[I]
Los dramáticos minutos finales en la sala de shock
La Presidenta entró con Kirchner y no le soltó la mano durante la hora en que los médicos intentaron reanimarlo; "no me dejes", le decía, llorando
Viernes 29 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
Mariana Verón
Enviada especial
Los dramáticos minutos finales en la sala de shock
Velas en honor a Kirchner en El Calafate. Ver mas fotos
EL CALAFATE.- Lo tuvo entre sus brazos. No quiso que se le escaparan los últimos minutos de vida sin su presencia. El ya no pudo sentir su mano. Ella nunca lo dejó de tocar. Lo acariciaba. Con una mano agarrada a la de él, con la otra en el pelo, la frente, la cara. Y se le fue. Así, en sus brazos.
Durante 50 minutos, con el esfuerzo físico de los médicos volcados sobre el cuerpo de Néstor Kirchner para reanimarlo, fue la Presidenta la que estuvo a su lado en aquella sala de emergencias en la que la vida de su esposo se esfumó para siempre.
No podía hablar. Apenas balbuceaba. "No me dejes. Vas a poder", le decía Cristina hundida en un llanto, con la espalda encorvada sobre el cuerpo inmóvil que yacía sobre la camilla especial preparada para los auxilios respiratorios.
Frente a ella, Kirchner se desmayó en la casa, y frente a ella se murió. Fue en el shockroom de seis metros por ocho, rodeada por 12 médicos, dos cardiólogos y cuatro terapistas. Le inyectaban drogas, le bombeaban su corazón manualmente. Nada.
El médico presidencial Benito González asistía al plantel del hospital José Formenti, el único asistente de la Unidad Médica Presidente que estaba con el matrimonio en el descanso de unos días que pensaban pasar en esta villa turística hasta que los golpeó la desgracia.
Cristina Kirchner se subió a la ambulancia que trasladó al ex presidente de la casona presidencial al hospital, pegada al lado de Kirchner.
Viajó con él, con sus manos agarradas a las de su esposo. Dos médicos la acompañaban en la parte trasera con las primeras tareas de reanimación.
Al llegar, la Presidenta bajó corriendo detrás de la camilla y se metió en la sala de emergencias. Nadie se animó a insinuar que no estuviera allí, rodeada de médicos, cables, aparatos. Nadie se animó a interrumpir la escena de profundo dolor en la que vieron a la jefa del Estado.
Congoja
Cuando la ciudad comenzaba otra vez a volver a la calma, ayer en el hospital que vio irse al ex presidente todo era recuerdo y congoja. Uno de los médicos que estuvieron en el momento del ataque que sufrió Kirchner contó los entretelones a LA NACION, ya cuando el personal de seguridad de Presidencia había abandonado el lugar para mudarse completo a la Casa Rosada.
En esa hora que duró la reanimación, los testigos privilegiados de la dolorosa escena coincidían en destacar el fuerte estado de shock en el que había entrado Cristina. Pero nunca debió ser asistida por el personal del hospital que estaba en alerta ante las duras muestras de tristeza que manifestó la Presidenta. "Todavía estamos a tiempo", les rogaba a los médicos la jefa del Estado, esperanzada aún en revertir la historia.
Nunca se acercó un respirador a Kirchner. Las tareas de reanimación cardiopulmonar avanzadas (RCP, en la jerga médica), que le practicaron durante los 50 minutos que estuvo en el shockroom, mantuvieron a Cristina Kirchner como una de las pocas del círculo más íntimo del matrimonio. Apenas si ingresaron el médico presidencial que estaba de guardia junto con ellos y algunos custodios. Estaban cerca para contener a la Presidenta. Sabían que por Kirchner ya nada se podía hacer.
Apenas unos minutos después de ingresado a la guardia apareció en el hospital el intendente local, Javier Belloni.
Como toda clínica de pueblo, fue una tarea imposible para el personal médico dejar afuera a quienes se acercaban.
"Puede ser que en un hospital de Buenos Aires no ingrese nadie en ese momento. Pero esto es un pueblo", decían ayer fuentes de la clínica cuando contaban que la jefa del Estado había estado presente en todo momento hasta que el cuerpo fue finalmente trasladado otra vez a la gran casona presidencial para el velatorio íntimo que se organizó para unos pocos.
El otro que ingresó fue el empresario Lázaro Báez, que acompañó a Cristina desde allí hasta su casa.
"Entró con muerte súbita. Su cuerpo ya hacía presagiar un resultado así. Lo mismo hubiese pasado acá o en el mejor hospital del mundo", sostenía el personal de la clínica que anteayer se congregó en pleno, a las 8.05, cuando saltó la primera alarma.
Tan tensa y destruida habían visto a la Presidenta en la hora que pasó en el hospital que desde la clínica se decidió enviar una ambulancia de guardia a la puerta de la residencia Los Sauces. Llegaron equipos incluso de Río Turbio y Piedra Buena como prevención ante la emergencia.
No fue necesaria ninguna asistencia. La familia, los amigos más íntimos y algunos funcionarios se encargaron de contener a la Presidenta.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1319593
[II]
El análisis
Gestos que perfilan el futuro del Gobierno
Joaquín Morales Solá
LA NACION
Viernes 29 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
Néstor Kirchner murió en un segundo fulminante y crucial. Crucial, sobre todo, porque la política argentina no será la misma después del vértigo de esa tragedia. ¿Cómo gobernará Cristina Kirchner el año que le queda de su mandato? ¿Quiénes serán sus asesores ahora que el gran consejero ya no está? ¿Quién o quiénes serán los encargados de ordenar el justicialismo, de transar con los gobernadores y de disciplinar a los intendentes del conurbano? ¿Quién tiene autoridad como para ponerle límites a la ambición sin límites de Hugo Moyano?
El kirchnerismo tiene claramente dos vertientes distintas. Una se inscribe en la política clásica. La otra está inspirada en la épica de los años 70. Una es más realista y la otra es más idealista. Una prefiere la conversación de la política y la otra opta por la violencia tácita de los hechos consumados. Kirchner basculaba entre unos y otros. No porque dudara, sino porque le sacaba a cada uno lo que mejor podía dar para conformar sus propias necesidades.
Los Kirchner fueron una pareja de poder -qué duda cabe-, pero eso no los hacía idénticos a los dos. Néstor Kirchner conocía la condición indispensable de la ingeniería política. Sabía que gobernadores, intendentes y punteros eran la base esencial de cualquier proyecto electoral. A ninguno le preguntaba si venía de la izquierda o la derecha; sólo les pedía a todos que estuvieran de su lado. Después, él se encargaba de colorearlo al viejo metalúrgico Hugo Curto, por ejemplo, con los increíbles trazos del progresismo.
Cristina Kirchner pone conceptos donde su marido ponía práctica. Esos conceptos crean mundos de amigos y de enemigos, en los que sólo caben el bien y el mal. Kirchner también tenía una lógica binaria -cómo no-, pero sus enemigos no eran conceptuales, sino fácticos. Ni aún en sus épocas de legisladora, la Presidenta toleró la gimnasia del diálogo, la negociación y la concesión. Prefería perder antes que conceder. Una vieja leyenda cuenta que cada vez que Néstor Kirchner amagaba con una negociación, su esposa lo frenaba con un par de preguntas devastadoras: "¿Y los principios? ¿Nos olvidaremos de los principios?" Cierta o no, la anécdota describe bien la diferencia fundamental que había entre ellos.
El kirchnerismo nutría el pragmatismo de su líder con algunas figuras que todavía están. Entre esos viejos artesanos de la política (a los que a veces el ex presidente muerto los obligaba a desconocer su propia historia) pueden inscribirse el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández (que es mucho mejor cuando calla que cuando habla); el ministro del Interior, Florencio Randazzo (que no olvidó, aunque parezca lo contrario, que la política es un juego de equilibrios inestables); el presidente provisional del Senado, José Pampuro (uno de los pocos kirchneristas respetados por la oposición); el presidente del bloque de senadores oficialista, Miguel Pichetto (que nunca dejó de negociar, aunque Kirchner le destruía al final todos los acuerdos), y el jefe del bloque de diputados oficialista, Agustín Rossi (que fue un conciliador antes de frecuentar cierto fundamentalismo tardío).
* * *
La otra veta, la del fanatismo y la del famoso lema de la "profundización del modelo", la encarnan el secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini; el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el diputado Carlos Kunkel, a quien Kirchner consideraba un consejero indispensable. Hay algunos más, pero carecen de relevancia. Una bisagra entre ambos grupos la corporiza el ministro Julio De Vido, que sirve tanto para conciliar como para romper. Nunca fue, además, un preferido de la Presidenta. De hecho, Cristina Kirchner estuvo a punto de echarlo antes de asumir la jefatura del Estado. Una insistente presión de su marido (que incluyó fuertes operaciones mediáticas inspiradas por el propio Kirchner) terminó confirmándolo en el cargo.
El triunfo de las "palomas" o de los "halcones" marcará la tensión o la distensión de los meses por venir. Los moderados se impondrán si la Presidenta descubre que ya no está el nexo natural que había entre el Gobierno y la estructura del partido gobernante. Cristina Kirchner nunca le dedicó un segundo de su vida al entretejido político, ni dentro ni fuera del peronismo. La victoria de los duros sucederá, en cambio, si la jefa del Estado se convenciera, como parece haberse convencido en los últimos meses, de que ella no lidera una reforma, en el mejor de los casos, sino una revolución. Ella fue la primera en llegar a la certeza de que el mensaje de las últimas elecciones fue la necesidad de "profundizar el modelo" que había perdido.
