VIDAS DIFÍCILES | Cuando ir al colegio es una pesadilla
No son cosas de niños: es acoso
Vídeo: Daniel Izeddin
- Uno de cada cuatro escolares sufre o ha sufrido acoso en las aulas
- El fenómeno se ceba con los adolescentes y puede dejar graves secuelas
- El miedo, la vergüenza y el sentimiento de culpa les lleva a manternerlo oculto
"Mi hijo llegaba a casa triste, llorando, no quería ir al colegio. Cada día se inventaba una excusa: que si me duele un pie, que si una mano, que si la tripa... Teníamos que llevarle prácticamente a rastras". Después, la cosa fue a más. "Un día regresó con el abrigo rajado. Otro, con las gafas pisoteadas. Otras veces llegaba con chichones, arañazos... Incluso le cortaron la coletilla durante un recreo".
Son palabras de Esther. Su hijo, Gustavo, con apenas siete años, sabe bien lo que es el acoso escolar. "Yo le preguntaba si jugaba con los demás niños, y me decía que sí". Así un día tras otro. Hasta que una tarde no pudo más, y se derrumbó. "Mamá, es que los niños me pegan". "Pero tú también les harás algo". "No, yo no hago nada".
Por suerte para Gustavo, su madre le creyó. No le espetó aquello de: "Será en broma". No tuvo que 'batallar' contra dos elementos hostiles: sus acosadores y el sentimiento de culpa, tan parecido al de las maltratadas por sus parejas, que lleva a uno a pensar que lo que le sucede es porque lo merece, porque "algo habrá hecho". Porque cuando esas 'bromas' se repiten día tras día, siempre contra la misma persona, y a ésta no le hacen gracia, no son "cosas de niños". Es acoso escolar.
La psicóloga Alicia García de Pablo, de la Fundación Protégeles, lo define de la siguiente manera: "Acoso escolar es cualquier tipo de agresión psicológica o física mantenida en el tiempo y con intención de hacer daño". Aunque no siempre es grupal, una de sus características fundamentales es el desequilibrio de poder: la víctima está sola frente a un grupo agresores y observadores (que suele ser el resto de la clase); estos últimos saben lo que está pasando, pero no hacen o dicen nada por diferentes motivos.
Suele empezar con acciones de "baja intensidad", que van 'in crescendo' conforme pasa el tiempo. El más habitual es el acoso verbal, en forma de insultos, motes, humillaciones, propagación de falsos rumores, mensajes teléfonicos o llamadas... Si no se frena, puede degenerar en otros tipos de acoso, como el social (exclusión y aislamiento de la víctima, por ejemplo, se la deja fuera de las actividades, como un partido de fútbol), el psicológico (basado en amenazas) y el físico, que contempla tanto agresiones directas como indirectas, por ejemplo, producir daño en objetos personales de la víctima.
A sus siete años, Gustavo ha sufrido todos los tipos. "Le llamaban gafotas, gordo, cara de culo, bebé", relata su madre. En el patio, acababa solo en un rincón, "llorando como una magdalena, porque nadie le hacía caso". Eso cuando no le lanzaban una peonza a la cabeza, le cortaban el pelo o le sacaban las fichas de la mochila para que no pudiera hacer los deberes, y luego, "casualmente, las encontraban los cuatro acosadores".
"Puede ser porque sus características físicas no gusten a otros, o justo por lo contrario". Así, suele afectar más a niños obesos, con gafas, homosexuales, que sacan buenas notas... A las niñas les mueven muchas veces los celos. Y se dan muchos casos de "ex amigos o ex mejores amigos. Se convierte en acosador una persona que ha terminado mal con la víctima, pero la conoce muy bien, tiene mucha información de ella, incluso imágenes... Lo que la hace más vulnerable".
Muchos muestran introversión, dejan de hablar, se quieren retirar rápidamente de la mesa, no salen los fines de semana, o vuelven a casa rápidamente tras terminar las clases. En otros casos, bajan las notas, muestran tristeza, ansiedad... "El problema es que muchos de estos síntomas pueden confundirse con señales características de la adolescencia", afirma Guillermo Cánovas.
