miércoles, 22 de octubre de 2014

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Una matrona es la vida | Planeta Futuro | EL PAÍS



Una matrona es la vida

Sudán del Sur tiene la tasa de mortalidad materna más alta del mundo. Un programa busca capacitar a los sanitarios para rebajar esta cifra

 Maridi (Sudán del Sur) 21 OCT 2014 - 16:07 CEST




Una matrona atiende a un niño en la maternidad del hospital de Maridi. / C. C.


Elestina Yume Phusa-Bendabenda es de Malaui, tiene 30 años y es matrona. Trabaja para el Fondo de Naciones Unidas para la Población(UNFPA). La encontramos, rodeada de un grupo de chicos y chicas que estudian para ser matronas, en uno de los pasillos del pabellón de maternidad del hospital de Maridi, capital del condado del mismo nombre en el Estado de Western Equatoria, en Sudán del Sur.
Desde un primer momento nos impresiona su simpatía, su uniforme blanco reluciente lleno de insignias y su disposición a comentar su trabajo. Tras las presentaciones envía a los alumnos que la seguían a hacer los informes del día. Ella se ofrece a guiarnos a través de las instalaciones, las cuales muestran un aspecto de nuevo y limpio porque hace poco tiempo fueron renovadas gracias a la ayuda de la ONG Amref Flying Doctors (en el continente africano Amref Health Africa, Fundación africana para la medicina y la investigación), que es la mayor organización internacional sanitaria de origen y gestión completamente africanos.
Empezamos la visita por la sala de partos donde un par de estudiantes están limpiando y ordenando el material usado en un nacimiento al que acaban de asistir. A pesar de las apariencias el centro está escaso de materiales y tienen que utilizar muy bien los que tienen para poder atender todos los casos que les llegan.
Elestina lleva tres meses en Maridi, donde UNPFA está implementando programas que ayuden a construir el sistema nacional de salud y desarrollar capacidades para proporcionar servicios de salud reproductiva, en particular mediante la capacitación de matronas. Otras medidas buscan prevenir la violencia de género y desarrollar sistemas para producir y utilizar datos demográficos que sirvan para impulsar el desarrollo.
Confiesa nuestra anfitriona que está un poco escandalizada con las altas tasas de mortalidad materna que encuentra en la zona. Dice que cada vez son más las mujeres que acuden al hospital y a los centros de salud para revisiones y partos, pero que a pesar de ello, las muertes siguen siendo muchas. Ella las atribuye a dos causas, principalmente. La primera es la gran distancia que separa a las mujeres de los centros sanitarios, por lo que cuando les llega el momento del parto no tienen tiempo suficiente para llegar hasta ellos y se ven obligadas a dar a luz en sus casas con la ayuda de parteras tradicionales muchas de las cuales no guardan la higiene debida o aplican, ante las complicaciones, métodos ancestrales que en la mayoría de las veces se manifiestan mortales para la madre y el niño.
La segunda es la oposición, que detecta en la población en general, a usar métodos de planificación familiar. Comenta Elestina que todos los días, aprovechando la llegada de las mujeres a las consultas dan charlas sobre el tema mientras ellas esperan. Pero, según la matrona, los hombres rechazan estos métodos y las mujeres no se atreven a usarlos. “La semana pasada, después de tanta charlas, conseguimos que por fin una chica aceptase utilizarlos”, comenta con una mueca de alegría. Y añade que “es necesario conseguir que las mujeres puedan espaciar sus embarazos y reducir el número de partos. Además, en esta parte del país, como en muchas zonas rurales de África, muchas chicas son dadas en matrimonio por sus padres cuando todavía no han terminado de desarrollar y sus cuerpos no están preparados para dar a luz, por lo que muchas de ellas fallecen en el momento del parto”.
“Muchas de esas muertes se podrán evitar y así salvar la vida de las mujeres y sus hijos. Hace falta mucha educación para cambiar las cosas y nosotros estamos poniendo los cimientos de este cambio”, dice Elestina con una amplia sonrisa.

Profesionales que salvan vidas

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mortalidad materna mundial se ha reducido en casi la mitad entre 1990 y 2003. A pesar de esta buena noticia, el último año, todavía fallecieron 2,9 millones bebés durante el parto y unas 289.000 mujeres mientras daban a luz, según recoge el informe El estado de las Parteras en el mundo, 2014: Hacia el acceso universal a la salud, un derecho de la mujer, elaborado conjuntamente por UNFPA, OMS y la Confederación internacional de matronas (ICM).
El informe se centra en 73 países de desarrollo escaso o medio, en los que se concentran el 96% de las muertes de madres durante el parto, el 91% de bebés que nacen muertos y el 93% de muertes de recién nacidos.
El informe pone de manifiesto que África subsahariana es la región del mundo donde las cifras de muertes relacionadas con el embarazo y el parto son más altas. Además, una de las conclusiones a las que llega es que el número de enfermeros, doctores y matronas existentes en estos países es muy escaso.
UNFPA reivindica la importancia de las matronas para reducir la mortalidad durante el parto. La organización sostiene que si mejoraran sus servicios sería posible reducir en casi dos tercios la mortalidad materna e infantil. Para ello es necesario dar reconocimiento y estatus a una profesión que ha sido tradicionalmente marginada en muchos países.

El caso de Sudán del Sur

Sudán del Sur tiene la tasa más alta de mortalidad materna del mundo,2.054 muertes por cada 100.000 bebés nacidos vivos. Después de décadas de guerra contra el norte y tras conseguir la independencia en 2011, se forjaron grandes esperanzas a la hora de reducir estas estadísticas. Sin embargo, la situación del país se ha deteriorado enormemente desde que surgió una nueva crisis, en diciembre de 2013, entre los seguidores del presidente Salva Kiir y los del ex vicepresidente Riek Marchar, la cual ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares y refugiarse de nuevo en países vecinos o en los campos de desplazados, ha producido cientos de muertos y heridos y ha destruido grandes cantidades de infraestructuras.
Las alarmas han vuelto a saltar. Antes de la crisis la tasa de fecundidad del país era de casi cinco hijos por mujer y una media de 558.000 embarazos por año. Para este año, el Gobierno de Sudán del Sur prevé unos 380.216 nacimientos en todo el país. La mayoría de ellos tendrán lugar en zonas rurales y en los hogares de las parturientas. Lo que pone en riesgo la vida de muchas de ellas al no contar con servicios sanitarios.

"Me prometí que ayudaría a las mujeres"

Ambrosio Adhar Tong, católico de la tribu dinka. / C. C.
Ambrosio Adhar Tong quiere ser comadrón por la alta tasa de mortalidad materna del país. “Me prometí hace tiempo que ayudaría a las mujeres”. “No hay muchas que estudien en este país, por lo que nos necesitan a los hombres para que seamos matronas. Al principio, no me sentía cómodo con estos estudios, porque pensaba que era algo femenino, también pensaba que las mujeres no iban a querer que un hombre las examinase, pero ahora todo es normal y no hay ningún problema”.
Una de las consecuencias de este conflicto ha sido la destrucción o cierre de muchas de las infraestructuras sanitarias en las zonas afectadas y la huida del personal de estas debido a la inseguridad. Además, el país cuenta con muy pocas matronas cualificadas o equipos disponibles para la atención obstétrica integral. Por eso, las mujeres embarazas siguen siendo altamente vulnerables, sobre todo las que residen en las zonas en conflicto o en los campos de desplazados o refugiados. Es por eso que la labor de las matronas voluntarias que trabajan con las agencias humanitarias, por ejemplo UNFPA, como Elestina, resulta tan importante. Estas mujeres afrontan su tarea con un mínimo de recursos para garantizar que las madres puedan parir a sus hijos de manera segura.
Seguimos avanzando por el ala de maternidad del Hospital de Maridi y llegamos a la sala donde reposan las madres que acaban de dar a luz. Resulta conmovedor ver cómo se emociona Elestina al entrar y ser recibida por las enormes sonrisas de las mujeres que allí se encuentran. Se trata de una habitación pequeña donde se apiñan cuatro camas y lo que pretende ser una incubadora en la que se encuentran, cubiertos de mantas para guardar el calor, dos gemelos de pocos días. La madre está sentada sobre la cama y sonríe tímidamente cuando todos hablan de sus hijos y los sacan de la incubadora para que los veamos. El padre, de pie en un rincón, parece sentirse fuera de lugar entre tantas mujeres y niños y esboza lo que pretende ser una sonrisa mientras sus ojos parecen buscar una salida de emergencia. Las otras mujeres amamantan o juegan con sus hijos.
Elestina muestra la incubadora local y explica la ventaja que supone que el personal expatriado que trabaja en lugares tan remotos como Maridi sea africano: “Yo vengo de una zona rural de Malaui y he trabajado en hospitales como este, muy carentes de medios. Por lo tanto, tengo la experiencia y los recursos para improvisar y aplicar soluciones locales a los problemas que se nos presentan ante la falta de material, de electricidad o de tantas otras cosas. Una matrona europea, acostumbrada a tantos aparatos y ordenadores no sabría qué hacer en un contexto como este, se pondría nerviosa y no sería capaz de resolver una crisis. Es esta experiencia, basada en el trabajo realizado en lugares similares a este donde estamos y condiciones parecidas a las que aquí tenemos, la que intento transmitir a los alumnos que realizan sus prácticas aquí con nosotros”.

La importancia de la formación

El Gobierno de Sudán del Sur destina el 50% de su presupuesto anual a defensa y seguridad. Por eso, gran parte de la sanidad y educación del país depende de la generosidad de las ONG y Organismos Internacionales. Sin embargo, hay que reconocer que se está tomando muy en serio la formación de matronas con la intención de reducir la tasa de mortalidad materna e infantil.
Según Unicef, el país cuenta con una baja tasa de alfabetización. El 70% de los niños y niñas entre 6 y 17 años nunca han pisado una escuela, y de ese 20% que tiene la suerte de estudiar solo el 33% son niñas. De estas, muy pocas terminan la educación secundaria. Ante la falta de mujeres, el Gobierno sursudanés está animando a los chicos a estudiar para convertirse en comadrones.
En Maridi se encuentra el Instituto Nacional de Formación de Recursos Humanos Sanitarios (INFRH), gestionado por Amref Flying Doctors. En él se forman 201 alumnos como encargados clínicos (un grado sanitario que está entre el enfermero y el médico y se está promocionando en muchos países africanos para suplir la falta de doctores) y matronas, todos ellos becados.
Hay muchos más chicos que chicas con uniformes rosas, que son los que identifican a las matronas. Además, parece que a ellos les resulta más fácil estudiar ya que han llegado al Instituto justo al terminar la educación secundaria y pasar las pruebas de acceso a la universidad. Todas las chicas con las que hablamos están casadas y tienen hijos. Solo después de formar una familia, sus maridos, y también los padres, han consentido que continúen sus estudios. Es el caso de Namulu Sconia Duku que tiene un hijo que cuida su madre en su aldea, Kayukeye, en Central Equatoria, mientras ella estudia. Su marido es carpintero. Sin embargo, los dos hijos mayores de Angelina Hanan Marial están internos en Kenia, mientras que los dos pequeños están con su esposo, que es un hombre de negocios y reside en Juba, la capital del país. Vienen del condado de Yirol, en el estado de Joglei, donde todavía se sigue luchando.
También Pita Christine Tongu tiene un hijo de cuatro años que está al cuidado de la abuela ya que el marido es conductor de la Cruz Roja y no puede ocuparse del niño porque está siempre en la carretera. Ella consiguió terminar su educación secundaria pero cuando dijo a su familia que quería seguir estudiando esta le contestó que no era posible porque tenía que casarse. No tuvo más remedio que obedecer. Sin embargo, tuvo la suerte de que su esposo la apoyase en el deseo de formarse y ahora está a punto de graduarse. Cuenta que siempre quiso ser matrona porque está cansada de ver cómo las mujeres de su zona, el condado de Kajo-Keji, en Central Equatoria, mueren por el mero hecho de dar a luz. Ella piensa que ahora podrá ayudar a educar a las madres para que no tengan que morir en el momento de parir y enseñarlas cómo cuidar de sus hijos para que estos crezcan fuertes y sanos.
La mayoría de los chicos parecen haber llegado a estos estudios de matrona, que duran tres años, de rebote. Ellos confiesan que querían estudiar para ser médicos o encargados clínicos, pero que nos les llegó la nota y el Gobierno les dio la oportunidad de formarse en esta profesión. Todos cuentan que al principio pensaban que era un trabajo solo de mujeres pero que poco a poco han descubierto la importancia que tiene el saber cuidar de las madres y de sus hijos.

Cuidar de las mujeres en parto

Pita Christine Tongu, casada con un hijo de tres años. / C. C.
Pita Christine Tongu estudia para ser una matrona porque siempre ha querido ayudar a las mujeres y a sus hijos. Le gusta cuidar de ellas, educarlas, decirles lo que tienen que hacer antes, durante y después del parto. Además, desde que se enteró que la tasa de mortalidad materna en Sudán del Sur es la más alta del mundo y de que hay muchas mujeres que mueren durante el parto se ha propuesto ser parte del esfuerzo que se está haciendo en todo el país para cambiar la situación.
Muchos también ríen al contar que tenían miedo a ser rechazados por las mujeres cuando tuvieran que explorarlas por lo tradicional que es la sociedad en Sudán del Sur, pero una vez que han empezado las prácticas en el hospital y en los centros de salud de la zona, se han dado cuenta de que son bien aceptados. Es el caso de Magang Gordon Dhukpura, que viene de una aldea cerca de Rumbek, la capital del Estado de Lake. Él quería ser enfermero, pero no le llegó la nota y le dieron la oportunidad de venir a Maridi. Al principio le costó aceptar que él pudiera trabajar un día como matrona, pero ahora está convencido de lo importante que es su trabajo y de la cantidad de vidas que puede salvar.
A los alumnos que se preparan para ser encargados clínicos no les ha costado tanto convencerse de lo importante que es su profesión, lo tenían claro desde el principio. En este programa, que también dura tres años, hay muchas menos mujeres. Una de las pocas es Maling Elizabeth Silas, que viene de Juba. Cuenta que siempre soñó con estudiar medicina, pero no podía pagarse la universidad. Cuando terminó sus estudios trabajó varios años con ACNUR registrando desplazados y refugiados, hasta que consiguió la beca que le permitió entrar en el Instituto. “Una oportunidad que no podía rechazar y con la que voy a ser capaz de salvar muchas vidas”, nos dice.
Los estudiantes del INFRH ponen rostro a una generación de jóvenes que pueden cambiar la realidad de muchas mujeres y niños de Sudán del Sur, como comenta Elestina Yume Phusa-Bendabenda cuando estamos terminando el recorrido del pabellón de maternidad del Hospital de Maridi y llegamos a la sala donde los alumnos que han hecho prácticas con ella durante el día discuten los distintos casos que han asistido y escriben sus informes.

Formar a las profesionales africanas

C. C.
En 2012, Amref Flying Doctors lanzó la campaña Stand up for African Mothers que tiene como objetivos llamar la atención sobre la mortalidad materna, formar a 15.000 matronas africanas antes del final de 2015 para reducir en un 25% la mortalidad materna en África subsahariana y equipar más centros de salud. La iniciativa tiene como madrina internacional a Graça Machel Mandela
La campaña también propone a una matrona africana, Esther Madudu, como candidata al Premio Nobel de la Paz 2015, como símbolo de la lucha de las matronas africanas por la vida de las madres. Una iniciativa que se puede apoyar firmando aquí.
Del 23 al 25 de octubre tendrá lugar en Bilbao el XIII Congreso Federación de Asociaciones de Matronas de España en el que se presentará el trabajo de la campaña Stand Up for African Mothers, como una forma de acercar a las matronas españolas al día a día de sus colegas en África Subsahariana.
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Feliz por evitar muertes

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Namulu Sconia Duku está casada con un carpintero y tiene un hijo. / C. C.
Quiere ser matrona porque cuando era pequeña murió su tía al dar a luz. Ella estaba en el colegio aquel día y no se acuerda muy bien de lo qué pasó. Recuerda que se preguntaba por qué tuvo que morir su tía. Desde entonces se dijo que no quería que las mujeres muriesen al dar a luz. “Me siento feliz cuando una mujer da a luz y tanto ella como el bebe no tienen problemas”, dice.
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Concienciado y concienciador

Edema Charles Daniel, soltero. / C. C.
Cuando terminó la escuela secundaria, Edema Charles Daniel empezó a trabajar con Movement for Health Internacional (MHI) y luego con International Rescue Committee (IRC), en programas de prevención de la polio. Era un movilizador comunitario y concienciaba a la población sobre la importancia de vacunar a los niños. Es ahí cuando se enteró de las altas tasas de mortalidad materna e infantil de Sudán del Sur y pensó que no era justo y quiso hacer algo para cambiar la situación, es por eso que decidió estudiar para ser una matrona. “Sé que muchos piensan que es raro que un hombre decida ser comadrón, pero yo tengo el interés y me gusta lo que aprendo. El problema es el dinero para pagar los cursos, no es fácil conseguirlo. Mi sueño es terminar aquí y seguir preparándome para convertirme en profesor de esta misma escuela y así enseñar a muchas más personas la necesidad de educar a las comunidades para combatir las altas tasas de mortalidad materna e infantil de nuestro país”.

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