La ley del silencio planea sobre los bebés robados
La ciudad argentina donde creció el nieto de De Carlotto calla sobre los hijos de desaparecidos bajo la dictadura
ALEJANDRO REBOSSIO Olavarría 25 AGO 2014 - 21:13 CEST
En Cerro Sotuyo (300 kilómetros al suroeste de Buenos Aires) solo se escuchan pájaros y máquinas que trasladan a decenas de camiones las piedras de granito de las canteras que rodean los campos de maíz. De vez en cuando, una explosión sacude las pocas viviendas desperdigadas por las fincas. Allí se crió el ahora compositor de música fusión, Ignacio Guido Montoya Carlotto, de 37 años.
En las haciendas vecinas casi todos sabían que el chico llamado Ignacio Hurban no era hijo natural de Clemente Hurban y Juana Rodríguez, los peones rurales que todavía hoy cuidan las 300 hectáreas de la familia Aguilar. Pero Ignacio lo desconocía. Lo descubrió el día de su supuesto cumpleaños, el 2 de junio pasado, tres meses después de morir el dueño de aquellas tierras: Carlos Francisco Aguilar. Un mes más tarde se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo para comprobar si era uno de los 500 bebés robados por la dictadura militar de Argentina (1976-1983). El 5 de julio descubrió que era nieto de la presidenta de la organización que los viene buscando desde hace 37 años: Estela Barnes de Carlotto.
En 2010, alguien llamó a Abuelas de Plaza de Mayo para contar que Carlos Francisco Aguilar había entregado un bebé no identificado a un matrimonio de peones. No se sabía que era el nieto de De Carlotto. Tampoco Aguilar era un empresario conocido. “No era el gran ideólogo de la dictadura ni el referente de la oligarquía”, cuenta el presidente de la Comisión de la Memoria de Olavarría, Carmelo Vinci, que fue torturado y permaneció detenido cinco años durante el régimen.
La viuda de Aguilar, que no atiende a la prensa bajo el argumento de que está enferma, era prima de un militar fallecido. El empresario, amante de la equitación, guardaba caballos en el regimiento de Olavarría, según Vinci. En 2007, Aguilar fue candidato suplente a concejal por una alianza de peronistas antikirchneristas y el conservadorPartido Propuesta Republicana (PRO), del ahora candidato presidencial Mauricio Macri. Pero Vinci insiste en que nunca fue un político relevante y se pregunta por los militares que trajeron al bebé de manos de su madre a las del empresario. “Alguien por Twitter ha dicho que tenían planeado traerlo para otra familia, que se arrepintió, y terminó en manos de los Hurban”, relata Vinci.
Dos vecinos de Cerro Sotuyo, el minero Tomás Aman y el agricultor Carlos Roberto Cabado, coinciden en su versión: que se sabía que los Hurban no podían tener hijos, que son “buena gente”, “paisanos” (campesinos) y que Aguilar les trajo al niño. Ninguno sospechaba que fuese hijo de desaparecidos. “El patrón lo trajo y le dijo: ‘críalo”, cuenta Cabado.
“La primera vez que vi al chico ya andaba en bicicleta”, recuerda Aman entre ráfagas que azotan la puerta de su casa de madera. Ninguno de los dos mantiene amistad con los Hurban, solo se saludan y les compran corderos.
Una hipótesis que menciona el militante Vinci, en su negocio de cartelería en Olavarría, es que, al morir Aguilar en marzo, se quebró un pacto de silencio en su entorno sobre la identidad de Ignacio Guido. “Incluso hay quien dice que uno de los tres hijos de Aguilar le contó la verdad a Guido”, dice Vinci. También se ha publicado que la pareja del joven, una profesora de un centro de formación sindical con quien vive en un pueblo vecino a Olavarría, lo impulsó entonces a acercarse a Abuelas.
Ignacio Guido, como ahora quiere que lo llamen, por el nombre que le puso su madre biológica, Laura Carlotto, hace el número 114 de los nietos recuperados por las Abuelas. El pasado viernes se halló en Holanda a la 115, una descendiente de la primera presidenta de la institución, Alicia Zubasnabar De la Cuadra, fallecida en 2008.