A la víctima de acoso escolar le sucede como a muchas mujeres que sufren violencia machista: llegan a pensar que merecen ser tratadas así. Las vejaciones y el sentimiento de aislamiento pueden llegar a socavar la autoestima hasta límites insoportables, e impedir al acosado buscar ayuda. En muchos casos sienten vergüenza. Otras veces temen ser ignorados, o despachados con el típico: "Son cosas de niños".
A Blanca le sucedió hace más de dos décadas, cuando cursaba 8º de EGB en un colegio madrileño. "Los recreos y los cambios de clase eran un infierno. Temía el momento en el que el profesor abandonaba el aula, porque empezaba el hostigamiento". La chispa la encendió una "ex amiga". "Ignoro el motivo, pero de la noche a la mañana empezó a propagar falsos rumores. Tal vez me tenía envidia porque yo sacaba buenas notas, pero no lo sé. El caso es que consiguió poner a toda la clase en mi contra".
Aun hoy, bien entrada en la treintena, se estremece al recordarlo. "Un día me sacaron los tampones de la mochila y se dedicaron a pasárselos como una pelota mientras proferían comentarios sexuales ofensivos", rememora. "Me mandaban notas, me llamaban por teléfono, incluso una vez tiraron piedras a la ventana de mi casa". "Recuerdo que me pasaba los recreos encerrada en el baño, subida a la taza del water para que no me vieran los pies por debajo de la puerta".
Al final, decidió contárselo a un profesor. Su respuesta cayó como un jarro de agua fría: "Blanca, es que tú piensas que todo el mundo está pendiente de ti". Con sus padres no le fue mucho mejor: "Algo habrás hecho tú, si no, ¿por qué va a estar todo el mundo en tu contra?".
"De entrada, todos los centros escolares dan la misma respuesta: 'Aquí no hay acoso'", explica Javier Pérez Aznar, psicólogo y presidente de la Asociación 'No al acoso escolar'. "Suelen cargar contra la víctima, aduciendo que no es para tanto, que los chavales tienen que espabilarse, o que tal vez le convendría (a la víctima) acudir a un psicólogo".
Los expertos coinciden en que la intervención temprana es clave, así como la colaboración del centro escolar. Y también la prevención. Precisamente con ese espíritu nació hace unos cuatro años 'No al acoso', una asociación compuesta por psicólogos, profesores, abogados, padres, madres y jóvenes, que trabajan de forma altruista para combatir esta lacra.
"La clave es que el acoso no es cosa de dos, sino del grupo, por lo que hay un desequilibrio de fuerzas. La víctima está aislada y sufre maltrato y abandono. Nuestra estrategia se basa en cambiar el peso del grupo hacia la víctima", explica Pérez Aznar.
¿Cómo? Pues por ejemplo instruyendo a alumnos de cursos superiores, para que se conviertan en una especie de 'hermanos mayores' que protejan a la víctima. "Los propios alumnos neutralizan el acoso, y funciona", afirma el psicólogo. Se trata de equilibrar.
Pero, ¿cuál es el protocolo en un caso de acoso? "En general, cuando los menores contactan con nosotros, no se lo han dicho a nadie. Lo primero es animarles a que intervenga un adulto, y les damos pautas de qué hacer ante las agresiones", explica García de Pablo. Así, tras ponerlo en conocimiento de los padres, aconsejan hablar con el tutor y la dirección del centro.
Cuando esto no es suficiente, "les recomendamos que presenten escritos, para que quede constancia", explica Ana Fernández Guillén, que trabaja como abogada en Protégeles. "Si esto no da resultado, deben recurrir a la inspección educativa, que es el órgano superior que regula la actividad de los responsables de los centros. Y si no fuera suficiente, habría que presentar una denuncia penal". Es la última opción. Antes, siempre, se intenta agotar la vía amistosa.
"No podemos decir que acoso escolar esté aumentando, hay los mismos casos que hace 50 años. Lo que hay es más intolerancia social", explica Cánovas. "Los menores conocen cada vez más los recursos a los que pueden acudir y piden ayuda".
