domingo, 8 de septiembre de 2013

INDEPENDENCIA Y FRAGMENTACIÓN ► Brasil rompe un tabú | Internacional | EL PAÍS

Brasil rompe un tabú | Internacional | EL PAÍS

ANÁLISIS

Brasil rompe un tabú


El Día de la Independencia de este 2013 ha marcado un hito en Brasil, al haberse quebrado el todo un tabú y haber acabado con el miedo a protestar por parte de la gente. Ese tabú empezó a resquebrajarse en junio pasado con las primeras grandes manifestaciones populares que desconcertaron al mundo político por lo inesperado. Hoy ha acabado de hacerse añicos, a pesar de que las manifestaciones no fueron tan multitudinarias por miedo a las dos violencias: la policial y la de los grupos extremistas.

Las primeras pancartas enarboladas en el mes de junio ya anunciaban lo que vendría después: “Un pueblo mudo, no muda”, estaba escrito en un pedazo de cartón. Hasta aquel momento, durante por lo menos doce años, los brasileños habían estado en silencio, como adormecidos o anestesiados, acunados por los vientos de unas inesperadas mejoras sociales que despertaban nuevas esperanzas en los más pobres, acostumbrados a vivir sin más ilusión que asegurarse el pan de cada día.

Brasil se sintió de repente admirado y envidiado por el mundo: consiguió de una vez el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos. Y treinta millones de personas dejaron el desierto de la miseria para empezar a respirar como ciudadanos con dignidad. Y el gigante se adormeció. “Éramos infelices felices y no lo sabíamos”, rezaba otra pancarta. ¿Qué significaba? Que los brasileños se sentían más felices de lo que eran porque no conseguían concebir que podrían estar mejor aún.

En junio, de repente, sin que nadie lo esperara, la gente comenzó a perder el miedo a protestar. Y se echó a la calle ante el espanto y el susto del mundo político que se sentía ya inmune a las críticas, sobretodo porque la oposición política también había sido anestesiada por el nuevo Brasil que estaba surgiendo, más próspero, mientras el motor del primer mundo, admirado de esta parte del Atlántico empezaba a renquear.

Este sábado, fiesta de la Independencia de Brasil, un día en el que la gente, sobretodo la más sencilla, salía a aplaudir a las fuerzas militares, el tabú acabó de quebrarse. Fue otro tipo de protesta. Por primera vez, los desfiles tradicionales aparecieron sin brillo. Fueron desmitificados. Algunos fueron cancelados por miedo a las manifestaciones anunciadas en todo el país. Los que se llevaron a cabo fueron más cortos. Muchos políticos no aparecieron en las tribunas, incluso en ciudades clave como Río, donde los manifestantes consiguieron romper el cordón policial e invadir el desfile militar, desacralizándolo por primera vez.

La cita de Brasilia, a la que también acudieron menos de la mitad de las personas convidadas, tuvo que ser blindada por miles de miembros de las fuerzas militares, que no dejaron acercarse a los manifestantes. Y, por primera vez en algunos de esos desfiles, aparecieron carteles de protestas y reivindicaciones sociales, algo inconcebible en el pasado en una conmemoración de ese tipo. Además, no asistieron, ni el presidente del Congreso ni el del Senado por miedo a ser hostigados.

El tabú se ha roto. Los brasileños han perdido el miedo a manifestar no sólo sus insatisfacciones sino también sus deseos de mejorar. Es un incendio que ya no se apaga. Quizás en adelante salga cada vez menos gente a la calle porque el cerco policial será cada vez más estrecho y duro, pero los brasileños han perdido el miedo.
No había gritos en la manifestación de este sábado contra el Estado, ni siquiera contra la Presidenta Dilma Rousseff. No se pedía un cambio institucional. Los manifestantes solo quieren políticos menos corruptos, con menos impunidad, más cercanos a la gente, con menos privilegios. Quieren gobernantes que sirvan al Estado antes que a su propio partido. Quieren políticos que no justifiquen la corrupción alegando que los "fines justifican los medios". Quieren mejor calidad de vida. Que Brasil sea el país que fuera se piensa que ya es. Y lo quieren como se les ha prometido que puede ser. Quieren un país que acabe con las sombras que aún lo nublan de desigualdades sociales, con la vieja política patrimonialista. Quieren un país moderno, con servicios públicos modernos, porque hasta la presidenta ha confesado que “infelizmente son aún servicios de baja calidad”.

Ese fin del miedo a protestar ha empezado a dar sus frutos. Incluso Rousseff se ha sumado. Ella misma se ha subido a esa ola y se fue a protestar ante el presidente Obama por haber sido objeto de espionaje por parte de la NSA. Y le exigió explicaciones.

A los ciudadanos les ofreció un plebiscito para opinar sobre la reforma política. Dedicó miles de millones a mejorar los transportes públicos y creó el programa Más Médicos para llevar profesionales extranjeros a los lugares donde no llegan los brasileños. Algunos podrán ver todo eso como una forma de proteger su popularidad dañada o un gesto electoralista. Pero lo cierto es que se ha movido. Y hssta ha apoyado las manifestaciones.

El Congreso retiró enseguida el proyecto de ley que impedía a los fiscales investigar y dejaba esa facultad sólo a la policía, lo que significaba la impunidad para los crímenes de corrupción de políticos y de cuello blanco. También acabó con el voto secreto y prepara una reforma política que estaba parada desde hace 20 años. Además, los 25 condenados del escándalo del mensalão están a punto de entrar en la cárcel.

Todo se ha empezado a mover como un terremoto. Y lo más importante es que, quebrado el tabú, a partir de ahora los políticos no podrán ya dormir sueños tranquilos. El grito de la gente exigiendo un Brasil mejor les despertaría de nuevo.

A pesar de algunas acciones violentas y provocaciones de grupos de exaltados, ese despertar para exigir mejoras sigue siendo aprobado por el 88% de la población. De todo ello sólo puede surgir un Brasil mejor.


Los manifestantes invaden el desfile militar en Río de Janeiro

La policía dispersa a los que protestaban entre una gran humareda de gases mientras sonaban las sirenas de los bomberos


Manifestantes irrumpen en el desfile militar de Río de Janeiro. / Antonio Lacerda (EFE)

Mientras el desfile militar del 7 de septiembre, fiesta de la independencia de Brasil, pudo celebrarse sin violencia, blindado por 8.000 agentes, con la presencia de la presidenta Dilma Rousseff y demás autoridades del Estado, en Río de Janeiro, la parada militar vivió momento de gran tensión cuando un grupo de manifestantes consiguió invadirlo. A partir de ese momento se vivieron escenas fellinianas. Fuerzas policiales de todo género fueron convocadas para dispersar a los manifestantes e impedir que continuaran mezclándose con los que desfilaban oficialmente.

El desfile que tenía lugar en la Avenida Getulio Vargas seguía en una dirección y en la paralela cientos de policías armados con escudos y máscaras de gas desfilaban en la otra dirección dispersando a la gente con una gran profusión de gases lacrimógenos que llegaron a herir a un reportero del diario O estado de Sâo Paulo, mientras otros que estaban narrando la escena para la TV Globo advertían que dejaban de narrar porque se sentían asfixiar. El contingente de la fuerza de choque corría dispersando a los manifestantes entre una gran humareda de gases mientras sonaban las sirenas de los bomberos que llegaban para socorrer a los heridos.

Los gases lacrimógenos alcanzaron a los que asistían en los palcos al desfile militar que empezaron a abandonar el lugar atemorizados, mientras los cuerpos del Ejército seguían desfilando ignorando la confusión creada. Al mismo tiempo, coches de la policía militar se llevaban detenidos a jóvenes que se habían presentado enmascarados, algo que estaba prohibido en varias ciudades, entre ellas en Río de Janeiro. Los coches de la policía se vieron rodeados por los manifestantes mientras a malas penas conseguían hacer entrar a los detenidos que se resistían a hacerlo.

Vistas desde lo alto, transmitidas por los helicópteros de las televisiones, las escenas del desfile militar oficial junto con los policías corriendo literalmente detrás de los manifestantes en medio a humaredas de gases, daban la impresión más bien de estar presenciado escenas del teatro del absurdo que hasta despertaban a veces hilaridad de no tratarse de momentos de dura violencia tanto policial como del grupo más extremista de la manifestación formado por el colectivo anarquista de los Black bloc.

Las manifestaciones en más de 150 ciudades estaban mientras tanto en curso, cada una con sus características y sus reivindicaciones, unas minoritarias y otras más numerosas, pero todas ellas temorosas de las fuerzas del orden a las que esta vez no les tomó desprevenidas como en junio pasado. Tenían además órdenes de no condescender con el más mínimo gesto de violencia. Y lo cumplieron.

La gran novedad de la mañana fue que este año, en algunas ciudades, los desfiles militares habían sido cancelados por miedo a las manifestaciones. En las que fueron celebrados, la asistencia del público fue enormemente menor y fue recortado el tiempo de los desfiles. En Brasilia, se estimaba que acudieran oficialmente 30.000 personas y asistieron sólo 5.000, según la policía. En Sao Paulo, se veían grandes huecos en las tribunas y por primera vez, en el palco oficial y entre los jóvenes de las escuelas que suelen desfilar con los militares, aparecieron pancartas de protesta y de reivindicaciones. En Brasilia, acabado el desfile, que fue literalmente tomado por 8.000 agentes, sin dejar acercarse ni de lejos a los manifestantes, la gente, convocada por el grupo Brasil contra la corrupción empezaba a manifestarse en el centro de la ciudad.

La noche del viernes, en cadena nacional, la presidenta Rousseff, con gran acierto político, tomó partido a favor de las manifestaciones convirtiéndose ella misma en uno más de los indignados. Afirmó que la población “tiene el derecho de indignarse y de exigir cambios y reformas”. Según la mandataria, “infelizmente somos aún un país con servicios públicos de baja calidad”, recordando que esa baja calidad de los servicios en transportes, educación, sanidad y seguridad pública, habían sido el común denominador de las protestas de junio pasado. Y prometió escuchar la voz de la calle.


el dispreciau dice: pero, ¿de qué independencia me hablas?, dejémonos de mentirnos de una vez por todas!... América Latina, América la pobre, América la legítima, está más colonizada que en la época de los adelantados, que en la época de la inquisición eclesiática, con intereses convergiendo por todas partes, dominando los futuros potenciales, deprendando lo que hay y lo que queda, hipotecando los futuros de las gentes simples y anónimas, desintegrando las sociedades a través del narcotráfico y el narcolavado, dos inmensos negocios que, protegidos por las clases políticas, han envenenado a las sociedades latinoamericanas, haciéndoles creer que se puede vivir subsidiados, que se debe vivir segregados, que es prudente ser discriminados, que es necesario entregar las dignidades a cambio de mendrugos... así está cualquier país de Centro América, así está México, así esa Colombia, así está Venezuela, así está Ecuador, así está Perú, así está Brasil, así está Uruguay, así está Bolivia, así está Paraguay, así está Argentina, y también, así esa Chile, que se cree a salvo, pero está degradándose igual al resto, aún cuando se crea lo contrario... los populismos han sido inútiles ante un mundo que se desintegra más rápido de lo que las inversiones cambian de lugar, asistiendo a cómo los idiotas del poder se devoran unos a otros, acomodándose según el viento o según el SOL, sosteniendo monedas que no sirven para nada, y economías que están quebradas por impericia de partes... peor aún, los populismos han sido funcionales a los intereses de un imperio que ya no tiene capacidad de análisis alguno, que no tiene capacidad de lectura, y que aunque muchos creen que reside en Estados Unidos de Norteamérica... está lejos de allí, y en el lugar donde las gentes ni siquieran se fijarían... un lugar donde residen perversidades inimaginables, que manejan todos y cada uno de los tráficos del mundo, esos que van por las izquierdas, que se llevan gentes y destinos, que desprecian mujeres, que discriminan, que se potencian imponiendo drogas y alcoholes, que negocian con las enfermedades, que han hecho de la Tierra un gran campo de concentración... que no es regenteado por alemanes, como hacen creer a través del cine... Dilma Rousseff ha demostrado ser incapaz de lidiar con el mundo... nada distinto a lo que le ha sucedido a los demás líderes políticos de las Américas genuinas... todos son notables guitarreros pero no más que eso... aprendieron a mentir pero no a asumir... y eso los mantiene cada vez más divorciados de cualquier realidad social. Las gentes de las Américas están hartas de los discursos, de las horas mediáticas, de los periodismos corporativos y de los otros periodismos amarillos y chabacanos que viven del morbo social... y están hartas de las falsas promesas... están hartas de los dobles discursos... están hartas de ser las víctimas de los antojos políticos de turno... de sus atropellos... de sus afanes depredatorios, vestidos de palabras bonitas... y la sociedad de las Américas está más fragmentada que nunca antes, vestida con pocos ricos, muy ricos, y millones de pobres, cada vez más pobres, a los que le han hecho creer que el populismo es su salvavidas, cuando en verdad se trata de un salvavidas de plomo que asegura que una vez ahogados, nadie sobrevivirá a la tragedia que se está gestando, políticos y poderes convergentes mediante. Traducido, no hay nada que festejar en ningún día de la independencia porque estos políticos han visto la conveniencia de rascarse sus espaldas en los poderes ocultos de aquel imperio que no es el que la gente cree, ni está donde la gente cree... un imperio que esa hambriento de poder... y que al igual que los dinosaurios... no sabe que el meteorito está a metros de hacer impacto... prometiendo que en breve, muy breve, no quedará piedra sobre piedra... NO nos engañemos más... estas democracias son una mentira que justifica la presencia y la existencia de ese imperio virtual que se considera a sí mismo dueño de la Tierra con sus contenidos... un error que no le ha permitido comprender la magnitud de su error... y peor aún, que no le ha permitido aprender nada. SEPTIEMBRE 08, 2013.-



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