De estudiar publicidad en Caracas a hacer la calle en Santo Domingo
La llegada de inmigrantes venezolanas en situación de necesidad altera la realidad de la prostitución en República Dominicana
Santo Domingo
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Son las nueve de la noche en la Avenida George Washington, aunque todo el mundo la conoce como El Malecón de Santo Domingo, la capital de República Dominicana. Es una de las principales vías de la ciudad que se extiende a lo largo de la sinuosa costa del Mar Caribe durante 14 kilómetros, a través de importantes edificaciones históricas, como el Obelisco Macho, una estructura de 40 metros que rinde homenaje a la resistencia dominicana contra el dictador Trujillo.
A tres kilómetros de este enclave, cada noche a la misma hora, Zoila P. saluda a los conductores con ingenuidad frente a una bomba de combustible. Unos vaqueros claros, profusamente ceñidos, resaltan sus prominentes curvas. La camisa negra deja al descubierto su cintura. Tiene 20 años y trabaja en la prostitución desde que llegó al país, hace seis meses. “Para mí, seguir en mi país era insostenible. Es una ruleta rusa estar en Caracas cuando sabes que la violencia se ha adueñado de las calles”.
Antes estudiaba Publicidad en la Universidad Alejandro de Humboldt de la capital venezolana. Pero ahora espera paciente a sus clientes hasta bien entrada la madrugada. Por un servicio de 20 minutos cobra 1.000 pesos dominicanos, algo menos de 18 euros. “Nunca había pensado en trabajar en esto, ni siquiera una vez. Lo único en mi mente es hacer dinero, y hacerlo rápido”, cuenta con displicencia.
Comparte un estudio que cuesta al mes unos 6.000 pesos dominicanos, algo más de 100 euros, con una compañera en el sector Los Guandules, un barrio marginal del gran Santo Domingo. Es un conglomerado de casas hacinadas con desorden, próximo al río Ozama, que emergió en la década de los sesenta cn la masiva migración de los campos a la urbe. “Es difícil. Cuesta adaptarse, sobre todo, a los problemas con el agua potable, la electricidad, la falta de saneamiento en las calles, la suciedad, el desorden…son muchas cosas”, señala Zoila con resignación, mientras recuerda la crisis venezolana. “Me he encontrado con gente aquí que piensa que la inmigración venezolana es un problema, pero nosotros solo buscamos una oportunidad para salir adelante sin hacer daño a nadie”.
“Las venezolanas son doctoras, maestras. Se jactan de tener cabello natural... Y mujeres que llevan 10 años trabajando en la misma esquina se sienten denigradas”
La diputada y presidenta de la ONG local Movimiento de Mujeres Unidas(Modemu) Jacqueline Montero, asegura que las trabajadoras sexuales de nacionalidad venezolana están creando fuertes fricciones en la calle con respecto a las dominicanas. Su mayor formación académica y cultural es un atractivo reclamo dentro del mercado y un valor diferencial en este oficio discriminado, estigmatizado y riesgoso. “El perfil de las venezolanas es diferente. Son doctoras, maestras. Tienen preparación académica. Se jactan de ello y de tener cabello natural, de tener mejor cuerpo. Hay mujeres aquí que llevan 10 años trabajando en la misma esquina y se sienten denigradas”.
Como forma de intentar amainar su extrema vulnerabilidad y lograr mejores condiciones para desempeñar su labor, las organizaciones que apoyan a estas trabajadores sexuales buscan acciones de cohesión. “Mi plan es organizarlas para que no choquen, no solo que vengan a buscar condones“, explica Montero.
Saray R., una trabajadora sexual dominicana, lamenta que su ocupación no esté vista como una profesión. "Por eso, no nos respetan ni la policía ni los proxenetas“, se queja, indignada. En República Dominicana no está castigada la prostitución, pero sí el proxenetismo, penado con entre dos y diez años de prisión. Esa ausencia de prohibición ha hecho que muchas venezolanas que llegan a esta nación insular caribeña busquen salir adelante por esta vía.
“Primero eran las haitianas, luego las colombianas y ahora las venezolanas"; enumera Montero. Pero independientemente de la nacionalidad de las que lleguen, insiste en la necesidad de regular la profesión, porque los problemas son iguales para todas. "Como no hay ley, la policía les quita dinero, hay detenciones arbitrarias, estafas, sobornos y golpizas. Por eso estamos trabajando en un anteproyecto de ley sobre el trabajo sexual“, señala la activista, la primera trabajadora sexual n sentarse en el Congreso dominicano.
“Nunca había pensado en trabajar en esto. Lo único en mi mente es hacer dinero, y hacerlo rápido”
Los datos del Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN) —una institución privada que ofrece programas educativos de prevención y salud para contra la discriminación social en este tipo de colectivos— revelan que alrededor de 100.000 dominicanas se dedican al trabajo sexual, en torno a un 1% de la población del país. “Con relación a las nacionales venezolanas no hay aún datos estadísticos pero en el trabajo de campo he podido ver que en algunas localidades turísticas como Boca Chica, están superando a las haitianas“, señala Mari Luz Martínez, gerente de proyectos de COIN.
Las trabajadoras sexuales venezolanas dicen que llegan al país en busca de seguridad. En 2015, en República Dominicana se produjeron 17 homicidios por cada 100.000 habitantes. En Venezuela, 91,8, según los datos de 2016 del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). También les llama la posibilidad de hacer dinero rápido. “La necesidad es lo que te mueve a hacer este tipo de cosas. Esto no es arrechísimo [sensacional], está claro. No es la mejor decisión de mi vida pero me visto abocada a ella como forma de salir de un país devastado. En Venezuela son pocas las esperanzas que quedan”, explica Zoila.
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Las cifras de venezolanos que residen en República Dominicana todavía se encuentran en el limbo. Según, datos de los Aeropuertos Dominicanos Siglo XXI (Aerodom), la mayoría ingresa en vuelos comerciales por el aeropuerto Las Américas, diariamente desde Caracas, por las líneas aéreas Láser, Pawa Dominicana, Acerca y Venezolana Internacional. Según el exdirector de Migración, Rubén Darío Paulino Sem, a mediados del 2016 había aumentado en un 40%, con 16.000 registrados oficialmente. Sin embargo, los números institucionales probablemente se queden cortos porque para entrar al país, los nacionales venezolanos no requieren de visado dominicano, sólo de una tarjeta de turista. Algo que les permite instalarse fácilmente y buscar opciones para quedarse de forma permanente.
Los que sí quedan lejos son los 3.434 venezolanos que registrara hace cinco años la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2012). Las estadísticas del Banco Central de República Dominicana reflejan que hasta noviembre del 2016 llegaron 155.674 (el registro más alto hasta ahora) y se marcharon 146.870. En años pasados, habían sido más las salidas que llegadas: en 2015 hubo 163.870 entradas frente a 166.903 salidas y en 2014 se registraron 108.376 por 110.553 salidas.
Una oscilación entre entradas y salidas que responde al uso de tarjeta de turista. Los venezolanos también pueden operar en el mercado informal en República Dominicana, vendiendo productos propios como el ron Santa Teresa o Linaje, y una vez concluido su tiempo máximo de permanencia, regresar a su país con las ganancias adquiridas. Algo rentable, teniendo en cuenta la devaluación del bolívar.
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