Es difícil calcular el número de afectados. "No nos atrevemos a manejar cifras, porque las situaciones que conocemos probablemente son un porcentaje mínimo de los casos reales. Lo que sí recibimos es cada vez más casos de acoso escolar en Internet". Según datos de Pérez Aznar, uno de cada cuatro estudiantes sufre o ha sufrido acoso.
Y sucede que no da 'tregua' al acosado. Hasta ahora, la víctima sufría el acoso en el colegio, pero fuera de horario escolar estaba tranquilo. El 'ciberbullying' le priva también de eso: el acoso continúa en su tiempo de ocio, a través del e-mail, de las redes sociales...
Pero Internet también aporta 'ventajas' a las víctimas. Por una parte, aumenta el número de espectadores que le apoyan. También le proporciona herramientas (foros...) para solicitar ayuda. Además, aporta una ventaja desde el punto de vista jurídico: queda constancia del acoso, que en muchos casos puede denunciarse por ser delitos tipificados (amenazas, injurias, suplantación de identidad...), según explica Fernández Guillén.
Las más comunes son las depresiones, la ansiedad y la fobia social. Muchas víctimas de acoso presentan dificultades a la hora de establecer relaciones sociales por miedo a sus iguales. Es lo que le sucede a Álvaro. Un grupo de repetidores le hizo la vida imposible en 2º de la ESO. Las bromas hirientes pronto se convirtieron en insultos e incluso agresiones en el aula. A sus 21 años, reconoce que no lo ha superado. "Me cuesta relacionarme con la gente, estoy tenso, desconfío, no sé cómo entrar en los grupos".
- Protégeles. Teléfono: 91 740 00 19 begin_of_the_skype_highlighting 91 740 00 19 end_of_the_skype_highlighting
- No al acoso escolar: http://www.noalacoso.org/ | En Facebook
el dispreciau dice: ando camino al segundo año de mi sexta década... comienzo a revisar algunos recuerdos guardados en mi biblioteca personal... recuerdos llenos de pavura y penas que ya no me acosan, pero que no omito ni olvido... cuando cursaba mi segundo grado (primero superior le decíamos por entonces) un cura de la escuela a la cual asistía (español él) me propinó una terrible paliza por alguna fechoría intrascendente de la que no guardo vestigios (sí de la paliza, no del hecho en sí mismo)... mientras me pegaba sin parar, repetía en voz alta: "sufrirás como ese hijo de puta llamado Cristo que nos da de comer"... realmente sí, lo sufrí, el acto, pero más las palabras, las suyas... allí entendí que Iglesia no era para nada sinónimo de Dios y que esos hombres con sotana no eran más que sotanas sin alma. Elevé la queja... la respuesta fue terminante: "algo habrás hecho"... y ello me marcó para el resto de la vida, porque de allí en más no toleré, ni lo hago, injusticia alguna... y vaya que me han tocado varias. Veo hoy que existe una crisis de autoridad, justamente porque no hay autoridad, o bien dicha autoridad no es más que una justificación de la barbarie diaria, barbarie al viajar en tren, barbarie para estudiar rodeado de chicos y adolescentes que carecen de motivaciones para vivir, barbarie para viajar en ómnibus con ruedas desgastadas al extremo (anunciantes de potenciales accidentes), barbarie para ir a atenderte a un hospital donde si no hallas número tu enfermedad deberá esperar, barbarie para hacer un trámite ante funcionarios de un estado ausente y desconocedor de las necesidades tanto como de los derechos humanos y los otros ciudadanos (aún cuando la Presidente diga exactamente lo contrario)... barbarie para cruzar la calle... barbarie cuando la policía detiene tu paso para pedirte los papeles del auto y a su vez buscar la forma de obtener una dádiva a cualquier precio y de cualquier valor... barbarie cuando la Gendarmería Nacional sube a tu ómnibus a requisar tus petates mirándote con cara de delincuente, para luego llevarse algo sin que lo notes... en fin, barbarie... la misma barbarie que siente una persona cuando es secuestrada y el estado ausente se hace el disimulado... la misma barbarie que siente otra persona que es