Indígenas en Manhattan
Nunca antes había sucedido: Naciones Unidas celebra en Nueva York la Primera Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas
MARTA GÓMEZ-RODULFO Nueva York 22 SEP 2014 - 10:18 CEST
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En el café Pennylane, el trasiego de gafetes (insignias) internacionales es incesante. Comercio Justo con granos de café de Chiapas o Guatemala son la carta principal de este lugar con aspecto de nave industrial, situado en la Calle 45 y centro neurálgico de los funcionarios de las conocidas Misiones Permanentes ante las Naciones Unidas. Las conversaciones estos días en el coffee break se suceden en torno a la Semana Ministerial, como llaman a esta tan importante que ha comenzado este lunes en Nueva York con la apertura de la 69 Asamblea General de la ONU y donde se han reunido representantes de los 139 Estados miembros. El pistoletazo de salida lo marca la primera Conferencia Mundial Sobre los Pueblos Indígenas, que tendrá lugar los días 22 y 23 de septiembre.
A las puertas del edificio de las Naciones Unidas, situado junto al río Este, se suceden representaciones indígenas de más de 70 países de todo el mundo. Los inuits de Canadá, los murunahuas de Perú o los huicholes de México fueron algunos de los pueblos que tendrán la oportunidad de debatir sus peticiones y demandas en este foro de Alto Nivel, un espacio de diálogo crucial como lo define Gerardo Noto, Coordinador de Gobernabilidad Democrática, en la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD): "Los Estados miembros tenemos la oportunidad de reafirmar nuestro compromiso con el desarrollo humano sostenible y los derechos de los pueblos indígenas". Mesas de diálogo, implementaciones de programas... Lo relevante es que, al terminar, se consiga un documento final orientado a la acción con ideas propuestas por y para los habitantes indígenas, como así explica el citado experto. "Para avanzar en una democracia donde los ciudadanos gocen del conjunto de derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales es fundamental asegurar la inclusión de los pueblos indígenas. Para ello, requerimos garantizar su participación en las instancias de decisión de las políticas públicas y ampliar su representación en las instituciones representativas nacionales y locales".
El 15% de los pobres en el mundo son indígenas
En el mundo hay 370 millones de indígenas, el 5% de la población, que constituye el 15% de los pobres del mundo, según datos del Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas. "Estos pueblos se encuentran entre los más vulnerables, representando desproporcionadamente un tercio de los 900 millones que sufren extrema pobreza en el mundo", afirman desde el PNUD.
La lucha por sus derechos ha cumplido ya las tres décadas de trabajo focalizado. Fue en 1982 cuando se creó el primer Grupo de Trabajo, cuyo objetivo era diagnosticar en qué situación se encontraban estos ciudadanos, relegados siempre a papeles invisibles y marginales de la sociedad. Se determinó que había que crear una declaración sobre sus derechos, de tal manera que se protegieran estos tantos de forma individual como colectiva, y garantizando así que pudieran vivir con dignidad, mantener y fortalecer sus propias instituciones, culturas y tradiciones y se les permitiera buscar su propio desarrollo, con sus propias necesidades e intereses.
En el año 2.000 se creó el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas. Formado por 16 expertos, la mitad de ellos pertenecientes a pueblos originarios, coordina las actividades de las Naciones Unidas en este área. Era necesario hacer un hueco en las agendas gubernamentales para recordar este asunto. Todos los esfuerzos iban centrados a no olvidar la realidad de este sector de la población. Así, se estableció el primer Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo (1995-2004) cuya prórroga (2005-2014) está cerca de concluir. Es hora de hacer balance de la situación indígena a nivel mundial y comprobar si se alcanzaron algunos de los objetivos fundamentales, como fomentar su participación plena y efectiva en las decisiones que afectan a sus estilos de vida, a sus tierras, a sus derechos como ciudadanos.
El contraste entre la vida de las aldeas recónditas del mundo y las decisiones gubernamentales que se rigen entre rascacielos es tan vasto como antagónico. El miércoles, muchos de estos hombres y mujeres regresarán a sus comunidades, a sus pueblos y confiarán en que los nuevos planes de acción que se decidan estos días, sean un paso más para convertirse en personas visibles, de pleno derecho, con voz y voto en todos los confines de la tierra.
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