Precariedad emergente
Al desplome de la lira turca se une ahora la inestabilidad de la divisa argentina
Varios transeúntes caminan frente a casas de cambio, el 31 de agosto de 2018, en el centro de Buenos Aires (Argentina). DAVID FERNÁNDEZ EFE
Argentina se añade a Turquía en la generación de inestabilidad financiera. En realidad, el desplome de la lira turca acentuó la desconfianza ya existente desde mayo sobre la capacidad de la economía argentina para atender sus obligaciones denominadas en dólares. Ese es el principal punto común de algunas economías emergentes con capacidad de contagiar al resto. Elevaciones adicionales de tipos de interés por la Reserva Federal encarecerán el servicio de esa deuda y limitarán las posibilidades de crecimiento de esas economías. Argentina tiene una deuda pública elevada de la que el 80% está denominada en dólares, con lo que depreciaciones del peso como los de la semana pasada son obstáculos adicionales para recuperar la solvencia. Necesitará crédito del FMI, que ya comprometió 50.000 millones de dólares a cambio de políticas monetarias y fiscales más severas. De momento, los tipos de interés locales están en el 60% y las puertas del crédito exterior, cerradas.
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La desconfianza en la capacidad del Gobierno argentino es manifiesta. No solo para gestionar esa combinación de elevada inflación, bajo crecimiento y deterioro de la solvencia exterior, sino para asumir compromisos creíbles con el FMI a cambio de ayuda considerable para atender los cuantiosos vencimientos de la deuda hasta final del año que viene. Pero en este caso, la disposición de esta agencia multilateral no es sinónimo de garantía de recuperación. La historia no favorece el optimismo en las intervenciones del Fondo en este país, como reveló el colapso de 2001. La reclamación de la directora-gerente del FMI de mayores restricciones monetarias y fiscales, sin comprometer los apoyos a los ciudadanos más vulnerables, es un brindis al sol. Más vale que el programa argentino se contemple en el contexto más amplio de un deterioro de la solvencia de los emergentes, cada día más vulnerables al endurecimiento monetario estadounidense y al que está por venir en la eurozona.
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