violada, quemada, asesinada, y ese mismo estado ausente le niega sus derechos para ofrecerle la derecha al victimario (que forma parte de la caja de la clase política)... la misma barbarie que aplican y ejecutan los gobernadores e intendentes que atropellan a sus pueblos con argucias empresarias mineras que depredan los recursos y exterminan las vidas de los inocentes... la misma barbarie que niegan los discursos pero viven en el alma de estos impresentables que todo lo justifican, desde una violación en El Divisadero hasta el asesinato de dos francesas en una rara cuadra donde la policía es tan culpable como el propio poder político... eso es barbarie. En dicho concierto, las nuevas generaciones están aprendiendo a vivir sin hacer nada gracias a un estado ausente que provee soluciones a cambio de dignidades... ello facilita el consumo de estupefacientes... de alcohol... y vivir de noche ya que día habría que hacer algo un poco más útil... la conclusión es simple... la sociedad se llena de patrones de las veredas... imbéciles que se creen dueños de las vidas de los otros, tal lo hacen los punteros políticos de cualquier clase y factor, los amiguismos que compran voluntades para convertirse en dueños de líneas ferroviarias destruídas, los clientelismos que favorecen el no ver lo evidente... triste, ése es el régimen que impera en las escuelas y que no las hace diferentes a las cárceles... el patrón de la vereda es dueño del aula y de la vida de sus víctimas (compañeros de clase), pero también de sus docentes y hasta de las autoridades de la escuela, indefensas ante un sistema atroz y perverso que permite la barbarie y descalifica el orden. Eso está ocurriendo en todo el mundo, como siempre digo: a alguien le sirve... si no, no estaría sucediendo. He llegado a la conclusión (segunda) que lo peor de la maldad no es ella en sí misma, no, antes bien lo es aceptarla como algo natural... justo allí, sucumbe el humanismo y aparece el hombre primitivo... el que no tiene sentimientos y no se parece en nada a un primate... sí a un tiburón (depredador por naturaleza). ¿Será que el demonio reina en la Tierra?. Marzo 04, 2012.-
Son palabras de Esther. Su hijo, Gustavo, con apenas siete años, sabe bien lo que es el acoso escolar. "Yo le preguntaba si jugaba con los demás niños, y me decía que sí". Así un día tras otro. Hasta que una tarde no pudo más, y se derrumbó. "Mamá, es que los niños me pegan". "Pero tú también les harás algo". "No, yo no hago nada".
Por suerte para Gustavo, su madre le creyó. No le espetó aquello de: "Será en broma". No tuvo que 'batallar' contra dos elementos hostiles: sus acosadores y el sentimiento de culpa, tan parecido al de las maltratadas por sus parejas, que lleva a uno a pensar que lo que le sucede es porque lo merece, porque "algo habrá hecho". Porque cuando esas 'bromas' se repiten día tras día, siempre contra la misma persona, y a ésta no le hacen gracia, no son "cosas de niños". Es acoso escolar.
Qué es el acoso
Foto: Gtres
Suele empezar con acciones de "baja intensidad", que van 'in crescendo' conforme pasa el tiempo. El más habitual es el acoso verbal, en forma de insultos, motes, humillaciones, propagación de falsos rumores, mensajes teléfonicos o llamadas... Si no se frena, puede degenerar en otros tipos de acoso, como el social (exclusión y aislamiento de la víctima, por ejemplo, se la deja fuera de las actividades, como un partido de fútbol), el psicológico (basado en amenazas) y el físico, que contempla tanto agresiones directas como indirectas, por ejemplo, producir daño en objetos personales de la víctima.
A sus siete años, Gustavo ha sufrido todos los tipos. "Le llamaban gafotas, gordo, cara de culo, bebé", relata su madre. En el patio, acababa solo en un rincón, "llorando como una magdalena, porque nadie le hacía caso". Eso cuando no le lanzaban una peonza a la cabeza, le cortaban el pelo o le sacaban las fichas de la mochila para que no pudiera hacer los deberes, y luego, "casualmente, las encontraban los cuatro acosadores".
A quién afecta
Cualquiera puede ser víctima de acoso. Se registran casos desde los tres años hasta la adolescencia. No se puede hablar de perfiles de acosadores ni de acosados. Ni los primeros son los típicos 'malotes', ni los segundos tienen por qué ser especiales. "Cualquier pretexto es suficiente para convertir a un menor en víctima", afirma Guillermo Cánovas, presidente de Protégeles. No obstante, es cierto que la diferencia es muchas veces la excusa, como en el caso de Gustavo, que sufre Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad."Cualquier pretexto es suficiente para convertir a un menor en víctima"
Cómo detectarlo
Las situaciones de acoso suelen mantenerse ocultas, especialmente a partir de los 10-12 años. "Es importante estar atentos a cambios notables en el comportamiento, por ejemplo, si antes hablaba de sus amigos todos los días y ha dejado de hacerlo. O si el fin de semana está bien y el domingo por la noche muestra nerviosismo. También si le preguntamos y responde con evasivas", explica García de Pablo.Muchos muestran introversión, dejan de hablar, se quieren retirar rápidamente de la mesa, no salen los fines de semana, o vuelven a casa rápidamente tras terminar las clases. En otros casos, bajan las notas, muestran tristeza, ansiedad... "El problema es que muchos de estos síntomas pueden confundirse con señales características de la adolescencia", afirma Guillermo Cánovas.
Por qué no lo cuentan
Foto: R. Cárdenas
A Blanca le sucedió hace más de dos décadas, cuando cursaba 8º de EGB en un colegio madrileño. "Los recreos y los cambios de clase eran un infierno. Temía el momento en el que el profesor abandonaba el aula, porque empezaba el hostigamiento". La chispa la encendió una "ex amiga". "Ignoro el motivo, pero de la noche a la mañana empezó a propagar falsos rumores. Tal vez me tenía envidia porque yo sacaba buenas notas, pero no lo sé. El caso es que consiguió poner a toda la clase en mi contra".
Aun hoy, bien entrada en la treintena, se estremece al recordarlo. "Un día me sacaron los tampones de la mochila y se dedicaron a pasárselos como una pelota mientras proferían comentarios sexuales ofensivos", rememora. "Me mandaban notas, me llamaban por teléfono, incluso una vez tiraron piedras a la ventana de mi casa". "Recuerdo que me pasaba los recreos encerrada en el baño, subida a la taza del water para que no me vieran los pies por debajo de la puerta".
"Temía el momento en el que el profesor abandonaba el aula, porque empezaba el hostigamiento"
"De entrada, todos los centros escolares dan la misma respuesta: 'Aquí no hay acoso'", explica Javier Pérez Aznar, psicólogo y presidente de la Asociación 'No al acoso escolar'. "Suelen cargar contra la víctima, aduciendo que no es para tanto, que los chavales tienen que espabilarse, o que tal vez le convendría (a la víctima) acudir a un psicólogo".
Cómo actuar
"La clave es que el acoso no es cosa de dos, sino del grupo, por lo que hay un desequilibrio de fuerzas. La víctima está aislada y sufre maltrato y abandono. Nuestra estrategia se basa en cambiar el peso del grupo hacia la víctima", explica Pérez Aznar.
¿Cómo? Pues por ejemplo instruyendo a alumnos de cursos superiores, para que se conviertan en una especie de 'hermanos mayores' que protejan a la víctima. "Los propios alumnos neutralizan el acoso, y funciona", afirma el psicólogo. Se trata de equilibrar.
Pero, ¿cuál es el protocolo en un caso de acoso? "En general, cuando los menores contactan con nosotros, no se lo han dicho a nadie. Lo primero es animarles a que intervenga un adulto, y les damos pautas de qué hacer ante las agresiones", explica García de Pablo. Así, tras ponerlo en conocimiento de los padres, aconsejan hablar con el tutor y la dirección del centro.
