Ojos hispano-senegaleses de Seidina Issa. ¡Viva el mestizaje! / (C) Lola Hierro
Pensaba que era una gran responsabilidad escribir una entrada en este blog en este día. Numerosas organizaciones que velan por los derechos de los inmigrantes han preparado toda clase de actividades, manifiestos y material audiovisual para conmemorarlo. Yo no sabía a quién darle más espacio, o si dárselo a todos ellos, pues todas lo merecen por el impagable trabajo que realizan cada día.
Al final, he decidido que Migrados hoy va a lanzar una sencilla invitación a la reflexión. Os invito a que penséis qué os ha traido la inmigración a vuestras vidas. Qué personas han llegado a vosotros y se han convertido en parte de vuestro día a día, o testigos de algunos buenos momentos, gracias a que una vez tomaron la valiente decisión de hacer la maleta y salir de su casa. Seguro que a todos nos viene a la mente un amigo, un vecino, en un compañero de trabajo o un familiar, incluso. Yo creo que hoy se merecen que les demos las gracias. Gracias por todo lo que suman desde que aparecieron por aquí.
Jean Atangana, voluntario de Médicos del Mundo, en Madrid.
Para que nadie pueda decir que en Migrados lanzamos la pelota y escondemos la mano, yo misma voy a compartir con todos los lectores mi agradecimiento colectivo. Mi vida está llena de personas de todos los países posibles, y mucho más desde que arrancó este blog, claro. En los primeros en los que pienso es en mis sobrinos. Mi princesa Belén, que ya tiene siete años, nunca hubiera nacido si sus abuelos paternos, naturales de Ecuador, no hubieran venido con sus hijos a España en los años en que el país iba bien. Lo mismo puedo decir de mi otro sobrino de un año, Seydina Issa, un negrito rosa que le llamamos en casa porque no ha sacado casi nada de la oscurísima piel de su padre, Momar, que es de Senegal pero vive en Madrid desde los 14 años, cuando le fichó la cantera de un club de fútbol de la capital. Mi familia es como la ONU y eso me hace sentir muy orgullosa. En casa cabemos todos.
Pienso en
Natalia, ucraniana, que empezó limpiando en casa de mis padres unas horas al día cuando las españolas no hacían esta clase de trabajos y ahora es de la familia. Ellos le dieron empleo y ella les dio su trabajo y su esfuerzo. Ahora vamos a las bodas de una y otra familia y es como una segunda madre en casa pese a que su castellano sigue siendo desastroso. Pero nos entendemos. Y tengo muy presente a
Mazen,
el mejor pintor de todos los tiempos, que hace muchos años enseñó a mi familia una Siria muy diferente a la de la guerra.
Vindar, Khaled, y servidora, en Estambul. Tiempos difíciles para estos refugiados que han quedado atrás. Pienso en amigos que llegaron a mi vida poco a poco pero que llevan muchos años en España como
Liz, estadounidense, Oliana, albanesa, Alex, peruano, Gabriel, argentino,
Thubten, tibetano... Ellos están plenamente integrados, ya recorrieron la parte más difícil del camino, la de la adaptación, que no tiene que ver con lo fácil o difícil que es conseguir los papeles. Su experiencia les ha aportado una sabiduría que no hubieran adquirido de otra manera. Y de ella me nutro y aprendo cada vez que nos encontramos.
Hoy también es el día en que pienso muy, muy especialmente, en
Vindar y Khaled, mis dos amigos sirios que
conocí haciendo un reportaje sobre las condiciones de vida de los refugiados como ellos en Turquía. Vivían en Estambul y su sueño era llegar a Alemania. Menos de un año después, acaban de instalarse allí. No cupe en mi de gozo cuadno Khaled cambió en Facebook su ciudad actual. "Berlín", escribió. No sé cómo lo ha hecho aún, pero sé que es el principio de su nueva vida. Igual que la de
Cheikh,
cuya historia publiqué aquí, en Migrados. Le conocí recién llegado en patera a Almería, no tenía nada: ni dinero, ni amigos, ni familia, ni arraigo... ni el idioma sabía. También consiguió llegar a Alemania y ahora tiene una vida digna.
Igual que
Jean Atangana, camerunés y voluntario de Médicos del Mundo en Madrid que saltó la valla de Melilla de la misma manera que tantos otros jóvenes como él. Tiene hasta un máster en relaciones internacionales que de momento no le ha servido de mucho, pero vive en Madrid y
está luchando con la organización humanitaria contra la exclusión sanitaria de quienes no tienen papeles. También pienso
en los chicos del CETI de Melilla, como
Nelly o Souaibou. Les sigo habitualmente en las redes sociales y
soy testigo a diario de su valentía y de su tenacidad, de su constante nado a contra corriente en busca de una vida digna pese a que lo tienen todo en contra.
Quan Zhou Wu, nuestra china más española, o nuestra española más china... Por supuesto, en un día como hoy pienso en mis queridos blogueros. En
Shivan, que
sigue esperando su estatus de refugiado y mientras va encadenando trabajos mal pagados con los que va capeando el temporal. En
John, que desde Algeciras nos cuenta mejor que nadie cómo es la vida de los africanos que vienen a España porque él mismo lo hizo en la época de vacas gordas. Y John hoy tiene esposa española y unos hijos preciosos, y vive bien
gracias a todos los años que trabajó en la obra. Hoy también pienso en
Mercedes y en todas sus chicas latinas y del Caribe, que tan bien me han enseñado
lo que significa ser emigrante y, encima, mujer. En
Sagar, español hijo de indios que
nos trae siempre un punto de vista diferente. Y, por supuesto, en
Quan, que aunque nació en España, conoce mejor que nadie l
o difícil que resulta la integración de la cultura occidental y la oriental.Gracias a ella me he echado unas cuantas carcajadas este año y es hermoso ver cómo se va abriendo paso en el mundo editorial con sus viñetas.
Como habréis visto, no tengo un grandilocuente texto lleno de verdades universales sobre los migrantes, la migración, los derechos humanos... Hoy no quiero pensar en la masa, quiero pensar en rostros, nombres y momentos. Me siento muy afortunada y ganadora por conocer a todas estas personas (y las que me dejo). Porque me han aportado muy buenos ratos, me han enseñado otra visión del mundo, me han invitado a ponerme en su piel y, gracias a todo eso, me han ayudado a crecer por dentro y a conocer mejor el mundo que me rodea.
Aunque haya quien quiera echaros del país, aunque haya quienes me ofrezcan docenas de argumentos en contra, yo me alegro de que hayáis venido, y de que sigais viniendo. Porque nunca restáis, siempre sumais. Gracias.
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