martes, 3 de marzo de 2009
un conflicto paradojal, que no tiene ni pié ni cabeza
Publicada 05/06/2008
Economic Focus / Antonio I. Margariti
La expoliación del campo, objetivo stalinista
El imperio del mal que construyó Stalin se basó en la apropiación de la renta agraria. ¿Algún punto de contacto con el proyecto kirchnerista?
Cuando en 1924, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili –el sanguinario déspota soviético más conocido como Stalin– fue designado secretario general del partido, se propuso un objetivo delirante: acumular poder y someter al pueblo ruso por medio del terror.
Desde el principio comprendió que el gran obstáculo para su proyecto de megalomanía iban a ser los campesinos de “las tierras negras de Ucrania”, una de las más feraces planicies del mundo junto con “la pampa argentina”.
Viajeros de la época testimoniaban: “He atravesado Ucrania y descubierto una maravilla: es un inmenso jardín agrícola en pleno rendimiento y de una belleza natural inenarrable, las parcelas de tierra están admirablemente irrigadas y cultivadas con cosechas que la paleta del mejor pintor no podría repetir” (1).
Las razones del odio de Stalin fueron explicables. Los kulaks o pequeños campesinos propietarios de la tierra eran personas independientes. Quien tiene una propiedad y puede explotarla para conseguir una renta se aferra a la tierra porque obtiene independencia económica y sólo con ella adquiere libertad política para no someterse a los caprichos del déspota de turno.
En consecuencia, decidió aplastarlos y “liquidarlos como clase social” mediante la expoliación de la producción rural y la obligación legal de seguir sembrando para asegurar la alimentación, a bajo costo, de los trabajadores de la industria pesada y los soldados del ejército rojo. Con la picardía propia de un “agitprop” (activista político que nunca se había ganado la vida trabajando), Stalin no quiso expropiar la propiedad sino quedarse con la renta agraria, de manera que podía convertirlos en siervos de la gleba.
Pero, los campesinos rusos que explotaban la tierra de sus ancestros se resistieron a verse denigrados y despojados del fruto de su trabajo. Se opusieron tenazmente a entregarles el ganado y el cereal de sus campos. Organizaron la resistencia, escondieron las cosechas en silos subterráneos protegidos con telas embreadas con alquitrán y bloquearon los caminos para evitar el saqueo de sus productos.
Ello enfureció al déspota Stalin quien decidió recurrir a la fuerza bruta y desencadenó una violenta campaña propagandística contra el campo acusándolos de egoístas, ricos oligarcas, subversivos y enemigos del pueblo soviético. No pudo enviar al ejército rojo para reprimirlos porque estaban dispersos en una multitud de pequeños lugares y el ejército se agotaría en una infinita serie de minúsculas batallas. Entonces organizó fuerzas de choque compuestas por milicias dirigidas por comisarios políticos. Pero además dispuso matarlos de hambre. Comenzó por acusarlos de violar una ley absurda que establecía como delitos graves: a) suministrar datos falsos en las declaraciones juradas, b) vender clandestinamente los cereales y oleaginosas, c) consumir en forma particular el propio ganado, d) resistir la entrega de la producción al Estado y e) negarse a sembrar o cosechar los productos exigidos por el gobierno.
Las medidas fueron en aumento. Requisó toda la producción agrícola y el ganado alegando que no aseguraban el abastecimiento de las poblaciones urbanas.
En un documentado libro (2) pueden verse centenares de fotografías escalofriantes (de 1932 a 1933) donde casi diez millones de personas fueron deportadas a campos de concentración en Siberia, en los que perecieron una tercera parte. Enfrentados a la propaganda soviética y a la irracional batalla, muchos kulaks se rebelaron incluso matando a las autoridades políticas locales. Pero el éxito de los agricultores fue breve. El ejército rojo comandado por comisarios políticos fue enviado a ahogar la rebelión agraria. La policía secreta GPU inició una campaña de terror para abatir el ánimo de los rebeldes. Cuando los propios dirigentes locales del partido comunista pidieron a Stalin un poco de clemencia, éste les respondió ordenando exterminar a esos dirigentes con la pena de fusilamiento y convirtió a Ucrania en un inmenso campo de concentración.
La policía secreta Checa -luego GPU- más las brigadas de choque enviadas desde Moscú aterrorizaron a los campesinos haciendo inspecciones aleatorias en los campos y requisando todo cereal o ganado que encontrasen, considerados ahora propiedad sagrada del Estado soviético.
Los milicianos que atacaban a los campesinos constituían el “lumpen proletariat” y eran reclutados entre los miserables de las ciudades y los komsomoles soviéticos.
Una famosa ley promulgada el 7 de agosto de 1932 establecía la condena de 10 años en campos de concentración a menores de edad o la pena de muerte para los adultos, por cualquier ocultamiento, robo o disposición de la producción socialista. Se la conoció como la “ley de la espiga” porque las personas eran condenadas a muerte por haber consumido espigas de trigo o de cebada de sus propios campos. Cualquier productor rural que carneara un cerdo de su propiedad para alimentar a su familia era ajusticiado inmediatamente.
El efecto no podía ser otro que un abandono masivo de las explotaciones rurales y una hambruna extendida por todo el país entre 1932 y 1933. Millones de personas murieron porque no había comida. Las fotografías de la época muestran a miles de niños con aspecto esquelético y el abdomen hinchado, sin fuerzas para caminar. Las madres rusas (3) abandonaban a sus hijos en los vagones de trenes que iban hacia Moscú, Kiev, Stalingrado y Leningrado con la esperanza de que alguien pudiera cuidarlos y darles comida.
Aquellos adultos que tenían el vientre hinchado por el hambre eran transportados en trenes de mercancías hacia el campo y abandonados a cincuenta kilómetros de las ciudades de manera que se murieran sin que se los viera. A la llegada en los lugares de descarga, los milicianos excavaban grandes fosas y tiraban los muertos de los vagones.
Los ucranianos tuvieron que comer raíces, perros, gatos, ratas, pájaros y albóndigas de papel de diario hechas digeribles con levadura de cerveza. Incluso se dieron casos de canibalismo que provocaron la sanción de una ley inédita que prohibía a los adultos comerse a los niños o a mayores vivos. Diariamente perecían 25 mil personas. Los países civilizados de occidente, horrorizados, pretendieron enviar una ayuda humanitaria, pero el sanguinario déspota de Stalin confiscó las cargas de alimentos y las destinó a la clase dirigente.
En dos años las unidades productivas del campo se redujeron a la mitad y tanto la agricultura como la lechería, ganadería y producciones regionales se hundieron en un profundo marasmo. La expropiación de las mejores tierras de Ucrania y Rusia produjo inmensas pérdidas, pero la locura de Salín hizo proseguir el exterminio sin la menor piedad y terminó liquidando la clase de campesinos propietarios, instaurando los koljoses o sea colectivizando la tierra a cargo de secuaces designados por el gobierno. La industria -que nunca había sido solidaria con el campo- comenzó a desarrollarse sobre su cadáver y destinó su producción a fabricar armamentos, aviones y blindados para las fuerzas armadas.
En los archivos presidenciales de Stalin, recientemente abiertos al público, existe el testimonio del comisario político Mijaíl Shólojov (clasificado con el nº 45-1/827-7-22) donde informa al déspota: “Camarada Stalin. En el mes de diciembre aceleramos la campaña y dispusimos: 1º requisar los cereales que tenían en los graneros, incluido el anticipo entregado para simiente de la próxima cosecha 2º como los campesinos enterraban el trigo y el girasol en silos subterráneos dispusimos aplicarles dos tipos de penas: el método del frío y el del calor. 3º El método del frío consiste en desnudar al productor en pleno invierno y ponerlo al fresco en hangares. A menudo lo hemos hecho con grupos de centenares de kulaks. 4º El método del calor consiste en rociarles los pies y las faldas con keroseno y prenderles fuego, después se apaga y se vuelve a empezar. 5º Una variante la hicimos en el koljoz de Napolovski, un tal Plotkin “plenipotenciario del comité local” obligó a los colonos interrogados a tenderse sobre una placa calentada al rojo vivo, después los descalentábamos encerrándolos desnudos en el hangar. 6º En el koljoz Lebyazhenski pusimos a los campesinos a lo largo de un muro y simulamos una ejecución. Así y todo el resultado no fue muy bueno”.
