¡No bebas de ese agua!
Los vecinos de un pueblo tailandés sufrieron problemas de salud por beber agua contaminada
Varias organizaciones tratan de salvar a las siguientes generaciones
ANA SALVÁ Mae Toen (Tailandia) 25 SEP 2014 - 17:03 CEST
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Cuando Da tenía 34 años, encontró una pequeña inflamación cerca de su garganta. Fue creciendo con el paso del tiempo, pero nunca le dio excesiva importancia. Había visto bultos muy parecidos en el cuello de su madre y de otras mujeres de la aldea, por lo que decidió no ir al médico a evaluarse. Da sabía perfectamente lo que había pasado: durante la estación seca había bebido agua contaminada con fluoruro del canal que atraviesa la aldea y esto había perjudicado a su glándula tiroides provocando el crecimiento una masa de enormes dimensiones en el cuello, una dolencia conocida como bocio. “Mi madre tenía un bulto parecido, pero más pequeño. Desde hace 20 años ya no me crece. El médico me ha dicho que pueden extirparlo, pero yo no quiero, estoy débil y podría desangrarme”, explica Da, que ahora tiene 64 años. La mujer, a día de hoy, además de este problema de tiroides, tiene los dientes moteados y de color café con leche a consecuencia de la ingesta de agua del lago, un hecho documentado en 2007 gracias a un estudio de laUniversidad de Tasmania, en Australia.
El informe fue realizado para evaluar los problemas de salud detectados en los vecinos de Mae Toen, que sugerían como causa la ingestión de agua contaminada con fluoruro. Este es un compuesto químico que dificulta la absorción de yodo, un mineral necesario para que el cuerpo humano —sobre todo el cerebro y la glándula tiroidea— funcione correctamente. Cuando la tiroides no cuentan con suficiente cantidad de yodo para realizar su función, tiene que trabajar más duro, y esto provoca el bocio. Los autores de la publicación encontraron que el 11,2% de la población de la aldea, que contaba con 1.092 habitantes en el citado año, presentaba este tipo de nódulo. Además, casi la mitad tenía alguna molestia en la pierna; uno de cada tres varones y dos de cada tres mujeres de más de 45 años tenían cierto grado de deformidad en las extremidades, 12 no eran capaces de caminar y 21 tenían dificultades para hacerlo. El 65% tenía los dientes teñidos y los mayores de 35 eran propensos a un mayor grado de tinción.
Un estudio reveló una prevalencia de bocio en el 11% de los habitantes de Mae ToenMae Toen es un ejemplo de un caso crítico de contaminación de aguas, un fenómeno que ha llegado a afectar hasta a tres generaciones. Este pequeño pueblo situado en la provincia de Lampang, en el interior de Tailandia y a más de 500 kilómetros de Bangkok, se encuentra cerca de una mina de fluoruro que explotó el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial debido a que estas sales son muy valiosas en tiempos de conflicto porque se utilizan para fabricar acero.
La mina de fluoruro dejó de estar activa hace 40 años y, con el tiempo, se convirtió en un pequeño lago artificial de agua contaminada que se desborda cuando llega la época de lluvias. “El problema que tienen en Mae Toen es que utilizan el agua subterránea para comer y cocinar, y esta se encuentra contaminada por el fluoruro”, explica el Dr. Chatpat Kongpun, que trabaja en un centro de salud bucal del Ministerio Público de Salud de Tailandia. “Algunas personas de las nuevas generaciones todavía padecen problemas de salud, pero no son tan graves como los de las anteriores”, asegura.
Es el caso de Da y otros habitantes de la aldea. “Hace tiempo que me he acostumbrado; puedo trabajar en casa y no me duele el cuello, puedo ir a todas partes del pueblo”, asegura la mujer, que se gana la vida realizando tareas del hogar y tiene tres hijos de 44, 40 y 38 años que no padecen problemas de salud.
Otras familias no han tenido la misma suerte. La carencia de yodo ha provocado problemas en los vástagos de algunas mujeres que bebieron agua del lago. “El yodo es especialmente vital para el desarrollo de los bebés durante las 12 primeras semanas de la gestación, así que los fetos de las embarazadas que han bebido agua contaminada pueden experimentar daños cerebrales, sordomudez o retraso mental. Puede verse incluso en las generaciones más jóvenes”, explica Pornithida Padthong, que fue responsable de comunicación en UNICEF Tailandia hasta el año 2013 y trabajó en la aldea de Mae Toen. “Alrededor del 50% de las embarazadas sufría deficiencia de yodo cuando trabajé en la aldea el año pasado”, explica.
La organización, actualmente, no trabaja directamente con el pueblo, pero lo hace a través del Departamento de Salud de Tailandia. El doctor Chatpat Kongpun, empleado en este ministerio, asegura que la acusación de UNICEF es cierta. “El agua del lago, todavía todavía hoy, cuenta con altos niveles de fluoruro pero, al menos oficialmente, no se utiliza para beber. Las mujeres embarazadas, para estar a salvo, deberían beber del suministro y utilizar la sal yodada”, asegura también Neil McGlashan, una de las tres personas encargadas de realizar el informe de la Universidad de Tasmania y que trabajó como profesor asociado de esta universidad en el campo de la geografía médica hasta el año 1997.
La deficiencia de yodo ha llegado a afectar hasta a tres generaciones
Para ayudar a solucionar los problemas causados por el fluoruro en Mae Toen, la organización Rotary Club of D’Entracasteaux de Tasmania, que también financió el citado informe, introdujo un tanque de suministro de agua potable en 2003 y facilitó a los campesinos grandes jarras de hormigón para almacenar el agua de la lluvia, como las que tiene Da en su casa. Para compensar la carencia de yodo en los habitantes de Mae Toen, también se suministraron sacos de sal yodada a los habitantes de la aldea. “En un principio no hay yodo en el nuevo suministro y así debería ser para la siguiente generación, lo que significa que ya no hay más trastornos por carencia de este elemento químico”, asegura McGlashan.
En Tailandia, así como en otros países del Sureste Asiático, la falta de agua potable es un problema grave porque tan solo acostumbra a llover durante la época del monzón, entre mayo y octubre. El principal problema del Rotary Club para ayudar a las familias de Mae Toen fue buscar una fuente alternativa de agua limpia. Encontraron una corriente de tres kilómetros que discurre por una montaña cercana al pueblo, pero puede que no sea suficiente, según un informe de la organización fechado en 2007. Da, sin embargo, asegura que con sus jarras consigue almacenar el agua de la lluvia para beber durante la estación seca. Ella ya no volverá a beber agua contaminada.
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