ÁFRICA | Joseph Kony secuestró a más de 40.000 niños
'Radio Kony', la emisora de la muerte
Fotograma del documental 'Invisible Children'.
"Cuando asaltaban las aldeas, lo primero que hacían los soldados del Ejército de Resistencia del Señor era saquear nuestras parroquias y robarnos los paneles solares y las emisoras de radio, que luego usaban para comunicarse entre ellos". El ex misionero José Carlos Rodríguez Soto, que fue elegido como uno de los mediadores en las conversaciones de paz de 2003 entre el Gobierno de Uganda y la milicia enloquecida de Kony (Lord Resistance Army o LRA), es probablemente el único español que ha hablado con este señor de la guerra y uno de los que mejor conocen su perfil y trayectoria sangrienta trufada de leyendas. "Después, cuando encendíamos la emisora que teníamos en la diócesis le escuchábamos al otro lado, usando nuestra misma frecuencia, dando órdenes de un sadismo atroz, ordenando más masacres o felicitando a sus comandantes por los crímenes del día".
La figura de Joseph Kony, publicitada ahora por la campaña viral Kony2012 de la organización Invisible Children (cuyo vídeo lleva registradas más de 60 millones de visitas), ha servido para hacer famoso a un criminal con un currículo conocido desde hace décadas en África. Pero el fenómeno de YouTube también contribuye a mitificarlo y simplificarlo, cuando su biografía está cargada de matices. "No es ningún tonto, es un superviviente nato y un experto manipulador de mentes", dice Rodríguez Soto a EL MUNDO.
"Kony es como una montaña rusa. Te habla como un amigo, pero cinco minutos después te está amenazando de muerte". El ex misionero pudo dirigirse personalmente a él durante unos minutos con una de esas emisoras de radio, pero su impronta quedará grabada en su memoria para siempre: "Era un caradura que pretendía controlar a la población por medio del terror. Nunca olvidaré su voz al otro lado". Su número tres justificaba las matanzas como castigo hacia la población civil alegando que "Israel también purificó a su pueblo gracias a la guerra" y el rapto de mujeres con la excusa de que "Salomón tenía 60 esposas".
"Hay cosas dichas sobre Kony que no son verdad", advierte Rodríguez Soto. "Nunca fue sacerdote ni catequista. Su padre en cambio sí lo fue. Él procede de una familia de brujos y hechiceros". De hecho, sus colaboradores lo llaman El chamán del Nilo o El profeta. "Tampoco es cierto que sea fundamentalista cristiano, como se ha dicho, porque aunque usa la Biblia toma aspectos del islam, como no beber alcohol o no comer carne de cerdo. A quien bebía o tenía un cerdo lo mataba", recuerda. Su guerrilla mesiánica, compuesta por niños a los que manipula el cerebro hasta convertirlos en máquinas de matar, es ya la más longeva de África.
El periodista argentino Hernán Zin lleva tres años tras la pista de Kony. Ha entrevistado a muchas de sus víctimas, incluso a una de sus 80 esposas, y ha viajado a varias de las regiones por las que se movía o se mueve: "Su figura está mitificada, pero su existencia como guerrillero es fruto de un conflicto étnico muy complejo". Como de costumbre, en África las cosas no son blancas o negras.
Como otros señores de la guerra, Kony es hijo de un sentimiento de venganza: el de la etnia acholi contra los desmanes del Gobierno de Uganda. El Ejecutivo de Kampala favorecía los intereses de las etnias bantúes, que también eran las preferidas de los colonos ingleses. La frustración de los discriminados acholi está condensada en las figuras del presidente Museveni y del anterior dirigente ugandés, el genocida Idi Amin, un desequilibrado que ordenó la muerte de entre 300.000 y 500.000 personas y que se denominaba "señor de todas las Bestias de la Tierra y Peces del Mar y Conquistador del Imperio Británico en África en general y en Uganda en particular y último rey de Escocia".
En esa salsa de crímenes de guerra sin fin y secuestro y uso de niños soldado por todos los bandos, Kony ha ido más allá: ha llevado el credo de la fundadora del movimiento y hechicera Alice Lakwena a una locura sin fin en la que los 10 mandamientos se mezclan con magia negra. "Cuando conversaba con él por radio, me decía que tenía que hablar con el Espíritu Santo para tomar decisiones", recuerda Rodríguez Soto.
