viernes, 13 de septiembre de 2013

BANDERAS ROTAS || Para qué sirven los símbolos patrios

Para qué sirven los símbolos patrios

Para qué sirven los símbolos patrios

Con ocasión del libro 'Ser españoles. Imaginarios nacionalistas en el siglo XX', varios historiadores, pensadores, escritores y sociólogos analizan el tema


Obra de la artista Eva Vázquez.

Decía el escritor argentino Leopoldo Marechal que la patria es un dolor que aún no sabe su nombre, y un mucho más optimista Benjamin Franklin la situaba allá donde morara su libertad. La patria es un sentimiento, un lugar de refugio, quizá una mujer, y también una fuente de sufrimiento por reconocerla o por rechazarla. Algo que trasciende las fronteras, pero que se trata de resumir mediante unos símbolos. En los casos más felices, estos recogen un profundo orgullo, a veces llevado a límites que causan la burla de los más cínicos. Estados Unidos se alza ante su himno y se emociona con su bandera; Canadá exhibe sus colores y su hoja de arce allá por donde pisa; o Reino Unido transforma sus símbolos en parte de la cultura pop y del souvenir. ¿Y España? Para hablar de ella y de qué la representa es imposible no volver al lugar y al tiempo de la dictadura franquista, en la que el régimen se apropió de los símbolos nacionales para usarlos a la medida de su ideología. Si la fuerza de una idea de España revivió con el boom económico o se nutre de los éxitos deportivos, ¿dónde está la patria española fuera del terreno de juego y qué símbolos le dan cohesión? ¿Qué mueve en la gente ver la rojigualda? La ambivalencia de afectos marca la historia española. Los profesores Javier Moreno Luzón y Xosé Núñez Seixas han partido en su libro Ser españoles. Imaginarios nacionalistas en el siglo XX (RBA) de la idea de que las naciones “no son eternas”, algo lejano a las premisas de los nacionalistas, aseguran.
“Queremos plantear preguntas complejas, no actuar como los historiadores decimonónicos que buscaban confirmar certezas, una forma de identificación para las siguientes generaciones”.  Y esto les ha servido como antídoto ante la tarea de enfrentarse a un tema “complejo y cargado de pasiones” como es la identidad nacional. “No consideramos que haya estado ahí ni desde los íberos ni siquiera desde la guerra antinapoleónica; ha sido objeto de ajuste y redefinición”, explica Núñez Seixas. Investigadores de distintos países que trabajan en universidades europeas y estadounidenses analizan en el libro símbolos y prácticas simbólicas, mitos que han acompañado la batalla por un supuesto ser nacional: la bandera, el himno nacional, manifestaciones culturales como los toros, la música y el cine, los mapas y la capital, la forma del Estado como Monarquía o República, o también el empleo que se ha hecho de la mujer para tratar de construir aquello que se conoce como España.


Los Príncipes de Asturias, Juan Carlos I, Cristina de Borbón, la Reina Sofía e Iñaki Urdangarin. / Uly Martín
Moreno Luzón y Núñez Seixas abordan desde una perspectiva comparada la fabricación, uso y difusión de los símbolos, su lectura e imposición desde arriba y recepción desde abajo, “cómo la sociedad civil y los ciudadanos los ha reinterpretado”, explica Núñez Seixas. El argumento que apoyan es el de la construcción cultural de la identidad. “A veces se acusa a los historiadores o a los especialistas en nacionalismos de denigrar o de atacar las identidades nacionales al hablar de construcción, de hacer ver que son artificiosas y que por lo tanto son ficciones de las que se puede prescindir. Pero nuestro enfoque no implica que sean menos importantes”, subraya Moreno Luzón. Los editores del libro apuntan a la dictadura franquista como a aquella época en la que por la represión violenta se impusieron una serie de símbolos y una manera de entender la patria. La monarquía juancarlista tampoco ha logrado, de acuerdo con estos expertos, que una identidad nacional cimentara a su abrigo. ¿Qué símbolos han sido más efectivos a la hora de coser un mapa cuyas costuras en estos momentos amenazan con reventar por parte de Cataluña? Hoy 11 de septiembre se celebra la Diada, la fiesta oficial de la comunidad autónoma. EL PAÍS ha hablado con otros expertos de áreas como la filosofía, la historia, y la literatura para valorar los elementos que han funcionado o que no lo han hecho.


La bandera y la selección española, mientras suena el himno nacional en los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010. / A. Ruesga
Julián Casanova, historiador.
“Los españoles no hemos tenido nunca, hasta la democracia, una fiesta civil (en este caso, el 6 de diciembre) que dure décadas. Y durante todo el franquismo, la fiesta nacional fue el 18 de julio, que conmemoraba un golpe de Estado, el inicio de una guerra civil y de las políticas de exterminio. Tampoco hemos tenido una bandera asumida y compartida por todos, por la explotación que de ese signo siempre hicieron los militares. El mismo argumento puede utilizarse con el himno, que no tiene letra ni lo cantamos. La lengua es el símbolo que más nos identifica, incluso teniendo en cuenta la inclinación soberanista en Cataluña en los últimos años”.
 Justo Navarro, escritor y traductor.
“Lo más usado es el amor propio, el orgullo de tribu o linaje: los agravios sufridos ante otros grupos con distinta identidad nacional. A este sentimiento se le añade la camiseta del equipo de fútbol, o la bandera. Está muy de moda en ropa y complementos. La veo desde los zapatos a la gorra, aunque la gorra sea una gorra de béisbol, americana. Es llamativo que la moda patriótica de la bandera sea extranjera, americana exactamente, y que casi todas las banderas estén fabricadas en Oriente.
Un himno oportuno puede contribuir a la exaltación, aunque desde el punto de vista musical no es muy agradable. Los deportes han hecho mucho por ellos, pero el problema de la bandera y del himno de España es que son poco apreciados por un número estimable de ciudadanos, precisamente porque tuvieron mucha importancia entre 1939 y 1977. Los toros son un arte que para dar placer estético a sus admiradores exige marear, maltratar, sangrar y matar a un toro. El cine español es como la bandera, muy americano. Las artes en general y la gastronomía son otros símbolos”.


Dibujo de Don Quijote y Sancho Panza.
Enrique Gil Calvo, sociólogo
“Todos los símbolos son partidistas, divisionistas y polarizados. No hay símbolos comunes o unidos (unionistas) sino divididos, separados y ferozmente enfrentados a cara de perro. Por ejemplo, la bandera. No hay una bandera sino dos, la franquista contra la republicana o viceversa. O más, si tenemos en cuenta la permanente guerra de banderas de la ikurriña y la senyera contra la bandera constitucional. Y lo que pasa con la guerra de banderas pasa también con todos y cada uno de los demás símbolos políticos. Pues aquí todo se politiza y se convierte en un símbolo político, con tal de que pueda ser esgrimido como arma arrojadiza en la eterna guerra política de todos contra todos”.
Ricardo García Cárcel, historiador
“Hay que deshacer mitos arraigados entre la gente joven: Franco no inventó España. El problema es la capitalización que hizo el franquismo de esa identidad española restrictiva. No hay que ser franquista para estar satisfecho de ser español y mostrar una bandera. Hay indicadores de una conciencia nacional: el castellano, que es la lengua oficial, ha tenido la fortuna de proyectarse a América”.
Josep Ramoneda, pensador
“Es muy difícil que se den en España elementos de identidad, por su tendencia a la división, por su carácter plurinacional y las relaciones entre el centro y periferia. Lo que trata de configurar una identidad nacional no funciona: hay un himno nacional sin letra, la bandera ha ido cambiando… La Guerra Civil juega como una especie de superego colectivo desde el que se impone la idea de 'nunca jamás'. Esto facilitó la Transición. Pero España no ha culminado en un Estado redondo, ahora vivimos un momento de agotamiento de un modelo, que está desdibujado”. Cosas que compartimos: “La selección española, la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça, El Quijote, Goya, Picasso y Velázquez, aunque los dos primeros son demasiado afrancesados y radicales para ser aceptados por el conjunto del país”.


Francisco Franco Bahamonde. / Agustín Sciammarella
Bernardo Atxaga, escritor
“Construye la lengua, y construye la historia, una cierta interpretación de la historia. Todo lo demás es secundario, superficial. Hay que respetar las banderas, porque forman parte de la vida de mucha gente. Otra cosa es quererlas. Recuerdo que cuando tenía unos doce años, estando de excursión en Jaca, vi la primera ikurriña de mi vida. La llevaba un grupo de baile suletino, invitado a las fiestas de aquella localidad. Si tengo que elegir alguna bandera, elijo aquella. El himno nacional actualmente va unido al deporte, principalmente al fútbol (y fútbol es fútbol y es identidad). Para mi gusto, demasiada bulla. El día de la final, yo me quedo en la cama igual. La lengua es el factor identitario más fuerte, sin duda. Así lo vio el mismo Antonio de Nebrija, que unía a ella la suerte del Imperio Español. Lo mismo los republicanos franceses. Así lo ven también los nacionalistas vascos y catalanes”.
Así la lengua es aquel lugar donde situar la patria, como si todos fuéramos los escritores de aquella frase de Francisco Ayala. Y, para algunos de nuestros expertos, quizá el brazo de Rafael Nadal sea ese paisaje que añorar.


el dispreciau dice: durante muchos años, siglos, milenios, el ser humano utilizó estandartes para identificarse e identificar a los de sus propias comarcas... tanto ha sido así, que las banderas han servido para separar a los seres humanos según su lugar de nacimiento, según su cultura, según su religión, mientras que los escudos han servido para ocultar intereses tanto como para enfrentar conveniencias... ello llevó a embanderar las comarcas... ello llevó a que los escudos definieran ciertos contenidos culturales... no obstante ello, no obstante las guerras, los conflictos justificados y los otros injustificados, los inventados y los fabricados, el mundo humano se fue achicando, intereses mediante, y de un día para el otro se globalizó. En dicho contexto, los estados políticos fueron incrementando sus ausencias, dependiente en todos los casos de un aumento en la "mentira democrática", en otro semejante que podría definirse como "mentira republicana", a las que debería agregarse las infaltables mentiras imperiales, reinales, etcéteras, asumiendo que las dictaduras son las expresiones más exacerbadas de cualquier mentira y/u oportunismo. Junto con el desmadre, las corporaciones fueron diseñando sus propias banderas y sus propios escudos, y dada su expansión mundial, se convirtieron en "poderes por sobre los poderes", o mejor dicho... "poderes económicos por sobre poderes políticos"... curiosamente, el conjunto de los poderes se olvidaron de las personas, y se dedicaron a construir un mundo de "descartables"... y tanto aplicaron dicha receta, que los excluídos superaron a los incluidos largamente, hasta mostrar un mundo con dos tercios de excluídos y menos de un tercio de incluídos y en vías de exclusión, todo para favorecer los intereses mezquinos, cínicos e hipócritas de unos pocos trasnochados, peleados con sus propias vidas... no hace falta ser un genio para pensar sobre las consecuencias, no obstante lo cual, ningún poder se da por aludido, y los gana el disimulo o la omisión, como estrategia que les permite negar lo evidente. ¿Espantoso?, aberrante. Así como el mundo humano se globalizó de un día para el otro, intereses mediante, ese mismo humano se quedó sin fronteras y sin banderas sin que nadie se diese cuenta. Desde luego, que hayan caído algunos muros, dando lugar a la construcción de otros, no ha evitado que las exclusiones seguieran en crecimiento... en especial cuando políticos y corporaciones han sido socios en el terrorismo de estado que ha llevado al mundo humano al actual estado de caos generalizado. Digo caos, porque las crisis han sido todas inventadas, respondiendo a intereses de sectores que enfrentan a otros intereses de otros sectores, devorándose unos a otros como en la época de los dinosaurios. ¿Espantoso?, aberrante. Los seres humanos son ciudadanos de la Tierra, todos por igual, con los mismos derechos individuales, y con las mismas equivalencias ciudadanas, pero, desde luego, nada de ello se cumple, más cuando se tiene en cuenta que los estados están ausentes, que las clases políticas son cínico-incapaces por excelencia, y que las corporaciones ya no saben para qué existen, ya que se han concentrado en los negocios financieros, omitiendo sus responsabilidades sociales, que las tienen aún cuando las nieguen. Con este paisaje... la humanidad de los anónimos, Usted, yo, los otros, y todos los demás desconocidos, está/mos fritos... porque nadie representa a nadie, como también nadie escucha a nadie, y nadie atiende a nadie... Comienza entonces a verse iniciativas independentistas, separatistas, que alientan a salvar a las personas que se identifican con una misma cultura... indudablemente Cataluña no pertenece a España, aún cuando esté dentro de su territorio político... y los ejemplos semejantes son tantos que listarlos sería casi imposible, pero a buen entendedor pocas palabras, ya que lo mismo sucede con los países vascos, o con Irlanda, o con... Texas incorporada a la Unión... o con... no importa... dado que los estados están absolutamente ausentes y se han convertido en meros agentes de recaudación y estafas públicas, sus banderas han caído... así como sus escudos, así como sus argumentos, así como sus pretextos, así como sus discursos... y dichas banderas, una vez caídas, ya no son estandartes de nada ni de nadie... eso es lo que define el paisaje inquisidor y medieval que reina por estas horas... y me pregunto: ¿para qué sirve un país que niega a sus ciudadanos?... ¿para qué sirven políticos que no representan a nadie?... ¿para qué sirven corporaciones que no son funcionales a sociedad alguna?... algo anda muy mal en el coco humano... demasiado mal... y una vez más, la Tierra es una sola y los seres humanos que viven en ella, le pertenecen... no al revés... a ningún ser humano le pertenece la Tierra. SEPTIEMBRE 12/13, 2013.-
paradigma: la desintegración sólo conduce a la extinción!
 

No hay comentarios: