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En India triunfa lo bueno de la tradición frente a lo malo
- “Trabajamos por los pobres y ellos votaron por mantenernos en el poder”, fue la explicación que dio el primer ministro Narendra Modi sobre la espectacular victoria de su partido, el nacionalista Partido Bharatiya Janata (BJP), en las elecciones generales en India.
La afirmación de Modi, este sábado 25, ante los nuevos legisladores de su partido, tras obtener mayoría absoluta en los comicios, pareció tan simple como refrescante después de las innumerables teorías y análisis de estos días sobre la segunda derrota electoral consecutiva que el BJP infringió al tradicional partido del Congreso Nacional Indio.
“Más que nada, fue la victoria del liderazgo político de Modi”, dijo a IPS el profesor de ciencias políticas Ajay Mehra. “Desde el asesinato de Indira Gandhi en 1984, la tasa de liderazgo ha ido desapareciendo en la política india”, aseguró el también miembro principal del Museo y Biblioteca Nehru Memorial en Nueva Delhi.
“Modi fue lo suficientemente astuto como para comprender este vacío, mientras que el partido del Congreso no logró restaurar ese nivel necesario de liderazgo cuando tuvo la oportunidad en su último periodo en el poder durante 2004-2014, con el primer ministro Manmohan Singh, quien era más un gestor que un líder político”, dijo Mehra.
El partido del Congreso llevó a India a la independencia del gobierno colonial británico en 1947 y se convirtió en casi sinónimo de gobernabilidad en las décadas posteriores.
El principal opositor de Modi, Rahul Gandhi, hijo, nieto y bisnieto de los ex primeros ministros del Congreso, hizo un intento por rellenar ese vacío de liderazgo durante la campaña hacia las elecciones con mayor participación de votantes del mundo, en un país con más de 1.400 millones de personas.
Pero “fue demasiado poco y demasiado tarde”, analizó Mehra.
Según el especialista, en sus cinco años como primer ministro, Modi nunca perdió la oportunidad de proyectarse como un líder fuerte y poderoso. Y la mayor oportunidad llegó en forma de un mortal ataque suicida con bombas contra un convoy de las fuerzas armadas en Cachemira, el 14 de febrero, que dejó 40 soldados muertos.
Modi, famoso por su sentido del tiempo, esperó hasta el 26 de febrero, una fecha cercana a las elecciones generales, para ordenar a los aviones de la fuerza aérea india que realizaran bombardeos de represalia en un campamento de militantes separatistas en Balakot, muy dentro del territorio paquistaní.
El bombardeo de Balakot dio un contundente impulso a la imagen de Modi como un gran líder nacionalista, dispuesto a defender al país sin dudarlo contra amenazas internas y externas, dijo Mehra.
Durante la larga campaña electoral india, Modi insistió repetidamente en el bombardeo Balakot a sus diferentes audiencias, mayoritariamente sintonizadas con la idea de Pakistán como su enemigo sempiterno, que armó y financió grupos terroristas cuya lucha tiene por objetivo arrancar a Cachemira, de mayoría musulmana, del control de Nueva Delhi.
Parece que Gandhi y otros líderes del partido del Congreso no aprendieron las lecciones de la derrota en 2014 cuando el antiguo trabajo de Modi como vendedor de un puesto de té en una estación de ferrocarril se usó y se caricaturizó como prueba de que era incapaz de dirigir un país tan grande y complejo como India.
Esta vez la descripción de Modi de sí mismo como un “chowkidar” (vigilante) que cuida los intereses del país fue convertida por el partido del Congreso en el eslogan “Chowkidar chor hai” (el vigilante es un ladrón).
La acusación de corrupción se centró en un acuerdo con Francia para la adquisición de aviones de combate Rafael, que según denuncias opositoras fue amañado para favorecer intereses capitalistas de amigos del primer ministro.
Pero, al igual que el de vendedor de té, el eslogan del vigilante-ladrón fracasó ante la masa de votantes desesperadamente pobres, que con estas calificaciones se identificaron más con Modi y menos con Gandhi, medio italiano por su rama materna, y con los familiares que le acompañaron en las movilizaciones electorales.
Además, al centrar la oposición la campaña en el acuerdo sobre los aviones de combate Rafael, salieron de la batalla electoral temas que podrían haber hecho mucho más daño a Modi, como el incremento del desempleo, la grave crisis agrícola y la caída de la producción industrial.
Eso facilitó convertir la segunda campaña consecutiva en que ambos se enfrentaron en un choque de personalidades entre Gandhi, de 48 años, y Modi, de 68, en el que el presidente del partido del Congreso tenía todas las de perder ante el experimentado político, por más que el primero tenga la mayor dinastía de la democracia india a sus espaldas.
Como portavoz del BJP durante su larga carrera política, Modi aprendió el valor de construir una imagen positiva para sí mismo a través de entrevistas cuidadosamente preparadas con periodistas amigables, mientras evitaba escrupulosamente a los medios indios con fama de independientes y beligerantes.
De hecho, la única conferencia de prensa que Modi ofreció como primer ministro llegó al final de su mandato actual y una vez que concluyó el escalonado proceso de votación, que se desarrolló entre el 11 de abril y el 19 de mayo, como es habitual en este país.
Y fue un encuentro muy particular porque el primer ministro reelecto no dijo nada, sino que desvió las preguntas a Amit Shah, presidente de BJP, que significa Partido Popular Indio.
Sin embargo, Modi estuvo durante su primer mandato híperpresente para la población a través de imágenes por las redes sociales, un día con líderes mundiales, otro abrazando a un oso y al siguiente sentado en una cueva en el Himalaya, cubierto de nieve, meditando y con ropas de color azafrán propio de los monjes hindúes.
Mientras esas imágenes provocaban burlas y chistes entre la elite de habla inglesa de India, las multitudes que solo aspiran a mejorar sus vidas se identificaron aún más con uno que sienten de ellos, que había tenido éxito pero que aún estaba enraizado en las tradiciones y devociones hindúes.
Mientras esas imágenes provocaban burlas y chistes entre la elite de habla inglesa de India, las multitudes que solo aspiran a mejorar sus vidas se identificaron aún más con uno que sienten de ellos, que había tenido éxito pero que aún estaba enraizado en las tradiciones y devociones hindúes.
Este sábado 25, Modi fue elegido como líder de la nueva Alianza Democrática Nacional (NDA), una coalición legislativa de partidos de derecha que incluye al BJP.
Una alianza que reforzará a Modi pero que era innecesaria ya que su partido obtuvo mayoría absoluta propia, al conquistar 303 de los 542 escaños de parlamento, mientras el partido del Congreso solo obtuvo 52.
En su discurso ante los legisladores recién elegidos de la nueva coalición, Modi juró conducir a todo el país hacia el futuro, incluso a sus enemigos, en lo que representó una revisión del eslogan de 2014 para incluir también la fe dentro de él: “Con todos, para el desarrollo de todos, con la fe de todos”.
Modi también demandó a los nuevos legisladores que se alejen de lo que denominó como “cultura VIP”, porque eso “a la gente no le gusta”.
Según Rajiv Lochan, comentarista político y profesor de historia en la Universidad de Panjab, el partido del Congreso perdió principalmente porque se asoció con el peor lado de la India más tradicional.
“El partido del Congreso cree en las castas, cree en los grupos religiosos, cree que los musulmanes son una sola entidad, al igual que los hindúes y los sijs”, dijo Lochan a IPS, al destacar que los partidos tradicionalmente buscan sus votos en diferentes nichos, segmentando en divisiones horizontales y verticales la compleja sociedad de India.
En contraste, según Lochan, el BJP realizó una “campaña muy moderna, basada en la promesa de empoderar a todos, independientemente de la casta, la religión y la familia”. Eso, destacó, incrementó su apoyo incluso entre los musulmanes, según reflejaron las encuestas.
“En general, diría que la gente rechazó lo malo de la India tradicional y votó por lo bueno”, concluyó Lochan.
T: MF
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