Cuando esto no es suficiente, "les recomendamos que presenten escritos, para que quede constancia", explica Ana Fernández Guillén, que trabaja como abogada en Protégeles. "Si esto no da resultado, deben recurrir a la inspección educativa, que es el órgano superior que regula la actividad de los responsables de los centros. Y si no fuera suficiente, habría que presentar una denuncia penal". Es la última opción. Antes, siempre, se intenta agotar la vía amistosa.
¿Se registran más casos ahora?
El acoso no es nuevo. Siempre ha existido. Pero como sucedió con la violencia machista, la sociedad parece no tomar conciencia hasta que la tragedia no tiene un rostro. Ana Orantes lo puso a las víctimas de los malos tratos. Jokin, a las de acoso escolar. El suicidio de este adolescente en Hondarribia propició que los medios de comunicación empezaran a hablar del tema."De entrada, todos los centros escolares dan la misma respuesta: Aquí no hay acoso"
Es difícil calcular el número de afectados. "No nos atrevemos a manejar cifras, porque las situaciones que conocemos probablemente son un porcentaje mínimo de los casos reales. Lo que sí recibimos es cada vez más casos de acoso escolar en Internet". Según datos de Pérez Aznar, uno de cada cuatro estudiantes sufre o ha sufrido acoso.
Ciberbullying
Lo que ha crecido notablemente es el acoso escolar a través de Internet, porque "ha aumentado el número de usuarios y ha descendido la edad de inicio del uso de las tecnologías", explica Cánovas, para quien este tipo de acoso tiene unas características que lo hacen especialmente preocupante. Por un lado, la participacion de terceros, a veces sin conocer a la víctima, que hace que se multiplique el número de acosadores. Por otro, puede perdurar en el tiempo, de modo que, incluso cuando ha terminado problema en el centro escolar, el acoso puede continuar en Internet.Y sucede que no da 'tregua' al acosado. Hasta ahora, la víctima sufría el acoso en el colegio, pero fuera de horario escolar estaba tranquilo. El 'ciberbullying' le priva también de eso: el acoso continúa en su tiempo de ocio, a través del e-mail, de las redes sociales...
Pero Internet también aporta 'ventajas' a las víctimas. Por una parte, aumenta el número de espectadores que le apoyan. También le proporciona herramientas (foros...) para solicitar ayuda. Además, aporta una ventaja desde el punto de vista jurídico: queda constancia del acoso, que en muchos casos puede denunciarse por ser delitos tipificados (amenazas, injurias, suplantación de identidad...), según explica Fernández Guillén.
Secuelas
Buena prueba de que el acoso escolar no es 'cosa de niños" son las secuelas que deja en las víctimas. Muchas de ellas lo sufren en la adolescencia, una etapa especialmente compleja, en la que se está formando la personalidad, y puede traumatizarles de por vida.Las más comunes son las depresiones, la ansiedad y la fobia social. Muchas víctimas de acoso presentan dificultades a la hora de establecer relaciones sociales por miedo a sus iguales. Es lo que le sucede a Álvaro. Un grupo de repetidores le hizo la vida imposible en 2º de la ESO. Las bromas hirientes pronto se convirtieron en insultos e incluso agresiones en el aula. A sus 21 años, reconoce que no lo ha superado. "Me cuesta relacionarme con la gente, estoy tenso, desconfío, no sé cómo entrar en los grupos".