La escenografía del sepelio, ayer, dio las primeras muestras de que Cristina Kirchner se volcaría hacia los fundamentalistas. Miles de personas, muchas espontáneas y otras tantas movilizadas, desfilaron por la Casa de Gobierno; sobraron las consignas sectarias. La ciudad, sin embargo, no alteró el ritmo normal de su vida cotidiana. Una enorme mayoría social optó por cumplir con los menesteres de todos los días: respetó sus horas de trabajo, fue al banco, consultó con su médico, departió con amigos en un café, hizo las compras necesarias y no cambió el decurso natural de la vida.
* * *
Las cosas excepcionales estuvieron en el lugar de la capilla ardiente. Una Presidenta entera, que contuvo como pudo el llanto y la emoción, aguantó durante horas aferrada al féretro de su esposo muerto. Algo inusual ocurrió también: la Presidenta no dejó espacio para que la saludaran dirigentes opositores como Mauricio Macri, Ricardo Alfonsín y Francisco de Narváez, que llegaron de inmediato al sepelio.
Ni siquiera los miembros de la Corte Suprema de Justicia pudieron darle la mano a la jefa del Estado, advertida por Parrilli, no obstante, de que estaban a su lado los máximos jueces del país. Moyano (que atropelló el ritual oficial y chocó con el recibimiento gélido que sólo Cristina Kirchner puede darle a alguien) y Diego Maradona fueron los únicos que rompieron el férreo cordón protocolar que rodeaba a la Presidenta.
Aníbal Fernández recurrió con lealtad a Julio Cobos y a Eduardo Duhalde para decirles que era mejor que no fueran. ¿Para qué? Hubieran sido blanco de la ira de los manifestantes, que ya se habían pasado gran parte de la noche anterior vituperando a Cobos más que elogiando a los Kirchner. Tampoco la Presidenta los extrañó. Es la verdad.
¿Cuánta sensibilidad ha perdido la sociedad argentina en estos años para que hasta la muerte resulte impotente ante la marea del odio y el rencor? ¿Qué vientos se sembraron para recoger estas tempestades? La muerte de Perón no provocó tanta crispación en 1974, aunque también es cierto que el anciano líder había regresado consensual y moderado, como no lo había sido durante sus primeras presidencias. La muerte de Raúl Alfonsín, hace un año y medio, sólo promovió la nostalgia social de tiempos más amables. Es una lástima, al final de cuentas, que un ex presidente haya sido despedido de este mundo por el agresivo kirchnerismo que creció bajo su sombra.
Gestos que perfilan el futuro del Gobierno - lanacion.com
el dispreciau dice: indudablemente, ante lo inevitable, ante la adversidad irreparable, ante la pérdida, afloran sentimientos humanos genuinos, los afectos, esos mismos que la mayoría de las veces no se enseñan, mucho menos en los ámbitos del poder. Cristina Fernández, más allá de las circunstanciales diferencias, es una mujer de capacidades notables, significativas, que trascienden largamente su formación, caracterizada por una inteligencia prodigiosa... pero el poder demanda convicciones y también saber ocupar espacios sin dar tiempos. Su esposo se lleva el reconocimiento pleno de haber salvado a la Argentina del incendio más temido, no sólo él, sino junto a colaboradores de una primera hora que ya forma parte de la historia... Luego le siguió una pérdida de "estilo" y otra de "perfil", una especie de cansancio y un empecinamiento, y ello trajo consigo alejamientos, decepciones, críticas y más. Por algún motivo, el hombre levantó su apuesta. Hay que reconocer que el sindicalismo argentino de la CGT actual es delesnable, tanto como los empresarios envueltos en la frivolidad, los medios que son opositores por conveniencias y no por inteligencias, y la oposición política que sigue siendo "impresentable", aún hoy, aquí y ahora, mal que nos pese. La Presidente que nos queda, una vez más... más allá de las circunstanciales diferencias, sigue siendo un lujo no explotado, no pulido. Tengo mi visión sobre su posición, pero indudablemente dicha visión no se corresponde con su misión (la de ella). Néstor Kichner era un hombre con "sensibilidad" en la punta de los dedos, en especial para la economía, y su posición respecto al poder de los Estados Unidos de Norteamérica así como del Fondo Monetario Internacional encuentra eco en aquellos que pensamos que este modelo mundial está consumido, apenas latiendo porque las incapacidades de la Europa medieval aún no hallan cómo escapar de la tortura que ellos mismos supieron fabricar. El mundo, éste, transita horas muy complejas que la rutina suele desdeñar, desdibujar, pero igualmente la situación es harto crítica para dos tercios de la humanidad... sí entiendo, que en las horas por venir ya no hay lugar para golpear al ciudadano, y por ende no tiene cabida el concepto setentista como tampoco el seguir aventando divisiones (más allá de las razones). Señora Presidente de la Nación, tenemos grandes y profundas diferencias conceptuales, pero más allá de ellas, Usted tiene mi derecha. Octubre 29, 2010.-
Cancer Nanotechnology
Hace 18 horas
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