Derechos humanos: uso y abuso
Jorge Jaraquemada R.
Para LA NACION
Lunes 18 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
SANTIAGO, Chile.- En China, Liu Xiaobo, nuevo Premio Nobel de la Paz, está cumpliendo una condena de 11 años por firmar una carta en la que pedía mayor libertad para su país. En la Argentina, Galvarino Apablaza, ex guerrillero comunista acusado de haber participado en el homicidio del senador Jaime Guzmán y en el secuestro del empresario Cristián Edwards -hechos ocurridos en Chile en plena democracia- goza de total impunidad gracias a la decisión del gobierno argentino de concederle refugio.
Ambos son personas muy diferentes: provienen de una cultura y geografía que están en las antípodas, y exhiben una trayectoria totalmente opuesta. Uno escogió la palabra y está preso; el otro eligió las armas y está libre. Cuando Liu se unía a la protesta de los jóvenes en Tiananmen, Apablaza se convertía en uno de los jefes del movimiento guerrillero Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el mismo que está sindicado de asesinar a Guzmán y secuestrar a Edwards.
A pesar de esto, Liu y Apablaza -nacidos en la década del 50 de la pasada centuria- están comunicados por invisibles y resistentes hilos, los mismos que nos mantienen atados a la tragedia del siglo XX, que se niega a morir y reaparece por cada intersticio. Son verdaderas cadenas las que nos ligan a esa trama marcada por paradojas: el reconocimiento del individuo y las ideologías totalitarias; la lucha en favor de la libertad y las guerras sin cuartel; la defensa de los derechos humanos y su instrumentación que los banaliza.
Xiaobo está preso porque el gobierno comunista chino criminaliza la expresión que critica el estado de cosas y pide reformas. Galvarino está libre porque el Ejecutivo argentino, al invocar facultades humanitarias, sustrae de la Justicia a quien está acusado en su país de cometer delitos horrendos.
Lo que ocurre con ellos nos evoca lo peor de la historia del siglo XX: el poder oficial usado por los gobernantes de turno para perseguir a sus adversarios o para proteger a sus amigos, aun cuando éstos estén acusados de cometer delitos. Así, son la justicia y la verdad las que pierden. Liu y los suyos lo sufren directamente, al igual que las víctimas de los hechos en que presuntamente está involucrado Apablaza. Pero, en definitiva, en ambos casos, es la humanidad toda la que resulta perjudicada, son los derechos humanos los que resultan lesionados y disminuidos.
Evidentemente, lo que sucede en la Argentina, país respetuoso de la democracia y la libertad, no tiene nada que ver con lo que pasa en China. Sin embargo, el capricho y la ligereza con que actuó su gobierno en el caso de Apablaza desprestigia la causa de los derechos humanos. La medida administrativa de la Conare no es sólo una afrenta inmerecida a Chile, sino que afecta la confianza del mismo Poder Judicial argentino, que ha visto cómo un fallo fundado en el derecho puede ser revocado por una decisión antojadiza y parcial.
La prisión de Liu y la libertad de Apablaza, cada una en su contexto, son consecuencias de las paradojas, del relativismo y del doble estándar que nos ha legado el siglo pasado. Aquellas contradicciones que vislumbraba con inigualable maestría Discépolo cuando señalaba que en el siglo XX "es lo mismo el que labura/ noche y día como un buey,/ que el que vive de los otros,/ que el que mata, que el que cura/ o está fuera de la ley". © LA NACION
Derechos humanos: uso y abuso - lanacion.com
el dispreciau dice: China, como nación y/o potencia, NO es ejemplo de NADA... ARGENTINA, tampoco. Ambos países cobijan regímenes esencialmente destructores de la civilidad, de la sociedad, de sus ideas, de sus culturas, de sus tradiciones. China contiene un régimen que ancestralmente destruye al que piensa distinto, pero además destruye a los cientos de miles (millones?) de iluminados que proporcionan fuentes para que se nutra el partido, un excelente consumidor de voluntades, esfuerzos, y esperanzas, lo suficiente como para someter y apabullar a las personas... En Argentina, todo está menos marcado porque nos caracterizamos por hacer TODO mal, TODO a medias, TODO por las dudas, sin embargo el efecto es parecido, la sociedad está indefensa ante un grupo político guiado por el cinismo que no escatima esfuerzos para burlar al soberano, paa luego discursear sobre la importancia de la democracia. China contiene gentes de buena fibra, Argentina también, pero lo que se vende no es lo que hay, sino las ilusiones de lo que pretenden ciertos grupos de conveniencias e intereses. China ha atropellado a su propio Premio Nobel de la Paz... Argentina también ha hecho lo propio, con un Nobel de la Paz y además, expulsando a otro (Milstein) que finalmente lo recibió fuera del país... Es costumbre de los estados incapaces, falaces, proceder contrario a derecho y a sentido... de allí que todo es una eterna paradoja. China protege a los asesinos que colaboran con el poder... Argentina hace lo propio con los delincuentes que contribuyen a la caja del partido gobernante. Traducido, por diferentes mecanismos, ambas naciones son muestras de la miseria política y de la mezquindad de aquellos que dicen ser líderes y conducir sus destinos... En China nada es como parece ni tampoco como aparece en la televisión... En Argentina, mucho menos. Los derechos humanos, los fundamentales de la sociedad, NO existen. Son sólo una utopía de la letra muerta de la Constitución. Octubre 18, 2010.-
lunes, 18 de octubre de 2010
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