Estela de Carlotto sostiene que está casi probado que su hija dio a luz en el centro clandestino de detención y tormentos La Cacha, cerca de La Plata (51 kilómetros al sur de Buenos Aires). Se presume que el parto ocurrió el 26 de junio de 1977. Apenas dos días después, el bebe arrancado de las manos de su madre fue inscrito en el registro civil de Olavarría, una ciudad de 89.000 habitantes y que vive del campo y las industrias cementeras, de la construcción y textil, a 306 kilómetros de La Plata y a 32 de Cerro Sotuyo.
El certificado de nacimiento decía que Ignacio Hurban había nacido el 2 de junio de 1977 en la casa de dos plantas en la que Aguilar vivía en el centro de Olavarría y que era hijo natural de Clemente Hurban, descendiente de uno de tantos alemanes que emigraron de Rusia a Argentina entre finales del siglo XIX y principios del XX, y Juana Rodríguez.
La firma de Clemente aparece en el acta, pero la semana pasada, en el periódico olavarriense El Popular, Ignacio Guido manifestó dudas sobre la autenticidad de esa rúbrica. Estela de Carlotto ha admitido a EL PAÍS que la inscripción de un hijo adoptivo como propio constituye un delito de apropiación, aunque ha aclarado que, en este caso, puede haber atenuantes, como la falta de cultura o la relación jerárquica entre un patrón y un peón rural. El otro nombre que figura en la partida de nacimiento es el del médico Julio Sacher, que trabajó 31 años en la policía bonaerense. El acta dice que Sacher certificó el parto, pero su abogado alega que no aparece la firma de su cliente. No obstante, la juez del caso, María Servini de Cubría, la misma que investiga los crímenes del franquismo, prohibió la semana pasada que el médico saliese de Argentina. Hasta aquí la investigación del misterio que llevó a Ignacio Guido desde el horror de La Cacha hasta lo que él ha descrito como “vida extraordinariamente feliz”.
Clemente Hurban y Juana Rodríguez no han aparecido en la prensa desde que se conoció el caso ni han sido citados a declarar aún por la justicia. Sus vecinos en Cerro Sotuyo aseguran que siguen viviendo en la finca de los Aguilar, cuya puerta permanece cerrada con candado, a diferencia de otras de por allí.
Los cimientos removidos de Olavarría
Los vecinos de esta zona rural creen que allí se criaron más niños de secuestradas
ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires 25 AGO 2014 - 21:49 CEST
La ciudad de Olavarría está conmovida por el hallazgo del nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, según el relato de los detenidos allí por la dictadura militar de Argentina (1976-1983) Carmelo Vinci y Carlos Genson. “Estalló algo y movió los cimientos”, opina este último. Claro que en una sociedad más bien conservadora, como las de otros rincones rurales del país sudamericano, también se escuchan comentarios como los de un empleado de hostelería: “Nietos recuperados por las Abuelas se encuentran todos los días. Lo que acá preocupa son los despidos”. Se refiere a la crisis económica de Argentina y a los 20 obreros despedidos de una planta metalúrgica de Olavarría.
Pero la ciudad por la que caminan por las mismas aceras víctimas y cómplices de la represión del régimen está “revolucionada” por el caso Carlotto. Así lo admite otro vecino que conocía al fallecido empresario Carlos Francisco Aguilar, que llevó al bebé robado a manos de sus peones, y al médico Julio Sacher, cuyo nombre aparece en el certificado de nacimiento de Ignacio Guido Montoya Carlotto como el profesional que había constatado su supuesto parto en Olavarría. Desde que estalló el caso, Sacher ha cerrado su consulta en el centro de la ciudad. En su casa, en las afueras de Olavarría, una mujer responde una y otra vez que Sacher ha salido y volverá más tarde.
Vinci, presidente de la Comisión de la Memoria de la ciudad, cuenta que no solo Sacher está preocupado por el caso Carlotto sino también otros ginecólogos que firmaron actas de nacimiento que registraban hijos adoptivos como propios. Vinci reconoce que, en el pasado, el trámite de adopción en Argentina era más engorroso y había quienes registraban como propios niños abandonados o incluso vendidos por sus padres. Tiempo atrás no era costumbre decirles a los hijos adoptados que lo eran y en el campo es aún habitual la crianza de niños abandonados o entregados por sus padres. Pero Vinci sospecha que Ignacio Guido no es el único hijo de desaparecidos robado por la dictadura que acabó en Olavarría, descarta que sean decenas, como se empezó a rumorear por allí, pero cita por los menos tres casos de jóvenes que podrían serlo.