La respuesta de Stalìn, fechada el 6 de mayo de 1933 de puño y letra, no es menos estremecedora:”Querido Camarada Shólojov. Esta es una cuestión verdaderamente política y por eso hay que saber ver el otro lado de la realidad. Y ese otro aspecto es que los respetados trabajadores rurales de su distrito están en huelga y llevan a cabo un sabotaje porque están dispuestos a desabastecer y dejar sin pan a los obreros y al Ejército Rojo. El hecho de que este sabotaje sea silencioso, y en apariencia pacífico, no cambia en absoluto el fondo del asunto y es que los respetados trabajadores están llevando a cabo una guerra de zapa contra el poder soviético y eso, querido camarada Shólojov, ésta es una guerra a muerte. Que siga usted bien. Le estrecha la mano. Suyo Iósif Stalin”. (Clasificado con el nº 3-61/549-194)
Esta pesadilla de terror sucedió hace 70 años, por obra y gracia de un sanguinario déspota que se autoproclamaba “progresista y proletario”. Finalmente, ese imperio del mal se derrumbó solo, sin que nadie lo atacara. La locura humana no tiene límites cuando quiere acumular poder y pretende poner de rodillas a todo el mundo. Sólo la muerte pone un piadoso final a tanta desolación. © www.economiaparatodos.com.ar
Antonio I. Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.
(1) F. Kupferman. “Au pays des Sovietes, Le voyage français en Union Soviétique”, Gallimard, París, 1939.
(2) Stéphane Courtuois y otros, traducido al español, “El libro negro del comunismo, crímenes, terror y represión” , Édit. Robert Laffont, París, 1997, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.
(3) A. Graziosi. “Lettres de Kharkov, La famine en Ukraine à travers les rapports des diplomates italiens 1932-1934, Cahiers du Monde junio 1989.
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NOTA DEL BLOG: EL OLVIDAO, hermano del alma, amigo, forista, y otras tantas yerbas argentinas, tuvo la gentileza (suele hacerlo todo el tiempo y yo más que contento) de enviarme esta nota relacionada a las correlaciones entre una etapa lamentable de una historia escasamente conocida o difundida en nuestro occidente, incluso relativamente estudiada y ni siquiera suficientemente analizada, y aquella que estamos padeciendo los argentinos entre el extraño vínculo de los hombres de campo y nuestros gobernantes... con la deficiente intermediación de la dirigencia agraria, que representa o dice hacerlo, intereses pero no dimensiona la envergadura que esconde el tsunami.
En este preciso instante en que estoy escribiendo esto, estoy peleando porque un estado provincial se ha olvidado de sus responsabilidades prioritarias tanto como de su gente (votantes) sin querer ni pretender con esto denostar a nadie ni tampoco de ser peyorativo, pero sí ratificando que en nuestro país, la dirigencia política sólo suele lavarse las manos porque carece de capacidad de gestión.
En este mismo momento, además, el campo (sus dirigentes) están reunidos con la Señora Presidente de la Nación y un par de sus ministros, seguramente batallando unos y tratar de justificar lo injustificable otros.
Cuando las miserias se suman la ecuación geometriza la marginación...
Esta nota me parece una excelente reflexión sobre el problema que crece sin parar desde el 11-M 125 ARGENTINO donde a un ministro de economía y a un ex-Presidente en ejercicio virtual del poder político del país se les ocurrió atropellar sin más al modelo productivo nacional, a su gente, y detrás de ellos a todos los ciudadanos comunes estableciendo un conflicto que ya dura simplemente UN AÑO!.
Dado que la soberbia anida en el PODER EJECUTIVO y el político en su totalidad, lo único que puede esperarse es que se produzcan mayores desatinos de cara a mañana mismo.
EL DISPRECIAU: que nació en el campo y sabe de tranqueras y climas...
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