y dice que es Clara Anahí, la nieta en cuestión, y todos lo celebran: el país lo celebra. Por unas horas, los argentinos se sienten gozosamente unidos —peronistas, antiperonistas, oficialistas varios, opositores despiadados— en un festejo que parece enaltecer a todos. Sólo que la alegría dura poco; dos días después aparecen exámenes más serios, oficiales, que desmienten la relación genética: la supuesta nieta es una farsa.
La historia entristeció a millones de argentinos: la ilusión perdida de esa abuela que, por unas horas, creyó que había conseguido por fin la meta de su vida para enterarse de que no, que era mentira, y agotar su penúltima esperanza. La otra, la que la engañó, quizá tenga que responder por sus actos ante algún tribunal —o quizá sólo le toque la vergüenza—. Todavía no sabemos por qué lo hizo: no es difícil suponer que quiso gozar de las ventajas, los privilegios, la atención que esos nietos recuperados reciben de la sociedad y el Estado argentinos.
Como historia es triste; como metáfora, espantosa. Hace 12 años el gobernador de una provincia del sur patagónico, que nunca había mostrado el menor interés por los derechos humanos, que había rechazado a las Madres de Plaza de Mayo que intentaron visitar su capital, que había apoyado el indulto a los militares asesinos, se presentó a las elecciones nacionales y, para su sorpresa, las ganó. Tenía que gobernar, sin mayor legitimidad, un país en llamas; quizá fue por eso —vaya uno a saber— que decidió falsear su historia y apropiarse de las luchas y los discursos de los organismos de derechos humanos. Le sirvió: su Gobierno consiguió enmascarar su injusticia social, su clientelismo, sus corruptelas descaradas tras las banderas de la memoria histórica.
Ahora su Gobierno —el de su viuda— acaba de acabar, pero se ve que sentó un precedente: una mujer, quizá necesitada, quizá fuera de quicio, quiso usar aquel mecanismo en beneficio propio. Algunos podrán argumentar que la víctima, esta vez, fue sólo una pobre abuela esperanzada. Parece claro que fue también, igual que todos estos años, la sociedad argentina.

el dispreciau dice: cuando se te muere alguien cercano con afectos vivos, te morís un poco... cuando te quitan a alguien que formó parte de tu esencia, te morís mucho más del doble... cuando asesinan a alguien de tus afectos gratuitamente, te llenás de rebelión, y al mismo tiempo de impotencia... y la vida se te vuelve un agobio constante... mucho peor cuando el oportunismo te vuelve a la condición de víctima propiciatoria... donde revivís los hechos y sus atropellos... cuando la muerte se convierte un negocio, se destrozan todos los valores sociales... cuando el recuerdo se usa para obtener réditos políticos, la consecuencia es el descreimiento, el quiebre definitivo de cualquier confianza, y la puesta duda hacia el pasado y hacia el futuro... 
los derechos humanos y los ciudadanos, pasibles de ser utilizados como armas políticas, terminan con la consideración social tanto de las víctimas como de los victimarios... poniendo en tela de juicio el todo en todas las direcciones posibles...
el agobio de la consciencia pública es un desatino político propio de los usureros de las memorias, esos mismos que escriben y reescriben la historia tantas veces como les venga en ganas, obteniendo siempre provechos oscuros de verdades a medias o de falsedades imposibles de dimensionar...
esto mata la credibilidad de las "abuelas"... y de las "madres"... pero sobre todo destroza a las "memorias" de las víctimas... o lo que es lo mismo, el daño producido por el proceso militar es semejante a la traición de los sentimientos de aquellos que perdieron a sus seres queridos, por ende es equivalente en sus impactos... ¿para qué?... ¿era necesario?... una vez más, con los "fantasmas" no se juega... no es prudente ni tampoco bueno...
indudablemente alguien no evaluó lo que significa para la sociedad argentina una mentira semejante... indudablemente alguien no midió las consecuencias de una hecho aberrante... indudablemente a alguien no le importó el impacto en la inteligencia pública... ahora... luego de tanto dolor y tanto daño, queda claro que no todo es creíble... y que todo es pasible de ser puesto en tela de juicio... y la consciencia pública... no pasa por alto el dolor de sus víctimas. DICIEMBRE 28, 2015.-
algún día la clase política argentina deberá aprender que con la consciencia pública no se juega... porque luego de ello, no hay regreso.

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