“Sospechamos de más hijos de miembros de las fuerzas de seguridad. Hay información de que era fácil conseguir un pibe”, apunta Vinci, que con Genson y otra veintena de militantes políticos fueron detenidos y torturados en una pequeña casa escondida en el campo, en Monte Peloni, de camino entre Olavarría y la finca donde se crió Ignacio Guido, en Cerro Sotuyo. Siete de aquellos capturados siguen desaparecidos. Cuatro imputados por los crímenes de Monte Peloni, entre ellos, el entonces jefe del regimiento de la ciudad, el coronel Ignacio Verdura, será juzgados en un juicio en septiembre próximo. “Dicen que al nieto de Estela (de Carlotto) le pusieron Ignacio por Verdura”, comenta Vinci. Además, hay un médico procesado y detenido por los delitos de Monte Peloni, Luis Seambelar, que en diciembre pasado declaró ante un juez que Sacher, el sospechoso en el caso Carlotto, era su jefe y se encargaba de revisar en su consulta a las mujeres detenidas por la dictadura en Olavarría, según publicó la agencia Infojus Noticias. De momento, Sacher no ha sido procesado.
Ignacio Hurban, músico conocido en Olavarría, profesor en un conservatorio y director de una escuela, alguna vez había participado en conciertos organizados por Abuelas de Plaza de Mayo. Estaba identificado con su causa, aunque no sabía que había nacido como Guido Montoya Carlotto ni militaba en las organizaciones de derechos humanos de su ciudad. Ignacio Guido, como quiere llamarse ahora, ha dicho que quiere que su caso permita que allí afloren otros como el de él y que comience a discutirse la complicidad civil con el régimen militar. Ahora su figura se ha transformado en emblema de Olavarría, en cuyos paredones un colectivo llamado Agrupación a Desalambrar pintó un mural que dice “114 abrazos”, por los nietos recuperados por Abuelas hasta entonces, y “Memoria, verdad, justicia y alegría”. Ya en 2012 un tribunal de Mar del Plata había condenado a tres exmilitares y dos civiles por la desaparición de Carlos Moreno, abogado de obreros perseguidos de la fábrica de cemento que es sinónimo de Olavarría, Loma Negra, que entonces pertenecía a Amalia Lacroze de Fortabat, fallecida multimillonaria argentina que, en 2005, la vendió a la brasileña Camargo Corrêa.
La justicia pidió investigar a la entonces comisión directiva de Loma Negra, pero aún no ha hallado nada.
el dispreciau dice: sobre la ARGENTINA sobrevuelan fantasmas de tiempos perversos y de otros infames... a veces, alguna parte de la sociedad argentina recobra la memoria... otras muchas la pierde, confundida con tanto ruido periodístico "barato", siempre descalificante, que hace foco en lo que quiere o le conviene, omitiendo lo importante y reemplazándolo por lo superfluo... y así la vamos, aturdidos por tantos decibeles de estupideces mediáticas sueltas... si este se acuesta con esta... si esta engaña a este... mientras que por detrás se te llevan hasta el picaporte de las puertas... ARGENTINA confusa que no logra separar la paja del trigo, o bien, ARGENTINA en la que intencionalmente, raros intereses que poco tienen de arraigo y mucho menos de patria, se mezclan las pajas con los trigos...
los genocidas se van muriendo, y se llevan sus memorias... por ende mayores incertidumbres flotan para siempre... asegurando que las impunidades permanezcan, pero a no sorprenderse, ya que todos los genocidios cursados en la historia humana siguen el mismo curso de confusiones y tragedias irresueltas e inconclusas...
ARGENTINA se ha caracterizado por la mediocridad de los silencios de algunos y de las voces descalificadas de otros... nada ha cambiado... mucha ignorancia arraigada en un estilo social no superado... mucha filosofía barata de café caro... muchas vestiduras rasgadas tras mentiras que no se terminan de acomodar nunca, porque para algunos argentinos... los demás no son tan argentinos como ellos... y a pesar de las infamias de los noventa (1990-1999 y hasta 2003), los fantasmas flotan en las pantallas y en los recintos académicos, hablando de bondades y capacidades que ningún argentino vió, que seguramente la sociedad entera padeció, pero que curiosamente el periodismo no registró... porque así funcionan las cosas en este triángulo de culismundis...
