La gente tiene preguntas. El Estado no tiene respuestas. Candela Rodríguez apareció muerta. Su destino habla de nuestra impotencia social. La sociedad no escucha lo que quiere oír. Ni ve proceder a la Justicia como quisiera. La corrupción nos devora. "Cuando un pueblo se olvida de cuidar a sus niños y ancianos -recordó el arzobispo de Buenos Aires-, es un pueblo en decadencia." El nuestro, subrayó Jorge Bergoglio, es "un pueblo indefenso". Y indefenso". Y enfatizó: "Un pueblo triste".
Gente inerme, desbordada por el miedo y la indignación, llora hoy a otra niña muerta. Candela denuncia con su sacrificio atroz la impotencia de un Estado. ¿Qué porvenir puede tener nuestra democracia si no sabe pelear contra su decadencia?La inseguridad prospera. Prosperan el delito y la criminalidad. No se trata de presumir que se puede eliminar esos males de raíz. Nadie podría hacerlo. Lo que se necesita, lo que se reclama, es que se los combata con eficacia. Que no se les permita prosperar.
¿Es cierto, como quisiéramos todos con el arzobispo de Buenos Aires, que "los seres humanos no se compran ni se venden"? ¿Qué son, entonces, los que sí se compran y sí se venden? Nadie lo ignora. Y no nos resignamos a lo que sabemos. Falta ejemplaridad. Sobra impunidad.
La fiesta del poder, no obstante, prosigue. Prosigue el conventillo de la jactancia, la miseria del egoísmo y la demagogia. Mientras tanto, se multiplican los niños y los jóvenes que desaparecen y reaparecen muertos.
Ya no es terrorismo de Estado. Es terrorismo sin Estado. Algunos nombres: María Cash, Marita Verón, Sofía Herrera, Matías Berardi, Rodolfo González. Y están los incontables que preceden a éstos. ¿Y cuántos serán los incontables que seguirán a éstos? ¿Y hasta cuándo?
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"Pedimos juicio y castigo a los culpables políticos y materiales." La exigencia es de Griselda Almada, vecina del barrio de Hurlingham. ¿Quién no recuerda esta expresión? Juicio y castigo a los culpables. Viene de los años más oscuros, de las rondas de las Madres de Plaza de Mayo. No ha perdido vigencia, aunque hoy sean otras las víctimas y otros sus familiares.
No faltarán los que se entretengan con los detalles truculentos del crimen. Otros, los más dignos, promoverán con énfasis y angustia la exigencia de encontrar a los asesinos materiales de Candela.
Pero el cuestionamiento de fondo debe recaer sobre la dirigencia política. No es posible que la impunidad de esa dirigencia se prolongue. O más crudamente: es posible. Y lo terrible es eso: que la autocrítica y la conciencia de la propia responsabilidad no se muestren en quienes se dicen representantes del pueblo, custodios del pueblo, policía del pueblo, garantes de sus derechos.
Candela son todos los niños desaparecidos y todos los muertos de este tiempo nuevo y oscuro al que no nos resignamos a dejar de llamar democracia.
La ausencia de la ley es nuestra ausencia. La ausencia de castigo para los que secuestran y matan es lo que tiene de espectral el sistema en que vivimos. ¿Qué juran representar los que juran en los cargos más altos del poder? ¿Dónde están los que no saben combatir la omnipotencia criminal?
La gente ha descubierto que no está representada. Que está sola. Que ha sido abandonada a su suerte. Que sus hijos, que desaparecen vivos y aparecen muertos, no son nunca suficientes para la irresponsabilidad de quienes deberían impedirlo.
Carola Labrador miró el cadáver de su hija y se volvió luego hacia el gobernador Daniel Scioli: "Va a ser la última hija a la que matan" -le dijo. ¿Qué habrá entendido el gobernador?
Este espontáneo y extraordinario tránsito del íntimo dolor a la conciencia plural, ciudadana, pertenece a la más alta estirpe de las madres argentinas. Carola Labrador habló en nombre de todas. Supo decir nosotras, supo decir nosotros. ¿Qué habrá entendido el gobernador? ¿Habrá palpado en esa frase el aliento sobrecogedor del nunca más?
El poder calla. El poder exclama "Dios mío" ante el horror, como uno más de nosotros. El poder es una ausencia y esa ausencia hiere a la Argentina. Cuando la demanda social alcanza este nivel de desesperación pública ante la mafia y el crimen, al Estado sólo le cabe hacer una de estas dos cosas: o negar la magnitud de lo que sucede una vez más o transformarse, comprometerse, hacer con firmeza y bien lo que hasta ahora no hizo o hizo mal.
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El nombre de Candela encierra una dolorosa expectativa. Quien lo pronuncie, pronuncia la tensión agobiante de una espera; una plegaria unida a una espera febril. Da voz a la necesidad irrenunciable de que el Estado se haga presente. Un Estado cuya impotencia actual es la de la democracia; la del poder para comprometerse en serio con la gente, con el pueblo. Ese pueblo cuyos votos se buscan con promesas y regalías. Ese pueblo al que se le dice: "Gracias por creer".
El autor es filósofo, ensayista y poeta
Cuando el poder calla - 03.09.2011 - lanacion.com
el dispreciau dice: uno, como ciudadano y mortal, se va hartando de escuchar estupideces, expliaciones antojadizas, argumentos vacíos, razones irracionales... Argentina padeció el mesianismo de la década del 70 donde algunos iluminados se convirtieron en propietarios de los destinos de los otros... hasta hoy el problema no se ha resuelto y los derechos humanos de los victimarios de uno y otro lados, se vienen manipulando según las conveniencias del poder. Ambas aberraciones del poder, militar y guerrilla, tienen sus responsabilidades y sus responsables, pero el problema de fondo no se ha resuelto y las heridas se abren cada vez que al poder político le conviene destapar la olla de los oportunismos... la década del 80 trató de resolver un problema social estableciendo un NUNCA MÁS que luego pasó a ser manipulado por nuevas conveniencias que durante los noventa importarían e instalarían el narcotráfico y el narcolavado como mecanismos de poder, agregándose en ello una connivencia entre el poder y los secuestros, entre el poder y las salideras, entre el poder y los robos del asfalto, entre el poder y los avisos bancarios, entre el poder y el tráfico de personas, entre el poder y el tráfico de órganos, entre el poder y... la lista es larga, demasiado larga, demasiado corrupta... nada distinto a lo que ocurre en otras latitudes, incluyendo en ello la Europa medieval que aún reina y el imperio deformado en algunas aristas de los Estados Unidos, más quebrado que nunca antes... ello impulsó a que ARGENTINA ingresara al nuevo milenio envuelta en dramas sociales que revestidos como pobrezas, ocultan tramas diablescas donde se exponen las peores muestras de la condición humana, comenzando siempre por lo "peor" de los instintos. Curiosamente, la corrupción instalada en el poder y sus ensoñaciones, además de protectora de los ilícitos variados, aparece como socia de circunstancias y solidaria en los silencios... espantoso. Durante los noventa muchas criaturas desaparecieron sin dejar rastro... durante la primera década del nuevo milenio el tema ha sido peor, mucho peor. A alguien le sirve el negocio porque el estado ausente, como siempre antes, no ha hecho nada al respecto más allá de poner cara de circunstancias. El tráfico de personas ha crecido tanto como el tráfico de órganos, pero al estado ausente poco le importa eso. El narcotráfico ha crecido en forma exponencial tanto como el narcolavado y la producción de drogas para consumo y exportación, pero al estado ausente tampoco parece importarle ello. Lógicamente siempre debe protegerse al que hace abuso, antes del que hace uso de la ciudadanía... y es así que el poder ausente hace uso del voto ciudadano, pero protege al que hace abuso del derecho público e individual. Desde la efedrina hacia adelante (y hacia atrás) se agregó como variable de ejercicio del poder, el "exterminio", esto es masacrar aquello que molesta, haciendo uso del criterio mexicano del asesinato como modelo de demostrar cuánto poder se tiene... la sociedad argentina hoy, tiene sus derechos humanos más consumidos que en la década de los años setenta. Ello no sólo no es bueno, sino que es muy malo... ahora se le incorpora esta novedad donde padres desaprensivos entregan a una niña inocente a cambio de cuotas de robo, secuestro o similares... y la niña muere a manos de victimarios que además de no tener alma, tampoco tienen cerebro, pero que demuestran que algo muy malo está ocurriendo en la sociedad argentina marginada, en la otra pobre, y por qué no, en la rica y abundante. El poder ausente junto al estado onmipresente, sordo, ciego, pero no mudo, ya no tiene capacidad de lectura del drama que se avecina (nunca tuvo capacidad) y suele virar para el lado opuesto a las necesidades sociales. Traducido, asistimos al asesinato de una criatura doblemente inocente, inocente por edad, inocente de padres ausentes, que no tuvieron reparos en entregarla a cambio de un botín también robado... algo anda muy mal en la Argentina democrática... donde aquellos que se venden como genuinos representantes del pueblo, no son otra cosa que corruptos protectores de delincuentes sin códigos. Si este es el modelo de democracia que debemos soportar, queda en evidencia que lo cursado por la revolución francesa les quedará chico... porque un NUNCA MÁS, no se justifica en un cómodo y burlón NUNCA MENOS. Septiembre 03, 2011.-
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