COLUMNA
El suicidio inglés
Dos años después del Brexit, Londres no tiene ni propuesta digna para la salida ni negociadores para plantearla
El ministro para el Brexit, David Davis, en mayo en Londres. En vídeo, sus declaraciones tras su dimisión.HANNAH MCKAY (REUTERS) / VÍDEO: REUTERS-QUALITY
Dos días después de que Theresa May anunciara el respaldo de su Gobierno a una abstrusa fórmula para el Brexit, la dimisión del negociador David Davis demuestra que, como todo el mundo sabía, el supuesto consenso era un espejismo y que Reino Unido galopa hacia un suicidio en diferido. Dos años después del referéndum ganado con mentiras por los euroescépticos, Londres no tiene ni propuesta digna para la salida ni negociadores para plantearla. Por no tener, tampoco tiene tiempo para concretarla a solo ocho meses de la fecha oficial de salida.
Davis ha sido al menos consecuente al encabezar la rebelión contra la primera ministra, cuya continuidad pende de un hilo. Era imposible que el negociador, reconocido eurófobo y famoso por su escasa tenacidad, defendiera ante Bruselas un Brexit no solo blando, sino imposible de llevar a la práctica.
No existe ese jeroglífico que May endosó el viernes a sus ministros, según el cual Reino Unido seguirá aplicando las reglas del mercado único para los bienes, pero no para los servicios ni para el libre movimiento de personas. Eso sí, sin frontera entre las dos Irlandas.
Eso no existe, pero, además, ¿no consistía el Brexit en recuperar la soberanía total frente a la UE? Hace dos años que Londres se hace trampas al solitario mientras deja víctimas en el camino. Por eso, tiene razón “el recluta” Davis, como se define en la carta de dimisión, cuando dice que la propuesta de May mantiene una gran parte de la economía británica bajo las reglas de la UE, que el control de Westminster será “ilusorio” y que, además, sitúa a Londres en una posición negociadora muy débil.
Van ya seis dimisiones en el Gobierno en los últimos ocho meses, sin contar los que, como el antidiplomático ministro de Exteriores, Boris Johnson, tienen como única obsesión la de boicotear el proceso. Él encabeza el grupo de quienes hubieran preferido el suicidio hace ya dos años, pero ahí sigue, dando ejemplo de deslealtad e hipocresía mientras lleva la otrora prestigiosa diplomacia británica a los niveles más bajos de las últimas décadas.
La batalla final, sin embargo, será la que arroje mayor número de víctimas y de mayor calibre. Octubre es el límite para que Londres y Bruselas cierren un acuerdo, de modo que el Parlamento británico y el europeo tengan tiempo para ratificarlo antes del 29 de marzo, el día D de la salida de la UE.
Con la deserción de Davis, se disparan las apuestas a favor de un Brexit sin acuerdo. De una catástrofe, sobre todo, para los británicos, las verdaderas víctimas de tanta irresponsabilidad. Mientras, los verdaderos culpables se van de rositas. ¿Dónde están los ultraderechistas y xenófobos que encabezaron el sí al Brexit y llevaron a sus conciudadanos al precipicio? Uno más, el recluta Davis, acaba de saltar del barco.
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