ARGENTINA anda con la memoria rota... algunos saben y pocos recuerdan... los demás suenan oportunistas que cuentan aquello que les conviene, dejando de lado cualquier cosa que no les encaja en sus relatos...
la sociedad humana anda rara... confrontada... dividida... falsamente ideologizada, sin asumir ni tampoco comprender que no se puede avanzar en la confrontación eterna... generando alianzas desunidas que sólo reúnen egos exacerbados para insultar la inteligencia social... los argentinos no se han dado cuenta que el "peronismo" por sí solo no salva, del mismo modo que el radicalismo empobrecido tampoco lo hace... el socialismo es apenas un eco de utopías de otros tiempos... y lo demás es un rejunte de agresiones que siempre restan y nunca suman... pero la soberbia no deja ver y mucho menos comprender las implicacias de repetir siempre el mismo error...
las abuelas se van yendo, una a una... sus luchas y sus memorias han logrado algunos resultados paradigmáticos, pero la historia no se repara por sí sola, no cuando muchos mediocres reniegan de ella y sus peligros...
la historia le terminará reconociendo a Cristina Fernández, mal que les pese a muchos, que la historia se dobló con ella, recobrando al menos una parte importante de la memoria social, ésa que se compone de la entidad genuina de la identidad de las personas en sus hechos y en sus circunstancias... indudablemente, queda pendiente el recobrar el ADN nacional... un ADN que supo existir y tener presencia mundial, reveladora... pero todo lo que se quita, regresa... por lo que es de esperar que las memorias rotas se vayan encontrando a sí mismas, devolviendo al ser argentino la dignidad que alguna vez se le extravió... gracias a unos pocos "argentinos" que nunca aprendieron a vivir por sus propios esfuerzos y en uso de sus propias voluntades... AGOSTO 26, 2014.-
el dispreciau dice: sobre la ARGENTINA sobrevuelan fantasmas de tiempos perversos y de otros infames... a veces, alguna parte de la sociedad argentina recobra la memoria... otras muchas la pierde, confundida con tanto ruido periodístico "barato", siempre descalificante, que hace foco en lo que quiere o le conviene, omitiendo lo importante y reemplazándolo por lo superfluo... y así la vamos, aturdidos por tantos decibeles de estupideces mediáticas sueltas... si este se acuesta con esta... si esta engaña a este... mientras que por detrás se te llevan hasta el picaporte de las puertas... ARGENTINA confusa que no logra separar la paja del trigo, o bien, ARGENTINA en la que intencionalmente, raros intereses que poco tienen de arraigo y mucho menos de patria, se mezclan las pajas con los trigos...
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ARGENTINA se ha caracterizado por la mediocridad de los silencios de algunos y de las voces descalificadas de otros... nada ha cambiado... mucha ignorancia arraigada en un estilo social no superado... mucha filosofía barata de café caro... muchas vestiduras rasgadas tras mentiras que no se terminan de acomodar nunca, porque para algunos argentinos... los demás no son tan argentinos como ellos... y a pesar de las infamias de los noventa (1990-1999 y hasta 2003), los fantasmas flotan en las pantallas y en los recintos académicos, hablando de bondades y capacidades que ningún argentino vió, que seguramente la sociedad entera padeció, pero que curiosamente el periodismo no registró... porque así funcionan las cosas en este triángulo de culismundis...
ARGENTINA anda con la memoria rota... algunos saben y pocos recuerdan... los demás suenan oportunistas que cuentan aquello que les conviene, dejando de lado cualquier cosa que no les encaja en sus relatos...
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la historia le terminará reconociendo a Cristina Fernández, mal que les pese a muchos, que la historia se dobló con ella, recobrando al menos una parte importante de la memoria social, ésa que se compone de la entidad genuina de la identidad de las personas en sus hechos y en sus circunstancias... indudablemente, queda pendiente el recobrar el ADN nacional... un ADN que supo existir y tener presencia mundial, reveladora... pero todo lo que se quita, regresa... por lo que es de esperar que las memorias rotas se vayan encontrando a sí mismas, devolviendo al ser argentino la dignidad que alguna vez se le extravió... gracias a unos pocos "argentinos" que nunca aprendieron a vivir por sus propios esfuerzos y en uso de sus propias voluntades... AGOSTO 26, 2014.-
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