Kony, al que se le adjudican más de 10.000 muertos y 40.000 secuestros de niños soldado en Uganda, Congo, Sudán del Sur y República Centroafricana, también ha tenido sus patrocinadores, como recuerda Zin: "Con su armamento, el Gobierno islamista de Sudán lo convirtió en un peón de una guerra fría africana. Hay fuentes que admiten que hasta tenía una casa en Jartúm". Además, entre su propia etnia acholi "hay muchos a los que le cuesta criticarle e incluso le apoyan porque Kony siempre ha presumido de defender a su pueblo, a pesar de que los suyos son sus principales víctimas".
Después de miles de asesinatos, violaciones, secuestros (con épocas de 100 niños reclutados al día) y mutilaciones horrendas, Kony sobrevive ya sin apoyos en las selvas entre Congo y República Centroafricana, donde se esconde con 300 fieles. La paz entre Sudán y Sudán del Sur en 2006 lo dejó sin aliados. A pesar de todo, "él y los suyos se mantienen en forma, la vida en la selva no los ha desgastado. Yo siempre los veía con un aspecto sano", dice el religioso Rodríguez Soto.
Alberto Cristina, responsable de Médicos sin Fronteras en República Centroafricana y Sudán del Sur, con proyectos en zonas afectadas por ataques del LRA, ha visto los efectos de sus crímenes sobre la población civil: "Atacan, saquean, mutilan y se protegen en tierra de nadie, con toda la impunidad del mundo. En Dungu (Congo) estamos tratando mutilaciones nunca vistas en otras zonas". Además, se enfrentan a un desafío que no conocen en otras zonas con grupos armados: "Generalmente tenemos conversaciones con milicias de toda índole para que nos dejen desarrollar nuestro trabajo humanitario de manera neutral. Con el Ejército de Resistencia del Señor es imposible. No existe un interlocutor ni un respeto por nuestra labor".
Rodríguez Soto no cree que lo vayan a capturar con facilidad: "Conoce bien la selva, él y sus hombres son capaces de caminar a razón de 60 kilómetros al día y mató a su número dos por usar móviles que podían facilitar su posición". Ahora, como Filípides en la batalla de Maratón, utiliza mensajeros a pie. O regresa a la radio, pero en clave. "Es un tipo obsesionado con su seguridad, hasta el punto de asegurarse que todas sus esposas han pasado la prueba del VIH para que no le contagien". Si ha sorteado con éxito a varios ejércitos regulares, a decenas de asesores militares de EEUU y a los rigores de la jungla, "no dejará que le mate el SIDA".
La figura de Joseph Kony, publicitada ahora por la campaña viral Kony2012 de la organización Invisible Children (cuyo vídeo lleva registradas más de 60 millones de visitas), ha servido para hacer famoso a un criminal con un currículo conocido desde hace décadas en África. Pero el fenómeno de YouTube también contribuye a mitificarlo y simplificarlo, cuando su biografía está cargada de matices. "No es ningún tonto, es un superviviente nato y un experto manipulador de mentes", dice Rodríguez Soto a EL MUNDO.
"Kony es como una montaña rusa. Te habla como un amigo, pero cinco minutos después te está amenazando de muerte". El ex misionero pudo dirigirse personalmente a él durante unos minutos con una de esas emisoras de radio, pero su impronta quedará grabada en su memoria para siempre: "Era un caradura que pretendía controlar a la población por medio del terror. Nunca olvidaré su voz al otro lado". Su número tres justificaba las matanzas como castigo hacia la población civil alegando que "Israel también purificó a su pueblo gracias a la guerra" y el rapto de mujeres con la excusa de que "Salomón tenía 60 esposas".
"Hay cosas dichas sobre Kony que no son verdad", advierte Rodríguez Soto. "Nunca fue sacerdote ni catequista. Su padre en cambio sí lo fue. Él procede de una familia de brujos y hechiceros". De hecho, sus colaboradores lo llaman El chamán del Nilo o El profeta. "Tampoco es cierto que sea fundamentalista cristiano, como se ha dicho, porque aunque usa la Biblia toma aspectos del islam, como no beber alcohol o no comer carne de cerdo. A quien bebía o tenía un cerdo lo mataba", recuerda. Su guerrilla mesiánica, compuesta por niños a los que manipula el cerebro hasta convertirlos en máquinas de matar, es ya la más longeva de África.
El periodista argentino Hernán Zin lleva tres años tras la pista de Kony. Ha entrevistado a muchas de sus víctimas, incluso a una de sus 80 esposas, y ha viajado a varias de las regiones por las que se movía o se mueve: "Su figura está mitificada, pero su existencia como guerrillero es fruto de un conflicto étnico muy complejo". Como de costumbre, en África las cosas no son blancas o negras.
Como otros señores de la guerra, Kony es hijo de un sentimiento de venganza: el de la etnia acholi contra los desmanes del Gobierno de Uganda. El Ejecutivo de Kampala favorecía los intereses de las etnias bantúes, que también eran las preferidas de los colonos ingleses. La frustración de los discriminados acholi está condensada en las figuras del presidente Museveni y del anterior dirigente ugandés, el genocida Idi Amin, un desequilibrado que ordenó la muerte de entre 300.000 y 500.000 personas y que se denominaba "señor de todas las Bestias de la Tierra y Peces del Mar y Conquistador del Imperio Británico en África en general y en Uganda en particular y último rey de Escocia".
En esa salsa de crímenes de guerra sin fin y secuestro y uso de niños soldado por todos los bandos, Kony ha ido más allá: ha llevado el credo de la fundadora del movimiento y hechicera Alice Lakwena a una locura sin fin en la que los 10 mandamientos se mezclan con magia negra. "Cuando conversaba con él por radio, me decía que tenía que hablar con el Espíritu Santo para tomar decisiones", recuerda Rodríguez Soto.
Kony, al que se le adjudican más de 10.000 muertos y 40.000 secuestros de niños soldado en Uganda, Congo, Sudán del Sur y República Centroafricana, también ha tenido sus patrocinadores, como recuerda Zin: "Con su armamento, el Gobierno islamista de Sudán lo convirtió en un peón de una guerra fría africana. Hay fuentes que admiten que hasta tenía una casa en Jartúm". Además, entre su propia etnia acholi "hay muchos a los que le cuesta criticarle e incluso le apoyan porque Kony siempre ha presumido de defender a su pueblo, a pesar de que los suyos son sus principales víctimas".
Después de miles de asesinatos, violaciones, secuestros (con épocas de 100 niños reclutados al día) y mutilaciones horrendas, Kony sobrevive ya sin apoyos en las selvas entre Congo y República Centroafricana, donde se esconde con 300 fieles. La paz entre Sudán y Sudán del Sur en 2006 lo dejó sin aliados. A pesar de todo, "él y los suyos se mantienen en forma, la vida en la selva no los ha desgastado. Yo siempre los veía con un aspecto sano", dice el religioso Rodríguez Soto.
Alberto Cristina, responsable de Médicos sin Fronteras en República Centroafricana y Sudán del Sur, con proyectos en zonas afectadas por ataques del LRA, ha visto los efectos de sus crímenes sobre la población civil: "Atacan, saquean, mutilan y se protegen en tierra de nadie, con toda la impunidad del mundo. En Dungu (Congo) estamos tratando mutilaciones nunca vistas en otras zonas". Además, se enfrentan a un desafío que no conocen en otras zonas con grupos armados: "Generalmente tenemos conversaciones con milicias de toda índole para que nos dejen desarrollar nuestro trabajo humanitario de manera neutral. Con el Ejército de Resistencia del Señor es imposible. No existe un interlocutor ni un respeto por nuestra labor".
Rodríguez Soto no cree que lo vayan a capturar con facilidad: "Conoce bien la selva, él y sus hombres son capaces de caminar a razón de 60 kilómetros al día y mató a su número dos por usar móviles que podían facilitar su posición". Ahora, como Filípides en la batalla de Maratón, utiliza mensajeros a pie. O regresa a la radio, pero en clave. "Es un tipo obsesionado con su seguridad, hasta el punto de asegurarse que todas sus esposas han pasado la prueba del VIH para que no le contagien". Si ha sorteado con éxito a varios ejércitos regulares, a decenas de asesores militares de EEUU y a los rigores de la jungla, "no dejará que le mate el SIDA".
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