Dónde acudir
- Línea de ayuda contra el acoso escolar: http://www.acosoescolar.info/index.htm- Protégeles. Teléfono: 91 740 00 19 begin_of_the_skype_highlighting 91 740 00 19 end_of_the_skype_highlighting
- No al acoso escolar: http://www.noalacoso.org/ | En Facebook
el dispreciau dice: ando camino al segundo año de mi sexta década... comienzo a revisar algunos recuerdos guardados en mi biblioteca personal... recuerdos llenos de pavura y penas que ya no me acosan, pero que no omito ni olvido... cuando cursaba mi segundo grado (primero superior le decíamos por entonces) un cura de la escuela a la cual asistía (español él) me propinó una terrible paliza por alguna fechoría intrascendente de la que no guardo vestigios (sí de la paliza, no del hecho en sí mismo)... mientras me pegaba sin parar, repetía en voz alta: "sufrirás como ese hijo de puta llamado Cristo que nos da de comer"... realmente sí, lo sufrí, el acto, pero más las palabras, las suyas... allí entendí que Iglesia no era para nada sinónimo de Dios y que esos hombres con sotana no eran más que sotanas sin alma. Elevé la queja... la respuesta fue terminante: "algo habrás hecho"... y ello me marcó para el resto de la vida, porque de allí en más no toleré, ni lo hago, injusticia alguna... y vaya que me han tocado varias. Veo hoy que existe una crisis de autoridad, justamente porque no hay autoridad, o bien dicha autoridad no es más que una justificación de la barbarie diaria, barbarie al viajar en tren, barbarie para estudiar rodeado de chicos y adolescentes que carecen de motivaciones para vivir, barbarie para viajar en ómnibus con ruedas desgastadas al extremo (anunciantes de potenciales accidentes), barbarie para ir a atenderte a un hospital donde si no hallas número tu enfermedad deberá esperar, barbarie para hacer un trámite ante funcionarios de un estado ausente y desconocedor de las necesidades tanto como de los derechos humanos y los otros ciudadanos (aún cuando la Presidente diga exactamente lo contrario)... barbarie para cruzar la calle... barbarie cuando la policía detiene tu paso para pedirte los papeles del auto y a su vez buscar la forma de obtener una dádiva a cualquier precio y de cualquier valor... barbarie cuando la Gendarmería Nacional sube a tu ómnibus a requisar tus petates mirándote con cara de delincuente, para luego llevarse algo sin que lo notes... en fin, barbarie... la misma barbarie que siente una persona cuando es secuestrada y el estado ausente se hace el disimulado... la misma barbarie que siente otra persona que es violada, quemada, asesinada, y ese mismo estado ausente le niega sus derechos para ofrecerle la derecha al victimario (que forma parte de la caja de la clase política)... la misma barbarie que aplican y ejecutan los gobernadores e intendentes que atropellan a sus pueblos con argucias empresarias mineras que depredan los recursos y exterminan las vidas de los inocentes... la misma barbarie que niegan los discursos pero viven en el alma de estos impresentables que todo lo justifican, desde una violación en El Divisadero hasta el asesinato de dos francesas en una rara cuadra donde la policía es tan culpable como el propio poder político... eso es barbarie. En dicho concierto, las nuevas generaciones están aprendiendo a vivir sin hacer nada gracias a un estado ausente que provee soluciones a cambio de dignidades... ello facilita el consumo de estupefacientes... de alcohol... y vivir de noche ya que día habría que hacer algo un poco más útil... la conclusión es simple... la sociedad se llena de patrones de las veredas... imbéciles que se creen dueños de las vidas de los otros, tal lo hacen los punteros políticos de cualquier clase y factor, los amiguismos que compran voluntades para convertirse en dueños de líneas ferroviarias destruídas, los clientelismos que favorecen el no ver lo evidente... triste, ése es el régimen que impera en las escuelas y que no las hace diferentes a las cárceles... el patrón de la vereda es dueño del aula y de la vida de sus víctimas (compañeros de clase), pero también de sus docentes y hasta de las autoridades de la escuela, indefensas ante un sistema atroz y perverso que permite la barbarie y descalifica el orden. Eso está ocurriendo en todo el mundo, como siempre digo: a alguien le sirve... si no, no estaría sucediendo. He llegado a la conclusión (segunda) que lo peor de la maldad no es ella en sí misma, no, antes bien lo es aceptarla como algo natural... justo allí, sucumbe el humanismo y aparece el hombre primitivo... el que no tiene sentimientos y no se parece en nada a un primate... sí a un tiburón (depredador por naturaleza). ¿Será que el demonio reina en la Tierra?. Marzo 04, 2012.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario